MICHAEL WILLIAMS

Desayuno en Júpiter

Encuentro a tiffany en el parque de la avenida principal, sentada en el respaldo de un banco espolvoreado de nieve, con un ojo en sus zapatos y otro en la nada. Creo que no me ve, así que la llamo.

Levanta la cabeza. Tiembla y se muerde el labio inferior y, finalmente, sonríe.

–¡Amo! Precisamente quería hablar contigo.

No sé por qué, todas sus palabras parecen una bienvenida.

–Y yo contigo –digo, dejándome caer a su lado–. Vamos a tener que hacerlo por turnos, ¿eh?

Pero tiffany no me contesta. Tiene los labios arqueados en algo muy parecido a una sonrisa y los ojos oscuros y fijos en ningún punto en particular del horizonte blanco. Mueve las manos. Está nerviosa.

–Taeyeon, ¿tú confías en mí?

La miro. Tiene las mejillas del color de las manzanas maduras, y un brillo peligroso en la mirada.

–Ya sabes que sí. Eres mi mejor amiga.

«Mejor amiga». Suena infantil y ñoño incluso en mi cabeza, como esas fiestas de cumpleaños rosas con gorritos de papel y confeti. Pero tiffany se vuelve y dice:

–Tú también eres mi mejor amiga ahora. Si te cuento algo y te juro que no miento, ¿me creerás?

–S ... sí.

–¿Aunque sea una locura?

–A estas alturas estoy acostumbrada a las locuras.

tiffany asiente con la cabeza.

–Bien –dice, hurgando en su bolso de mensajero–. Te mostraré algo.

Cuando abre la palma, en ella hay un chico. Un avión. Una cita del Libro de Ruth de la Biblia.

–Había una vez un piloto –comienza, y su voz suena a fantasía ya sueño– que murió en una guerra. Ese piloto tenía un hermano, al que todos llamaban Cricket ...

Cuando tiffany habla, sus palabras son brujería y hechizo. Veo imágenes inconexas de ia Wonnacott, tan escuálida y débil, susurrando historias con extrema parsimonia; muchachos que cazan liebres ya quienes la luz del sol no se atreve a tocar; jóvenes pilotos que sangran y buscan y mueren cada segundo de cada día desde que terminó la guerra.

Fantasmas.

Sombras.

Muerte.

Cuando tiffany termina, me sorprendo de lo pesado que es el silencio. De cómo cae sobre nosotras como la nieve y nos impide respirar.

–¿Crees que estoy loca?

Su voz es un hilo muy fino.

Pienso en la caja de neuro estimulantes que he tirado esta misma tarde a la basura, pero también en los garabatos en mi bloc de notas y en mi libro de texto, que

(no puedo negarlo) están escritos con la misma letra que la fotografía de tiffany.

–No –digo al fin, y yo hablo también.

De la melancolía de ia Wonnacott, y de los ruidos, y de un mismo nombre repetido millares de veces: John Michael Williams.

–Sé dónde está Cricket. Quizá podríamos ir a verlo hoy.

tiffany sonríe.

-Me encantaría.

La tumba sigue allí mismo, donde la dejé la última vez, tan pequeña, maltrecha y olvidada como en otoño.

Bajo la nieve apenas se la ve, y son estos mismos copos los que tapan el nombre de Cricket. Las flores, que yacen al pie de la lápida, parecen el esqueleto de algún animal salvaje.

–Al fin nos vemos, Cricket –susurra tiffany, que limpia la piedra con el antebrazo.

Me doy cuenta enseguida. Veréis, puedo notar con suma facilidad cuándo algo no está en su sitio, o cuándo algo se ha roto (aunque no lo parezca a simple vista), o cuándo, como en este caso, algo ha sido añadido. Porque ahora en la lápida hay algo que no estaba antes. Un nombre.

«John Michael Williams, nuestro Cricket, que bendijo esta Tierra hasta que el Salvador lo llamó de nuevo a su lado.»

–No hay fechas –dice tiffany, moviendo la cabeza con mucha pena–. ¿Sí a? –Saca una notita de entre las flores cubiertas de blanco–. Mira, taeyeon, es ... es otra cita del Libro de Ruth: «No me llaméis más Noemí (mi dulzura), llamadme Mará (amargura), porque de amargura me ha llenado el Señor».

Se sienta en la nieve, la espalda contra la tumba de Cricket y la página de la Biblia temblando entre sus dedos. Me siento a su lado, observando el cielo oscuro oscuro oscuro que cae sobre nosotras como un manto.

–Se cambió el nombre –musita tiffany, y no parece que esté hablando conmigo–. Antes a ia Wonnacott la llamaban Ginnie. Siempre creí que había sido solo un diminutivo cariñoso, pero ¿y si se negó a que nadie más la llamase así después de que Cricket muriese?

–Pero no sabemos cuándo murió ...

–¡Claro que sí! Birdy dijo que iba a cometer un error. Y ya has visto la fotografía. Debió de morir en la guerra ...

Subimos al monte Mynydd Twr, donde todo está tan oscuro y quieto, y hablamos. En realidad, es tiffany la que habla, y después se disculpa por hablar tanto, pero enseguida se le olvida (o deja de importarle) y vuelve a hablar. Yo contemplo la espesura negra y las estrellas y los planetas, que parecen colisionar por encima de nosotras, y dudo.

¿Qué vamos a hacer ahora con toda esta información? ¿Cómo vamos a continuar con nuestras vidas normales, escuchando música y charlando en el tranvía y escribiéndonos post-its y cartitas en casa de ia Wonnacott, ahora que la locura se ha adueñado de nosotras?

Pero entonces miro a Ofelia y veo certeza en sus ojos y sé. Sé que todo, de una manera u otra, irá bien.

–Cuando era pequeña no me daba cuenta de lo que pasaba en casa –dice–, pero el año pasado, cuando nos llamaron del hospital, pensé que si Leo se moría mis padres perderían una pieza. Porque tenían dos hijos, los dos con nombres de Shakespeare. Una de Hamlet y otro de Sueño de una noche de verano .

Y si les faltaba uno, pues perdían una pieza del juego. Y en ese momento pensé que probablemente sería la pieza más importante, porque yo no he hecho nada en la vida, y tampoco tengo un propósito ni un plan ni nada, y lo único que recordarían de mí si me moría era que hablaba en los momentos menos apropiado y que los avergonzaba con mis excentricidades. Pero, si perdían a leo, la cosa era distinta.

–Leo tiene doce años más que tú. Te lleva ventaja.

tiffany niega con la cabeza.

–Siempre ha sido así. Siempre da la sensación de que tiene un gran plan oculto, y de que en cualquier momento se irá a hacer cosas maravillosas ...

Su voz se va apagando poco a poco, como si no supiese terminar la frase y optase por dejarla inconclusa. Está brillando. Bajo la luz plateada de la luna y las estrellas, parece brillar.

–Pues a mí esa descripción me ha sonado mucho a tiffany.

–Gracias –dice, y siento su mano cálida y temblorosa apretar la mía–. Es la primera vez que tengo una mejor amiga, ¿sabes?

–¡Imposible! La gente como tú tiene millares.

–Claro que no.

–Pero si se te da de maravilla hablar con la gente y cosas así. Cada vez que yo lo intento, acabo sudando o sonrojándome o tartamudeando.

–Me había dado cuenta. –Sonríe, y su mano aprieta más la mía–. No lo sé, para mí es fácil, a fin de cuentas son tonterías, ¿no? Pero hablar de estas cosas, de Leo y de mis padres y de todo lo demás ... normalmente me siento tonta e infantil cuando lo hago.

–¿Y ahora no?

–Por supuesto que no. Ahora estás tú. Por eso eres mi mejor amiga.

«Mejor amiga». En ella no suena bobo y vergonzoso. En ella suena como una promesa.

«¿Por qué me ha elegido?», Me gustaría preguntarle.

–Si te sirve de consuelo –le digo–, yo tampoco había tenido una mejor amiga antes. Bueno, está Tayo ...

La última sílaba se rompe. Por un momento extremadamente ridículo, pienso que ia Wonnacott habría dicho que «cayó al suelo». Creo que me sorprende tanto a mí como le sorprende a tiffany, porque estoy llorando. No llorando simplemente, sino llorando como cuando eres una niña, hasta que la garganta se te queda rosa e hinchada, y te pican los ojos y la nariz.

No recuerdo haber llorado así desde que el médico nos confirmó el diagnóstico de Tayo.

Pero ahora está la clínica de Sheffield.

Jimmy, que nunca se rinde, viviendo en nuestro salón y rindiéndose.

El futuro que ya no tiene mucho sentido.

tiffany me abraza. Su pelo huele a miel ya manzanas ya sueño, y sus manos parecen tan pequeñas; yo hacen cosquillas en la espalda.

«Sé lo que es», podría haber dicho. O, tal vez, esas palabras maternales susurradas al borde de la cuna: «Ya está, ya pasó, todo irá bien». Pero no dice nada, y en un segundo el silencio deja de ser pesado. El silencio ahora es suave y dulce e íntimo; es verano y amarillo en lo más crudo del invierno.

–Estoy aquí –creo oír, pero tan bajito tan bajito que podrían haber sido solo el viento o mi imaginación–. Estoy aquí. Estamos aquí.

–Lo sé. Ojalá nos hubiéramos conocido antes.

Antes de la enfermedad de Tayo.

De la sobredosis de Leo.

Antes con mayúscula, cuando todavía existe algún refugio donde el dolor no se atrevía a entrar.

Creo que, de algún modo, tiffany comprende lo que quiero decir.

Me da un beso. Es un beso pequeño en la mejilla, lo suficientemente alejado de la comisura de los labios para resultar inofensivo y lo suficientemente cerca para que las estrellas y la luna y la noche palidezcan y se vuelvan personajes secundarios. Cuando tiffany me besa, y sus pestañas y la punta de su nariz me acarician, es como si una mariposa se posase en mi piel. –Ven –le digo, apretando más su mano contra la mía–. Te mostraré algo.

tiffany

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss