La llave V

La canción número 7 (Adaptación Taeny)
Please Subscribe to read the full chapter

Tiffany:

Taeyeon conducía a una velocidad de vértigo, aún más deprisa que de costumbre.

Su semblante, serio y furioso, me tenía perpleja. Se había enfadado de tal forma al ver a aquel hombre acosándome que irradiaba una inmensa rabia que jamás había mostrado hasta ahora. Me daba igual que el coche avanzara como si se tratase de una carrera: el alivio por haber salido de allí impedía que me atemorizara la velocidad. Me habría tirado de un puente si hubiese sido necesario para zafarme de aquella imbécil que me había traído tantos malos recuerdos.

Aquel tipo se había abalanzado sobre mí nada más verme, empeñado en conseguir que me acostara con él. Había paseado su asqueroso dedo por mi escote, haciéndome sentir una repulsión indescriptible. Si no era capaz de meterme con nadie por voluntad propia, no podía ni imaginar cómo me habría sentido en manos de ese asqueroso si Taeyeon no hubiese aparecido en escena.

— ¿Cómo estás? ¿Más tranquila? —me preguntó, tratando de sonar calmada.

Aunque era evidente que la furia le consumía.

—Sí, gracias... —murmuré—. Gracias por todo: por quitármelo de encima, por pegarle y por sacarme de allí.

—No me las des, ha sido un placer darle su merecido —masculló entre dientes—. ¿Tienes frío?

—No, ahora no, ya estoy mejor —contesté, arropada por su cálida gabardina—. Taeyeon...

—Dime.

— ¿Conocías a ese tipo? —pregunté. Me daba la impresión de que así era.

—No, no realmente. Unos minutos antes de verle acechándote me había estado acosando.

Seguía contrariada. Sus ojos, muy fijos en la carretera, parecían casi negros, con sus pupilas dilatadas y oscuras. El verde al que me tenían acostumbrada apenas se distinguía.

Aquella aparente irritación parecía habérsela tragado. Conducía con una sola mano, agarrando el volante de cuero con fuerza mientras miraba fijamente a la oscura carretera. Se hizo el silencio otra vez. Tan sólo se escuchaba el murmullo del potente motor.

—Siento que te hayas visto envuelta en una situación tan desagradable —se disculpó—. No era mi intención pegarle, pero es que cuando ha dicho ese comentario tan machista he perdido la razón. La verdad, hay veces que los hombres son unos cerdos...

—No es tu culpa, ha sido mía por vestirme así.

—Tiffany, por favor, no digas tonterías —me regañó—. No vas vestida de ninguna forma extravagante. Y, aunque así fuera, eso no da derecho a nadie a tratar a una mujer como una puta.

—Lo cierto es que un poco provocativa sí que voy ...

— ¡Dios mío! —exclamó incrédula—. ¿De dónde sacas esa idea tan estúpida? Me parece que estás un poco confundida con qué es demasiado provocador para un hombre — añadió en un tono maternal, mostrándose algo más relajada.

No era raro que yo pensara de esa forma teniendo en cuenta que llevaba meses tapándome como una monja. Aquella era la primera noche que me arreglaba un poco más y ¡zas!: sin comerlo ni beberlo se me tiraba un plasta encima.

—Y tú, ¿estás mejor? — le pregunté—. Estabas muy alterada hace un momento. No es necesario que te lo tomes tan a pecho. Al fin y al cabo ha sido problema mío.

—No estoy así sólo porque te haya acosado aquel imbécil...

—Entonces, ¿qué ha pasado?

—Es algo un poco embarazoso, no sé si debería contártelo.

—Oye, soy inocente, pero no tonta. Ese hombre es uno de los vendedores de drogas del pueblo. Lo sé porque Siwon solía comprarle coca —le informé—. Gracias a Dios ya no lo hace. Hacía mucho que no veía a ese tipo por Yeongjong.

—Veo que estás más enterada que yo de a quién hay que evitar —dijo, esbozando una amarga sonrisa.

—Llevo aquí toda mi vida y, aunque no soy muy de fiestas, sé muy bien qué es lo que se cuece a mí alrededor.

—Ya lo veo. Eres una caja de sorpresas.

— ¿No me vas a decir qué te ha pasado con ese tipo? —insistí.

— ¿Por qué eres tan curiosa?

— ¿Por qué te cuesta tanto admitir que te ha molestado que te quisiera vender droga?

El semblante de Taeyeon se tornó muy serio de nuevo. Había metido la pata al ser tan directa. Continuó conduciendo, callada, y yo me hundí en el asiento arrepentida de haber sido tan entrometida. Siempre terminaba diciendo algo que le molestaba y la tensión volvía a surgir.

—Tiffany... —comenzó a decir, interrumpiendo por fin aquel incómodo silencio—, no creo que después de ignorarme durante tanto tiempo tengas derecho a interrogarme.

—Lo siento. No quería presionarte, sólo quería que te liberases de tu ansiedad — me disculpé.

—Gracias, pero no necesito que ahora te intereses por mí —masculló entre dientes—. Además, no creo que puedas llegar a entender por todo lo que he pasado. Afortunadamente, tú nunca te has enfrentado a algo así.

—Estás muy equivocada..., yo también tengo mis propios demonios.

— ¿Tú? —inquirió incrédula.

—Sí, yo.

— ¿Y cuáles son los demonios de una chica con tanta suerte?

Parecía dudar realmente de que alguien como yo pudiera tener problemas. Ella sólo conocía toda la belleza que me rodeaba: el calor de mi familia, la bondad de mis amigos y la majestuosidad de los parajes donde se ubicaba nuestra preciosa casa. Una vida envidiable a ojos de cualquiera. No podía ni imaginarse los fantasmas y tormentos que vivían en mi interior; me había esforzado al máximo para que no los adivinara.

—Mis demonios son intangibles y escurridizos. Es muy difícil luchar contra ellos—respondí enigmática.

—También es muy difícil llegar hasta ti —observó—. No creo que encerrándote siempre en tu guarida vayas a conseguir derrotarlos.

— ¿Acaso crees que por el simple hecho de confiarte mis secretos vas a conseguir que desparezcan?

—No lo sé, pero si no lo intentas nunca lo sabremos.

—Muy bien: ¿conoces el remedio para recuperar las ganas de vivir?

Se quedó sin palabras. No esperaba que fuera a confiarle algo tan oscuro. Ya no parecía enfadada, sino sinceramente preocupada por mí.

— ¿Cómo una chica tan joven puede perder las ganas de vivir? —preguntó atónita.

—No lo sé exactamente. Ése es el problema. Hay veces que, sin ninguna razón aparente, me derrumbo sin más.

—Desde que te conozco no he dejado de admirarte. No te he visto nunca perder el norte, siempre tan valiente y decidida.

—Eso es lo que aparento, pero no es la realidad —me sinceré—. Últimamente he mejorado, parece que voy encontrando el rumbo, pero nunca sé si estoy a salvo del todo.

Me miró, intrigada por mis palabras, pero no preguntó nada más. Pareció conformarse con mi respuesta que, aunque breve, había sido absolutamente sincera. Yo misma me sorprendí ante mi franqueza. La llave había dado otra vuelta a la cerradura, y parecía que la puerta iba cediendo. Chirriaba, puesto que llevaba demasiado tiempo atrancada, pero luchaba por abrirse.

Llegamos a casa y aparcó su coche junto al mío. Yo no había conducido aquella noche pues había ido al concierto con Jessica. De repente recordé que, en medio de la conmoción, me había largado del Midnight sin despedirme de mis amigas; debían de estar preocupadas.

— ¿Me puedes prestar tu móvil? —le pregunté al comprobar que el mío se había quedado sin batería.

—Por supuesto, toma.

Me tendió su teléfono.

—Voy a mandarle un mensaje a Jessica. Nos hemos ido tan rápido que ni siquiera les he dicho nada a ninguna. Deben de estar preocupadas.

—Envía los mensajes que quieras. Es todo tuyo.

Sin salir del coche, tecleé rápidamente un SMS avisando a mi amiga de que me había ido con Taeyeon.

Una vez fuera, caminamos lentamente hacia la casa. Ambas parecíamos retrasar la llegada a la puerta principal, dando pasos lentos y pensativos. No hacía demasiado frío y la luz de la luna volvía a iluminar la noche, tal y como lo hizo la velada en la que la oí tocar en la terraza del segundo piso. Esa noche, al verla sobre el escenario entregada por completo a la música, me había quedado maravillada. Era el complemento perfecto para el grupo. Su guitarra sonaba de miedo y se le veía muy compenetrada con el resto de instrumentos. Casi me dio un infarto cuando ella, sin dejar de tocar, me había mirado fijamente al mismo tiempo que sus dedos volaban por las cuerdas. Entre los mechones de su dorado cabello, alborotado por el incesante movimiento, sus ojos avellana habían buscado los míos, provocando auténticos escalofríos en mi menudo cuerpo.

No quería que aquella noche se acabase aún. Lo último que me apetecía era meterme en la cama y borrar el asco que me había producido la insistencia de aquel corpulento chico que se había otorgado la licencia de tocar mi piel. Sólo con recordar la escena volvía a sentir nauseas. De repente se me ocurrió una idea.

— ¿Te apetece probar algo nuevo? —le pregunté. La expresión de desconcierto en su cara me indicó que creía que me refería a alguna clase de narcótico—. No es nada perjudicial para la salud, te lo juro. Ni tiene efectos secundarios.

— ¿De qué se trata entonces?

—Agarremos los abrigos y verás.

Abrí la puerta y entramos en el vestíbulo. El amplio armario ropero se encontraba allí mismo. Nos hicimos cada una con un anorak y le indiqué que me siguiera.

Volvimos al jardín, y eché a andar hacia las caballerizas. Ella me seguía intrigada, pero sin oponer resistencia. Fui directa a la cuadra de Soul, que se mostró encantado de verme a esas horas de la madrugada.

—Tiffany... ¿qué estamos haciendo aquí? —preguntó Taeyeon desconcertada.

—Hace días te prometí que cabalgaríamos juntas. Nos vamos de paseo, así que ensilla a Rocko. ¡Date prisa!

—Es de noche —dudó—. Los caballos se pueden desorientar...

— ¿Quieres dejar de comportarte como una niña y hacerme caso? —le regañé—. Confía de mí.

Se paró como un militar para luego alejarse con una carcajada hacia el box de Rocko. No tenía motivos para inquietarse: la luna iluminaría el bosque lo suficiente para no perdernos y nos permitiría ver los obstáculos que se nos presentaran. Además, aquellos caballos conocían el terreno mejor que nadie y no se despistaban con facilidad. Yo había salido a cabalgar de noche en muchas ocasiones y era algo increíble. Fue una de esas veces cuando descubrí lo que yo llamaba el Monte de la Luna. Una noche, bajo el influjo de aquel blanquecino satélite, el raudo galope de Soul me condujo hasta aquel claro en lo alto de una escarpada colina. Así fue como descubrí una de las mejores vistas de la sierra. Quería mostrárselo a Taeyeon.

Era mi rincón privado y esa noche era perfecta para compartirlo con ella. Además, para mi sorpresa, no me apetecía seguir luchando por guardar las distancias.

— ¿Estás lista? —le pregunté cuando tuve todo preparado.

—Sí —asintió expectante.

Subimos a nuestras monturas y salimos de las caballerizas. Trotando en paralelo, nos dirigimos hacia el bosque a través del prado.

—Confía en tu caballo —le indiqué—. Sabe lo que hace. Si la oscuridad del bosque no te deja ver lo que hay delante de ti, no te asustes. Deja que él decida el camino, sabrá por dónde llevarte. Además yo iré delante. Rocko seguirá los pasos de Soul.

Comenzando a galopar, me situé delante de ella. No tardamos en alcanzar un intenso ritmo y el gélido viento helaba mi rostro. No me molestaba, muy al contrario, despertaba cada poro de mi piel. Una vez en la penumbra del bosque, la humedad del suelo se hizo notar, fresca y aromática. Las fuertes y ágiles patas de Soul se perdían entre los helechos, para volver a surgir una y otra vez, tan rápido que parecíamos volar sobre aquel manto oscuro. Taeyeon me seguía de cerca. Podía escuchar el sonido de los cascos tras de mí y la fuerte respiración de ambos caballos. Taeyeon se había convertido en una experimentada jinete en muy poco tiempo, por eso me había aventurado a llevarla conmigo. Sabía que estaba sobradamente capacitada para aquella escapada nocturna.

Nos adentrábamos en el corazón de aquella arboleda, que se espesaba cada vez más, impidiendo que la luz de la luna se adentrara entre sus tupidas ramas. La oscuridad entonces fue total. Apenas distinguíamos lo que teníamos ante nosotras, pues se trataba tan sólo de manchas oscuras y borrosas. Fueron los caballos los que nos guiaron a partir de entonces. Sentía los poderosos músculos de Soul bajo la silla, contrayéndose una y otra vez. Me incliné, apoyando mi cabeza junto a su espesa crin. El suave pelo negro me acariciaba las mejillas.

Cerré los ojos y lo dejé tomar el control; sólo quería disfrutar de la velocidad y de la mezcla de olores que me rodeaban: a pinos y a tierra, al aroma de la naturaleza.

La luz de la luna volvió a iluminar nuestro camino al ir abandonando la espesura del bosque, resurgiendo redonda y mágica en nuestro galope a campo abierto. Cruzamos veloces el río, salpicándonos con el agua helada. No llevábamos las botas, así que nuestros vaqueros se mojaron. Pero daba igual, sólo importaba seguir avanzando colina arriba, en dirección a aquel magnífico lago que tanto me gustaba.

Soul sudaba debido al esfuerzo de galopar por aquel empinado camino, pero no redujo su velocidad, volando sobre el terreno. Rocko, más viejo y tranquilo, estaba haciendo un gran trabajo. Nos seguía de cerca y parecía darlo todo para no alejarse de nosotros, contagiado por el entusiasmo de su joven compañera. Por fin el terreno se aplanó, dejando paso a un suave manto de hierba. En aquel último tramo del recorrido la luna nos iluminaba por completo. Ya no había árboles ni arbustos que la impidieran lucir con toda su intensidad. Se trataba de una explanada abierta que se dirigía hacia el montículo de rocas donde tantas horas había pasado observando las lejanas luces de Seúl.

Llegados a ese punto, los caballos corrían tan veloces que el aire revolvía mi pelo en un auténtico remolino de mechones que me hacía cosquillas. Detrás de mí, un grito de júbilo rompió el sepulcral silencio de aquellos parajes: era la voz de Taeyeon, que se hallaba absolutamente maravillada.

Finalmente nos detuvimos. Habíamos llegado al espectacular paraje que quería mostrarle. El sonido del viento era lo único que se escuchaba. Taeyeon observaba absorta las recortadas siluetas de las nuevas torres de la ciudad, perfectamente visibles desde allí, a más de sesenta kilómetros de Seúl. Los puntitos de luz que se adivinaban correspondían a las miles de ventanas que tenían aquellos altos rascacielos, que de noche lucían como las blancas bombillas de un árbol de navidad.

—Allí la tienes —le mostré, señalando con mi mano hacia el horizonte—. En realidad, no está tan lejos...

Sus ojos, que de nuevo eran transparentes, me miraron con agradecimiento.

— ¡Ha sido increíble! —consiguió decir, aún dominada por la excitación de la galopada nocturna—. Muchas gracias.

—De nada —dije riendo satisfecha ante su cara de éxtasis—. Quería demostrarte que no sólo se puede ir directo al cielo desde Seúl.

—Tiffany, desde aquí no se va al cielo... Esto es el cielo —afirmó vehemente.

Una expresión de total incredulidad asomaba a sus ojos.

—Ya sabes entonces dónde venir cuando algún drogadicto te tiente con su mierda.

—No lo dudaré ni un segundo.

—Vengo aquí a menudo. Me ayuda a pensar — le expliqué—. Lo he bautizado como el Monte de la Luna, y se ha convertido en mi paraíso privado. Eres la primera a quien se lo enseño.

Mi afirmación hizo que girara su rostro y me mirara conmocionada.

— ¿Por qué yo? —preguntó, entornando sus increíbles ojos avellana.

—Porque quiero que tengas un lugar donde refugiarte cuando lo necesites. Es la mejor forma que tengo de darte las gracias por lo que has hecho esta noche por mí.

Aquella sonrisa encantadora, a la que no terminaba de acostumbrarme, asomó a su cara.

—Gracias por ofrecerme tu secreto. Ten por seguro que volveré por aquí cuando necesite un poco de calma. Esto es impresionante —declaró mirando a su alrededor.

Desmontamos de los caballos y los dejamos pastar a sus anchas, sentándonos sobre las grandes rocas que sobresalían de entre la hierba. Sin duda, aquel momento merecía un cigarro. Saqué mi cajetilla del bolsillo del anorak, ofreciéndole uno a ella.

—No debería seguir con este vicio —comentó, aceptando mi ofrecimiento—.Supongo que algún día lo dejaré.

—Yo también debería hacerlo, pero cada cosa a su tiempo. Antes debes olvidarte por completo de otras sustancias más peligrosas —le recordé—. Así que ahora disfruta del tabaco, no es momento de dejarlo todavía.

—Tienes razón, por ahora ya tengo bastante con lo que lidiar.

Había sido muy buena idea arrastrarla conmigo allí. Ambas teníamos malos recuerdos a los que enfrentarnos aquella noche. El episodio en la discoteca había desenterrado mi aversión al contacto físico. La mirada lasciva con la que aquel asqueroso me devoraba, sus palabras pegajosas y el roce de su mano en mi escote me habían provocado una repugnancia insoportable. Mis amigas, que bailaban desatadas a cierta distancia, no se habían percatado del acoso al que me había visto sometida. En el momento exacto en el que mi salvadora hizo acto de presencia, aquel tipo se abalanzaba sobre mí para tratar de besarme. No quería ni imaginar las consecuencias si Taeyeon no me hubiera liberado de aquel enorme chico... Habría sido muy difícil oponer resistencia puesto que era el doble de grande que yo.

Me había empeñado inútilmente en huir de Taeyeon. Ahora que me encontraba allí a su lado, me daba cuenta de lo tonta que había sido al intentar alejarme de alguien que se preocupaba tanto por mí, tal y como había demostrado esa noche.

—Siento haber estado algo ausente últimamente —

Please Subscribe to read the full chapter
Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
SharnLovesTaeNy
#1
Hello! I'm interested in your story but I can't understand it.. Can I have an english version of this? Thank you!
Skyth06
#2
Chapter 43: Es fantástico
nahlot
#3
Chapter 43: Wow, lo leí de principio a fin en unas horas y puedo decir que me gustó mucho, gracias por subir esta adaptación.
roguecr #4
Chapter 43: Esta hermoso . Lo empece a leer y ya no pude parar hasta terminarlo. Me encanto . Gracias por subirlo
Aapark #5
Amazing
Elizabeth14 #6
Chapter 14: Sgjjdjlsdhl sube otro cap por favor
KazKaz18 #7
Chapter 14: 15 y 16?
Skyth06
#8
Chapter 14: Siempre lo dejas en la mejor parte
Pink_gangstah #9
Chapter 12: Que triste D: ya quiero leer que sigue <|3
Skyth06
#10
Chapter 12: Quedó buenísimo uno más xfaa