DOBLAR DE CAMPANAS

Desayuno en Júpiter

_Creo que nos hemos perdido ... –digo, comprobando de nuevo el mapa.

He conducido durante dos horas y media por los campos verdes y dorados de Gales, abandonando la isla de Anglesey y pasando pueblos y granjas, hasta llegar al punto que el mapa que le cogí a papá marca como Aberdovey, pero aquí no hay nada.

tiffany le da un sorbo a su café.

–A ver, déjame mirar a mí. Se me dan bien los mapas, ¿sabes?

Me quita el papel de las manos, y una arruguita se dibuja entre sus cejas cuando lo lee.

Hace tres semanas que lo hacemos. Visitar lugares de la autobiografía de ia Wonnacott, quiero decir. Pero hasta ahora no nos hemos hecho salir de Holyhead. Se trataban simplemente de pequeños lugares más o menos desconocidos, como la iglesia de Saint Mary's o el pub The Cinnamon Bear, que resultó haber cerrado en el 82 para convertirse en un McDonald's.

–Sí, estamos en Aberdovey –afirma tiffany, inclinándose ante mí–. Pero mira ... –señala un punto del mapa– tenemos que conducir un poco más para llegar a la costa. No mucho más. Unos cinco minutos.

Asiento y pongo en marcha el coche.

Resulta evidente cuando llegamos. El olor a mar y salitre es tenue, pero claro. tiffany sale del coche de un salto, como si no hubiera estado al aire libre en semanas. Cuando yo también salgo y me guardo el mapa y las llaves del coche en el bolso, me coge de la mano y dice:

–¡Ven! ¡Te echo una carrera!

-¿¡Qué!? –Chillo, pero ya es demasiado tarde, porque tiffany está tirando de mí y me caería si no corro tras ella–. ¡Espera, tiffany, nadie ha dicho nada de carreras! –¡Solo dados eso porque te voy ganando, cobardica!

Yo río. El viento fresco me mete el pelo en la boca y en los ojos, pero puedo ver muy claramente a tiffany como una manchita verde y amarilla abriéndose paso entre la multitud desconcertada, atravesando estrechas callejuelas de piedra.

–¡Eso todavía está por ver, young! –Grito, y me quito los tacones para alcanzarla.

Hoy es uno de los pocos días en que ha decidido ponerse un vestido (en este caso, uno vaporoso estilo años cuarenta que le viene un poco grande), y puedo ver sus muslos blancos y musculosos.

–¡Todavía no te veo ganar, taetae! –Me reta, alzando sus brazos larguiruchos al aire.

¿Me había dicho que su amigo Harlon la llama grulla? Tiene todo el sentido. Así, en pleno movimiento, con sus piernas largas y sus bracitos, parece estar a punto de echar a volar.

Llegamos al puerto a un tiempo, sonrojadas y sudorosas, y riendo tanto y tan fuerte que prácticamente nos hemos convertido en una atracción turística. Las familias del pueblo que han decidido pasar el domingo frente al mar y los pocos turistas que salen de las tiendas de recuerdos nos miran, algunos con medias sonrisas y otros con las cejas en alto.

–Te dije que te ganaría –jadeo, revolviéndole el pelo a tiffany; está un poco más largo y brillante desde que mamá le recomendó un par de productos a base de vinagre de sidra de manzana.

–No me ha ganado, tramposa, hemos empatado.

–Tiene salido con ventaja, así que he ganado. Me debes un helado bien grande. De nata. Y cereza.

–¡Lo que te debo es una revancha! –Exclama, echando a correr de nuevo.

Podría haberle dicho que se trata de una idea terrible, pero habría tenido que ser muy rápida. Para cuando estoy separando los labios, tiffany ya se ha dado de bruces con el guardia de seguridad, que sonríe por debajo de su poblado bigote entrecano.

–¿Algún problema, señoritas?

–Venimos a ver fantasmas, agente. ¿Ha visto alguno por aquí? –Responde tiffany, y me entra la risa tonta.

Por fortuna, el hombre también parece encontrarlo divertido.

–La ciudad fantasma, ¿eh? Mi abuelo me contó que él en persona la vio desaparecer aquí mismo -

señala el puerto con un movimiento de la cabeza–, en estas aguas. Claro que con tanto alboroto no creo que vayáis a oír las campanas de la iglesia. Pero ahí, un poco más abajo, pasando la dulcería, hay una pequeña playa ... es posible que si os concentráis mucho y sabéis escuchar ...

La playa es rocosa y gris, y está un poco abandonada. Hay un par de barcas rotas en la orilla, y la entrada está repleta de esas casetas coloridas (aunque ahora la pintura ha empezado a desconcharse) que se utilizaban en los años veinte como cambiadores.

No hay una sola alma, aparte de nosotras dos, y desde la roca en la que nos hemos sentado podemos oír el romper de las olas y el rugir del viento y el crujido de la madera de las barcas y los gritos de las gaviotas.

Observo nuestros pies, que en el agua han adoptado un enfermizo tono verdoso.

–A ver ... halógenos. Por orden.

tiffany se muerde el labio inferior.

–Flúor, cloro, bromo, yodo, astato. Esa ha sido fácil. Mi turno ... –Coge mi libro de enfermería y pone su cara de pensar, que consiste en torcer las comisuras y arrugar la frente–. Oh si.

Determinantes sociales de la salud.

Lo recito de memoria.

–El desarrollo de la primera infancia, la educación, el empleo o la falta de él, la calidad y la cantidad de los alimentos, la accesibilidad a los servicios sanitarios y la calidad de estos, la vivienda, la renta, la discriminación y el apoyo social.

–Muy bien, enfermera Jackie –susurra tiffany, dándome un golpecito con el libro en la cabeza–. ¿Crees que vas a aprobar?

–Me sorrendería mucho no hacerlo, sí –digo, y ella musita algo que suena a «¡Presumida!» -. ¿Y tú?

¿Crees que aprobarás?

Vuelve a morderse el labio inferior, pero no fingiendo no saber la respuesta, como antes, sino con verdadera preocupación. Ha clavado los ojos en el agua, y el efecto de esta y de la luz del atardecer hacen que su piel parezca más pálida.

-No lo sé. Todavía me quedan seis meses.

–Ya, ya.

Todavía no parece muy convencida, así que le doy un codazo.

–Bordarás el examen. Te sabes las respuestas. Además, este año Leo está bien, ¿no?

tiffany descarga sobre mí una mirada temblorosa que es toda vulnerabilidad. Me encojo de hombros.

–Me di cuenta de que las fechas de examen coincidían con ... bueno ...

–Con su no muerte número dos, sí. Eres una chica lista, tae.

Y se agacha para salpicarme agua a la cara.

–¡Oye! –Chillo, devolviéndole el salpicón.

tiffany ríe y ríe y ríe.

–Jugándotela por mí, ¿eh? ¿Y si un fantasma tirase de tu mano y te llevase a su reino submarino de ultratumba?

–Los fantasmas no existen –digo, pero Ofelia no me oye porque ya se ha quitado el vestido y el sombrero y se ha tirado de cabeza al agua–. ¿Estás loca? Vas a coger una pulmonía, y estarás convaleciente tanto tiempo que ni siquiera podrás presentarte al examen.

–Pero ¡si está muy buena! Ven, no hay yeguas cobarde.

Me muerdo la cara interna de los carrillos. Todavía no hay nadie, y el cielo rosa y dorado tiñe el agua ya tiffany.

–Nunca me llames cobarde –siseo, y, dejando mi falda y mi camisa a un lado, salto a su lado.

Una carcajada. Cientos de ellas, hasta que el agua parece dividirse en dos con el ruido.

–A lo mejor un fantasma nos secuestra –dice tiffany, flotando boca arriba.

–Los fantasmas no existen –repito, pero ella se reincorpora y me guiña un ojo.

–Claro que existen. Yo conozco a uno.

-¿Oh si?

-Si. Es mi amigo.

–¿Un amigo fantasma?

–Ajá.

–¿Y lleva sábana y cadenas?

–No, es un chico normal.

–¿Es un chico?

–Ah, ajá. Más o menos de tu altura, ojos castaños. No le gusta hablar de que está muerto. Te lo presentaré. Hoy no, porque no ha venido, pero cuando volvamos a Holyhead te lo presentaré. Te caerá bien.

Niego con la cabeza.

–Estás completamente loca, tiffany young, de verdad que lo estás –digo, y me sumerjo en el agua para tirar de su pie y ahogarla.

Al volver a la superficie, con el pelo aplastado y la cara cubierta de gotitas que centellean, Ofelia nada hacia mí y me chapotea en la cara.

–Y tú eres una tramposa. ¿Me echarás terriblemente de menos en Janucá? Este año coincide con la Navidad.

–Terriblemente –digo, los ojos en blanco y la voz deformada en mi mejor imitación de Kenneth Branagh.

tiffany sonríe, salitre y agua de mar en sus mejillas.

–Ven –me coge de la mano–, ¿no lo oyes?

–¿Oír el qué? –Digo, acercándome a ella.

Solo nos llegan el golpeteo de las olas y el ulular del viento y el batir de las alas de los pájaros y, si uno se concentra mucho, pero mucho mucho mucho, el ronroneo del motor de algún coche y algo que podría ser el retazo de una conversación muy lejana.

–Las campanas, por supuesto –susurra tiffany, y, antes de que me dé tiempo a reaccionar, me tapa los ojos con la mano–. Tienes que aprender a escuchar ... y olvidarte de todo lo demás.

Siento su aliento cálido en mi nuca, y el tacto frío y rugoso de sus dedos sobre mis párpados. Inspiro.

Las olas. El viento. Los pájaros. El ruido amortiguado de los coches y las personas.

Y entonces, entre todo eso, algo más. Algo armonioso y ordenado y ligeramente musical.

To-lón. To-lón. To-lón. To-lón.

Debe de tratarse de la iglesia del pueblo, pero suena como si proviniese de algún lugar recóndito bajo nuestros pies.

To-lón. To-lón. To-lón. To-lón.

–Quizá veamos a un fantasma hoy –dice tiffany, tan cerca de mí que la punta de su nariz me hace cosquillas.

–Quizá –accedo, y me doy la vuelta para salpicarla otra vez.

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss