Tiffany  tomó el ferry hacia la isla de Bainbridge, preguntándose frenéticamente donde comenzaría a buscar.

La guía telefónica había sido inútil.

Taeyeon  no estaba incluida entre los —Kim— y el operador le había dicho con firmeza que era un número privado.

Ninguna de las suplicas de Tiffany  lo habían conmovido.

Se dio cuenta que estaba buscando una aguja en un pajar mientras conducía por la carretera, girando en cada curva del camino que parecía como si el agua pudiese llevársela.

No se había dado cuenta que muchas ciudades pequeñas punteaban la isla y TaeYeon podría vivir en cualquiera de ellas.

Era un viaje infructuoso, lo sabía, pero siguió conduciendo y buscando.

Tenía que encontrarla.

Cuando llegó la oscuridad, se dio la vuelta de regreso al ferry y a los Ángeles.

Tenía que cenar, pensó ella y tal vez llamaría a uno de sus viejos amigos.

Podrían sentarse y hablar de su desgraciada vida amorosa. Podía simplemente imaginar la expresión de sus rostros cuando les confesara que se había enamorado de una mujer.

Siempre podría ir a Capitol Hill, el barrio gay no oficial de los Ángeles.

Tal vez podría pasear por Broadway durante una hora más o menos y cenar en uno de los restaurantes de la zona.

A pesar de su estado de ánimo, sonaba mucho más atractivo que el servicio de habitaciones y otra noche sola.

Estacionó a dos cuadras de distancia, el tráfico peatonal era pesado un sábado por la noche y se mezcló con la multitud.

Se descubrió mirando a dos mujeres caminando delante de ella, sosteniéndose de las manos. Eran jóvenes, más de veinte años, pensó ella, pero aun así, se veían tan cómodas la una con la otra.

Inmediatamente pensó en TaeYeon  y se imaginó caminando del brazo de ella de esa manera.

Apartó los ojos y miró otros rostros, extraños en la multitud.

Entró en el centro comercial cubierto, abriéndose paso entre los compradores.

Café.

Verdadero café de los Ángeles.

Se puso de pie en la fila de la cafetería, muriendo por un verdadero café con leche después de meses de depender de su máquina portátil de expreso.

Tomó su café y se detuvo en el quiosco de prensa, el periódico local gay capturó su atención.

Compró uno, llevándolo a una mesa con ella.

Todo estaba ahí.

Bares, cafeterías, librerías y cualquier otra actividad orientada a los gay que pudiera desear.

Decir que estaba sorprendida era un eufemismo.

No tenía ni idea de cuán grande era la comunidad gay en los Ángeles. Ahora sabía que había ignorado deliberadamente esa parte de la ciudad.

Pasó por las páginas en busca de bares para mujeres.

Quizás TaeYeon  tenía razón.

Tal vez necesitaba explorar su ualidad recién descubierta.

Tal vez estaba acelerando las cosas con TaeYeon.

Por supuesto que no era así.

Sabía cómo se sentía acerca de TaeYeon.

Pero no estaría de más mirar, se dijo a sí misma.

TaeYeon, obviamente, no la quería.

Con eso, se fue a su hotel, se cambió y se preparó mentalmente para una noche de fiesta en la ciudad.