capitulo 64
AFTER 2: EN MIL PEDAZOS (Versión TaeNy)lo se lo se, soy una mala persona por dejarlos con la duda, pero bueno aqui esta el capitulo, lo siento es que eh estado enferma, por eso casi o eh actualizado. pero no se preocupen que aun nos falta mas de la hiostoria.
nos leemos luego
capitulo 64
Pov Tiffany
Ya por la mañana, el pasillo está vacío y el desastre del salón completamente recogido. No hay ni rastro de cristales en el suelo. La habitación huele a limón, y ya no hay manchas de whisky en la pared.
Me sorprende que Taeyeon supiera dónde estaban los productos de limpieza.
—¿Taeyeon? —digo con la voz ronca después de los gritos de anoche.
Al no obtener respuesta, me acerco a la mesa de la cocina, donde veo una ficha con una nota manuscrita que dice: «Por favor, no te marches, volveré pronto».
Siento como si alguien me hubiera quitado una tonelada de peso de encima. Agarro el lector de libros electrónicos, me sirvo un café y espero a que vuelva.
Pasan lo que me parecen horas mientras aguardo a que Taeyeon regrese. Me he duchado, he ordenado la cocina y he leído cincuenta páginas de Moby , y eso que el libro no me apasiona. Me he pasado la mayor parte del tiempo planteándome todos sus posibles comportamientos y pensando en qué va a decirme. El hecho de que no quiera que me marche es algo positivo, ¿no? Espero que sí. La noche anterior está borrosa en mi mente, pero recuerdo los puntos más importantes.
Cuando oigo abrirse la puerta, me quedo paralizada y olvido al instante todo lo que había pensado decirle. Dejo el libro electrónico sobre la mesita y me incorporo en el sofá.
Entra por la puerta y veo que lleva puesta una sudadera gris y sus pantalones negros característicos. Nunca sale de casa con nada que no sea negro y, ocasionalmente blanco, de modo que la combinación de hoy es un poco extraña, pero la sudadera le da un aire más joven. Tiene el pelo revuelto y apartado de la frente, y unas ojeras importantes. Lleva una lámpara en la mano. No es igual que la que rompió anoche, pero se le parece mucho.
—Hola —dice, y se pasa la lengua por el labio inferior antes de atrapar el piercing entre los dientes.
—Hola —murmuro en respuesta.
—¿Cómo... cómo has dormido? —pregunta.
Me levanto del sofá mientras se dirige a la cocina.
—Bien... —miento.
—Me alegro.
Es obvio que ambas andamos con pies de plomo por miedo a decir algo inapropiado. Ella está junto a la encimera, y yo me quedo al lado del frigorífico.
—He... comprado una lámpara nueva —dice señalando con la cabeza su adquisición.
—Es bonita.
Estoy nerviosa, muy nerviosa.
—No tenían la otra, pero... —empieza a decir.
—Lo siento muchísimo —espeto, interrumpiéndola.
—Yo también, Tiffany.
—La velada no debería haber acabado así —respondo, y bajo la mirada.
—Y que lo digas.
—Fue una noche horrible. Debería haber dejado que te explicaras antes de besar a alguien, fue estúpido e inmaduro por mi parte.
—Sí, lo fue. No deberían haberte hecho falta explicaciones. Deberías confiar en mí y no sacar conclusiones equivocadas.
Apoya los codos en la encimera detrás de ella y yo jugueteo con los dedos intentando no arrancarme las pielecitas de alrededor de las uñas.
—Lo sé. Lo siento.
—Te he oído las primeras diez veces que lo has dicho, Tiff.
—¿Vas a perdonarme? Anoche insinuaste que me ibas a echar.
—No insinué que fuese a echarte —contesta, y se encoge de hombros —. Sólo dije que las relaciones no funcionan.
Una parte de mí deseaba que no recordara las cosas que soltó anoche. Básicamente me dijo que el matrimonio es algo de locos y que debería estar sola.
—¿Qué quieres decir?
—Pues eso.
—Pues eso, ¿qué? Creía... —No sé cómo seguir.
Pensaba que comprar una lámpara nueva era su manera de disculparse y que por la mañana ya habría cambiado de idea.
—¿Qué creías? —dice.
—Que no querías que me fuera porque deseabas que habláramos de ello cuando volvieras a casa.
—Estamos hablando de ello.
Se me hace un nudo en la garganta.
—Entonces ¿qué pasa? ¿Ya no quieres seguir estando conmigo?
—No es eso lo que estoy diciendo. Ven aquí —ordena abriendo los brazos.
Recorro nuestra pequeña cocina en silencio y me acerco a ella. Gruñe con impaciencia, y cuando estoy lo suficientemente cerca me estrecha contra su pecho, envolviendo mi cintura con los brazos. Apoyo la cabeza en su pecho. El suave algodón de su sudadera todavía está frío por el gélido clima invernal.
—Te he echado mucho de menos —dice contra mi pelo.
—No me he ido a nin
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