GRILLO

Desayuno en Júpiter

La biblioteca de Miss Wonnacott está envuelta en el olor dulzón de la cera de vela y en otro, mucho más difícil de identificar, que es seco y amargo. Miss Wonnacott está ante mí, el fantasma de una historia flotando en sus ojos plateados.

En los últimos días hemos escrito sobre muchas cosas. Sobre ella («una muchacha esquelética, muy poca cosa, que parecía temblar y encogerse ante las primeras nevadas») y su familia («He sido ricos, y el pueblo había aprendido a temerlos, pero ahora su antigua riqueza caía sobre sus hombros como Naciones Unidas apolillado abrigo de visón »). Sobre cómo la Depresión los había obligado a abandonar Cardiff y asentarse en una granja de Holyhead («donde la tierra olía siempre a mar y el aire parecía estar habitado por fantasmas y criaturas misteriosas»). Sobre el hermano mayor, que había dejado Gales atrás por una norteamericana a la que había conocido en una fiesta. Y sobre la familia de la casa de al lado, que era muy numerosa, muy pobre y muy estrepitosa.

Miss Wonnacott se aclara la garganta, lo que significa que va a empezar a hablar. Desde la habitación contigua oigo el teléfono sonar y la voz pausada de taeyeon, que dice:

–No, lo siento, Miss Wonnacott no está disponible ...

O bien:

–No, lo siento, Miss Wonnacott se encuentra indispuesta ...

O incluso:

–No, lo siento, Miss Wonnacott no atiende llamadas ...

Otro carraspeo. Los labios secos de ia Wonnacott se separan y entonces ...

–¿Ya tiene título?

La pregunta se escapa de mi boca antes de que termine de formularla en mi cerebro.

Una despeinada ceja gris se alza.

–¿Tengo que recordarte las normas?

–Bueno, no ... –me defiendo, sintiendo que mis mejillas arden y se vuelven de fuego, pero Miss Wonnacott no se da cuenta.

Ha clavado la vista en la ventana.

- La coleccionista de almas . Ese es el título. ¿Ahora podemos continuar?

No me da tiempo a asentir. La biblioteca se llena de palabras y de historias y de magia.

Grillo

Faltaban dos años para que el chico que temía al fuego fue bautizado como tal. Por aquel entonces, en invierno de 1937, era solo un muchachito de doce años escuálido, pecoso y sumamente nervioso al que llamaban Cricket. 9

No poseía un nombre propio como el resto de las personas, al menos por lo que yo sabía, pues todos en el pueblo se referían a él como Cricket. Para ser honestos, nadie en su familia contaba con un nombre a la usanza.

Los padres de Cricket tenían cinco hijos vivos y dos muertos, y los siete eran conocidos por sus apodos. Incluso los nombres de los dos que ya no pertenecían a este mundo se han olvidado.

Si el tiempo no las ha hecho pedazos, todavía pueden encontrarse sus tumbas en el cementerio. Si uno se acerca lo suficiente a ellas podrán leer que existió una vez una niña a la que llamaban Bluebell, 10 que nació en 1930 en Holyhead y que se marchó sin despedirse antes de cumplir los diez años, y que tenía un hermano conocido como Weasel 11 que fue robado a sus padres por la fiebre tifoidea pocos días antes de recibir la primera comunión.

Cricket no pensaba mucho en sus hermanos muertos. A decir verdad, no pensaba mucho en ninguna cosa. Cuando no estábamos en la pista de vuelo del señor Brown, le gustaba acercarse a mí mientras leía, y le gustaba silbarme al oído, y ante todo le gustaba taparme los ojos con el pelo hasta que me veía obligada a cerrar el libro.

–¿Qué estás haciendo? –Me preguntaba siempre.

Y yo siempre respondía con un bufido y alzando las cejas.

–Ahora mismo, aguantar a un imbécil.

Cricket no era una persona a la que la palabra «imbécil» causase una gran impresión.

Llevaba escuchándola, y resignándose ante ella, desde que había empezado el colegio.

Hacían falta insultos mucho mucho más fuertes para ofenderlo. ¡Diablos! Hacía falta una palabra realmente obscena y grosera (del tipo que haría desmayar al reverendo Samuels) para que Cricket alzase solo las cejas.

–¿De qué va ese libro?

Chasqueé la lengua.

–Si tú también supieses leer, lo sabrías.

–¡Yo sé leer!

-¿Oh si? Entonces, ¿por qué estás en la clase de los tontos?

¿He dicho que hacía falta una palabra realmente obscena y grosera para que Cricket alzase solo las cejas? Él mentido. Para ser más exactos, me he equivocado. He pasado por alto un pequeño detalle.

En realidad hacía falta una palabra muy muy pequeña (pronunciada con la honestidad precisa) para causar en Cricket una reacción épica, puesta de manifiesto por:

Las mejillas, del color y la textura de las uvas muy maduras.

El sudor, que se perlaba en su frente y la hacía brillar.

Los dientes (incluidos los dos de leche que le quedaban) apretados y chirriantes.

–¡Estoy en la clase de los tontos para no tener que verte la cara, bruja!

Cerré el libro sobre las rodillas (hizo un sonoro plas, y llenó el aire de polvo y olor a biblioteca), me puse en pie y empujé a Cricket. Era casi tan alta como él (es decir, más que la media de los niños de trece años), y lo hice tambalear contra el granero.

–¿¡Cómo me ha llamado!?

Levanto la vista del Mac. Los labios de ia Wonnacott se curvan en una mueca que es total, completa y absolutamente imposible que se trate de un efecto secundario de su enfermedad.

–¿De verdad dijo «bruja»?

–Oh, sí, Cricket estaba demasiado bien educado para utilizar cualquier palabra que llame la atención del reverendo Samuels. ¿Por dónde íbamos? Oh si...

–¿¡Cómo me ha llamado!?

El suelo tembló. Todos los días de su vida hasta que murió, Cricket juró y perjuró que el suelo tembló. Sin embargo, eso no lo amilanó. Cuando eres un chico y tienes trece años,

muy pocas cosas pueden amilanarte.

–¡Bruja! BRU ...

–¡Ni siquiera sabes deletrearlo!

Oh, aquella fue una acusación venenosa. La palabra «tonto» flotaba en ella, Cricket podía sentirla, y lo obligó a hacer algo ... algo que solo años después llamaría por su nombre: una soberana tontería.

-¡PONER UN!

-¿¡Qué!?

–¡PU ...

La segunda vez no le dio tiempo a terminar. Salté sobre él. Durante meses, en el pueblo no se habló de otra cosa: la hija de los Wonnacott, que era tan alta como su padre y no podía pesar más de treinta y cinco kilos, tiró a Cricket al suelo de un solo empujón. Y le puso un pie sobre el pecho. Solo por si acaso.

–¡No vuelvas a decirle eso a una chica en tu vida!

Cricket se retorció.

Me vi obligada a repetirlo, esta vez alzando el puño.

–¡No lo haré! No lo haré, ¿vale? ¿Te has vuelto loca?

–¿¡Qué me ha dicho!?

Mi puño estaba a un palmo de la nariz húmeda y colorada de Cricket.

–Si me pegas así, te romperás los dedos –jadeó el muchacho–. Tienes que dar con los nudillos.

–¿¡Tú eres tonto!? ¿Para qué me lo lo dices?

Escupió de críquet. Como todo niño de trece años que se precie, pasaba mucho tiempo escupiendo y haciéndose el machito.

–¡Deja de decir eso! No volveré a llamar bruja a una chica en mi vida, pero deja de decir eso.

Le dirigí mi arqueamiento de cejas característico.

–¿Bruja?

–Lo otro tampoco, pero ¡deja de decir que soy tonto!

–Está bien –acepté, y devolví mi pie izquierdo a la tierra.

Un trato es un trato.

–¡Sabía que no había dicho bruja!

ia Wonnacott me dirige una sonrisa acartonada e increíblemente pesada.

–Pues claro que no dijo bruja. No había pisado una iglesia desde su primera comunión. ¿De verdad esperabas que le preocupase la opinión del reverendo Samuels?

–¿Hace mucho que murió? Cricket, quiero decir.

ia baja la mirada. Parece muy muy interesada en sus manos y en cómo se aferran a sus rodillas descarnadas.

–Nada de preguntas, tiffany young.

tiffany young. Mi nombre suena afilado y acusatorio en la boca de la novelista.

En la otra habitación, el teléfono sigue sonando y taeyeon sigue levantándolo para repetir que no, que

ia Wonnacott sigue muriéndose y que por lo tanto no puede atender a la prensa. –¿De verdad pone Bluebell y Weasel en las tumbas de los hermanos de Cricket?

Miss Wonnacott no me contesta, pero me dirige el carraspeo áspero que indica que nuestra sesión ha finalizado, así que guardo el documento, apago el Mac y me levanto.

El teléfono vuelve a sonar.

No puedo contenerme. Mientras ia Wonnacott mueve su silla de ruedas hacia el pasillo, yo descuelgo el inalámbrico del escritorio y digo:

–Lo siento muchísimo, pero Miss Wonnacott ha experimentado una repentina y milagrosa recuperación

y ahora mismo se encuentra de expedición en la Antártida. ¿Quiere dejarle algún mensaje?

Cuando descuelgo, me parece oír una carcajada muy muy vieja y muy muy pausada haciendo eco en el pasillo.

–¿¡Cómo se te ocurre decir eso!?

taeyeon me aborda en la cocina, mientras comemos, y alza la voz tan inesperadamente que hace que me atragante con una de mis patatas fritas.

–Bueno, tú no ibas a hacerlo.

–¡Pues claro que no! –Chilla, pero su comisura derecha tiembla.

Solo un poco. Luego la izquierda también, como si un par de pequeñas manos invisibles quisieran convertir sus labios fruncidos en una sonrisa.

–Esos reporteros se lo merecían. Miss Wonnacott está gravemente enferma. Hace años que se sabe.

–¡No tenías ningún derecho! Es mi trabajo. ¿Estás loca?

–Te estás riendo –le recuerdo, señalándola con un pedazo de pescado frito.

Eso solo la hace reír más.

–¡Estás loca!

Me encojo de hombros.

–Eso es solo parte de mi encanto. ¿Quieres una muestra de mermelada de pomelo? Mi padre está perfeccionando su última receta.

taeyeon pone los ojos en blanco y se aparta un largo mechón de la frente.

–¡Eres un caso perdido!

–Sí, pero ahora soy tu caso perdido. Tu responsabilidad –preciso.

En cuanto lo digo sé que mi piel se ha teñido del color exacto de la mermelada de pomelo de papá, de modo que finjo estar muy concentrado en mis mensajes de JSwipe mientras taeyeon ríe y ríe y ríe.

–¿Tu novio? –Me pregunta, su voz todavía llena de risa.

Le echo un vistazo al chico con el que estoy hablando. Es un actor de teatro londinense llamado Nikolai Sotnikov que me cae bastante bien porque:

No es demasiado salido.

También le gustan Expediente X y los programas científicos de madrugada.

Y ...

No es demasiado salido.

Es muy mono. No, mono no, atractivo, como los modelos de las revistas de moda y los cantantes de roca . Y i. Tan i que Esther sigue presionándome para que quede con él (aunque a él parece atraerle mucho más la idea de hablar de Expediente X ).

¿Mi novio? ¡Ja!

–¿Mi novio? Mas o menos.

Ahora mis mejillas están tan rojas como la mermelada de cerezas que tan bien se vendió el verano pasado, de modo que dejo a un lado el móvil y trato de concentrarme en los apuntes de la selectividad.

Siento la mirada de taeyeon sobre mí y mis mejillas coloradas.

–¿Tú tienes novio? –Le pregunto de pasada, aunque ya sé la respuesta.

Las chicas como taeyeon siempre tienen novios (que son monos y atractivos y is) prácticamente desde que les crecen las tetas, y las chicas como yo tienen novios (que son monos, pero probablemente no atractivos ni is) en la universidad.

–No, corté con mi novia en agosto.

-Oh.

Mi cabeza solo repite novianovianovianovianovianovianovia.

taeyeon asiente, mordiendo la goma de su lápiz. No puedo dejar de mirar sus labios, que son carnosos y brillantes, como los de las mujeres que anuncian cosméticos.

Soy una guarra. Soy una guarra que acosa a sus amigas.

–Bueno, ella se lo pierde.

Ha pasado demasiado tiempo y es raro que lo diga, pero taeyeon finge no darse cuenta.

–Él también se lo pierde –afirma, señalando la foto del chico de JSwipe–. Por ser tu novio más o menos y no tu novio al cien por cien.

taeyeon

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss