La subasta esa noche iba a suceder a la hora acordada. Todo el rancho estaba en un frenesí intentando hacer lo más posible para que unas pocas manos pudieran quedar detrás y cuidar todo.

Aunque estaba exhausta, me dirigí al remolque para ducharme y encontré a Mimí hecha un ovillo en el banquito.

—¿Qué sucede?

Se sentó derecha.

— Jonah —dijo, y rompió a llorar.

—Mierda —dije, sentándome a su lado.

—No —rió, aún llorando—. Son las malditas hormonas. Me dijo algo hoy y simplemente huí.

—¿Ah sí? —pregunté extrañada y desconfiada a la vez.

—Sí, solo… me está costando asimilarlo.

—¿Por qué?

—Porque siento que no lo merezco,Taeyeon.

—Oh, Mimí —dije, sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo puede ser que pienses eso?

—Es que es tan bueno, Tae. Y, quiero decir, el único motivo por el que lo conozco es porque nos metí aquí —explicó señalando su gran barriga.

—Mimí —dije seriamente—. Estamos aquí porque nuestro padre nos metió en este lugar. —Se reclinó y me miró—. Estamos aquí —proseguí—, porque no tolerabas la idea de no tener tu bebé, y no te importó que eso significara tener que vivir una vida completamente diferente para hacerlo. Creo que eso es lo más valiente que jamás he oído, soMin. Ese coraje te hace merecedora de Jonah, de mí, de estas personas, de cualquiera. Tu bebé no te define, pero tu coraje al tenerlo sí.

Su labio tembló y asintió llorando.

—Creo que finalmente lo entiendes.

—Debo irme. —dijo, poniéndose la chaqueta y envolviéndose en su bufanda.

Corrió por la puerta y me levanté para verla dirigirse al camino desde mi ventana, pero en la cima de la subida apareció Jonah, saludándola con una mano. Cuando Mimí lo vio, empezó a correr, el cabello se le soltó de la coleta y la masa rubia salió volando detrás de ella.

Jonah dejó de caminar, viéndose sorprendido y abriendo sus brazos a ella. SoMin saltó en ellos y él la abrazó con tanta fuerza que me hizo querer llorar, pero logré controlarme antes que sucediera.

Él comenzó a besarla y decidí que había visto lo suficiente. Seguía algo cuidadosa respecto a no poner muchas esperanzas en esta nueva relación, pero no pude evitar sentirme muy bien al saber que al menos existía.

Me duché, cambié, y conduje a la subasta, yo solo, sin nadie más. Desde que entendí que estaba enamorada de Steph, nunca me había sentido tan sola en mi vida. Es como si me sintiera cayendo en espiral, retrayéndome en mí mismo, y sin saber cómo salir de este hoyo.

Estaba enamorada de Stephanie Hwang.

Ella elegía estar con Ethan.

Ethan en realidad no la entendía, por muy arrogante que sonara eso.

Así que yo, yo iba a aceptarlo, ser tan amable como pudiera con Ethan y Steph, sobrevivir a los próximos meses por Mimí, acomodarla en donde sea que quisiera estar, y alejarme tanto como pudiera del rancho, no solo por el bien de mi corazón, sino también para protegerlos de mi padre porque su largo silencio me estaba comenzando a asustar.

También había decidido confesarme con el hombre a quien mi padre había chantajeado con mi ayuda. Eso lo haría después de asegurarme que Mimí y todos los demás estuvieran a salvo.

El interior de la antigua escuela estaba lleno; cientos de personas estaban reunidas, riendo y charlando mientras esperaban que el resto de los invitados y el subastador llegaran. Mi mirada fue derecho al escenario y deseé no haber venido.

—Hola. —oí detrás de mí.

Dejé caer la cabeza un momento.

—Hola —dije, volviéndome frente a Steph y un hombre mayor en silla de ruedas.

Le faltaba la pierna derecha debajo de la rodilla.

—Este es Leonard McAllen. Quería conocerte apenas llegaras. Insistió.

Sonreí y estiré mi mano.

El viejo vaquero la tomó y sacudió con delicadeza.

—Señor McAllen, es un honor.

—Hija —dijo, palmeando nuestras manos enlazadas con la suya libre—. Necesito que sepas que lo que tú y Jonah Hwang han h