Capítulo 22
Black Ice (Hielo Negro)
Mientras regresábamos a nuestro campamento, Tae caminó levemente más cerca de mí de lo normal. Era difícil creer que hace dos días, había flirteado deliberadamente con ella en el 7-Eleven, viéndole como algún tipo de diosa enviada que estaba salvándome de humillarme a mí misma. En dos días había pasado de adorarle, a aborrecerle, hasta este momento, donde no sabía cómo sentirme. No sabía que pensar.
Nuestras mangas se rozaron accidentalmente. Tae no se apartó o disculpó. De hecho, pareció tan despreocupada por eso que me pregunté si lo notó. Yo lo noté. Su cercanía hacía que un extraño y hormigueante calor me inundase. Robé una breve mirada de ella. Un tanto desaliñada, privada del sueño, todavía se las arreglaba para verse caliente. Como una modelo de REI. Pasó el tiempo en el exterior, se mostraba en su color y las puntas iluminadas por el sol de su cabello. Unas leves líneas marcaban sus ojos, del tipo que conseguías por parpadear en el sol. Y tenía los más raros ojos de mapache por llevar gafas de sol. En lugar de cursi, parecía casi i.
A pesar del cansancio, caminó con los hombros cuadrados con propósito. Bajo sus oscuras cejas, sus ojos miraban al mundo con una larga y fría mirada. En parte calculando, y parte discriminando, decidí. Pero debajo de la superficie, detecté un brillo de ansiedad. Me preguntaba de qué tenía miedo, qué le asustaba más. Cualesquiera que fuesen sus temores, los mantenía enterrados con profundidad. Me vio mirándole. De inmediato, aparté la mirada. No podía creer que me hubiese atrapado mirando. Más que nunca, resentí cualquier atracción que podría sentir por ella.
Ella era mi captora.
Me mantenía contra mi voluntad.
Su reciente amabilidad no cambiaba eso.
Tenía que recordarme quién era ella realmente.
¿Pero quién era en realidad? Ella y Yul nunca habían tenido sentido como compañeras. Tae—Masy nunca había sido cruel. Y había intentado advertirnos a Jessica y a mí de no entrar en la cabaña. Di un suspiro conflictivo. Nada sobre Tae que se añadiese.
—Primera prioridad, calentarte —dijo—. Después de eso, tenemos que encontrar comida. Es demasiado pronto para las bayas, así que vamos a tener que ir a cazar.
Los pasados dos días había estado recelosa e incluso sospechosa por la aparente preocupación de Tae por mi bienestar. Esta vez, me encontré profundamente curiosa acerca de sus motivos. Cuando Siwon había comenzado a mostrar interés por mí al principio, me lo mostró con cumplidos, bromeó conmigo afectuosamente, e hizo pequeñas excusas para verme, todo lo cual fue halagador, pero la pista más grande de que le gustaba fue su repentino interés en cuidar de mí. Cuando helaba, limpiaba las ventanas de mi coche. En el cine se aseguraba de que tuviera un asiento en medio de la fila. Cuando mi Wrangler estaba en la tienda, insistió en llevarme a todos lados. Tal vez estaba leyendo los gestos de Tae con demasiada profundidad, pero me preguntaba si su preocupación por mí era más que simple generosidad.
¿Sentía ella algo por mí?
Consternada me recordé que eso no importaba.
Porque no iba a corresponder a sus sentimientos, reales o imaginarios.
—¿Cómo sabías que conduzco un Wrangler naranja, y cómo sabías que a mi padre le encanta la pesca a mosca? —Le pregunté de repente, acercándome a un árbol caído, escondido debajo de la nieve.
—Había dos coches en el aparcamiento del 7-Eleven. Un antiguo modelo de Jeep Wrangler naranja y un BMW XS. Cuando entré en la tienda, de inmediato encajé a tu ex con el Bimmer, y a ti con el Wrangler —explicó—. Había dos descoloridas pegatinas despegadas al parachoques: “Mi Otra Atracción Es un Bote a la Deriva” y “Freno para Escarcha.” Asumí que el Wrangler le pertenecía a tu padre antes de que te lo diese.
No lo había hecho, pero ella había tenido un golpe de suerte. En realidad, la pegatina del parabrisas era el único motivo por el que mi padre había comprado el Wrangler. Sentía una amistad hacia los pescadores, e ilógicamente confiaba en ellos sobre los otros hombres.
—¿Qué te aseguró que no conducía el BMW? —Presioné, no segura de sí debería sentirme insultada u orgullosa.
—Tus gafas venían de Target. Las de tu ex de Fendi. Muchas personas que van por lo ostentoso, lo hacen al cruzar la borda.
Intenté pensar en la última vez que había sido tan observadora sobre algo.
—¿Siempre encajas a las personas con sus coches en las gasolineras? —Bromeé.
Se encogió de hombros.
—Es un acertijo. Me gusta resolver problemas.
—Interesante. Tú eres un acertijo para mí —dije en silencio. La mirada de Tae cortó la mía, entonces rápidamente la alejó.
Para romper la extraña sensación zumbando en el aire entre nosotras, ladeé la cabeza especulativamente.
—Entonces. ¿Eres una de esas tipas de genios? Su semblante automáticamente se bloqueó, como si se hubiese entrenado para no revelar nada en el rostro por indagación personal. Después de un momento, su expresión se suavizó, y una leve sonrisa se reprodujo alrededor de su boca.
—¿Te impresionaría saber que mi profesora de tercer grado me había analizado por memoria fotográfica?
Ondeé una mano a través del aire despreocupadamente.
—Nah, para nada.
Se rascó la cabeza, sonriendo con más amplitud.
—Fallé. Pero eso estuvo lo suficiente cerca para ser considerado.
Conté sus fortalezas con los dedos.
—Así que prácticamente tienes memoria fotográfica. Y tienes excelentes habilidades para sobrevivir. ¿Algo más que debería saber? Como, tal vez a que universidad vas… ¿estás en la universidad, verdad?
—La abandoné el año pasado.
No había visto eso venir. Tae me daba la imagen de una persona seria, estudiosa, no una desertora escolar.
—¿Por qué?
—Tenía que ocuparme de algo —dijo, hundiendo las manos en los bolsillos y encorvando los hombros con incomodidad.
—Vaya, eso deja todo claro.
Su boca se endureció en los bordes, llevándome a creer que había golpeado un nervio.
—Todos necesitan secretos. Nos mantienen vulnerables.
—¿Por qué alguien querría ser vulnerable?
—Para mantener la guardia puesta, así no se descuidan.
—No lo entiendo.
—Si tienes una debilidad, tienes que trabajar duro para defenderla. No puedes ser descuidado con ella.
—¿Cuál es tu debilidad?
Se rió, pero no con diversión.
—¿De verdad crees que te lo diré?
—Vale la pena probarlo.
—Mi hermana. La quiero más que nada.
Su respuesta me tomó por sorpresa. De alguna forma, con esa solitaria respuesta, era como una capa que había sido levantada y podía ver un lado más suave de Tae. En el exterior era una fuerte y habilidosa mujer, una fuerza para ser tomada en cuenta. Pero en el interior, había tierna bondad en ella.
—No estaba esperando eso
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