Capítulo 4
Black Ice (Hielo Negro)
—Dos veces en un día, —le dije, sonriendo a Masy mientras castañeteaban mis dientes—. Eso es una gran coincidencia, o es que el destino está tratando de decirnos algo.
Masy siguió mirándome, con los labios apretados, sus ojos estaban oscuros y se veían poco atractivos. La nieve se arremolinaba alrededor de la puerta abierta, pero ella no lo impidió.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La mujer apoyada en el marco de la puerta al lado de Masy tenía una mirada curiosa al mirarnos.
—¿La conoces? —Parecía que tenía la misma edad de Masy, alrededor de veinte años. Pero era menor, y más alta. Su enmarañado pelo rubio caía sobre su frente, y detrás de un par de gafas negras de poeta, estaban sus ojos azul ártico. Lo que llamó mi atención fue su nariz torcida. Me preguntaba cómo se la había roto.
—¿Cómo os conocéis? —Preguntó Jessica, empujándome con expectación.
No podía creer que me hubiese olvidado de hablarle acerca de Masy. Si no tuviera tanto frío, podría haberme reído de la expresión celosa de Siwon cuando Masy y yo lo habíamos convencido de que estábamos juntas. Debí decírselo a Jessica antes de que llegásemos a Idlewilde, que tuve que reclutar su ayuda en la realización de mi farsa delante de Siwon.
—Nos conocemos… —comencé, pero Masy me cortó.
—Nos hemos encontrado. Ella estaba en mi línea cuando llené la gasolina esta mañana. —Esos cálidos ojos marrones de antes ahora eran fríos y sombríos. Su tono era seco e irritado. Era difícil imaginar que ella fuese la misma chica con la que había coqueteado hace horas. No entendía por qué estaba siendo tan cerrada ahora. ¿Y por qué, de repente, no estaba interesada en mantener nuestra farsa? ¿Qué había cambiado?
Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y debo decir que estaba confundida, a ella no parecía importarle.
—¿Qué quieres? —Repitió con más dureza.
—¿Qué te parece? —Jessica se abrazó a sí misma por calor y se movió de puntitas.
—Estamos varadas —balbuceé, molesta por su hostilidad—. Nos quedamos atrapadas en la tormenta de nieve. Nos estamos congelando. ¿Podemos entrar?
—Déjalas entrar —dijo la amiga de Masy—. Míralas, están empapadas.
Sin esperar su permiso, Jessica se precipitó dentro y yo la seguí. La amiga de Masy cerró la puerta detrás de nosotras, el calor se filtró en mi piel, y entrar me dio un gran estremecimiento de alivio.
—No podéis quedaros aquí esta noche, —dijo Masy inmediatamente, bloqueándome el pasillo que conducía más profundamente en la cabaña.
—Si no nos quedamos aquí esta noche —dijo Jessica—, vamos a convertirnos en cubos de hielo humanos. No quieres esa carga, ¿verdad?
—Suena serio —dijo la amiga de Masy, con un destello de diversión en los ojos—. Y no, definitivamente no queremos ser responsables de que seáis cubos de hielo humanos. Especialmente si sois de los que se ven mucho mejor en sangre caliente.
En respuesta a su coqueteo, Jessica hizo una reverencia y lanzó una sonrisa descarada.
—¿Dónde está tu coche? —Exigió Masy—. ¿Dónde lo estacionasteis?
—En la carretera principal por debajo de la cabaña —dije—. Caminamos una hora para llegar hasta aquí.
—El coche probablemente ahora esté enterrado bajo un montón de nieve, —agregó Jessica.
—Increíble, —murmuró Masy, ceñuda hacia mí.
Como si esto fuera mi culpa. Bueno, perdón por no controlar el clima. Discúlpame por pedirte un poco de ayuda, y un poco de hospitalidad.
—¿Estáis solas? —Preguntó la amiga de Masy—. ¿Y solo sois dos? Por cierto, soy Yul.
—Yo soy Jessica —respondió con una voz aterciopelada. Yul estrechó la mano de Jessica, y luego me la tendió a mí. Tenía demasiado frío como para sacarla de mi bolsillo. Amontone mi abrigo, asentí firmemente en su lugar.
—Tiffany.
—Sí, sólo somos nosotras dos —dijo Jessica, respondiendo a su pregunta—. Podéis dejar que nos quedemos. Será divertido, lo prometo, —añadió con una tímida sonrisa alegre.
No hice caso del coqueteo de Jessica y observé de cerca a Masy. No entendía por qué estaba actuando de manera extraña. Se había inclinado hacia mí antes. Eché un vistazo alrededor del lugar, y fui más profundo en la cabina, en busca de una pista para explicar su repentina frialdad. ¿Acaso Jessica y yo interrumpimos algo? ¿Había algo-o-alguien-que ella no quería que viéramos? Por lo que pude ver, Masy y Yul estaban solas en la cabaña. Era evidente porque solo estaban los abrigos de las dos chicas secándose en los ganchos en todo el vestíbulo.
—Será divertido, las cuatro atrincherados aquí juntas, —les aseguró Jessica—. Podemos acurrucarnos juntas para conservar el calor del cuerpo, —añadió con una risita.
Cambié mi irritación hacia Jessica. ¡Qué cosa tan estúpida para decir! Nosotras en realidad ni siquiera sabíamos nada de estas chicas. Y ella parecía haber olvidado por completo eso hace unos minutos, hace un rato pensábamos que íbamos a congelarnos en las montañas. Yo todavía estaba conmocionada por el susto, y ver como esparcía su encanto en Yul me daba ganas de golpearla. Había estado aterrorizada en el bosque. Realmente aterrorizada. ¿Qué le pasaba, se podía accionar un interruptor y pasar de estar sollozando a reír nerviosamente en la misma frase?
—Sólo nos quedaremos una noche, —le dije a Masy y Yul—. Nos iremos a primera hora.
Yul pasó su brazo sobre el hombro de Masy y le dijo: —¿Qué piensas tú, amiga? ¿Deberíamos ayudar a estas pobres chicas?
—No, —respondió Masy automáticamente, encogiéndose de hombros al brazo de Yul con el ceño fruncido—. No puedes quedarte aquí, —me dijo.
—No podemos quedarnos fuera tampoco. —Le respondí.
Me parecía irónico que estuviera pidiendo un lugar para quedarme. Porque cuanto más hablamos, menos quería estar dentro de la cabaña con Masy. No quería hacerlo. No había rastro de la chica despreocupada y juguetona de pie delante de mí ahora. ¿Por qué había cambiado su actitud?
—A veces hay que ignorarla, —nos explicó Yul con una sonrisa extraña—. Es buena para muchas cosas, pero las amistades no es una de ellas.
—Noticia de última hora, —dijo Jessica en voz baja.
—Vamos. Podría ser peor, —dijo Yul, dándole una palmada a Masy en la espalda—. Tomemos, por ejemplo… —Se rascó la mejilla pensativamente—. En realidad, no puedo pensar en nada mejor que esperar en esta tormenta en compañía de dos atractivas chicas. De hecho, estas chicas deambulando es lo mejor que nos pudo haber pasado.
—¿Puedo hablar contigo a solas? —le preguntó Masy en voz baja, presionándolo.
—Claro, después de que las chicas se calienten. Sí que se ven congeladas. Pobrecitas.
—Ahora.
—Oh, supéralo, —le dijo Jessica a Masy irritada—. No somos asesinas. Si quieres hacemos la promesa con el meñique, —agregó en broma a Yul.
Yul le sonrió a Masy, golpeándola ligeramente en el pecho.
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