cap 55
El Infierno de Taeyeon—Nuestra casa —susurró ella, al darse cuenta.
—Sí. —tiffany le besó el dorso de la mano antes de ayudarla a bajar del coche. Y luego, levantándola del suelo, cruzó el umbral con ella en brazos.
Esa misma noche, vestidas ya con la ropa que habían elegido para emprender su luna de miel —un vestido oscuro para tiffany y un vestido lila para tae—, viajaban en el coche con chófer que habían alquilado.
Cuando el vehículo se detuvo
» ¿Te gusta que hayamos venido aquí? Pensé que te apetecería que pasáramos unos días tranquilos, pero si lo prefieres podemos ir a Venecia o a Roma. Iremos a donde tú quieras —dijo, dejándola en el suelo.
—Es perfecto. Me encanta que hayas pensado en este lugar.
Tae le rodeó el cuello con los brazos.
Un rato más tarde, tiffany se separó un poco de ella—Voy a subir el equipaje. ¿Tienes hambre?
Ella se echó a reír—Si me ponen algo delante, me lo comeré.
— ¿Por qué no vas a echar un vistazo a la cocina, a ver si encuentras algo tentador? En seguida me reuniré contigo.
—Lo único que podría tentarme —comentó tae con una sonrisa traviesa— sería verte a ti sentada a la mesa de la cocina.
Sus sensuales palabras hicieron que tiffany recordara su anterior visita a la casa, cuando habían usado aquella mesa varias veces y no precisamente para amasar pan.
Con un gruñido ronco, subió el equipaje a toda prisa, como si alguien la estuviera persiguiendo.
En la cocina, tae comprobó que la despensa estaba totalmente equipada, igual que la nevera. Se echó a reír al ver varias botellas de zumo de arándanos alineadas sobre la encimera, como si la estuvieran esperando. Acababa de abrir una botella de Perrier y de preparar un plato con trozos de queso, cuando tiffany regresó. Al entrar corriendo en la cocina, le pareció mucho más joven, casi una niña, con los ojos brillantes y una expresión radiante.
—Tiene un aspecto delicioso Gracias —dijo, sentándose a su lado y echando una insinuante mirada hacia la mesa—. Aunque creo que prefiero usar la cama las primeras veces.
tae se ruborizó—Esta mesa me trae muy buenos recuerdos.
—A mí también, pero tenemos todo el tiempo del mundo para fabricar nuevos recuerdos. Algunos incluso mejores. —La miró con deseo.
Ella sintió un cosquilleo en el vientre— ¿La boda ha sido tal como te la imaginabas? —preguntó tiffany,ansiosa, mientras llenaba dos vasos de agua.
—Mucho mejor. La misa, la música... casarnos en la basílica ha sido increíble. Se siente una paz tan especial allí...
tiffany asintió. Sabía a qué se refería.
—Me alegro de que sólo invitáramos a la familia y a los amigos más íntimos.
Siento no haber podido hablar más rato con Katherine Picton, pero he visto que tú bailabas con ella. ¡Dos veces! —tae se hizo la ofendida.
tiffany le siguió la broma, alzando las cejas— ¿De verdad he bailado con ella dos veces? Es impresionante para una septuagenaria. ¿Cómo habrá podido seguirme el ritmo?
tae puso los ojos en blanco tiffany era única usando palabras que nadie más usaba. —Tú has bailado dos veces con Richard, señora hwang Supongo que estamos empatadas.
—Ahora es mi padre también. Y es un excelente bailarín. Muy elegante.
— ¿Mejor que yo? —tiffany fingió estar celosa.
—Nadie es mejor que tú, querida. —tae se inclinó sobre ella para borrarle el falso enfado con un beso—. ¿Crees que volverá a casarse alguna vez?
—No.
— ¿Por qué no?
tiffany le cogió la mano y le acarició los nudillos uno a uno—Porque Grace era su Beatriz.
Cuando has conocido un amor como ése, cualquier otro parece una sombra del original. —Sonrió con melancolía—Curiosamente, en el libro favorito de Grace, A Severe Mercy, aparecía la misma idea Sheldon Vanauken no volvió a casarse tras la muerte de su esposa.
»Dante perdió a Beatriz cuando ella tenía veinticuatro años y pasó el resto de su existencia llorando su muerte. Si yo te perdiera, me pasaría lo mismo. Nunca habrá nadie que ocupe tu lugar. Nunca —recalcó tiffany, con una mirada fiera pero cariñosa al mismo tiempo.
—Me pregunto si mi padre volverá a casarse.
— ¿Te molestaría que lo hiciera?
Ella se encogió de hombros.
—No. Tardaría un poco en acostumbrarme, supongo, pero no. Me alegro de que esté saliendo con alguien amable. Quiero que sea feliz. Me gustaría que pudiera envejecer al lado de alguien que lo trate bien.
—Yo quiero envejecer a tu lado —dijo tiffany—. No cabe duda de que eres amable.
—Yo también quiero envejecer a tu lado.
Las esposas intercambiaron una mirada y siguieron comiendo en silencio.
Cuando acabaron, tiffany le tendió la mano.
—Todavía no te he dado los regalos de boda.
Al tomarle la mano, tae le tocó el anillo—Pensaba que los regalos eran los anillos y las inscripciones que llevan: «Yo soy de mi Amada y mi Amada es mía».
—Hay más cosas. —tiffany la llevó hasta la chimenea y se detuvo delante.
Al entrar en la casa, tae no se había fijado en que habían cambiado el cuadro que colgaba sobre la repisa. Su lugar lo ocupaba ahora una impresionante pintura al óleo de dos mujeres unidas en un abrazo apasionado.
Dio un paso adelante con la vista clavada en el cuadro, como hipnotizada.
Las figuras femeninas se estaban abrazando una de las mujeres estaba desnuda hasta la cintura solo con un sujetador y se la veía ligeramente más abajo que la otra mujer, como si estuviera de rodillas, con la cabeza apoyada en el regazo de ella, que estaba inclinada hacia adelante, desnuda, a excepción de lo que parecía ser una sábana arrugada, agarrando con fuerza la espalda y el costado de la otra mujer y apoyando la cabeza entre sus omóplatos. Lo cierto era que costaba distinguir dónde empezaba la una y terminaba la otra. Estaban tan unidas que formaban una especie de círculo. La necesidad y la desesperación eran tan evidentes que casi saltaban del lienzo. Parecía que la pareja acabara de reencontrarse tras una larga ausencia o como si acabaran de reconciliarse tras una discusión.
—Somos nosotras —susurró tae, parpadeando sorprendida.
La cara de una de las mujeres quedaba parcialmente oculta, apoyada en el regazo de la otra, l aboca apretada contra su muslo, pero no cabía duda: era la cara de tiffany Igual que la cara de la otra mujer era la cara de taeyeon,vuelta hacia la espectadora con los ojos cerrados de felicidad y una sonrisa tímida en los labios. Parecía feliz.
— ¿Cómo lo has hecho?
tiffany se le acercó por detrás y le rodeó los hombros con los brazos—Yo posé para el cuadro y para tu parte, le di fotografías al artista.
— ¿Fotografías?
tiffany la besó en el cuello— ¿No reconoces esa postura? ¿Recuerdas las fotos que hicimos en Belice? Las de la mañana siguiente a la noche en que te pusiste el corsé por primera vez... Estabas tumbada en la cama y...
Ella abrió mucho los ojos al recordar el momento— ¿Te gusta? —tiffany sonaba extrañamente insegura—. Quería algo... personal para celebrar nuestra boda.
—Me encanta. Sólo me ha sorprendido.
tiffany se relajó—Gracias. —tae le cogió la mano y le dio un beso en la palma—. Es un regalo precioso.
—Me alegro de que te guste. Aún queda otra cosilla. —Acercándose a la repisa de la chimenea, cogió una manzana dorada que no era la primera vez que ella veía.
— ¿Cómo ha llegado hasta aquí? —preguntó tae con una sonrisa.
—Ábrela, señora hwang.
Ella levantó la parte de arriba y dentro encontró una llave antigua.
— ¿Una llave mágica? —preguntó, mirando a tiffany sin comprender—. ¿Es la llave de algún jardín secreto? ¿Del armario que lleva a Narnia?
—Muy graciosa. Ven conmigo. —La agarró por la muñeca y no pudo resistir darle un largo beso en la parte interna, como si le costara separarse.
— ¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Salieron por la puerta principal y tiffany la cerró tras ellas. Entonces se quedaron quietos en el porche, sumidas en la oscuridad que sólo rompían las luces dela fachada.
—Prueba la llave.
— ¿Qué? ¿Aquí?
—Pruébala. —tiffany se balanceó sobre los talones, sin poder ocultar su nerviosismo.
tae metió la llave en la cerradura y la hizo girar. Oyó el clic y un segundo después la puerta se abrió—Gracias por aceptar ser mi esposa —susurró ella—. Bienvenida a tu casa.
Ella la miró, incrédula—Aquí fuimos felices —dijo tiffany en voz baja—. Quería que tuviéramos un lugar donde poder refugiarnos de vez en cuando. Un lugar lleno de buenos recuerdos—Acariciándole el brazo con suavidad, añadió—: Podemos venir a pasar las vacaciones cuando no vayamos a Selinsgrove. Incluso podrías venir aquí a escribir tu tesis si quisieras. Aunque no creo que pueda soportar estar apartada de ti ni un día más.
tae la besó, dándole las gracias una y otra vez por sus generosos regalos. Y allí
permanecieron varios minutos, disfrutando del tacto de la otra, con el pulso cada vez más acelerado.
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