JUEVES

Desayuno en Júpiter
 

Cuando me despierto es solo un jueves cualquiera. Algo frío (las ventanas están cubiertas de escarcha), con el cielo rosa (son las seis de la mañana) y los campos blancos de nieve.

En las escaleras me recibe el gato gordo, peludo y cascarrabias de los vecinos. Cuando me bufa me fijo en el cuadradito de luz que dibuja la puerta abierta del despacho de papá. Tayo está despierto.

–¿Qué hace Sugar otra vez en casa?

La voz de mi hermano me llega ahogada y algo somnolienta.

–Ha entrado por la gatera. Las sobras de mi sándwich de atún eran demasiado tentadoras.

–No deberías dejarle comida –gruño, pero al entrar en la cocina soy yo la que deja caer una loncha de jamón frente a las patas sucias y zambas del gordinflón de Sugar–. Es un gato tragón.

–Le dijo la sartén al cazo. Hoy vendrá Jimmy Race. Coge el tren de las doce.

Arrugo la nariz y miro la hora en el reloj de cocina. Seis y cuarto. El lechero ya ha debido de dejar la botella en nuestras escaleras, así que más me vale ir a recogerla antes de que alguien (Brandon Wint, por ejemplo) decida que ese es un buen lugar para mear.

–¿Jimmy Race? ¿Y eso? ¿Le han dado el día libre?

Oigo a Tayo suspirar y, aunque él está en el despacho y yo en el rellano, puedo ver perfectamente cómo pone los ojos en blanco.

¿Por qué? La respuesta está en la entrada, en el último escalón. Junto a la botella de leche hay una bolsa de papel y un bote de mermelada de fresa de young e Hijos del que pende una nota manuscrita.

¡Felicidades!

Te habías olvidado, ¿a que sí? ¡Ya tienes 20 años!

¿No te sientes terriblemente mayor? Veamos, ¿qué diría Miss Wonnacott al respecto? ¡Oh, sí! ¿Acaso no sientes el fantasma de los días pasados sobre tu espalda?

¿Muy deprimente? Quizá deberías endulzarte la mañana con un delicioso ¿Muy deprimente? Quizá deberías endulzarte la mañana con un delicioso pedido del Cinturón de Asteroides™ del Canibalismo Galáctico (véase la bolsa marrón).

¡Pasa un muy feliz día!

Besitos de

la parte femenina de Hijos de young e Hijos

Harlon

Y por la parte de atrás:

A la atención de la señorita taeyeon kim:

Ha sido usted cordialmente invitada a la primera reunión del club secreto de los cumpleaños no olvidados (asunto: el festejo de sus veinte años). S’il vous plaît, reúnase con los restantes miembros del recién fundado club en Old Castle (Soldiers Point Quay, Holyhead, isla de Ang lesey, Gales, Reino Unido, Europa, hemisferio norte, planeta Tierra, sistema solar, la Vía Láctea) a las dieciocho horas. Firmado y ratificado, los miembros fundadores del club secreto de los cumpleaños no olvidados

–¡Tayo! ¿Has tenido algo que ver con esto?

La risa de mi hermano es leve y está cargada de sueño. Lo oigo caminar detrás de mí, de modo que me vuelvo. Se apoya en los muebles de la entrada, la espalda encorvada y las piernas arqueadas y temblorosas.

–Ay, hermanita, ¿de verdad pensabas que nos olvidaríamos? Aunque llevas comportándote como tal desde los siete años, ahora eres oficialmente adulta. –Pasa un brazo flácido sobre mis hombros y me da un beso en la mejilla; instintivamente lo agarro por detrás, aunque sé que a él no le hace ninguna gracia–.

Y ahora, ¿por qué no te das prisa con esa ración de Cinturón de Asteroides? Estoy famélico.

–¡Ja! Que te crees que voy a compartir mi desayuno de cumpleaños contigo, aprovechado.

Pero los dos nos encaminamos hacia la cocina (lentamente, a trompicones, ignorando por un minuto la necesidad cada vez más apremiante de la silla de ruedas) y, aunque yo ya tengo veinte y él veintidós, volvemos a ser niños. Los cumpleaños son siempre cumpleaños, desayunando chocolate caliente y dulces con papá y mamá, encendiendo las velas y abriendo regalos de la tienda de segunda mano. Me gustan los días así.

Jimmy llega pasadas las cinco, cuando ya empieza a anochecer y el empedrado de las calles se tiñe de azul cobalto. Lo oigo llegar porque siempre lo precede un estrépito (sus saludos a voces, el abrazo de oso que le da a mi madre, sus botarras de motero haciendo crujir las escaleras). Inmediatamente, antes de felicitarme, me quita el libro de enfermería de las manos y asevera:

–¿También en tu cumpleaños? ¡Ya has estudiado bastante, Steve Urkel!

Y deposita sobre mis manos uno de los pequeños paquetes azules de la joyería Tiffany’s.

–¡Jimmy Race Wint! –protesto–. ¿Y esto? ¡Ha debido de costarte una fortuna! ¿De dónde has sacado el dinero?

Jimmy chasca la lengua. Está algo más delgado, algo más pálido, con marcas violáceas bajo los ojos y alrededor de las comisuras de los labios, pero sigue siendo el chico más guapo de todo Tower Gardens.

–¡Bah, qué tontería! Atracando Buckingham Palace, ¿tú qué crees? ¡Pues con el sudor de mi frente!

Anda, ven, cumpleañera.

Y, cogiéndome en brazos, me carga a sus espaldas. Todavía huele a Jimmy (a esa

mezcla agradable de

jabón, cigarrillos y menta), como si todo fuese igual que hace cinco años y Tayo no estuviese enfermo y él, en realidad, no se hubiese ido.

Aunque meter a mi hermano en el coche nos retrasa muchísimo, y aunque papá insiste en recordarme las

normas básicas de seguridad vial antes de arrancar, llegamos al Old Castle de Soldiers Point Quay a las dieciocho horas en punto. Ofelia ya está allí, con el lado izquierdo de su cara tapado por su peluca rubia y las manos enterradas en los amplios bolsillos de su abrigo de piel de camello. Está sentada en lo alto del muro de piedra del castillo, que en su día fue un hotel pero que lleva abandonado desde los años sesenta, y apenas levanta la vista de su libro cuando Jimmy la llama.

–¡Eh! ¡Twiggy!

–Creí que solo era Twiggy cuando llevaba el pelo corto.

–¡Eh! ¡Twiggy! ¿Te han contratado de vigía?

Ofelia salta del muro como respuesta.

–De cazadora de bobos –responde, las manos todavía en los bolsillos–. Y de momento ya llevo uno.

Está siendo una noche fructífera.

Me abraza. Huele a vainilla y a café y a tienda vintage, y sus manos son frías y suaves en mi cuello.

–Feliz cumpleaños, taeyeon –dice.

Siento algo pesado en el bolsillo derecho de mi abrigo. Meto la mano: algo rugoso. ¡Su libro!

–El cuaderno de viaje de la gira de los Pistols por América –dice, orgullosa–. Tuve que quitárselo de las manos a un perroflauta en la tienda de libros de segunda mano. Ah, y esto –extiende la mano; en su palma, blanca como la muerte, hay una piedra de forma triangular–. Leo siempre está encontrando piedras guais en la playa. Dijo que te daría suerte.

Jimmy se agacha y recoge una caja de cartón apoyada en el muro del Old Castle en la que no me había fijado antes.

–Romero y miel, ¿eh? –comenta tras olisquearla con la mayor teatralidad de que es capaz–. Miembros del club de los cumpleaños no olvidados, homenajeada, propongo un píicnic en el jardín de las figuras.

Es Tayo quien sujeta la caja de la tarta, y Jimmy quien empuja la silla de Tayo. Mientras, tiffany y yo caminamos muy juntas hacia el jardín. Ahora que ha sacado las manos del bolsillo, sus nudillos y los míos chocan mientras andamos. Me pongo colorada. No sé por qué me pongo colorada.

–Hace una noche preciosa, ¿eh? –me dice, y me fijo en que a veces aprieta levemente los labios cuando sonríe.

–Desde luego. Muy clara. Quizá veamos un ovni hoy.

–Quizá veamos un fantasma hoy –replica, su voz cuarteada por la risa cantarina–.

¿Hacía una noche así cuando naciste en el coche de tu padre?

–En absoluto. Había tormenta de nieve.

–¡Oh, esa historia la sé yo! –exclama Tayo detrás de nosotras–. ¡Me acuerdo como si hubiese sido ayer!

–Pero ¡si tenías dos años! –protesto, y los cuatro nos adentramos en el jardín, atravesando legiones de oscuridad y nieve.

Es evidente que, aunque el estado del castillo es ruinoso, alguien debe de ocuparse del jardín de las figuras al menos durante algunos meses, pues en los arbustos todavía se pueden adivinar formas (de animales, de bailarinas y de patinadoras). Al fondo, muy alejado ya, hay un laberinto. Nos sentamos frente a él, con la caja de la tarta entre nuestros pies (Jimmy ayuda a Tayo a bajarse de la silla y a arrodillarse) y la luz de la luna cayendo por nuestros rostros.

–¡Yo propongo un brindis por taeyeon! –ruge Jimmy, que saca una botella de champán y cuatro vasos de plástico de la caja.

Por un momento pienso en decirle que quizá no debería beber, pero ya sé lo que me diría: «Si el champán es como el agua, Momo, ¡relájate!». No le digo nada, y él, cuando me pasa mi vaso, parece agradecerlo. Bebo. Sabe a fiesta y a oportunidades.

–Y yo propongo contar historias de fantasmas –sisea Ofelia, que se agacha para cortar la tarta.

–¿Historias de fantasmas? –Jimmy se saca las velas y un mechero del bolsillo de la chupa de cuero–.

Me sé las mejores.

–Tú no sabes una mierda –ríe Tayo.

Es una tarta de estilo antiguo, de tres pisos y con glaseado de mantequilla.

–La ha hecho mi padre –dice tiffany, como excusándose, mientras Jimmy clava el dos y el cero sobre la cobertura dulce–. Se le da bien la cocina.

–Tú has organizado todo esto, ¿verdad? –le pregunto.

Cuando Jimmy enciende las velas, la cara de tiffany se ilumina, roja. Veo sus pecas (tan tenues, casi escondidas) y los retazos de dorado de sus ojos y la sombra negra de sus pestañas con total claridad.

–Culpable –confiesa, encogiéndose de hombros–. Pensé que te gustaría.

–¿Gustarme? –siseo–. ¡Me encanta!

Es como entrar de cabeza en un sueño. O en una película indie de finales de los noventa. Es como entrar en un universo suave de nieve blanquísima y estrellas y castillos de cuento de hadas. Es como saborear la felicidad y sentir que ya no necesitas nada más.

 

Tienes que pedir un deseo –me recuerda.

La cera de las velas está empezando a derretirse. El pelo de Jimmy, bajo el influjo de la luz, parece arder más que nunca. Tayo me sonríe.

¿Un deseo? Podría pedir millares, pero ninguno capaz de cumplirse. Un deseo… «Que todos los días sean como hoy», pienso, y apago ambas velas de un solo soplo.

–¡A zampar! –cacarea Jimmy como un Peter Pan algo crecido.

Le doy un mordisco a la tarta y noto cómo los dedos se me quedan pegajosos del glaseado. Romero y miel, como había adivinado Jimmy. Es dulce y sabe a niñez y a hogar. Es el mejor regalo del mundo.

–¡Tenemos que cantar el Cumpleaños feliz! –dice tiffany.

Y Jimmy, poniéndose en pie, empieza a entonar las primeras notas del «Es una muchacha excelente» con su mejor voz de cantante punk.

–Es una muchacha excelente, es una muchacha excelente, es una muchacha excelente…

¡Y siempre lo será!

 

tiffany

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss