Silencio III

La canción número 7 (Adaptación Taeny)
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Tiffany:

El estreno de Casa de Muñecas había sido todo un éxito. Durante la humilde fiesta que seguía después de la función me encontré arropada por las felicitaciones de mi familia, amigos y de un sinfín de vecinos de Yeongjong que, aunque eran unos completos desconocidos para mí, se acercaban para expresar su admiración por mi interpretación. Parecía increíble que no sólo hubiera conseguido superar mi pánico escénico, sino que encima el público considerara que había hecho un gran trabajo. Después de tantos momentos de inseguridad a lo largo de mi vida resultaba delicioso comprobar que era capaz de entretener y emocionar a los demás. Lo cierto es que no fui la única en recibir cumplidos; todos mis compañeros habían hecho un trabajo fabuloso. Gracias al esfuerzo en común habíamos logrado sacar aquel proyecto adelante. Era muy bonito formar parte de aquel triunfo colectivo. Jaejoong estaba feliz. Se sentía orgullosísimo de todos nosotros, y nosotros de él, ya que sin su ayuda jamás habríamos conseguido montar todo aquel telón. A todos se nos saltaron las lágrimas cuando todo el equipo completo, salimos al escenario para recibir los intensos aplausos del público. Nunca imaginé que recibir una ovación tan efusiva pudiera emocionar de esa forma, pero lo cierto es que lo que los artistas siempre describen como "el calor del público" pone los pelos de punta.

Tengo de admitir que, a pesar de la felicidad que sentí aquella noche, una cierta sensación de vacío me acompañaba mientras charlaba con todo aquél que se me acercaba. La felicitación que más me habría gustado recibir, la mirada de satisfacción que más anhelaba contemplar, la voz que más ansiaba escuchar y el cálido abrazo que más necesitaba recibir, no se materializaron por mucho que los esperara hasta el último segundo antes de dormirme. Ella no me había visto actuar. Después de haber sido la persona que más me había animado a emprender aquella aventura, Taeyeon no había asistido al estreno. Mientras yo había dejado que Nora respirara a través de mis pulmones, ella debía de estar sufriendo a solas, esperando el temido desenlace que se avecinaba. ¿Por qué la vida se empeñaba en volver a abrir una herida que todavía no había cicatrizado?

Apenas dormí esa noche, sacudida simultáneamente por miles de emociones: satisfacción, alegría, anhelo, tristeza, miedo... En mi vida estaban sucediendo tantas cosas al mismo tiempo que me sentía de mil y una formas distintas a la vez.

Jaejoong me había prometido una copia de la grabación que se había hecho la noche del estreno. Al día siguiente, antes de dirigirme a Seúl, pasé primero por su casa a recoger el DVD. En cuanto lo tuve en mi poder, conduje impaciente hacia casa de Heesun. Me moría por mostrarle el resultado de tantos días de ensayos y preparativos. Estaba convencida de que ella disfrutaría enormemente con la inteligente y visionaria trama de Ibsen. Se trataba de una mujer atípica para su generación; apreciaría sin dudarlo la mordaz crítica de la sociedad que había dibujado el drama noruego. Ansiaba pasar el día con ella, discutiendo sobre los matices de aquella obra. Sólo esperaba que se encontrara con la suficiente fuerza para poder disfrutar de mi compañía.

Tardé en encontrar un sitio donde aparcar mi coche. Cuando conseguí parquear en un diminuto espacio que había dejado libre un pequeño auto, me encaminé nerviosa hasta el edificio en el que se encontraba su fabuloso piso. Con la copia de DVD en mis manos, subí a pie las escaleras. El ascensor parecía estar siendo utilizado y no quería esperar ni un segundo más para verla. Mientras ascendía los escalones, con la respiración cada vez más acelerada por el cansancio, caí en la cuenta de que quizá Taeyeon se encontraría con ella. En mi frenesí por ir a visitarla, no me había molestado en preguntar si Taeyeon estaría en casa. A pesar de los nervios que me asaltaron al pensar en aquella posibilidad, ya no iba a dar marcha atrás. El deseo de pasar el día con Heesun era mayor que mi temor a encontrarme con Taeyeon. Quizás incluso, en el fondo de mi corazón, deseaba tener por fin cara a cara a la ladrona de mis sueños. Llevaba semanas preguntándome de día y de noche cómo se encontraría, qué expresión tendrían aquellos ojos de película que tanto extrañaba.

Por fin llegué al séptimo y último piso. La puerta se encontraba entreabierta y unas voces presurosas provenían del interior. Una alarma se disparó dentro de mí. La puerta del ascensor estaba abierta, signo que evidenciaba que aquél que lo hubiera utilizado había salido de su interior con urgencia, olvidando por completo que otros vecinos necesitarían usarlo. De repente lo comprendí: en la esquina de la manzana había visto una ambulancia estacionada en segunda fila. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua?... Aquel equipo médico de urgencia había venido a atender a Heesun.

¡Por Dios, no! ¡No podía haber llegado tarde! "Por favor Señor, concédeme unos últimos minutos con ella" supliqué en silencio, mientras me adentraba muerta de miedo en el gran recibidor.

El sonido de unas pisadas apresuradas y el chirriar de unas ruedas se acercaron por el pasillo. Al divisar la camilla (impulsada por los paramédicos) adentrarse como un rayo en la estancia donde yo me había quedado parada unos instantes, la caja de plástico donde traía la película se me cayó de las manos. Heesun, inconsciente, era transportada con gran rapidez hacia el ascensor que ellos habían dejado abierto. En medio de aquella conmoción me encontré con los cristalinos ojos de Taeyeon que seguían angustiados los pasos de los médicos. Al verme, se paró en seco. Su mirada pasó de la sorpresa al alivio en un microsegundo.

— ¡Tiffany! —exclamó en un quejido.

— ¿Qué ha pasado?

—Ha tenido un ataque al corazón... —respondió al borde del llanto. Confundida y desorientada, parecía no poder salir del estado de shock—. Se la llevan al hospital.

—Voy contigo —anuncié sin dudarlo.

Cogí su mano y tiré de ella con decisión. Bajamos las escaleras a zancadas.

Cuando llegamos al portal corrimos hacia la ambulancia, donde los médicos ya subían la camilla.

—Tengo que ir con ella —les avisó Taeyeon.

—Es mejor que no... —comenzó a decir el conductor, pero Taeyeon lo interrumpió.

—No me lo pueden negar, si le pasa algo antes de llegar, yo... —Su ronca voz se quebró, pero la infinita angustia que asomó a su rostro convenció a aquel hombre, que con un gesto de su cabeza nos indicó que subiéramos a la ambulancia.

Mientras dos de ellos se sentaban en la cabina de aquella UVI móvil, el tercero permaneció junto a ella, monitorizando los latidos de su corazón que, aunque muy débiles, todavía se registraban en el pequeño monitor portátil al que la habían conectado. El vehículo comenzó a moverse con las sirenas pitando a nuestro alrededor, circulando sin detenerse por las complicadas calles de Seúl. Taeyeon cogía con firmeza la mano de su abuela, mientras la sirena de la ambulancia nos agitaba a todos. Al ver el sufrimiento en su rostro no pude evitarlo: tomé su otra mano entre las mías. Su reacción no se hizo esperar, se aferró a ellas devolviéndome el apretón. Había esperado su contacto durante mucho tiempo, pero no me había imaginado que fuese a producirse en una situación tan desesperada. Di gracias a Dios por haber llegado en el momento justo, para así poder servirle de apoyo en un trayecto tan agónico hacia el hospital.

Cuando la ambulancia se detuvo en seco frente a la entrada de urgencias, un ejército de médicos abrió las puertas traseras de la misma y sacaron la camilla a la velocidad de la luz, obligándonos a separarnos de ella. Nos dejaron allí de pie, cogidas en silencio de la mano.

Aturdidas e incrédulas, observamos cómo la camilla que empujaba aquel remolino de batas verdes desaparecía tras las puertas que anunciaban con grandes letras: SÓLO PERSONAL AUTORIZADO. En apenas unos segundos, Heesun había desaparecido al final de aquel espeluznante pasillo. El maltratado suelo de cerámica, repleto de rayas de goma marcadas por las apresuradas carreras de camillas, reflejaba la fría luz que desprendía la larga fila de fluorescentes del techo.

Una enfermera se aproximó a nosotras, sacándonos del estado catatónico en el que ambas nos habíamos sumido. Amablemente, nos condujo a una enorme sala de espera, donde otras personas aguardaban desesperados noticias de sus seres queridos. Tomamos asiento sin ser todavía conscientes de lo que hacíamos allí. Taeyeon, silenciosa y ausente, fijó su mirada en un monitor de plasma que mostraba un canal de noticias veinticuatro horas. Quería consolarla, asegurarle que a su abuela no le iba a pasar nada malo, pero no supe cómo decir algo que ni yo misma creía.

—Voy por un café. ¿Quieres algo de beber? —pregunté al fin. Fue la única excusa que hallé para romper nuestro silencio.

—No, gracias... —respondió, regresando lentamente a la realidad—. No quiero tomar nada, pero te acompaño a la máquina.

Avanzamos con pasos perdidos hacia el extremo opuesto de la gran sala, donde se agrupaban varias máquinas de bebidas y snacks.

El auténtico café espresso...

Aquella frase, escrita en la máquina de bebidas calientes, me hizo sonreír. En medio de aquella desesperante tensión agradecí el recuerdo. Miré a Taeyeon por el rabillo del ojo.

Un intento de sonrisa asomó a su rostro, lo que me indicó que ella también recordaba en ese instante el día que nos conocimos en la estación de Yeongjong.

—Sigo opinando lo mismo... —comenté—. ¡Es toda una desfachatez que presuman de esa mierda de brebaje!

Una suave carcajada brotó de su boca. Me alegré de haberla distraído con mi comentario, aunque fuera por unos segundos.

—Esta vez me encargo yo —anunció, sacando unas monedas de su pantalón—. Nunca te he devuelto la invitación...

—Es que, gracias a Dios, no acostumbramos a plantarnos a menudo delante de estas pretenciosas máquinas —bromeé, en un intento de seguir distrayéndola del motivo que nos obligaba a recurrir a aquella mierda de café.

—Y, pensándolo mejor, creo que esta vez también voy a acompañarte —añadió.

Con los vasos de plástico en la mano, abandonamos la sala de espera y nos acercamos al mostrador de urgencias. Taeyeon preguntó por Heesun y la enfermera le confirmó que no tenía noticias aún, lo que según ella, era esperanzador puesto que de haber ocurrido lo peor ya se lo habrían notificado. Añadió que seguramente habían conseguido estabilizar su corazón y que lo más probable es que le estuvieran realizando una serie de pruebas. Prometió avisarnos de cualquier novedad que le proporcionaran los médicos. Le informamos de que estaríamos afuera. Ambas necesitábamos un cigarrillo con urgencia. Los nervios nos consumían y la nicotina sería una ayuda para calmarnos. Una vez más, nos encontrábamos junto a unas puertas automáticas de cristal. Y bebíamos aquel espantoso café junto a un alto cenicero de metal. La gran diferencia radicaba en que ya no éramos las completas desconocidas de hacía casi un año.

—Gracias... —susurró, tras dar la primera calada a su cigarro.

—No hay nada que agradecer. Tan sólo he llegado en el momento adecuado.

—Entonces gracias por ser tan oportuna. No sé qué habría hecho si no hubieras estado conmigo en esa horrible ambulancia...

—No lo pienses. Estoy aquí y no me voy a marchar. Esperaremos juntas a que nos digan algo y luego pasaremos a regañarla por habernos dado semejante susto —dije, esforzándome por restarle dramatismo a todo aquello.

— ¿Cómo es que has venido a verla? —preguntó—. ¿No tienes función esta tarde?

—Sí, pero no es hasta las ocho. Antes de ayer le prometí traerle una copia de la grabación puesto que no podía venir al estreno —le expliqué—. Ojala pueda llegar a verla...

—Tranquila, yo ya le he contado que estuviste fabulosa —observó, dejándome perpleja

— ¿Cómo lo sabes?... —titubeé.

No podía saberlo; ella no me había visto sobre el escenario.

—Tiffany, estuve allí. ¿Tanto dudas de mí como para pensar que no iba a ir a verte en tu gran día?—El transparente reflejo de sus ojos me atravesó el corazón, despertando esa increíble sensación que tanto había echado de menos—. No podía perderme tu actuación, no después de todo lo que ha supuesto para ti. Y permíteme que te diga que creo que has superado con creces tu miedo escénico.

—Gracias por estar ahí... —murmuré.

—De nada, fue un placer —respondió con una media sonrisa, y el brillo de sus ojos se intensificó.

—Nada más salir al escenario creí que iba a ser incapaz de hacerlo —le confesé, todavía sorprendida porque ella se hubiese sentado en aquel patio de butacas—. Cuando me percaté de la cantidad de gente que había en aquel gran salón de actos, sentí que la voz no iba a querer salir de mi garganta. Fue aterrador. Sin embargo, cerré los ojos unos segundos antes de que los focos se encendieran y recordé tu consejo: estaba allí porque adoro esa obra de teatro y porque durante estos meses Nora ha llegado a ser mi mejor aliada. De repente el miedo se esfumó, los focos nos iluminaron y dejé de ser yo misma. Sin darme cuenta ella se apoderó de mí y no me abandonó hasta el final.

—Tiffany... fue increíble, mágico. No pude apartar la vista de ti durante toda la función —dijo embriagada—. Eras tú, quiero decir, eran tu cuerpo y tu voz, pero de pronto me di cuenta de que no te veía a ti, sino a ella... Es difícil describirlo, conseguiste que olvidara que tú eras tú. No sé si me entiendes o suena fatal.

—No, es el mejor cumplido que me podrías decir, porque durante la actuación yo ya no era yo.

—Felicidades. Creo que, afortunadamente para todos los que estábamos allí, has descubierto un talento que se encontraba dormido dentro de ti.

Gracias a aquella conversación ambas habíamos logrado olvidar dónde estábamos y, lo más importante, por qué nos encontrábamos allí fumando.

—Creo que yo también tengo que felicitarte —insinué.

—No. Creo que más bien tienes mucho que reprocharme —me corrigió, esbozando una amarga mueca.

—Taeyeon, no es momento de reproches. Ambas hemos cometido errores. Lo importante es que, a pesar de las dificultades, estás actuando con valentía. Heesun me ha contado lo de los exámenes y lo de esas reuniones de ex-adictos.

—Tiffany, no cantes victoria —dijo con cierto cinismo—. No tengo ni idea de cómo voy a reaccionar cuando ella se vaya. Y, por si no te has dado cuenta estamos a las puertas de un hospital.

—No estás sola, ni lo estarás —le aseguré.

—Lo que ocurre es que no sé cómo voy a enfrentarme de nuevo a algo así —me confesó. Sus ojos adquirieron una sombría expresión—. Con lo de mis padres casi me dejo morir...

— ¡Tienes mucho por lo que luchar! —exclamé, furiosa ante su derrota. Además, ya no eres huérfana, hay alguien que está deseando que le des una oportunidad.

Su semblante cambió de súbito, tensando los músculos de su delicado y fino rostro. Acababa de echar sal en la herida y, a juzgar por su expresión, no le gustó para nada.

— ¡Ni se te ocurra mencionarlo! —gritó—. No me recuerdes la forma en que me has traicionado, por favor.

Como cabía esperar, el espejismo de normalidad se había esfumado. Protegidas por la preocupación y la incertidumbre de aquella espera a tener noticias sobre Heesun, habíamos sido capaces de actuar como si nada hubiera ocurrido. No obstante, en cuanto la conversación nos había llevado al motivo de nuestro distanciamiento, aquella especie de tregua en nuestra particular y dolorosa guerra se había terminado.

La voz de la enfermera, instándonos a que entráramos, nos salvó de seguir discutiendo. Uno de los médicos que había atendido a Heesun nos esperaba junto al mostrador para informarnos sobre su estado.

—Doctor, ¿cómo está mi abuela? —se apresuró a preguntar Taeyeon con voz temblorosa.

—Está estable, y consciente —respondió aquel médico de mediana edad. Su semblante, muy serio, indicaba que lo que tenía que añadir no iba a ser muy alentador—. Pero tengo que avisarles que no hay nada que podamos hacer por ella. En cualquier momento su débil corazón volverá a fallar, y nos ha pedido que no intervengamos cuando suceda.

— ¡No pueden dejarla morir! —aulló Taeyeon.

—Entiendo su desesperación, créame. No obstante, si un paciente terminal decide que no intervengamos, nosotros no podemos oponernos. Estaríamos alargando su sufrimiento en contra de su voluntad.

Aquel médico hablaba en un tono tan calmado y condescendiente que revelaba que se había enfrentado a ese dilema en numerosas ocasiones. Puso una de sus manos sobre el hombro de Taeyeon antes de continuar hablando.

—Lo siento mucho.

— ¿Podríamos verla? —musitó Taeyeon en apenas un hilo de voz.

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Comments

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SharnLovesTaeNy
#1
Hello! I'm interested in your story but I can't understand it.. Can I have an english version of this? Thank you!
Skyth06
#2
Chapter 43: Es fantástico
nahlot
#3
Chapter 43: Wow, lo leí de principio a fin en unas horas y puedo decir que me gustó mucho, gracias por subir esta adaptación.
roguecr #4
Chapter 43: Esta hermoso . Lo empece a leer y ya no pude parar hasta terminarlo. Me encanto . Gracias por subirlo
Aapark #5
Amazing
Elizabeth14 #6
Chapter 14: Sgjjdjlsdhl sube otro cap por favor
KazKaz18 #7
Chapter 14: 15 y 16?
Skyth06
#8
Chapter 14: Siempre lo dejas en la mejor parte
Pink_gangstah #9
Chapter 12: Que triste D: ya quiero leer que sigue <|3
Skyth06
#10
Chapter 12: Quedó buenísimo uno más xfaa