— Seo.
— Dime.
¿Cómo podía yo hacerlo? Seohyun no tenía ni la más mínima idea del sentimiento que inundaba mi corazón y me mantenía en vela tanto tiempo. Ni siquiera lo imagina.
Soy consciente de que no voy a poder decírselo aunque lo haya intentado bastantes veces ya. Uno no puede decirlo por temor a ser rechazo, por recibir una sonrisa de lástima, de esas que nunca quieres ver y que te hace sentir avergonzado de ti mismo. Uno no es capaz de confesarse tampoco, en parte, por el qué dirán. No solo por mí, obviamente, es sabido que mi egoísmo llega hasta límites insospechados a veces, mas esta vez sé que es por ella. Seohyun es vulnerable bajo críticas ajenas, las miradas despectivas de los demás le afectan tanto, pero ¡tanto! que la convierte en alguien extremadamente maleable. 
A uno también le agarre el nerviosismo crítico de los familiares. Sé que mis padres no tendrán mucho problema y adorarán a Seohyun en cuestión de semanas. Es por ella, es hija de una de las familias más conservadoras y elegantes que conozco y eso verdaderamente es un inconveniente.
La oración " Creo que estoy enamorada de tí " no saldría con naturalidad de mis labios. Simplemente porque no es verdad. Ese 'creo' que denota duda está tan de más como este pensamiento elaborado que creo cada vez que ella me mira con esos ojos tan grandes que tiene. Sería como mentir y prometí nunca mentirle a la pequeña Seo. Y parece que puedo romper todas las promesas menos esa que hice con ella.
Pero no puedo decir simplemente que la amo, aunque sea verdad. Le asustaría, es demasiado rápido, y sinceramente no tengo prisa (el tiempo me ha demostrado que sería capaz de esperarla por toda la eternidad).
Ella es toda delicadeza. Suavidad. Yo me asemejo al salvaje mar, yendo hacia cualquier parte por el solo hecho de estar, y disfrutar. Seohyun prefiere estabilizarse, estar calmada y pacífica. Es como una roca. Y si bien el mar y las rocas chocan, siempre son un conjunto, siempre vuelven a estar juntas, y así somos.
Solíamos venir a este parque cuando aún eramos estudiantes. Parece un recuerdo tan lejano que casi me echo a llorar ahí mismo. Fueron momentos dorados de nuestra amistad. Aquí hablábamos, bebíamos sodas (a Seohyun nunca le agradó mucho el alcohol, aún siendo mayor de edad), teníamos picnics a veces. Aquí éramos dos mejores amigas siendo felices y no sé en qué momento para mí significó algo más. No puedo recordar haber venido alguna vez a este espacio verde sin la compañía de Seo. Sinceramente, podría venir a este parque en cualquier otro momento sola, pero no se sentiría bien sin ella. 
— Nada, lo lamento.
La valentía que parecía haberme inundado se desvaneció tan rápido como había llegado. Súbitamente. Ya había pasado por esa etapa en la que me enfadaba conmigo misma por no ser lo suficientemente valiente como para confesar mis sentimientos. (De tantas veces que había pasado ya se había vuelto costumbre). Ahora solo me resignaba por mi cobardía y torpeza habituales.
De cierta forma, espero que vea en mis ojos y caiga en la cuenta de que no tener su amor de esa forma me afecta tanto. Si escarba en mi mirada podría verlo. 
— Soo, puedes decirme. ¿Acaso ya no confías en mí?
Pude notar dolor en su voz. Ella piensa que nuestra amistad se ha desvalorizado para mí debido a la distancia prudente que he impuesto. Aunque eso no es verdad, mantener el silencio es lo mejor. 
La expresión de descontento en su rostro me parte el corazón, pero me obligo a no mirarla. 
— Si confío en tí.
Pero sé que no me cree. Yo no me creería. Cuatro palabras no pueden aliviar un sufrimiento tan grande, pero no hay mucho que pueda hacer o decir. La única solución sería explicarle todo desde el principio, lo cual derivaría en una inevitable confesión. 
Sus ojos están perforando mis mejillas pero no dejo que me afecte, o al menos que se de cuenta de que me afecta.
Se pone de pie, sin dejar de mirarme. Limpia el inexistente polvo de su jean, y con ese gesto sé que está dispuesta a irse. Y eso me preocupa. Nunca he estado sola en este parque. Ella nunca se ha ido sola de este parque. Yo nunca me he ido sola de este parque. Y si eso sucede, no habría retorno, y lo sabía.
Seohyun da media vuelta y susurro su nombre. Va cobrando cada vez más intensidad hasta que se vuelve lo suficientemente fuerte como para que ella lo escuche. 
— Espera, Seo. No era eso a lo que me refería.
Busco las palabras, pero se desvanecen en mi cerebro. El diccionario mental que tan lleno estaba, ahora parece haber desaparecido. Solo una persona podría provocar eso y adivina quién es.
Su rostro expectante me enfrenta, debo darle una respuesta pronto, pero las oraciones se rehusan a formarse en mis labios. No puedo explicarle eso, su efecto en mí, su capacidad de cambiarme, de subirme al cielo con su cariño y de arrastrarme por los suelos cuando se aleja. Ella no se da cuenta pero lo hace y eso es lo peor. Cada cicatriz que deja tan marcada en mí no es a propósito, cada lágrima que derramo en su nombre ella nunca las descubre. Seohyun es demasiado dulce y sincera como para conspirar contra mí. Me quiere demasiado como para hacerme algún mal. Pero inconscientemente lo hace.
— ¿Entonces, qué? 
Su impaciencia me aturde, nunca la he visto de esa forma antes, tan expectante, tan desilusionada e impaciente. Quiero terminar rápidamente con esos sentimientos tan negativos. Pero...
— No puedo decírtelo.
Y luego de pronunciar eso, sé que la he cagado feo, feo. Afirma más su teoría anterior de la desconfianza, se ajusta a su inseguridad, mas no es la verdad. 
— Dímelo.
Su insistencia me hace verla como la mujer en la que se convirtió. Sé que debería dejar verla como una bebé, y más si ya tiene sus veintitrés años cumplidos. Mas cuando dicen su nombre no puedo dejar de asociarlo con el de una tierna colegiala, la que fue años atrás. 
No quiero decepcionarla una vez más. No quiero que sienta que ya no la aprecio, sino que mi cariño ha cambiado pero no disminuído. No quiero.
Debo decirlo, sé que es el momento y que no debo desaprovecharlo. Si acepta mis sentimientos probablemente seré la mujer más feliz en el planeta Tierra, si no, seré la persona más desdichada y miserable del mundo y nada podrá sacarme de mi pena. Arriesgarme es difícil, a veces las personas no podemos hacerlo, a pesar de los beneficios, por medio a las consecuencias. Los " Y qué si..." son destructivos y nos acobardan. Por más que necesite gritarlo a los cuatro vientos se me hace tan complicado. Son pocas palabras, pero significan tanto que no puedo simplemente pronunciarlas. Debo demostrar lo que siento, lo que pasa dentro de mi cabeza.
— ¿Quieres ir por un café?
Tal vez pueda explicárselo allí.