My hero
Beautiful Bastard-Está bien. Vamos a repasar todo de nuevo. -Dijo Chaerin.
Estaban sentadas a dos cuadras de Outlaws, aparcadas en un estacionamiento de viejos almacenes. Habían visto dos de las chicas de Belle entrar. Hasta el momento no habían salido.
-Ellas tuvieron una cena en la taberna. Caminaron cinco cuadras a la librería. Jen compró dos libros, Sue uno. Luego vieron una película. Se les permitió salir a la medianoche. Regresaron a Belle. Jen recogió su auto y entró en la casa de Sue. Era casi la una de la mañana.
-Caminaron. -Dijo Chaerin. -Él las seguía.
-Tal vez él las siguió a pie. Podría haber estado oscuro. Hay una gran cantidad de personas a pie por allí, podría fácilmente esconderse.
-Pero, ¿cómo iba a saber que ellas iban a pie? -Chaerin preguntó.
-Y si vio entrar a Sue. Tal vez Sue pudo volver a salir.
-Belle dijo que no hay líneas de teléfono en ninguna de las habitaciones y hasta donde nosotras sabemos, Sue no tiene celular.
-Tal vez estaba caminando en el interior y escuchó el timbre del teléfono principal y contestó.
-Podemos comprobar los registros, pero eso significaría que el asesino tendría que haber llegado a un teléfono y llamar al mismo tiempo que Sue entró en el edificio.
-Él pudo haber tenido un teléfono celular y estaba mirando desde lejos. La vio entrar y marco.
Chaerin asintió. Luego miró a Dara. La chispa habitual en sus ojos había desaparecido esta noche. De hecho, no había sido la misma desde su entrevista con Jen.
-Nunca me dijiste cómo te fue con Jen.
Dara bajó la cabeza y se frotó los ojos.
-Fue horrible, Chaerin. Eran tan jóvenes y enamoradas. Dios, se me rompió el corazón al oír su llanto.
Chaerin se estiró y capturó la mano de Dara. Sintió los dedos de Dara apretar alrededor de los de ella.
-Hiciste un buen trabajo, Dara. Nunca podría haber conseguido que me dijera todas las cosas que ella te dijo. No tengo... la compasión que tú tienes por la gente.
-La tendrías con ella, Chaerin. Incluso habrías tenido dificultades para decirle a esta joven y bella mujer de ojos claros que su novia había muerto.
-Tú tienes un montón de información de ella, tenlo en cuenta.
-Sí. Lo tengo en cuenta. -Entonces Dara apretó la mano de Chaerin. -Quiero atrapar a ese hijo de puta, Chaerin.
-Las dos lo queremos.
Dara finalmente soltó la mano de Chaerin y cogió la botella de agua y bebió. Tenía ganas de llorar. Ella no estaba segura de seguir teniendo más días como éste.
-¿Qué planes tuviste que cancelar esta noche? -Preguntó Chaerin cambiando de tema.
-Dios ¿tenías que recordármelo? Me perdí una hermosa fiesta.
Chaerin se rió entre dientes.
-Pensé que estarías encantada.
-Oh, lo estoy. Por supuesto, tuve que escuchar cerca de treinta minutos una conferencia de Donghae. Finalmente colgué el teléfono y lo deje divagar. Cuando lo cogí otra vez, él había colgado. Eso será divertido de explicar.
-Yo podría haber hecho esto sola, ya sabes.
-¿Vas a parar con eso? Además, prefiero sufrir las consecuencias que sufrí padecer en otra cena con él.
Sin embargo, Chaerin no respondió. Estaba mirando por el espejo retrovisor.
-Dame los binoculares. -Dijo, alcanzando el regazo de Dara.
Se dio la vuelta y observo por la parte de atrás, mirando por la ventana trasera.
-Maldición. -Murmuró, bajando los binoculares.
-¿Qué? ¿Qué ves?
-Asunto de drogas. Mierda. Debemos avisar. -Dijo.
-¿Trato de Drogas? ¿Cómo lo sabes?
-Dara, llama. -Dijo Chaerin con impaciencia.
-Está bien, está bien. -Sacó su teléfono celular. -¿Jjangmae? Somos las Detectives Lee y Park. Tenemos un posible reparto de drogas delante. Estamos en Lamar, cerca del Pacífico. Distrito de almacenes. -Una pausa. -No, no. Estamos vigilando un bar. Outlaws. No, no...
El teléfono fue arrancado de sus manos.
-Jjangmae es CL. ¿Puedes obtener algunas malditas unidades y enviarlas aquí? y llama a Fiscalización de Estupefacientes. -Gruñó. -Idiota. -Ella le devolvió el teléfono a Dara.
-Lo siento. –Dijo Chaerin.
-No, está bien. Quería charlar conmigo. Ahora sé el tono de voz que debo usar con él.
-Quédate aquí. Vigila a nuestras chicas. -Dijo Chaerin.
-¿Qué demonios estás haciendo?
-Hay seis hombres. Han entrado en uno de los edificios. Tres de ellos están llevando bolsas grandes. Esto no es sólo una rápida venta en la calle.
-De ninguna manera. Tú no vas detrás de ellos. Vamos a esperar a los refuerzos.
-Dara, en el tiempo que los refuerzos tardan en llegar, ya estarán fuera del camino. Voy a vigilar la puerta. Si tratan de salir, los tendremos.
-¿Estás loca? ¿Seis hombres con armas de fuego?
-Quédate aquí. -Dijo Chaerin otra vez al abrir la puerta.
-No lo haré.
-Maldita sea, Dara. No tenemos tiempo para discutir. Ahora vigila el club.
-No vas a dejarme fuera de esto, CL. No voy a dejarte ir por ahí sola.
-Mierda. -Susurró Chaerin. -Está bien. Demonios solo quédate detrás de mí.
Se dirigieron rápidamente a la sombra, permaneciendo cerca de los edificios, con sus armas desenfundadas. Chaerin presionado contra un lado del edificio y Dara hacia lo mismo.
Se oyó un grito desde el interior, y luego dos disparos.
-¡Mierda, mierda! -Dijo Chaerin. -¿Dónde diablos están los refuerzos?
Ella corrió hacia la puerta. No estaba cerrada. Se deslizó en el interior del pasillo. Estaba oscuro. El corazón de Dara le latía con fuerza en sus oídos. Entonces se oyeron pasos por encima de ellas y las dos miraron hacia arriba. Se dirigieron al mismo tiempo hacia las escaleras. Tres hombres bajaron corriendo. Chaerin agarró a Dara y tiró de ella contra la pared.
-¡Policía! -Gritó Chaerin. -¡Alto ahí!
Ella salió a la luz, apuntándolos con su arma. Chaerin vaciló, mirando a Dara, que también apuntó su arma contra ellos.
-¡Tiren sus malditas armas! ¡Ahora!
Ellos lo hicieron.
-¡Al suelo! ¡Boca abajo!
Chaerin se acercó más, seguía apuntando su arma hacia ellos. Dara estaba sorprendida por la facilidad con la que estaban siendo sometidos. Se relajó. Fue un error.
Un hombre vino detrás de ellas. Los tres hombres en el suelo levantaron la vista. Dara vio los ojos de Chaerin ampliarse. Lo último que sintió Dara fue a Chaerin tumbándola en el suelo cuando un arma se disparó. Los tres hombres en el suelo se levantaron y salieron corriendo hacia la puerta, el tercer hombre hizo lo mismo. Por último, las sirenas sonaron, y se oyó chirriar los neumáticos y gritos. Los refuerzos habían llegado.
-¿Te he dicho que pesas una tonelada?
-Una vez. ¿Estás bien?
-Sí. ¿Y tú? -La voz de Chaerin sonaba extraña para Dara.
Chaerin se sentó, alejándose de Dara, tocó su costado, sintió la rigidez y humedad.
-Hay que volver.
Trató de levantarse y volvió a caer.
-Chaerin. -Dara llegó hasta ella. -Oh, Dios mío. Acuéstate. ¿Dónd
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