— Entonces, a ver... déjeme ver si lo he entendido bien... ¿Usted no cree que yo esté enamorada de us...?— Tiffany estaba por termina pero la fría risa de Jessica le cortó. Era un sonido sarcástico y hueco.
— Bueno, querida Sherlock, resultó ser un caso bastante fácil. Por supuesto que no le creo — dibujó en su rostro una mueca de fastidio — No quiero ofenderte, cariño. No eres la primera empleada en decirme eso, y dudo que seas la última — la inspeccionó de pies a cabeza antes de lanzar un suspiro satisfactorio. —Además ¿Por qué lo estarías? Tú misma dijiste que no tengo corazón.
— ¿Disculpe? No recuerdo haberle dicho eso.
— Oh ¿No?
— En absoluto.
Jessica sonrió, pero era falsa. No parecía herida pero si bastante harta. Algo le dijo a Tiffany que no era la primera vez que recibía esa clase de comentarios.
— Soy tu jefa, querida. Sé todo lo que se dice sobre mí dentro de esta empresa...— se encogió de hombros antes de continuar — Y fuera también.
— Entonces...¿Necesita que se lo demuestre? — preguntó una ingenua Tiffany. Aunque, ciertamente, era la persona menos romántica que se podría encontrar en Seúl.
— Oh, bueno. ¿Qué será esta vez? — la expresión que se eternizó en su rostro hacía notar que estaba sumida en recuerdos no tan gratos — ¿Flores? He recibido bastantes de esas. Termino quemándolas. Odio las flores.
— Eso es cruel — gimoteó Tiffany, pensando en todo el dinero de los anteriores empleados, enamorados de Jessica también, quemándose en las ardientes brasas.
— La vida es cruel, todos somos así a veces en nuestras vidas — explicó la jefa. — A ver, que más...¿Chocolates? No te molestes, soy diabética...
— No, no lo eres — respondió Tiffany con una sonrisa de no voy a caer en eso — Siempre pides tu café con cuatro sobres de azúcar. Tomas tres por día, pero si algo sale mal hasta más. Y lo haces todos los días. Es demasiada azúcar, y si eso fuera verdad estarías muerta ahora mismo —
— Que inteligente — murmuró Jessica, lo suficientemente alto para que solo su empleada, quien estaba frente a ella le escuchara. — No recuerdo haberte indicado que dejes de tratarme formalmente.
— Estás humillándome. Mi única forma de manifestar mi desacuerdo es haciendo eso — respondió.
— ¿Humilládote? — preguntó la mayor. La confusión se notaba en su pálido rostro. — No recuerdo haberte insultado o...
— No, no lo has hecho — cortó Tiffany — Claro, el insultarme; porque humillarme si que lo has hecho y lo pasas de lo lindo haciéndolo. Obviamente, al compararme con los demás que fallaron en obtener tu corazón me estas poniendo al mismo nivel que eso...idiotas.
— Bueno, ciertamente no son idiotas — habló Jessica — Uno de ellos fue Kim Taeyeon ¿Lo concoce? ¡Oh! Cómo no conocerle a tan extraño sujeto. Nunca supe que fue de él luego de invitarme a cenar — la jefa rodó los ojos recordando aquél momento. — Renunció — se encogió de hombros como única respuesta a una pregunta que Tiffany no hizo, pero que Jessica supo que pensaba.— Si rechacé a Kim Taeyeon, el Kim Taeyeon que tú sabes y el que tan conocido era pero que ahora desapareció — miró con rechazo en sus ojos, se acercó hacia Tiffany. Quería mandarle el gran mensaje a través de sus ojos. De ojos café a ojos café, Jessica quería rechazarla duramente, solo para que no la molestara más.
— Sabes Jessica...creo que todos los anteriores que se confesaron tenían algo en común — el aliento de la empleada azotó los labios de la jefa.
— Ah ¿Si? — Bueno...ciertamente quería saber su respuesta, no es que le importara la razón, la verdad no lo hacía. Es solo que nadie le había dicho algo como eso antes. ¿Hasta dónde llegaría? Necesitaba saber cual era su límite. — ¿Cuál es?
— Verdaderamente provocas un poco de temor debido a que eres fría, brusca...ya sabes lo que dicen aquí. Dentro y fuera. — sonrió al ver el desconcierto de la mayor — Bien, todos ellos te temían. Oh claro que sí lo hacían. Pero yo... Yo no te tengo miedo, Sooyeon.
Lo que vendría después ni Jessica lo podría sospechar, sintió un par de labios contra los suyos, moviéndose sin freno. Mantuvo los ojos abiertos en shock. Verdaderamente eso era algo que no se esperaba y que nunca nadie había hecho antes. Pensó en que era una completa falta de respeto, si, pero también pensó que no podría borrar la imagen de aquella chica por más que quisiera. Y nunca podría olvidar la suave textura de sus labios rosados.
Tiffany se separó por lo que pareció una escena en cámara lenta. Y sonrió, había ganado. Lo supo porque básicamente Jessica no se movía ni un poco, sus labios seguían ligeramente fruncidos, y sus ojos abiertos como platos.
— Volveré mañana para demostrarte que no soy como el resto, cariño — se burló la menor. Le depositó un pequeñó beso en los labios, fue como un flash, un relámpago de emociones, un segundo. Pero la mayor no pudo evitar sentirse completamente afectada.
— Q..que, No,no...— Tiffany se asombró el efecto que había causado, Nunca había oído a su superior tartamudear, ni siquiera dudar de sus palabras un poco. Siempre parecía tan firme...pero allí estaba, balbuceando palabras sueltas sin sentido. Claramente, afectada por el beso.
El beso...el beso. Tiffany no podía creer que se había arriesgado a hacer aquello. Habían dos posibilidades, que no funcionara, o, en efecto, que si lo hiciera. En caso de ser la primera, quedaría desempleada en las grandes calles de Seúl, pero, si era la segunda, pasaría...Bueno, no lo sabía. Porque, claro que había visto a su jefa despidiendo duramente a otros empleados antes pero...nunca vió a Jessica inmóvil, como allí estaba.
No dispuesta a perder la temporal ventaja que tenía sobre ella, tomó su abrigo, color rosa por supuesto, se lo colocó y abrió la puerta, no sin antes despedirse correctamente.
— Ciao.