Capítulo 38
Black Ice (Hielo Negro)
Recorrí ambos lados del pasillo. No había señales de Siwon. Mirando por encima de la barandilla, llegué a ver que no estaba en la planta baja tampoco. ¿Dónde había ido? ¿A buscar el mapa por su cuenta? Arrastré a Tae al pasillo. Inspeccionando las empinadas escaleras de madera, me di cuenta de que Tae tenía razón, no había manera de que pudiera llegar a salvo bajándola. La lámina no proporcionaría suficiente relleno contra el borde afilado en cada paso, y no tenía tiempo para ensillar su espalda a una almohada.
—Despierta, Tae —dije en voz baja, de rodillas junto a ella y abofeteando sus mejillas con firmeza. Ella se movió, murmurando incoherentemente.
—Vamos a bajar juntas por las escaleras. —Incluso con el tobillo torcido, si yo tomaba algo de su peso, y ella ponía el resto en su pierna buena, juntas podríamos cojear por las escaleras.
—¿Fany? Su cabeza rodó hacia un lado, y le di unas palmaditas en las mejillas más fuerte para despertarla.
—Quédate conmigo, Tae. Se estremeció ante mi toque. Afortunadamente, con los ojos abiertos en grietas. Puse su cara entre mis manos y la miré fijamente a los ojos, deseando poder transferir parte de mi energía hacia ella.
—Ve, Fany. Antes de que Siwon vuelva. —Esbozó una valiente sonrisa—. No iré a ninguna parte, te lo prometo.
Acuné la cabeza de Tae en mi regazo. Le acaricié el pelo húmedo, mis manos temblaban mientras lo hacía. Tuve que convencerla de que podía hacer esto. Su charla me asustó. Se estaba rindiendo, y no podía hacer esto sin ella.
—Somos un equipo, ¿recuerdas? Empezamos esto juntas; Ahora tenemos que terminarlo.
—Te estoy reteniendo. La realidad es que no podría hacerlo.
—No hables así —le dije, ardientes lágrimas deslizándose por la parte posterior de mi garganta—. Te necesito. No puedo hacer esto sola. Prométeme que te quedarás aquí conmigo. Vas a ponerte de pie. Vamos a bajar juntas las escaleras. A la cuenta de tres.
El rostro de Tae se suavizó, la forma en que me imaginaba un cuerpo aflojándose justo antes de su muerte. Justo antes de que terminara el dolor, cuando el resto estaba a la vista. Se dejó caer en mi regazo, viéndose más pálida que antes. Saqué mis lágrimas con el dorso de mis manos. Tendría que pensar en otra manera de salir. Y entonces una idea vino a mí. Rodé a Tae hasta estar tumbada boca abajo. Conectando los codos bajo sus hombros, la arrastré de cabeza hacia un escalón más alto. Sus piernas, detrás de ella, ca
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