capitulo 15
AFTER 2: EN MIL PEDAZOS (Versión TaeNy)Pov Tiffany
—¡Esto está de vicio! —le grito a Boa bebiéndome lo poco que quedaba en mi vaso. Rebusco con la pajita entre los cubitos de hielo las últimas gotas del líquido afrutado.
Sonríe de oreja a oreja.
—¿Otra? —Tiene los ojos un poco rojos pero sigue la mar de compuesta, mientras que yo tengo la risa floja y la cabeza en las nubes.
Estoy borracha. Eso es lo que estoy.
Asiento con entusiasmo y, con los dedos en las rodillas, tamborileo al ritmo de la música.
—¿Te encuentras bien? —Dara lo ve y se echa a reír.
—¡Sí! ¡Me encuentro de maravilla! —grito por encima de la música.
—¡Deberíamos bailar! —dice Boa.
—¡Yo no bailo! Quiero decir, que no sé bailar, y menos con esta música —contesto. Nunca he bailado como baila la gente del club y me aterra unirme a ellos. Pero el alcohol que fluye por mis venas me infunde valor—. A la porra. ¡Vamos a bailar! —exclamo.
Boa sonríe, se vuelve hacia Yesung y le da un pico que dura más de lo normal. Luego se levanta del sofá en un abrir y cerrar de ojos y me conduce a la pista de baile. Cuando pasamos junto a la barandilla, miro abajo, donde hay dos plantas llenas de gente bailando. Están tan absortos que me asusta y me atrae a la vez.
Cómo no, Boa se mueve como una experta, así que cierro los ojos e intento dejar que la música controle mi cuerpo. Me siento incómoda pero quiero caerle bien a Boa, es lo único que tengo.
Después de bailar no sé cuántas canciones y dos copas más, todo empieza a darme vueltas. Me excuso para ir al baño, sujetándome el bolso mientras me abro paso entre cuerpos sudorosos. Noto que mi móvil empieza a vibrar. Lo saco del bolso. Es mi madre; paso de contestar. Estoy demasiado borracha para poder hablar con ella. Cuando llego a la cola del baño, reviso el buzón y frunzo el ceño al ver que no hay ningún mensaje de Taeyeon.
«¿Y si la llamo, a ver qué hace?»
No. No puedo hacer eso. Sería irresponsable y mañana lo lamentaría.
Las luces que rebotan en las paredes empiezan a marearme mientras espero. Intento concentrarme en la pantalla del móvil, esperando a que se me pase. Cuando la puerta de uno de los baños se abre al fin, entro de un salto y me inclino sobre la taza del váter, esperando a que mi cuerpo decida si va a vomitar o no. Detesto sentirme así. Si Taeyeon estuviera aquí, me traería agua y se ofrecería a sujetarme el pelo. «No, no lo haría.» Debería llamarla.
Cuando parece que finalmente no voy a devolver, salgo del cubículo en dirección a los lavabos. Toco un par de botones del móvil, lo sujeto con el hombro y la mejilla y agarro una toalla de papel del dispensador. La pongo debajo del grifo para humedecerla pero no sale agua hasta que la paso por el sensor. Odio los grifos automáticos. Se me ha corrido un poco el maquillaje y parezco otra persona. Llevo el pelo alborotado y tengo los ojos inyectados en sangre. Cuelgo al tercer timbre y dejo el móvil en el borde del lavabo.
«¿Por qué demonios no me contesta?», me pregunto. Entonces el teléfono empieza a vibrar y casi se cae dentro del agua, cosa que hace que me eche a reír a carcajadas. No sé por qué me hace tanta gracia.
El nombre de Taeyeon aparece en la pantalla y la toco con los dedos húmedos.
—¿Tellón? —pregunto.
«¿Tellón?» Ay, madre, he bebido demasiado.
La voz de Taeyeon suena rara y como sin aliento al otro lado.
—¿Tiffany? ¿Va todo bien? ¿Me has llamado?
En serio, tiene una voz celestial.
—No sé, ¿te sale mi nombre en la pantalla? De ser así, es probable que haya sido yo —digo sin parar de reír.
—¿Has bebido? —pregunta en tono serio.
—Tal vez —digo con voz aguda, y lanzo la toalla de papel al cubo de la basura.
Entonces entran dos chicas borrachas, una de ellas trastabilla sola y todo el mundo se parte de risa. Se meten tambaleantes en el cubículo más grande y yo vuelvo a concentrarme en la llamada.
—¿Dónde estás? —pregunta Taeyeon de malas maneras.
—Oye, cálmate. —Ella siempre me está diciendo que me calme. Ahora me toca a mí.
Suspira.
—Tiffany... —Sé que está enfadada, pero estoy demasiado atontada para que me importe—. ¿Cuántas te has tomado?
—No sé... Puede que cinco. O seis. Creo —respondo apoyada en la pared. El frío de los azulejos atraviesa la fina tela de mi vestido, son una gozada contra mi piel sudada.
—¿Cinco o seis qué?
— on the beach... Nunca lo hemos probado... Habría sido divertido —digo con una sonrisa pícara.
Ojalá pudiera verle la cara de tonta. No de tonta..., de afrodita. Pero ahora mismo lo de «cara de tonta» me suena mejor.
—Madre mía, estás como una cuba —dice, y adivino que se está pasando las manos por el pelo—. ¿Dó
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