Tiffany caminaba entre los árboles del bosque oscuro y brumoso que se extendía detrás de la que había sido la casa de los Clark llevaba una linterna, pero no la necesitaba conocía tan bien aquel bosque, que aunque hubiera estado borracha o colocada, no se habría perdido Se le daba bien caminar en la oscuridad.

Se detuvo un momento, dejando que la lluvia helada la empapara si entornaba los ojos, casi podía ver la silueta de una adolescente reposando recostada en los pechos de una mujer, ambas cubiertos por una vieja manta de lana. Tenía el pelo suelto, que le llegaba hasta los hombros, y lo abrazaba a ella por la cintura aunque no se distinguía la cara de la mujer, no era difícil darse cuenta de que estaba enamorada del ángel de ojos azules que descansaba entre sus brazos.

Inmóvil en la oscuridad, tiffany oía el eco de lo que eran mitad recuerdos, mitad en soñaciones.

«— ¿Tienes que irte?

»—Sí, pero no esta noche.

»— ¿Volverás?

»—Mañana seré expulsada del Paraíso, Beatriz nuestra única esperanza es que tú me encuentres luego búscame en el Infierno.»

Tiffany no había previsto volver al huerto de manzanos sin ella. Tampoco había planeado dejarla sabía que le había roto el corazón pero aunque estaba atormentada por la culpabilidad y el arrepentimiento, sabía que en las mismas circunstancias, volvería a hacer lo mismo.

Taeyeon había renunciado a demasiadas cosas para estar con ella No pensaba consentir que renunciara también a su futuro.

Más tarde, tiffany se estaba secando el pelo con una toalla en su antiguo dormitorio, mientras manejaba los mandos del equipo de música. Quería escuchar música para sufrir, por lo que se había puesto Blood of Eden, de Peter Gabriel. A mitad del estribillo, sonó el teléfono. Se había olvidado de pedirle a Richard que la diera de baja cuando éste se mudó a Filadelfia, después de que ella le comprara la casa.

Sin responder, se puso a recorrer la habitación de un lado a otro cuando el teléfono dejó de sonar, se tumbó en la cama, mirando al techo sabía que era su imaginación gastándole malas pasadas, pero habría jurado que podía oler el aroma de taeyeon en la almohada y que oía su respiración acompasada Jugueteando con el anillo de platino que llevaba en el dedo, recordó los versos de La Vita Nuova, en los que Dante describe el rechazo de Beatriz.

Por culpa de estos rumores falsos y maliciosos que me acusaban de todo tipo de vicios, Ella, la reina de la bondad, la que alejaba el mal con su sola presencia, al ver que me acercaba me negó su dulce saludo, que era mi única bendición.

Tiffany sabía que no tenía derecho a comparar su situación con la de Dante, ya que su desdicha era el resultado de sus propias decisiones sin embargo, mientras la oscuridad se cerraba sobre ella, la asaltó el miedo a haber perdido su bendición para siempre.