Cambridge, Massachusetts

Cuando tae dejó por fin de sufrir mareos matutinos, desarrolló una extraña obsesión con la comida tailandesa. Su restaurante tailandés favorito estaba cerca de su antiguo apartamento en Cambridge.

Insistía en que la comida de ese restaurante era la única que calmaba sus antojos, así que tiffany o Rebecca se aseguraban de encargar comida para llevar casi a diario.

A juzgar por la dieta de su esposa, tiffany empezó a sospechar que el setenta y cinco por ciento de su masa corporal (y de la del bebé) estaban compuestas por rollitos de primavera. Así que dejaron de referirse a él (o ella) como Ralph Santana, Rebecca y, poco después, tae empezaron a llamarlo Rollito de primavera.

A finales de abril, las hwang volvieron al hospital Mount Auburn para una nueva ecografía.

Esperaban poder saber el o del bebé.

—Rollito de primavera es un niño —susurró tae, tratando de ignorar las molestias que le provocaba la vejiga, que estaba a punto de explotar.

—No —replicó tiffany con una sonrisa—. Confía en mí. Conozco bien a las mujeres y este bebé es niña, no me cabe duda.

Ella no pudo evitar echarse a reír.

Cuando la técnica que iba a realizarle la ecografía dijo su nombre, tae apretó la mano de su esposa antes de seguirla a la sala de ultrasonidos, sola.

(A esas alturas tiffany ya sabía que no servía de nada discutir con el personal del hospital.)

— ¿Quiere saber el o del bebé? —le preguntó la mujer, dejando una batita sobre la camilla.

—Oh, sí, desde luego. Estamos deseando saberlo.

—Por supuesto. La dejo un momento para que se cambie. En seguida vuelvo. Me llamo Amelia—Y con una sonrisa, salió para que tae se cambiara.

Minutos después, su redondeado vientre estaba cubierto por un gel pegajoso. Cuando la pantalla empezó a ofrecer imágenes, tae no podía apartar los ojos. Éstas cambiaban rápidamente y lo único que distinguía con claridad era la cabeza o el cuerpo. El pobre Rollito de primavera parecía un extraterrestre.

—Tenemos suerte —dijo Amelia, tocando varios botones para capturar imágenes—. El bebé está bien colocado y podemos echarle un buen vistazo.

tae suspiró aliviada. Estaba muy nerviosa.

—Tomaré unas cuantas imágenes más y luego avisaremos a su esposa, ¿de acuerdo?

—Gracias.

Poco después, la mujer fue en busca de tiffany Cuando entró en la habitación, se acercó rápidamente a tae, le cogió la mano y se la llevó a los labios.

— ¿Y bien? —preguntó, volviéndose hacia la técnica, que se había vuelto a sentar frente a la pantalla.

—El bebé se está desarrollando correctamente. Todo está bien —respondió ella, señalando la pantalla—. Felicidades, van a tener una niña.

Una amplia sonrisa de felicidad apareció en la cara de tiffany.

Los ojos de tae se llenaron de lágrimas y se cubrió la boca con la mano como si estuviera muy sorprendida.

—Te lo dije, mamá. —bromeó ella, dándole un beso en la mejilla.

—Vamos a tener una niña —repitió tae.

— ¿Te parece bien? —preguntó tiffany, preocupada.

—Me parece perfecto —susurró ella.

tiffany hizo copias de las ecografías y las enmarcó, pero resistió la tentación de colocarlas fuera de la intimidad del dormitorio y del estudio.

—Ahora que sabemos que Rollito de primavera es una niña, podríamos empezar a prepararle la habitación —comentó una tarde mientras iban en el Volvo un sábado de mayo—. También tendríamos que hablar del nombre.

—Me parece bien.

— ¿Por qué no piensas en lo que quieres y vamos de compras?

tae se volvió hacia ella.

— ¿Ahora?

—No, ahora vamos a comer, como te he prometido, pero luego podríamos empezar a mirar cosas para la habitación. Algo que sea bonito pero funcional. Cómodo para ti y para ella, pero no demasiado infantil.

—Es un bebé, tiffany Sus cosas van a ser infantiles.

—Ya sabes a qué me refiero. Quiero que sea elegante, que no parezca un jardín de infancia.

— ¡Madre mía! —tae disimuló la risa mientras se imaginaba qué iba a diseñar la Profesora para su hija.

(Se imaginó algo en madera oscura y cuero color chocolate, con cortinas y cojines llenos de círculos)

tiffany se aclaró la garganta.

—He estado mirando algunas cosas por Internet.

— ¿Ah, sí? ¿En qué página web? ¿La de Restoration Hardware?

—Claro que no —respondió ella, ofendida—. Las cosas que venden no son adecuadas para la habitación de un bebé.

—Entonces, ¿en dónde?

Ella le dirigió una mirada triunfal.

—En Potter y Barn Kids.

tae gruñó.

—Nos hemos convertido en yuppies.

tiffany la miró fingiendo horrorizarse.

— ¿Por qué lo dices?

—Vamos en un Volvo y estamos hablando de comprar los muebles en el Potter y Barn.

—Para empezar, los Volvo son unos coches muy seguros y mucho más bonitos que los monovolúmenes. Y los muebles de Potter y Barn resultan que son funcionales y atractivos al mismo tiempo. Me gustaría llevarte a una tienda y así lo compruebas con tus propios ojos.

—Mientras me lleves a tomar comida tailandesa antes, no hay problema.

Esta vez fue tiffany quien puso los ojos en blanco.

—De acuerdo, pero pediremos que nos la pongan para llevar y nos la tomaremos en el parque. Y yo me pediré comida hindú. Si vuelvo a ver un plato de Pad Thai en mi vida, no respondo de mis actos.

tae se echó a reír a carcajadas.

Esa noche, tarde, tiffany se dirigió al dormitorio tras haber pasado un buen rato anotando cosas que iban a necesitar para la habitación de la niña. Algunas formarían parte de la lista de regalos del bebé. No habían pensado hacer una lista de ésas, y al principio a tiffany le extrañó mucho la idea, pero finalmente accedieron por la insistencia de sus hermanas (Kelly y Lucy) y de Diane, Cecilia y Katherine.

(Se había disgustado un poco al enterarse de que la lista de regalos de Potter y Barn Kids no incluía libros infantiles en italiano ni en yidish.)

Al pasar junto a la cama, camino del cuarto de baño, se fijó en que los pies de tae le asomaban por debajo del edredón el resto del cuerpo lo tenía bien tapado.