nebulosa de voces

Desayuno en Júpiter

taeyeon me envía un mensaje cuando estoy esperando el tranvía.

¿Cómo se lo tomó tu padre?

Mas o menos.

Creo que Leo lo ha ablandado un poco. Pero sigue siendo un padre chapado a la antigua

¿Tus padres?

Creo que si mi madre me había abrazado más fuerte ...

Estaría ingresada en un hospital por asfixia

¿Tu hermano?

¿Tayo?

Estupendamente

Dice que un día en el que me suelto la melena es un buen día

¿León?

Aprovechó para darme una clase de o seguro

Releo el mensaje. Me entra la risa tonta. Si Esther estuviese aquí, me diría que estoy flirteando.

Pero no lo estoy.

Borro el mensaje antes de enviarlo y digo:

Se lo tomó bien "

Siempre se lo toma todo bien

Cuando me subo al vagón, taeyeon me recibe con una sonrisa (radiante), un vaso de café para llevar y una bolsa de munchkins del Dunkin 'Donuts.

–Su pedido de Cinturón de Asteroides del Canibalismo Galáctico está listo, señorita - dice, pasándome la bolsa, que todavía está caliente y algo grasienta.

Mi estómago responde con un gruñido. Ñam.

–Desayuno en el Apolo XII, ¿eh? –Digo, dándole un trago a mi café.

Es latte de caramelo. No sé cómo ha podido acordarse de eso.

–No entiendo por qué no coges el munchkin de chocolate –le digo a taeyeon, que hasta ahora se ha conformado con los de canela.

Alza una ceja.

–¿Por qué, porque soy negra?

No sé si está bromeando o no, de modo que le doy un mordisco a mi munchkin y afirmo:

–No, porque el chocolate es como el mejor invento que ha tenido la humanidad después de conseguir dominar el fuego y las ruedas. A todo el mundo le gusta el chocolate.

–A mí no.

Muevo la cabeza de lado a lado.

–Eres peor que el Grinch. ¿Tampoco te gusta la Navidad?

–¿Un viejo blanco colándose en las casas de los niñitos para seducirlos con juguetes? Es la mayor apología del capitalismo desde San Valentín.

–Para ser justos, también lo es Dunkin 'Donuts.

Amoke ríe mordiéndose el labio inferior.

–Ya, pero venden un café fabuloso. Negro y amargo, como mi alma.

Y vuelve a reír, esparciendo su constelación de pecas por su piel.

–Vale, Mao Zedung –le digo, conectando los auriculares a mi móvil; hoy me toca a mí elegir la banda sonora.

Amoke niega con la cabeza.

–Malcolm X. Chino de la época de Mao Zedung.

Le pongo un auricular en la oreja derecha, pensando que su pelo huele a miel y que lo de Malcolm X debió habérseme ocurrido a mí.

Escuchamos Blue spotted tail de los Fleet Foxes mientras el tranvía baja la calle hasta la casa de Miss Wonnacott.

Hace frío.

La mano de Amoke está muy cerca de la mía y tengo la sensación de que estoy sudando más de la cuenta, lo cual es bastante estúpido.

Hablamos del universo y de nuestros padres y del Vacío con mayúsculas y del libro de Miss Wonnacott y de Harlon y de los lugares a los que iremos, y cuando nos damos cuenta la canción ha terminado y ya hemos llegado a nuestra parada.

Eliza, la enfermera de las mañanas de ia Wonnacott, me recibe en la biblioteca con el pelo revuelto y una sonrisa ojerosa.

–Me temo que Miss Wonnacott se encuentra indispuesta y no podrá acudir a vuestra ... cita hoy –dice, tirando de los puños de su rebeca.

taeyeon, que camina hacia el despacho, nos mira antes de desaparecer tras el umbral de la puerta.

–¿Está enferma? –Pregunto.

Eliza niega con la cabeza.

–Físicamente está como siempre. Pero ...

Un fuerte castañeteo desde el piso superior completa la explicación de Eliza. Oigo vasos que se rompen y bandejas que caen al suelo con un sonido explosivo. Apuesto a que, si Miss Wonnacott pudiese alzar la voz realmente alto, también habría gritos.

Eliza se disculpa con la mirada.

–Lo siento, creo que subiré a ver si ...

–¿Yo también puedo ir? –Pregunto, acariciando las puntas de mi peluca; taeyeon la ha trenzado durante el viaje y, aunque es bonita, ahora no puedo evitar ser muy consciente de ella y de la cantidad de pelos individuales que tiene–. Quizá consiga que Miss Wonnacott cambie de opinión.

–No es agradable.

–Fui voluntaria de la Hiraeth. Estoy acostumbrada a que las cosas no sean agradables.

Eliza frunce los labios de un modo que me recuerda mucho a Esther, pero al final acepta.

Es la primera vez que estoy en el dormitorio de Miss Wonnacott. Es amplio, luminoso y muy rosa. No me esperaba que fuera rosa.

–Señorita Wonnacott ...

El tono de voz de Eliza es conciliador, pero Miss Wonnacott, que se ha convertido en una figura de huesos y pelo de alambre, le lanza un gruñido de todas maneras.

–Ni se te ocurra acercarte a mí con una taza de valeriana, niña.

Aunque la voz de Miss Wonnacott es pausada, inexpresiva y balbuceante, se puede percibir el odio y la tensión en el aire.

–Y tú, Ofelia Bachman –los ojos gris plomizo (como balas) caen sobre mí–, no tengo trabajo para ti.

Por lo que a mí respeta, puedes irte a casa con tus mamarrachadas vintage y tu ropa de obrero de ...

–¡Señorita Wonnacott! –Grita Eliza, y tengo que admirar que haya interrumpido a esa mujer en mitad de un comentario mordaz–. Miss Wonnacott, no hay ningún motivo para ser grosera. Entiendo que está cansada y necesita descansar, pero tiffany y yo solo intentamos hacer nuestro trabajo.

La pierna derecha de Miss Wonnacott tiene un espasmo por debajo de las sábanas. Eliza, dejando a un lado los reproches, se acerca a ella con su medicina.

La habitación es no solo rosa, sino también gris. Fotografías sepia, decenas de ellas: de una aviadora de la Segunda Guerra Mundial (la supuesta amante de Miss Wonnacott), de una muchacha de rostro anodino y aguileño (la propia Miss Wonnacott), de un joven atractivo de nariz torcida y ojos plomizos ( el hermano que se fue a América), niños de pelo alborotado y ropas andrajosas (¿la familia de Cricket?), el Holyhead de los años treinta, la iglesia de Saint Mary's, el viejo instituto femenino ...

Me detengo cuando mi labio superior empieza a temblar. Siento la sangre arder en mis venas, tiñendo mis mejillas de un poderoso rojo.

–Todavía quedan historias –le recuerdo, mordiéndome el interior de los carrillos para no descargar demasiado mi ira sobre esa mujer enferma–. Sus historias. Escriba. Se lo debe a sus lectores, y me lo debe a mí por venir aquí cada mañana, y se lo debe a

Eliza ya taeyeon ya Alice –Alice es la enfermera de las tardes–, y se lo debe a sí

misma y sobre todo se lo debe a ellos. –Señalo las fotografías con un gesto de la cabeza–. También son sus historias. ¿Qué habrían contado ellos si hubiesen tenido su don?

Miss Wonnacott me mira (muy directamente, como una enorme ave de rapiña) y, con una mano torpe y temblorosa, se retira las gafas de media luna.

–Cariño –responde con una mueca–, ellos están muertos, y mis historias ya no van a salvarlos. ¿Qué habrían dicho? Probablemente se habrían alegrado de estar vivos un día más. Ahora vete.

No me muevo. Eliza, arrodillada ante la cama de Miss Wonnacott, me dirige una mirada significativa.

–Váyase, tiffany young –insiste la novelista, y me doy cuenta de que ya no me está tuteando.

No sé si tomarme eso como una victoria.

Eliza, que se pone en pie, me indica la puerta.

–Por favor, tiffany.

–Está bien –digo–. Está bien, me iré. Pero piense en Cricket, Miss Wonnacott. ¿Qué habría dicho él al ver que usted ha perdido su coraje? ¿Y su hermano Saul? ¿Y Birdy?

Y cierro la puerta tras de mí antes de que a Miss Wonnacott le dé tiempo a decirme que ellos también están muertos.

Lo oigo por primera vez aquí mismo, al pie de la escalera, con un zapato todavía en el último escalón y una mano resbalando por la barandilla.

Son voces, pero al mismo tiempo no parecen decir nada en particular. Decenas de ellas, puede que más, todas susurrantes y quedas y todas al mismo tiempo, como una nebulosa de palabras.

Los sonidos resultan familiares, aunque sea incapaz de asignarles un significado. Eses líquidas y kas y jotas que cortan la respiración. Un segundo. Dos. Entonces lo comprendo: es hebreo.

Cierro los ojos. La nebulosa de palabras se oye más alta, pero no por ello más clara. Baila y golpea y me hace cosquillas en la nariz. Y, entonces, una sola cosa, algo que puedo descifrar.

Nephesh .

¿Cómo traducirlo? No es el alma, pero tampoco es la vida. Es Todo con mayúsculas, nuestra esencia.

Es lo que nos hace movernos y amar y sentir y contener todo el infinito que está dentro de nosotros. Es el aliento que, según recoge la Torá, insufló el Señor en el hombre para que dejase de ser inerte.

Nephesh .

Oigo la palabra de nuevo. Primero la ene y la e, la caricia suave de la efe y el ulular de viento que

parecen la ese y la hache. Nephesh , como un único hilo que se desprende de una madeja. Nephesh , oigo. Y.

Entonces.

Que hacer.

Queda.

En.

Silencio.

Aunque permanezco un poco más allí, al pie de la escalera, la nebulosa desaparece y solo me llegan los sonidos del piso de arriba.

Como no ha terminado mi jornada de trabajo, no me apetece enfrentarme a papá y todavía guardo una ligera ligerísima esperanza de que Miss Wonnacott cambie de parecer, bajo a la biblioteca, me siento lo más alejada posible del Mac y abro mis apuntes de selectividad.

Leo una sola página (algo sobre la Guerra Civil) antes de que la curiosidad me consuma. Enciendo el Mac.

Echo un vistazo a todo lo que hemos escrito hasta ahora (la infancia de Miss Wonnacott, la peculiar familia de Cricket, las cartas más bien escasas del hermano de Delaware) y después, aunque sé que está mal y estoy aprovechándome de mi trabajo, compruebo los documentos en las carpetas de Miss Wonnacott.

No hay nada. Solo sus dos últimas novelas (que escribió cuando todavía podía controlar sus manos con naturalidad) y un par de documentos legales que, desde luego, no abro. Ni historias ni notas ni una pista de los próximos capítulos de La coleccionista de almas ni nada de nada.

Apago el Mac y leo otra hoja (sigue siendo sobre la Guerra Civil) hasta que me doy cuenta de que estoy masacrándome las cejas. Pequeños pelillos rubios se disponen desordenadamente sobre el escritorio de Miss Wonnacott, y siento tanta vergüenza de mí misma que empiezo a deambular por la biblioteca, escudriñando los libros que mi escritora favorita leyó.

Jane Eyre está ahí, así como Ancho mar de los Sargazos . Cumbres borrascosas comparte estante con La señora Dalloway , El gran Gatsby (Miss Wonnacott ha colocado una etiqueta que reza «Zelda Fitzgerald» sobre el nombre del autor, lo cual es muy típico de ella) y Sus ojos miraban a Dios , además de la colección entera de Las crónicas de Narnia , lo que me hace sonreír.

En la siguiente estantería (blanca y dorada, como todas las demás, con un estilo decididamente victoriano que desentona con la austeridad de la casa) están todas las ediciones de la Trilogía de la Guerra escritas en todos los idiomas que me vienen a la cabeza. Al coger lo que me parece un ejemplar

en galés de El mirlo de papel , una fotografía cae al suelo.

La recojo.

Se trata de un avión de la Segunda Guerra Mundial. Pintado de camuflaje, con las letras

EBOB

impresas en el cuerpo junto a un diminuto número de serie que no consigo descifrar. Frente a él hay un muchacho de espaldas que señala con ambos pulgares la parte trasera del uniforme, en el que ha escrito con pintura blanca « Where you go, I will go. Donde tú te quedes, yo me quedaré ». 12

En el anverso hay una nota, escrita en caligrafía enorme y temblorosa como la de un niño y que, a simple vista, parece un jeroglífico. De hecho, tardo un par de segundos en reconocer que está en inglés y no en galés.

La charla descuidada cuesta vidas, Cuervo.

GRILLO

Grillo. Es como si se tratase de uno de esos grafitis estúpidos («Cricket estuvo aquí»). Trago saliva y devuelvo el libro a su lugar en el estante.

La fotografía de Cricket sigue en mi mano.

taeyeon

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss