Enigmas I

La canción número 7 (Adaptación Taeny)
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Tiffany:

Jessica no había probado bocado. La comida en su plato ya debía estar más que fría. Cierto es que los menús de la cafetería de su facultad no eran como para pertenecer a una guía gastronómica, pero eran pasables. Eran ya las tres y media de la tarde y me costaba creer que ella no tuviera apetito a esas horas. Su semblante extraño evidenciaba que se encontraba algo ausente. La conocía muy bien: se esforzaba en aparentar normalidad. Sin embargo, yo sabía que estaba muy triste. A pesar de esa aparente jovialidad con la que solía mostrarse, en los últimos meses Jessica lo había pasado muy mal. Su padre se había ido de casa sin previo aviso. Una tarde, al regresar de la universidad, se encontró con que él ya no vivía allí. Había hecho las maletas y se había trasladado a Seúl con una mujer poco mayor que nosotras.

Sus padres habían pasado por altibajos, como muchos matrimonios. No obstante, ni su madre ni ella se esperaban una sorpresa así. Por lo visto, su padre llevaba saliendo con aquella joven casi un año, demostrando lo buen actor que podía ser, ya que nadie había sospechado nada. De la noche a la mañana, Jessica se quedó sin figura paterna pues, desde su marcha, no había vuelto a dejarse ver por Yeongjong. Estaba furiosa y no se había molestado en ir a verlo, a pesar de que él le había rogado miles de veces que fuera a Seúl a visitarlo. Ella siempre me decía: "Si me quiere ver, que mueva el culo, no voy a ser yo la que tome la iniciativa, porque no soy yo la que ha abandonado a su familia. Yo sigo aquí, donde siempre he estado".

Había tratado de apoyarla en aquella compleja y dolorosa situación. Entendía su rabia, lo abandonada y desconcertada que se sentía, y le había aconsejado que hablara con su padre cara a cara. Por muy duro que fuera enfrentarse a ello, era mejor coger el toro por los cuernos. Jessica tenía derecho a pedirle una explicación, y él no podría eludir su deber de dársela.

Seguramente la respuesta no la iba a satisfacer, tampoco le iba a alegrar, pero por lo menos actuaría como un catalizador para que comenzase a asimilar lo ocurrido. Casi me mató de un susto cuando, al escuchar mi sugerencia, me llamó loca a gritos, en un ataque de descontrolada histeria que acabó en un océano de lágrimas, con lo que decidí no volver sacar el tema a menos que ella lo hiciera.

Jessica bloqueó el asunto y lo desterró al fondo de su mente. No volvió a decir nada al respecto, como si no hubiera sucedido nunca. Era como si su padre no existiera, desterrándolo de todas las conversaciones e historias. Si contaba alguna anécdota de su niñez, lo excluía por completo, incluyendo sólo a su madre. Para ella ya no existía el plural en lo que a su familia se refería. Había borrado los recuerdos de su padre. Eso me preocupaba, ya que antes o después le pasaría factura. Regresaría a ella como una bestia descontrolada que ha sido acorralada durante demasiado tiempo. No podía asegurar que ésa fuera la razón que le quitaba el apetito; no obstante, mi intuición me señalaba que así era. Fuera lo que fuese, tenía que averiguarlo porque no soportaba más verla tan abatida.

—Sica, ¿qué ocurre? —me decidí a preguntar. Sus ojos, que carecían de su acostumbrado brillo, me miraron incapaces de ocultar su angustia a pesar de que ella tratara de restarle importancia.

—Nada, uno de esos días con el pie izquierdo. —Se encogió de hombros.

No me lo tragaba; había algo más que un mal día oculto bajo aquel semblante.

—No disimules. No me lo cuentes si no quieres, pero quiero que sepas que no me convences.

—Tiffany, mira por la ventana: hace un día de perros, las clases de hoy han sido aburridísimas y todavía tengo que ir a una conferencia que promete ser tediosa —dijo con un profundo suspiro—. Yo también tengo derecho a sentirme desgraciada de vez en cuando.

—De acuerdo, me rindo —concluí—. De todas formas, ya sabes dónde estoy si necesitas desahogarte.

—Gracias. —Se esforzó por sonreír, sin mucho éxito.

No quise presionarla y abandoné el interrogatorio. No me conformaba con sus evasivas, pero no quería insistir más. Ella terminaría contándomelo si se trataba de algo que iba más allá de un mal día. Con Jessica había que ser paciente. Era muy alegre y positiva en apariencia, sin embargo, le costaba expresar sus preocupaciones y tendía a ocultarlas.

Perseguirla para que te lo contara solía ser mala idea, ya que se empeñaba aún más en ocultarlo. La mejor táctica para sonsacarle información sobre lo que la carcomía por dentro era dejarla respirar, para volver a la carga cuando menos se lo esperaba. Era necesario insistir hasta que la pillabas con la guardia baja y terminaba por sincerarse.

Un rato después nos despedimos, no sin antes hacerle prometer que me llamaría si necesitaba conversar. Ella permaneció en aquel edificio, donde cursaba sus estudios de Derecho. Yo atravesé el campus, camino de mi facultad, sintiéndome como un animal que se dirige al matadero. Mi siguiente clase era Información en Radio y Televisión. Se trataba de una asignatura obligatoria de la que no me podía librar, por mucho que asistir fuera un auténtico suplicio para mí. Siempre había odiado hablar en público; ser el centro de atención de todas las miradas me provocaba nauseas. En las pocas semanas que llevábamos de curso aún no habíamos comenzado con las prácticas, que consistían en aprender a comunicar una noticia con soltura. Hasta el momento el profesor se había centrado en la teoría. Aquella iba a ser la primera clase en la que tendríamos que comenzar a poner en práctica lo aprendido hasta el momento.

Sólo con pensarlo me invadía un enorme angustia; ¿cómo iba a ponerme, micrófono en mano, delante de una cámara en un lugar lleno de gente, cuando no era capaz siquiera de hablar en alto en las reuniones del periódico?

Se prestaba suma atención a la postura y a la expresión corporal, ya que eran cualidades imprescindibles para ser un buen comunicador. Por mucho que el profesor repitiera que no debíamos inquietarnos, que con el tiempo terminaríamos adquiriendo el aplomo y la seguridad necesarios, a mí no me servían de nada sus alentadoras palabras de ánimo. Tenía muy claro que hablar en público no era lo mío. Si me había inclinado por estudiar Periodismo, no era porque persiguiera un futuro en la tele o en la radio, sino porque mi interés se centraba en la prensa escrita. Mi convencimiento de que mi destino se hallaba en la redacción de algún periódico no me eximía de aquella tortura. Si me quería licenciar como periodista, tenía que pasar por el aro, no había más vuelta de hoja.

Una vez en el ascensor, camino del segundo piso, rogué al cielo que la clase se hubiera suspendido. Por favor, que el profesor haya cogido una gripe monumental, imploré en silencio. No hubo suerte; al entrar en el aula allí estaba él, con su semblante afable, escribiendo algo en su agenda mientras esperaba a que terminasen de llegar el resto de los alumnos. Tomé asiento en una silla de las últimas filas buscando pasar lo más desapercibida posible.

En unos minutos comenzó la clase. Sentí cómo la angustia crecía en mis entrañas. El profesor repartió unas hojas con diferentes noticias, y nos indicó que eligiéramos el tema que más nos interesara antes de sentarnos ante una de las cámaras que se encontraban repartidas por la gran estancia. Nuestra exposición quedaría grabada, lo que nos permitiría analizar su contenido para comprobar nuestros errores y de esa forma señalar lo que era necesario que mejorar como reporteros.

Hice todo lo posible por apaciguar mi nerviosismo. Leí los diferentes comunicados, y me decidí por uno que hablaba de la concesión del último premio nóbel.

Pensé que si se trataba de un tema afín a mis gustos me sería más sencillo hablar sobre ello. Leí la noticia varias veces, tratando de memorizarla, así no tendría que recurrir al papel constantemente y quizá me podría expresar de forma más natural. Esperé mi turno para sentarme ante la cámara de vídeo. A medida que se acercaba el momento, sentía cómo mis músculos se tensaban, mi garganta se secaba y el temblor incontrolado de mi pulso resbalaba el micrófono en mis manos. Cuando me hallé sentada frente aquel amenazador objetivo, carraspeé e inhalé una bocanada de aire. Las palmas de mis manos comenzaron a sudar, y noté cómo el frío invadía mis huesos. Aquello debía de ser lo que los actores describen como miedo escénico... En mi caso no era miedo: ¡era terror!

— ¿Lista? —preguntó el compañero que se situaba tras aquel horrible aparato.

—Sí —mentí en un hilo de voz.

—Muy bien —anunció aquel chico—. Tres, dos, uno...

Una luz roja se encendió, indicándome que la cámara de video comenzaba a grabar cada uno de mis movimientos. Todo lo que hiciera y dijera quedaría plasmado en su memoria digital. El nudo de mi garganta creció.

—Hoy... hemos sabido... —escuché mi propia voz, tensa y entrecortada.

Aquello no comenzaba nada bien y enmudecí sin remedio. Volví a carraspear y miré el papel de reojo.

—Tranquila. Vuelve a empezar —me alentó el cámara.

—De acuerdo...ya voy —asentí casi sin voz.

La angustia me paralizaba. Sabía que era irracional sentirme así, ya que todos en aquella habitación se enfrentaban por primera vez a ser el centro absoluto de atención. Era un simple ejercicio, no me jugaba nada. Pero daba igual, no lo podía controlar. Unas repentinas lágrimas me nublaron la vista. No iba a ser capaz de hacerlo.

—Que pase el siguiente —balbuceé—. Yo no puedo..., lo siento.

Me levanté de la silla súbitamente. Los rostros desconcertados de todos los que me rodeaban me miraban con cautela. Huí apresurada hacia donde había dejado mi bolsa y los cuadernos. Los cogí, sumida entonces en un desconsolado llanto. Corriendo, abandoné la clase en busca de las escaleras que conducían al vestíbulo principal de la facultad de Ciencias de la Información. El pánico que se había apoderado de mí era absurdo, lo sabía, pero era víctima de una fobia que me obligaba a huir. No sabía cómo iba a superarlo; me hallaba absolutamente indefensa ante mi cobardía. No tendría que volver a asistir a esa clase hasta la semana siguiente.

Contaba con varios días para intentar serenarme y volver a intentarlo. Confiaba en ser capaz de hacerlo en mi próxima oportunidad, pero albergaba serias dudas de que fuera a conseguirlo.

Algo más calmada y ya sin lágrimas en los ojos, llegué hasta mi coche. Había sido un día de mierda. Primero, la extraña actitud de Jessica, y luego, mi incapacidad para decir cuatro simples frases delante de una cámara. Decidí ir a casa y correr a las caballerizas para refugiarme, a lomos de Soul, en los bosques que se dirigían al Monte de la Luna.

Ese sábado necesitaba ir a Seúl, pero mi madre había cogido mi coche prestado y los trenes volvían a estar de huelga.

— ¿Y cómo vas a ir entonces? —me preguntó Doona, mientras pelaba unas patatas en la encimera de la cocina.

—La verdad, no tengo ni idea —respondí contrariada al tiempo que removía el café con la cucharilla.

Podía pedírselo a Jessica, pero ella ya me había acompañado en muchas ocasiones a la ciudad, y no quería obligarla a conducir en un día tan lluvioso y gris. Además, la noche anterior habíamos salido a dar una vuelta y cuando yo me fui a casa ella se encontraba en la pista bailando como una loca en compañía de Momo. A juzgar por sus eufóricos bailes, me apostaba el cuello a que no se habían ido de allí hasta la madrugada. Sería una faena llamarla tan pronto y despertarla en plena resaca.

—Me temo que tendré que posponer mi excursión a Seúl. No tengo forma alguna de ir hoy —declaré tras estudiar las opciones.

Unos pasos sonaron detrás de mí y me giré. Taeyeon entraba en la cocina y se dirigía directo a la cafetera. Llevaba esos vaqueros que le sentaban tan bien y un croptop tejido que resaltaba su plano y tonificado abdomen. Su cabello rubio y aquellos mechones mojados que cubrían parte de su frente, parecía salida de una página de la revista Vogue.

—Buenos días —nos saludó de muy buen humor. Esos ojos avellana brillaron con una mezcla de malicia y picardía—. Tiffany, ¿tienes que ir a Seúl? —preguntó, mientras esperaba a que la taza se llenara del espumoso café espresso.

—Sí. Quería ir a ver una película que sólo proyectan en los cines Renoir de la calle Cheongdan —respondí intimidada—, pero mi madre se ha llevado mi coche. Tengo que escribir una crítica, y no me queda mucho tiempo.

— ¿Por qué no vienes conmigo? —ofreció de buen semblante, tomando asiento a mi lado—. Necesito ir a buscar algunas cosas a casa de mi abuela. Pensaba salir en unos quince minutos, pero si necesitas más tiempo, te espero.

Su amabilidad me cogió totalmente desprevenida, por lo que me demoré en responder. Desde nuestro encuentro en la sala de estar unos días atrás, apenas habíamos intercambiado unas palabras, por lo que su generoso gesto me desconcertó por completo. Era la primera vez que se mostraba tan agradable conmigo.

— ¿En serio no te importa? —dije al fin.

—No, no me importa en absoluto.

Aquel ofrecimiento me inquietaba. Ambas sabíamos que no terminábamos de encajar, así que no comprendía muy bien su repentino ataque de amabilidad, aunque sin duda era la solución perfecta. Lo malo es que eso nos obligaría a pasar el día juntas.

—El primer pase de la película no es hasta las cuatro y media, quizá tú quieras volver antes. ¿No tienes ensayo con el grupo?

Había recordado que Cube solía reunirse los sábados y, ahora que Taeyeon se les había unido, no los podía dejar tirados.

—Descuida, hoy no ensayaremos. Lo hemos dejado para mañana porque ni yo ni Siwon podíamos hoy. Si te soy sincera, no me importa nada esperar a que empiece la película. Un poco de cine de autor no me vendrá nada mal —añadió divertida—. No hay nada más que decir; te vienes conmigo. Sólo te voy a pedir que a cambio me ayudes con algunas cajas que tendré que meter en mi coche.

Era obvio que no me dejaba alternativa, por lo que no discutí. Terminé mi café y subí a cambiarme, ya que todavía estaba en pijama. Me duché a toda prisa y me planté delante del armario después de haberme secado el pelo en un tiempo récord. Por primera vez en muchos meses me encontré analizando mi ropa. ¿Qué podía ponerme? Rebusqué entre las perchas apresuradamente. No había nada que se me pareciera bonito. Había descuidado tanto mi aspecto que ahora, cuando quería vestirme con algo que resultara sofisticado a la par que informal, no veía nada que me pareciera adecuado entre aquellas prendas aburridas y grandes.

No quería parecer una simple chica de pueblo junto a una de las mujeres con más estilo que había conocido nunca. Taeyeon, llevara lo que llevara, siempre estaba irresistible. Jessica tenía razón, iba a tener que ir de compras con urgencia. No podía seguir vistiéndome simplemente para cubrir mi delgado cuerpo. La moda no tenía nada de malo y yo había huido de ella como si de una plaga se tratase.

Seguía allí parada, vestida tan sólo con mi ropa interior, incapaz de saber qué ponerme. Tiffany, tranquila, vamos por partes me dije a mí misma, tratando de apaciguar mi ansiedad.

Lo primero que hice fue elegir unos vaqueros, los más estrechos que tenía. Una cosa menos. En uno de los cajones vi una sencilla camisa blanca que era más pequeña que las demás. Me la puse. No era lo más y del mundo, pero no me sentaba mal. Bien, sólo quedaba elegir algo de abrigo. Recordé que mi madre me había regalado hace poco una cazadora de cuero gris que ni siquiera me había probado. ¿Dónde la había puesto?... ¡Ah, sí, en el armario de la izquierda! Lo abrí y allí estaba, colocada en una percha con la etiqueta aún colgando. La saqué y, al observar su forma entallada, agradecí de veras que mi madre hubiera elegido algo tan adecuado. ¡Era perfecta! y me quedaba como anillo al dedo. Arranqué la etiqueta, me calcé mis botas de ante, busqué una bufanda que combinara con el conjunto y agarré mi bolso, saliendo por fin de mi habitación.

Taeyeon me esperaba en la cocina mientras charlaba con Doona, que me miró sorprendida al verme aparecer vestida con más cuidado que de costumbre. Disimuló su asombro y siguió con sus quehaceres sin decir nada al respecto.

—Ya estoy lista —anuncié nerviosa.

Nos despedimos de Doona y salimos al jardín por la puerta de la cocina, camino hacia su coche. Había dejado de llover y entre las nubes empezaban a colarse unos tímidos rayos de sol. Subimos al vehículo y Taeyeon arrancó el potente motor, que ronroneaba al avanzar por la estrecha calzada que se dirigía a la carretera comarcal. Sus dedos jugaron con los botones de la moderna radio y eligió algo de música para que nos hiciera el trayecto más cómodo.

Un grupo extranjero que desconocía comenzó a sonar en los magníficos altavoces de aquel coche. Me removí nerviosa en mi asiento, sin saber muy bien qué hacer mientras ella conducía deprisa y con gran destreza, por la serpenteante carretera que nos llevaría a la autopista. Resultaba sumamente extraño encontrarme allí sentada junto a ella, en el interior de aquel coche que siempre observaba con recelo desde mi habitación. Todo en Taeyeon era un misterio y eso me asustaba. Aunque llevara un tiempo viviendo con nosotros, la verdad es que no la conocía en absoluto. En aquel instante me pregunté por qué demonios había aceptado su ofrecimiento... Ahora ya no tenía escapatoria: me había metido en la boca del lobo casi sin darme cuenta.

Una vez pasamos el peaje, el coche aceleró hasta alcanzar una velocidad que superaba con creces el límite establecido. Taeyeon conducía con una decisión tal que su coche parecía volar, pero sin hacer movimientos bruscos ni peligrosos. Me relajé y decidí disfrutar del trayecto. La velocidad nunca me ha asustado y aquella rápida música pedía algo de adrenalina.

— ¿Quiénes son? —pregunté.

—Kings of Leon —respondió, sin apartar la mirada de la carretera.

—Son distintos —observé—. No parecen copiar a nadie, y eso me gusta.

—Sí, yo pienso lo mismo —asintió sin apartar los ojos de la carretera—. Cuesta trabajo encontrar grupos genuinos.

— ¿Cómo se llama esta canción? —quise saber.

—Be Somebody.

La sensual voz del cantante nos rodeaba:

Given a chance, I'm gonna be somebody

If for one dance, I'm gonna be somebody

Open the door, it's gonna make y ou love me

Facing the floor, I'm gonna be somebody.

Continuamos disfrutando de aquel disco en silencio. Los kilómetros volaban y llegamos a la M30 en un tiempo record. Tomamos la salida y Taeyeon condujo en dirección al Seoul forest. El incesante trajín mañanero de aquel distrito animaba las calles con un vertiginoso ir y venir de peatones.

Rodeamos el río Han y tomamos la calle Cheongdan. La suerte estuvo de nuestro lado y Taeyeon pudo aparcar en un hueco cerca de su antigua casa.

—Por eso quería venir pronto. Si no, no hay donde aparcar —señaló mientras cerraba su coche.

El portal estaba a tan sólo unos metros, justo en frente de una de las entradas al parque. Observé la fachada de piedra, provista de elegantes y variados elementos decorativos. El ritmo de antiguos balcones acristalados, que sobresalían sobre la acera, convertía el edificio en un gigante cuya piel aparentaba moverse.

Taeyeon abrió el enorme portal y nos adentramos en un fastuoso vestíbulo de mármol de altos techos curvados. Una ancha y corta escalinata conducía al viejo ascensor de madera y cristal. Montamos dentro y comenzamos a subir. La fabulosa escalera ascendía a nuestro alrededor, exhibiendo unos sinuosos escalones de madera muy brillantes y pulidos. Los intrincados motivos vegetales que conformaban la barandilla de hierro negro nos perseguían, dando la sensación de que se iban a adentrar en la cabina. Aquel espectacular interior era un magnífico ejemplo de la arquitectura de la Belle Epoque. Llegamos al séptimo y último piso, y el ascensor se detuvo. Me percaté de que en aquel rellano sólo había una elegante puerta de madera de caoba.

El piso de Heesun ocupaba la planta entera, y

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Comments

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SharnLovesTaeNy
#1
Hello! I'm interested in your story but I can't understand it.. Can I have an english version of this? Thank you!
Skyth06
#2
Chapter 43: Es fantástico
nahlot
#3
Chapter 43: Wow, lo leí de principio a fin en unas horas y puedo decir que me gustó mucho, gracias por subir esta adaptación.
roguecr #4
Chapter 43: Esta hermoso . Lo empece a leer y ya no pude parar hasta terminarlo. Me encanto . Gracias por subirlo
Aapark #5
Amazing
Elizabeth14 #6
Chapter 14: Sgjjdjlsdhl sube otro cap por favor
KazKaz18 #7
Chapter 14: 15 y 16?
Skyth06
#8
Chapter 14: Siempre lo dejas en la mejor parte
Pink_gangstah #9
Chapter 12: Que triste D: ya quiero leer que sigue <|3
Skyth06
#10
Chapter 12: Quedó buenísimo uno más xfaa