LA LUZ AZULADA DEL TELEVISOR

Desayuno en Júpiter

_Deja de flirtear –me dice Harlon, enterrando el puño en el bol de las palomitas.

Todavía tengo el móvil entre las manos. Siendo generosos en el cálculo, he debido releer unas diez o doce veces el último «genial» de taeyeon, y ni siquiera Harlon, que por lo general se queda hipnotizado ante el televisor, ha podido dejar de notarlo.

–No estoy flirteando.

El blanco de los ojos de Harlon se vuelve azul bajo la influencia de la luz de la pantalla. Estamos viendo una grabación del concierto del décimo aniversario del musical de Los miserables . Le gustan los musicales, a Harlon. Por lo general, le gustan las cosas que hacen mucho ruido.

–Ya. Si tú no estás flirteando con esa chica, yo soy la reina Isabel II.

–Entonces voy a tener que comprarte unos cuantos trajes con gorritos a juego, porque

No...

–Te gusta –dice, tirándome palomitas y restos de sal en el pelo.

–No digas tonterías. Es mi amiga. Una buena amiga, además. ¿Cómo iba a ...?

–Hasta las trancas. ¿Y qué? No es una sorpresa. Siempre me lo imaginé. Vistes como un chico. Vistes como esa.

Y señala a Lea Salonga como Éponine, que camina entre las calles de París de cartón piedra con las manos en los bolsillos de su amplia gabardina de hombre.

–Que me vista como un chico no me convierte en lesbiana –respondo con los dientes apretados.

Pero lo cierto es que siempre me he sentido identificada con heroínas como Éponine Thénardier, que se disfrazó de obrero para luchar en las barricadas durante la revolución de estudiantes de junio; Jo March, también, que en Mujercitas se cortó su larga melena rizada y se convirtió en una afamada novelista en una época en la que se suponía que las mujeres han venido al mundo para casarse y tener hijos. ¿Y cómo podría olvidarme de Ana de las Tejas Verdes, rechazando cualquier convención social, y de Juana de Arco, combatiendo contra los ingleses, y de Concepción Arenal, que se disfrazaba de hombre para poder asistir a la universidad? También estaba mi querida Idgie Threadgoode de Tomates verdes fritos , que se pasaba los días fumando y jugando al póquer y robándole los pantalones a su hermano Julian.

Todas eran masculinas, como yo, ya todas (excepto a Idgie Threadgoode, pero ese es un detalle que la película de Hollywood decidió obviar), como a mí, les gustaban los hombres.

Éponine incluso había muerto por el estúpido de Marius Pontmercy, del que estaba locamente enamorada, y el resto (menos la pobre Juana de Arco, a la que quemaron en la hoguera) acabaron casándose y siendo más o menos felices.

Me gustan los hombres. Me gustan sus manos morenas, y me gusta la fuerza de sus mandíbulas, y esas sonrisas de medio lado y las barbas de tres días y los abdominales lo suficientemente marcados.

–Grulla –Harlon me da un codazo en el hombro–, se te está olvidando respirar.

Cojo una enorme bocanada de aire.

Me gustan los hombres. Me gustan los hombres. Me gustan los hombres.

A Harlon le entra la risa tonta.

–Oye, Grulla, que no pasa nada. Una vez conocí a una ... –baja la voz, como si las palabras pudiesen cobrar vida y atacarnos de ser pronunciados con la firmeza precisa– una, ya sabes, una invertida.

–Homoual.

–¿Qué más da? Estaba casada, pero ella y su marido dormían en habitaciones distintas y todo. Creo que él también era ... –Y mueve la cabeza de una manera, cuando menos, cómica–. Me caía bien, la chica.

Era mayor que yo. Divertida. Valiente. Y también muy lista, aunque a mí casi todo el mundo me parece listo. Supongo que hará ya no sé cuántos años que murió.

Sonrío. Incluso bajo la luz azulada del televisor, las rojeces en torno a los pómulos y la nariz de Harlon son perfectamente visibles. Le sudan las manos y le tiembla la comisura derecha del labio.

–Estabas enamorado de ella, ¿verdad?

Harlon baja la mirada. Ahora su cara está tan roja que, en la penumbra, parece añil y violeta.

–Un poquito. Pero era mucho mayor que yo, unos diez años o así. Tenía una hermana de mi edad. –Se le escapa un ruidito que podría ser una carcajada o lo opuesto a ella–. De ella sí que estaba enamorado hasta las trancas.

–¿Era tu novia?

–A veces. Siempre discutíamos, pero yo no podía estar enfadado con ella más de un día o dos. Sin era bonita, y ella sabía que no era bonita, pero ocurría algo cuando hablaba ... era como si toda su cara se iluminase, desde los ojos a la sonrisa, pasando por todo lo demás. Y era la persona más inteligente que he conocido; siempre pensé que tenía respuestas para todo, y cuando no tenía una respuesta, no paraba de buscar hasta que la perfección. No me cansaba de estar con ella, aunque solo nos quedásemos mirándonos el uno al otro sin hacer nada ...

Los ojos de Harlon pasan de sus rodillas huesudas a algún lugar que no está en este salón ni en este momento en el tiempo, sino en algún rincón oculto de su pasado.

Aunque me quedo callada, me gustaría decirle muchas cosas. Que sé cómo es esa sensación cuando encuentras una chispa en otra persona y luego no puedes dejar de buscarla en todas las demás. Cuando incluso la Nada parece una aventura apasionante. Cuando las respuestas a todas las preguntas del universo parecen estar escondidas en alguien con nombre y apellidos.

–Me gusta taeyeon –afirmo sin separar la vista de la pantalla–, pero eso no importa porque yo nunca le gustaré a ella.

Me gusta taeyeon. Puedo saborear las palabras como la miel. Me gusta taeyeon, y Kate Winslet y Dana Scully son dos de las personas más is que he visto nunca. Lea Salonga. He visto muy pocos rostros tan armoniosos como el suyo.

Me gusta taeyeon. Hasta ahora había reparado en la belleza de las mujeres pensando que las envidiaba, pero no es así. Reparo en la belleza de las mujeres porque las mujeres son bonitas, y no puedo evitar sentirme atraída hacia ellas incluso cuando parece no estar bien.

Me gusta taeyeon, y no sé cómo actuar porque hasta ahora me había sentido muy cómoda disfrazándome de Jo March y Éponine Thénardier, cuando en realidad siempre he sido toda una Idgie Threadgoode.

INVIERNO

«No podemos esperar a los ángeles.

Somos nuestros propios dioses ahora. »

Nancy Reddy

«Ella permaneció allí: escuchó.

Oyó los nombres de las estrellas. »

ia Woolf

tiffany

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss