Encuentro III

La canción número 7 (Adaptación Taeny)
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Tiffany:

Doona había conseguido hacerme entrar en razón tras darme uno de sus discursos existenciales. No podía comportarme de forma agresiva con nuestra invitada.

Rechazarle abiertamente no iba a servir para que la convivencia fuera fácil y, como ella había apuntado, no le podía dar motivos para que se fuera de allí con la música a otra parte (nunca mejor dicho, a juzgar por la guitarra que llevaba consigo entre el escaso equipaje con el que había llegado). Me dije a mí misma que esa chica, por mucho que en apariencia fuera tan segura y decidida, tenía que encontrarse muy sola y desorientada. La vida le había dado un duro golpe y era evidente que no lo había encajado muy bien, porque si no su abuela no habría recurrido a tomar una decisión tan drástica.

Me hallaba en mi habitación, que era contigua a la que iba a ocupar ella a partir de entonces. En aquel segundo piso había tres dormitorios: el que había sido de mi hermano hasta hacía poco, pues ahora vivía con un amigo en un loft en el centro de Yeongjong; el mío; y la habitación de invitados. Cada uno contaba con su propio baño, y los tres, dispuestos en línea, daban paso a una gran terraza orientada hacia el oeste, al igual que el salón y el porche del piso inferior. En aquella planta, en el lado opuesto a las habitaciones, había una gran sala de estar que siempre había sido nuestro lugar de pasatiempos. A pesar de llevarnos seis años, Heechul y yo siempre habíamos congeniado. Compartir esa sala, que primero había sido de juegos y que luego con los años se transformó en el lugar para ver la tele, escuchar música, estudiar y charlar, nunca había supuesto un problema para ninguno de los dos. Era muy grande y ambos teníamos cabida entre sus paredes.

Mi madre dedicó mucho tiempo para conseguir que el impersonal dormitorio, que ahora ocuparía Taeyeon, dejara de parecer una simple habitación de invitados. Sometió aquella estancia a una considerable transformación, convirtiéndola en una habitación más moderna y confortable, afín a los gustos de una chica de veintitrés años. Como allí ya había una televisión, la dejamos donde estaba y trajimos un reproductor de DVD que se encontraba en desuso en el antiguo cuarto de mi hermano; de esa forma ella tendría la opción de ir un poco más a su aire.

A mí esa idea me gustaba. Con un poco de suerte Taeyeon no invadiría tan a menudo la sala que ahora era sólo para mí. Era un pensamiento algo tonto y egoísta de mi parte, pero siempre me ha gustado estar un poco a mi aire. Con mi hermano había sido diferente; teníamos una confianza tal que aunque yo tuviera uno de mis días bajos, de esos en los que no quería saber nada del mundo, su presencia no me molestaba. Él sabía mantenerse al margen, dejándome disfrutar de mi depre a solas.

Siempre, desde niña, he sido una persona con cambios de ánimo repentinos que me provocan pasar de la euforia a la miseria más profunda. Cuando estoy contenta soy capaz de sentir un entusiasmo y unas ganas de vivir tan grandes que disfruto de cada detalle de mi existencia: me enamoro de un libro, dejo que una canción se me meta en las venas hasta que la sangre me palpita al ritmo de la música, e incluso soy capaz de emocionarme mientras admiro en silencio la llegada del crepúsculo. Bajo la influencia ardiente de mi alegría, encuentro la belleza en cualquier nimiedad. En cambio, en los momentos de bajón, me siento tan poca cosa, tan insignificante, que me limito a acurrucarme en el sofá con el único objetivo de ver pasar las horas.

Hasta no hacía mucho, los episodios depresivos hacían acto de presencia tan a menudo que me resultaba imposible enfrentarme a la vida. Con suerte sólo duraban unos días, pero había veces que ese vacío podía llegar a durar semanas, despojándome de la capacidad de sentir nada y obligándome a seguir con mi rutina como un zombi. Una enorme bola de angustia se instalaba en mi estómago, arrebatándome el apetito y las ganas de vivir, con lo que me limitaba a deambular como un autómata, carente de ilusiones, cumpliendo con mis obligaciones de forma mecánica.

Mi vida, a ojos de cualquiera, era envidiable: mis padres me adoraban, vivía en un lugar de ensueño y tenía unas amigas inigualables. Muchas chicas, al ver mi cómoda y plácida vida, habrían querido ocupar mi lugar sin dudarlo. En cambio yo, en lugar de disfrutarlo, me ahogaba en mis absurdas lagunas. Me sentía como un juguete defectuoso, un juguete que no venía con un certificado de garantía, así que no había forma de cambiar las piezas que fallaban.

Siempre me había negado a que hurgasen en mi mente; me atemorizaba demasiado que descubrieran esa parte tan oscura de mi personalidad. Era mediocre y desagradecida; si no, ¿qué otra explicación podía haber?

No fue hasta un año antes, debido a un desagradable incidente, que me decidí por fin a visitar una psicóloga. Necesitaba ayuda urgentemente. Por primera vez me di cuenta de que ya no podía postergarlo más, me había adentrado en un túnel muy largo y sin salida. El agravante para que mi acostumbrado desanimo se convirtiera en una permanente oscuridad fue un desengaño amoroso, el único que me había permitido a mí misma experimentar. Dejando por fin mis complejos y dudas acerca de mi ualidad a un lado, me aventuré a disfrutar de aquel romance que tanto me ilusionaba.

Logré superar mi fobia a dejarme seducir y me acerqué ingenua e inexperta a una chica que había conocido el pasado verano. Al principio, ella se mostró muy atenta y cariñosa, lo que me alentó a seguir adelante con aquel amor primerizo. Desgraciadamente, perdí mi idad en un episodio más tenso que romántico. Ella se mostró tan desilusionada con mi falta de experiencia que me miró con un absoluto desprecio, burlándose abiertamente de mi cuerpo aniñado. Toda la ternura que había mostrado para conquistarme se esfumó cuando no vio cumplidos sus objetivos.

Al percatarse de mi fragilidad, no vaciló a la hora de destrozarme con su cruel e inesperada reacción. Juré al cielo que jamás volverían a humillarme así; me sentí violada en lo más profundo del alma. Si ya era una persona insegura y volátil por naturaleza, no es difícil imaginar lo que provocó aquel desprecio: un absoluto caos interno. Las sesiones con Sunha, mi psicóloga, estaban acercándome poco a poco a la luz, pero las tinieblas siempre me acechaban a la vuelta de la esquina.

Quizá por eso, cuando mi madre me pidió que eligiera un par de láminas del desván para hacerlas enmarcar y así colgarlas en el dormitorio de Taeyeon como un último detalle para mejorar la decoración, me decidí por dos viejas litografías que habían pertenecido a mis abuelos y que encontré muy significativas. En la primera se mostraba un bosque en un día soleado, captando toda su luminosidad. El follaje de los árboles estaba representado con diversas tonalidades de verde y en el suelo arcilloso se apreciaban cada una de las sombras que proyectaban. Era una imagen muy primaveral y alegre. En la segunda lámina el mismo paisaje aparecía rodeado de un ambiente lluvioso y sombrío, convirtiendo la escena en una imagen gris y apagada, carente por completo de color. En el suelo se dibujaban con realismo los charcos acumulados por la lluvia y el reflejo de los árboles en el agua. Eran dos imágenes contrapuestas del mismo escenario, y me gustó el contraste tan fuerte que existía entre ambas: mostraban las distintas caras de una misma moneda. En la vida todo tiene dos lados, como yo misma, que pasaba del blanco al negro con tanta facilidad.

Las mujeres ya no formaban parte de mi mundo; me limitaba a observarlas desde lejos y evitaba cualquier coqueteo con ninguna. Mi única fuente de sentimientos románticos venía de los libros y películas que disfrutaba en mi confortable sala de estar, donde mi corazón estaba a salvo de ser apuñalado una vez más. Por eso, la presencia de Taeyeon me llenaba de miedo. Había pasado de ser una chica atractiva a la que admirar por unos instantes en un lugar público, a convertirse de pronto en mi vecina de cuarto en nuestra casa. Mantenerla lejos de mí no iba a ser sencillo, nada sencillo...

Andaba sumida en estos pensamientos cuando, desde mi cama, situada junto al ventanal que separaba mi dormitorio de la terraza, la observé. Estaba apoyada en la barandilla y su mirada se perdía en el infinito mientras fumaba un cigarro. Muy en contra de mis deseos, me quedé absorta admirándola; me resultaba una chica tan intrigante que mis ojos la contemplaban como si de un imán se tratara. El sol había desaparecido entre las montañas; tan sólo quedaba ya su intenso reflejo dorado. Una luz anaranjada teñía la atmósfera de una calidez especial. Los atardeceres de los que disfrutábamos en la finca eran increíbles, perfectos pare dejarse mecer por los pensamientos. Ella observaba la puesta de sol con expresión ausente, resultando evidente que su mente se hallaba muy lejos de allí; probablemente estaría pensando en todo lo que había tenido que dejar atrás.

Traté de imaginar lo que yo habría sentido si estuviera en su lugar, pero me resultó imposible.

No podía llegar a vislumbrar siquiera el dolor tan intenso que supone perder de repente a tus padres, así sin más, como si se hubieran esfumado. El sentimiento de absoluta impotencia y soledad que una tragedia de ese tipo significa para el corazón de un ser humano debía de ser infinitamente más intenso de lo que yo pudiera llegar a imaginar jamás. Sólo alguien que hubiera pasado por un trance similar podía alcanzar a comprender su agonía.

Ahora ella se veía obligada a dejar a la persona que más quería en el mundo, el único familiar que le quedaba, para ir a vivir con unos desconocidos. Sentí lástima por Taeyeon y, por un momento, experimenté el deseo de salir fuera y hacerle compañía, pero me retuve. Si me acercaba demasiado a aquella chica atormentada y sombría, cualidades muy magnéticas para chicas autodestructivas como yo, podría llegar a ser peligroso. Debía evitar cualquier tipo de conexión emocional, porque entonces me hallaría metida en un buen lío. Así que, inmóvil, me limité a contemplarle a través del cristal que me camuflaba.

Aquella noche la temperatura era muy suave, con lo que cenamos los cinco en el porche a la luz de las velas con música de Jazz de fondo. Mi madre quería recibir a Taeyeon con una velada en familia, en la que también estuvo presente Heechul, mi único hermano. La cena transcurrió sin sobresaltos. Entre mi padre y mi hermano monopolizaron la conversación, explicándole a Taeyeon detalles de los proyectos en los que estaban trabajando en ese momento en el estudio de arquitectura que mi padre dirigía.

Heechul había acabado la carrera en la universidad de Incheon hacía poco más de dos años, graduándose como arquitecto y uniéndose al equipo de "Hwang y Asociados, Arquitectura y Urbanismo". Taeyeon se interesó por las historias que éste le contó sobre el departamento de la universidad, preguntándole algunas dudas que albergaba sobre el programa de estudios de aquella facultad. Mi hermano tenía su paso por allí muy reciente, y tenía amigos que, algo atrasados, seguían en la carrera, así que era un buen aliado para nuestra invitada. De hecho, quedaron en ir juntos al campus; así Heechul le mostraría el edificio donde Taeyeon iba a acudir durante el curso, y le ayudaría también con todo el papeleo administrativo que aún le quedaba por hacer. En silencio, agradecí a mi hermano que se ofreciera a hacer el papel de anfitrión, ya que si no mi madre me habría cargado la tarea a mí. Y yo prefería evitarla; no quería verme obligada a pasar gran parte de mi tiempo de la semana próxima enseñándole los alrededores. Esa cercanía entre nosotras era algo que estaba decidida a evitar a toda costa.

Permanecí la mayor parte de la velada en silencio, limitándome a observar a nuestra recién llegada. Se comportó de manera educada pero distante. Parecía interesada en la conversación que mi familia le brindaba, aunque no hizo demasiados esfuerzos por formar parte activa en ella. Prefirió escuchar lo que ellos tenían que contar. Traté de analizarla sin que resultara demasiado evidente; no quería que se percatara de que en el fondo sentía cierta curiosidad por ella. Su presencia iba a resultar un problema para mí, así que trataba de averiguar discretamente con qué tipo de persona iba a tener que compartir mi mundo. No fue posible sacar mucho en claro, porque lo que mis ojos me decían era que contemplaba a un ser hermético y distante. Su mirada, fría y enigmática, se cruzó con la mía en varios momentos, en los que yo apartaba la vista, incapaz de aguantar la intensidad de aquel verde avellana e indescifrable.

Terminamos de cenar y Heechul condujo a Taeyeon al piso superior para enseñarle no sé qué libros y unos CD. No habían tardado en ponerse a habl

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Comments

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SharnLovesTaeNy
#1
Hello! I'm interested in your story but I can't understand it.. Can I have an english version of this? Thank you!
Skyth06
#2
Chapter 43: Es fantástico
nahlot
#3
Chapter 43: Wow, lo leí de principio a fin en unas horas y puedo decir que me gustó mucho, gracias por subir esta adaptación.
roguecr #4
Chapter 43: Esta hermoso . Lo empece a leer y ya no pude parar hasta terminarlo. Me encanto . Gracias por subirlo
Aapark #5
Amazing
Elizabeth14 #6
Chapter 14: Sgjjdjlsdhl sube otro cap por favor
KazKaz18 #7
Chapter 14: 15 y 16?
Skyth06
#8
Chapter 14: Siempre lo dejas en la mejor parte
Pink_gangstah #9
Chapter 12: Que triste D: ya quiero leer que sigue <|3
Skyth06
#10
Chapter 12: Quedó buenísimo uno más xfaa