Capítulo 27
Black Ice (Hielo Negro)
Las montañas nunca se habían sentido más hostiles o inhabitables. Una congelada nube presionó por los árboles, pintando el paisaje en un extraño revestimiento de hielo. El denso bosque bloqueaba la luz del sol, creando una fría y húmeda oscuridad donde se retorcían siluetas que reproducían las desnudas ramas de los árboles. Vi esqueletos con brazos extendidos y destellos de caras ceñudas en sus arruinados troncos grises. Un frío vehemente chilló por el suelo, pateando la nieve como una frenética manada de caballos. Las hojas perennes se mecían con inquietud, como si supiesen algo que yo no. Una mano agarró mi abrigo y giré con un jadeo, solo para encontrar un retorcido matorral con espinas, ramas incontroladas agujereaban la tela.
Desenmarañándome, tragué nerviosa. Me apresuré hacia adelante, golpeando a ciegas el frío, las ramas mojadas. Con cada paso, sentía ojos en mí espalda. La niebla lamió mi piel, y di un convulsivo temblor. Osos y lobos. Pensé en ellos cuando peleé con la nieve que el viento de la noche anterior había barrido los pasos, formidables a la deriva. Cada cima me recordaba a una ola, congelada en la blancura helada un momento antes de que crestase.
Los infinitos cambios y sombríos vapores hacían muy difícil la visibilidad, así que mantuve la brújula en mi cadera, consultándola constantemente. De cuando en cuando, el escalofriante gemido del viento me hacía parar y mirar sobre el hombro, l
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