UNA CONSTELACIÓN DE PECAS

Desayuno en Júpiter
 

Hay una chica en la pequeña sala de espera frente a la habitación de Miss Wonnacott. Tiene un libro entre las manos (su autora no es ia Wonnacott), el pelo muy oscuro y enredado (como una nube castaña alrededor de su cabeza) y una constelación de pecas sobre la nariz y los pómulos.

Abandona la lectura al reparar en mi presencia. Sus ojos son muy grandes y onices, como los de una cría de cervatillo.

–¿Ha fallecido la señorita Wonnacott? –Pregunta, en voz tan baja que me da la sensación de que teme la respuesta.

–¿Eres parienta suya? –Digo a mi vez, y me doy cuenta de que mi pregunta es estúpida porque:

a) Miss Wonnacott es la última descendiente de una familia muy pequeña del norte deGales (creo que ya he hablado sobre ello).

b) Si fuera familia de ella, sin duda la habrían llamado antes que a mí.

c) No podría haber una persona más distinta de Miss Wonnacott que esta chica, con su piel blanca, su cuerpo delgado y sus rasgos armónicos y suaves.

Las pecas de la chica quedan ocultas bajo un rubor muy pronunciado.

–No, en realidad no… soy taeyeon kim, la… la voluntaria que se ocupó de Miss Wonnacott, bueno, ya sabes, la otra vez que…

–Que casi estira la pata –digo, y me parece oír la risita ratonil de Harlon Brae a mis espaldas, casi animándome: «Vamos, grulla, el sentido del humor es im-pres-cin-di-ble en tu profesión, ¿no?».

taeyeon kim no debe ser de la misma opinión que él, porque todo su cuerpo tiembla como si tuviese ante ella algo sórdido y peligroso.

–Así que…

–Está estabilizada, pero no creo que la dejen salir del hospital.

–Es muy muy pero que muy mayor…

–Es una mujer de hierro –digo, aunque no creo que a ia Wonnacott, de la que se rumorea que destinó fondos al Vietcong allá por 1969, le haga mucha gracia que la comparen con Margaret Thatcher–.

Oye, ¿de verdad eres una chica de la Hiraeth? Porque no me suenas.

No somos muchas en la asociación. Cogerle la mano a moribundos no es el trabajo más alegre que una puede conseguir, supongo.

taeyeon niega con la cabeza, y todo su pelo parece arder bajo la luz del sol del mediodía que entra a raudales por la ventana.

–Lo era –dice–. Lo dejé después de…

–Ya.

Encargarse de Miss Wonnacott no es precisamente agradable.

–Ella fue mi última paciente.

Lo que os decía.

–Yo… bueno, estoy planteando volver.

–Ah.

taeyeon kim se encoge de hombros. Su rebeca de lana (que es muy roja y algo vieja, aunque no del estilo que haría arquear una ceja a Miss Wonnacott) se resbala por su hombro.

–A veces se echa de menos, supongo. Fui voluntariamente durante casi dos años.

Asiento. taeyeon, a quien la situación debe de parecerle tan incómoda como a mí, mira la hora en su móvil y se lleva una mano al flequillo.

–¡Madre mía! Voy a llegar tarde. –No especifica adónde–. En fin, ha sido un placer…

–tiffany, como la de Hamlet y la de El laberinto del fauno . tiffany young –me presento, y tengo cuidado de extender la mano derecha ante ella.

taeyeon estira los labios, se seca el sudor de su propia palma sobre la falda, y me presenta una mano pequeña y temblorosa.

La piel de taeyeon es cálida y muy suave, y está cubierta de un vello muy fino que se vuelve dorado con la luz.

–Encantada –digo, empleando el tono formal y obscenamente aburrido que reservo para las entrevistas de, los clientes de papá y las personas que parecen hablar única y exclusivamente en ese mismo tono.

–Tanto gusto –asiente taeyeon, y ahora su cara tiene el color de las ciruelas maduras–. En fin, de verdad que tengo que… ¡Adiós! Y se va con tanta prisa que ya se ha convertido en una manchita ocre cuando yo grito: –¡Ya nos veremos, entonces!

Pero taeyeon se ha ido, dejando tras ella un olor muy peculiar a perfume de lilas en el aire, y una copia vieja –pero bien cuidada– de la última biografía publicada de Charles Darwin.

–¡Eh, taeyeon! –La llamo, pero ya no puede oírme, así que me guardo el libro en el bolso y echo a correr en la dirección en la que ha desaparecido.

Llego a la parada del autobús con un reguero de sudor deslizándose por el puente de mi nariz y la cabeza tan caliente que parece estar coronada por un halo de llamas. Delante de mí no hay ni rastro de taeyeon; tan solo la pradera moteada de margaritas frente al hospital y un alegre rebaño de ovejas que no me dirige ni un mísero balido.

–¡Chica, coge aire, que no quiero seguir trabajando!

Esther asoma su espesa cabellera rizada por el cristal de la marquesina y me hace un espacio a su lado para que me siente. Me acomodo, y me quito la peluca rubia de un manotazo, lo que hace que la única otra persona que está esperando el autobús (un niño pelirrojo de unos diez años) deje caer su piruleta al suelo por la sorpresa.

–Menudo cambio, ¿eh? –Le digo, y él solo me responde con un golpe de cabeza antes de fingir que está muy interesado en su cartera de Star Wars .

–¿Sigues teniendo ese bote de Roots que compramos en Lush? –Me pregunta Esther, que arruga su pequeña nariz en forma de botón al observar las zonas calvas en mi coronilla y detrás de mi oreja izquierda.

–Sí, pero creo que mis raíces 1 están demasiado dañadas.

Me enrosco lo que me queda de flequillo en el índice antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo.

Esther me aparta la mano y me ofrece una de sus pulseras para que tenga los dedos entretenidos en algo más que mi pelo masacrado.

–Estoy buscando una chica que se dejó un libro en la sala de espera. ¡Oye, a lo mejor la conoces! - Esther lleva tres años como voluntaria en la Hiraeth–. Se llama taeyeon, taeyeon… kim.

–¿tae kim? –Repite Esther, moviendo sus labios pintados de rojo como Sabrina en Embrujada .

–Dijo que también era de la Hiraeth, pero lo dejó antes de que yo viniese. Se ocupó de ia Wonnacott (que sigue viva, por cierto) justo antes que yo.

–¡Ah, taeyeon kim, ya, esa chica tan rara! Siempre se iba corriendo cuando acababa su trabajo…

–A mucha gente no le gusta el hospital.

–Supongo, pero nunca se quedó a comer con nosotras, ni vino a las cenas anuales ni nada. Debo de tener su número por ahí, en alguna parte, porque estaba en el grupo de WhatsApp ...

Habla sin mucho interés mientras sacude su pierna morena. A veces me da la sensación de que Esther tiene los números de teléfono de más de la mitad de los habitantes de Holyhead, además de muchos otros que consiguen vía Tinder. Su vida social es más o menos tan ajetreada como la de una socialité neoyorkina.

–Oh, sí –dice, con el entusiasmo preciso, y un par de segundos después siento mi móvil vibrar from the interior de mi bolso–. Ya esta. Lo que me recuerda, ¿tienes esta noche libre?

–Siempre tengo las noches libres para ti, mi amor –le digo, y el niño nos mira con el rabillo del ojo porque debemos pensar que somos una pareja de amantes lesbianas.

–Perfecto, porque he conocido a unos gemelos guapísimos en Tinder, y ya le dije a uno que irías. ¿Cuál prefiere, el dentista o el ingeniero? Respondo con algo que suena como «nnnnhhh», y que es mi código secreto para «no me apetece en absoluto».

–Esther, me encantaría, pero ya sabes que Leo solo me deja salir con chicos que tengan tres extremidades o menos, y no creo que ni el dentista ni el ingeniero cumplan los requisitos.

–¡Leo está en España! Además, estoy segura de que bromeaba cuando dijo eso.

–No sé, Leo se toma muy en serio el tema de las amputaciones…

–En Halloween se disfrazó de víctima del ataque de un tiburón. Venga, ¿cuál es el problema?

–Bueno… empieza por «a los chicos» y termina por «no les gusto». Va, Esther, admítelo, soy demasiado fea para encontrar novio en Tinder. Pero no me importa, porque eso quiere decir que viviré una historia de amor trágica de heroína de Jane Austen. Y sabré que mi novio está conmigo gracias a mi encantadora personalidad y todas las curiosidades científicas que conozco. Además, siempre me queda

JSwipe.

JSwipe es, según su publicidad, el portal de citas online más popular entre la comunidad judía. Claro que la comunidad judía de Gales es ridículamente pequeña, y la mayoría de las chicas judías que conozco preferirían vivir a base de matzá 2 un año antes que recurrir a JSwipe, así que no importa lo fea que seas: siempre tendrás a un chico judío y rico en JSwipe ardiendo en deseos de hacer algo más contigo que masturbarse con tu foto.

Cuando llego a casa, me encuentro a papá dormido sobre una montañita de etiquetas sin cubrir, mi móvil vibrando con cinco mensajes de JSwipe (os dije que funcionaba) ya Harlon sentado sobre la encimera, engullendo un trozo obscenamente grande de la pizza margarita de ayer .

–¿La vieja ha estirado la pata? –Me pregunta con la boca llena de queso.

–No, así que, mío amigo, me debes un mes de chocolatinas Mars –le recuerdo, mientras dejo caer mis cosas a su lado.

Harlon tuerce el gesto.

–Todavía no ha demostrado que sea inmortal, pero te regalaré una sola chocolatina como premio de consolación.

Tiene la cara hundida en el interior de mi bolso, el muy cotilla, así que no sé si está de broma o no.

–¿Darwin? –Dice, su voz un por ciento más nasal que treinta costumbre, levantando el libro de taeyeon kim.

–¡Eh, la evolución es un hecho!

–Discutible –replica, dejando el libro al lado como si tuviese una extraña enfermedad contagiosa.

–Lo que tú digas, bicho raro. Además, el libro no es mío. Se lo dejó una chica en…

Cojo el móvil para enviarle un mensaje a taeyeon en el momento preciso en el que empieza a sonar.

Reconozco el número como el del hospital, así que descuelgo ignorando las quejas de Harlon.

-¿Si?

–tiffany… young…

La voz al otro lado de la línea es rasposa, y se ve cortada por un par de respiraciones como de acordeón…

–¿Señorita Wonnacott?

–tiffany young, ¿quieres escuchar una historia… una… buena historia?

 

tayeon

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss