LO QUE taeyeon ME ENSEÑÓ

Desayuno en Júpiter

Siento cosquillas en los labios, del tipo que te atormentan tras una inyección de anestesia en el dentista, pero es agradable.

–Tú me has dado el planetario young-Brae, y la playa de Aberdovey, y todos esos sitios de la biografía de ia Wonnacott –dice mientras caminamos, partiendo capas de oscuridad y frío con nuestros cuerpos–. Pero yo también tengo algo. Nos lo enseñó Jimmy Race a Tayo y a mí hace un par de

años, un poco antes de que empezaran a salir...

Aunque taeyeon   no tiene, ni de lejos, el talento narrativo de ia Wonnacott, cuando habla puedo escuchar, por este orden:

1. La voz de Jimmy Race, rasgada y con un punto de entusiasmo chispeante, exclamando: «¡He aquí! Es la cripta. Me trajo mi hermano hace la polla de años. Solo tienes que forzar un poquito la reja... o, bueno, un muchito, y... ¡patapá!».

2. La réplica escéptica de taeyeon, toda ceños fruncidos y ojos en blanco: «¿Estás seguro de que es una cripta? Porque no parece el lugar más apropiado para una. Creo que es un túnel subterráneo, como esos que se construyen en las guerras».

3. Tayo, conciliador, que se da una palmadita en las pantorrillas (por aquel entonces perfectamente sanas y sin rastro de las secuelas de la ataxia) y sisea: «¿Cuándo se libró la última guerra justo aquí, en Holyhead?».

Al final del día, da igual que sea una cripta, un túnel subterráneo o un escondite secreto, porque estamos aquí. taeyeon fuerza un poquito (bueno, un muchito) la reja. Espeso olor a moho y a humedad, y luego...

pasadizos y pasadizos de piedra y musgo, conectados entre sí mediante arcos y ventanucos.

Caminamos a través de ellos, la una cogiendo la mano de la otra, iluminadas por las linternas de nuestros móviles, y no paramos hasta llegar al centro. Un tenue foco de luz dibuja un círculo en el suelo de tierra. Puesto que el túnel está abierto en este punto, si levantamos la cabeza podemos ver un pedacito de cielo. Es como estar en el interior de un pozo muy amplio y muy profundo, y es aquí donde taeyeon dice:

–Tayo se va. A una clínica para enfermos de ataxia en Sheffield.

Quiero decirle algo, muchas cosas, hasta que se me seque la boca y la lengua, rasposa, se me pegue al paladar, pero es ella la que habla. Las palabras salen una a una de sus labios como los soldados de un ejército orgulloso. Sin pausas. Sin titubeos. Adelante, adelante, adelante, a pesar del dolor.

–He pensado muchas veces en lo que pasaría cuando se fuera. Claro que esto no es definitivo, y sé que voy a poder seguir viéndolo, pero lo que no sé es qué quedará de mí cuando ya no tenga que cuidarlo.

Voy a echar de menos tantas cosas... sus calcetines sucios; siempre anda en calcetines, en casa y en el jardín, e incluso ahora que no pasa mucho tiempo en pie tiene las suelas ennegrecidas. Y muchas otras cosas también. Escucharlo tocar el bajo y cantar, aunque ahora ya no lo haga muy a menudo. El modo en el que sus pecas, que solo se ven con la luz precisa, parecen arrugarse y juntarse unas con otras cuando sonríe. Encontrar huellas suyas por la casa (sus libros, sus discos, algún que otro bolígrafo), porque nunca recoge lo que revuelve en su vida. Y nuestras conversaciones. Y sus manos. Y el hecho de que sea mi hermano. Y Todo Él. Sé que esto no es definitivo, y sé que voy a poder seguir viéndolo, pero no quiero despertarme en una casa en la que no duerma Tayo. No sé qué voy a hacer con todo el tiempo que suelo llenar cuidando de Tayo y llevándolo a rehabilitación y estando con él. No me gusta cuando no puedo controlar las cosas y no sé qué hacer.

–Aventuras –susurro–. Puedes llenar todo ese tiempo de aventuras. Y podemos ir a visitarlo a Sheffield siempre que quieras.

taeyeon  baja la cabeza. Escondida entre la nube de pelo castaño y la constelación de pecas y el rubor de las mejillas hay una sonrisa.

El espacio entre nosotras parece estar cargado de electricidad estática.

–Cuando Leo se fue a Irak yo también lloré, pero mucho más. Es curioso, me hace pensar en una historia.

–¿Una historia?

–Ajá. La historia del día en que los relojes comenzaron a darse cuerda solos. Verás, había una vez una niña, que era pequeña y fea y no tenía nada de especial aparte de su hermano, que reía y saltaba y a los ojos de la niña era el Sol. Un día el hermano se fue a la guerra. La niña no sabía lo que era la guerra, pero sí que eso significaba que no volvería a ver a su hermano en mucho mucho tiempo, así que lloró. Y lloró y lloró y lloró hasta que se puso enferma, pero la guerra seguía sin devolverle a su hermano.

»La madre de la niña tenía una relojería. Allí, en el último estante (el más alto, el más olvidado, al que solo se podía acceder subiéndose a una escalera muy muy alta), se guardaban los relojes estropeados.

Pues verás, cada día desde que su hermano se fue, la niña se subía a esa escalera tan tan alta y adelantaba todos los relojes parados un minuto. Y pasaron muchos muchos minutos. Uno tras otro, ante la sorpresa de la madre, hasta que la guerra se cansó de que jugasen con el tiempo y le devolvió su hermano a la niña. Claro que la guerra es tremendamente egoísta. Siempre se lleva algo, y en este caso se quedó con un poquito del hermano de la niña. En realidad, el hermano no volvió a casa entero. Volvieron tres cuartos de hermano, pero la niña había jugado tanto con el tiempo y había contado tantos minutos que sabía que, a veces, tres cuartos de hermano son mucho más maravillosos que un hermano entero.

taeyeon

 

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 52: D: asi termina????
Shizuma #2
Chapter 25: Me encanta esta historia, por favor continúa!
Saludosss