Capítulo Treinta y Cuatro

CORAZÓN DE CRISTAL (ADAPTACIÓN TAENY)

 

 

A Tiffany no le hizo falta abrir la puerta para identificar la música que

aporreaba las paredes. El hecho de que el Jeep no estuviera aparcado fuera

sólo podía significar una cosa:

Helen estaba sola en casa y Tiffany tenía que

entretenerla hasta que Taeyeon regresara.

Con un profundo suspiro, giró el pomo y entró.

 

 

Taeyeon parecía llevar fuera un buen rato a juzgar por el escenario, digno de

un desastre natural, que se le presentó. Helen estaba tirada sobre el sofá

con el mando a distancia en una mano y el teléfono en la otra. La mesita del

café estaba enterrada bajo un montón de envolturas de chicle y otros

papeles. Al verlo, Tiffany se fue directamente a la cocina para no oír la

conversación telefónica de la mujer.

 

 

Seguro que es de larga distancia, pensó mientras metía la crema en la

nevera.

Una caja de seis cervezas casi vacía captó su atención.

 

Espera, espera…

yo tenía cuatro de esas cuando me fui a trabajar esta mañana.

 

Con renovado mal humor, agarró la botella que quedaba y cerró la puerta con

fuerza.

 

 

—Ah, ahí estás —esclamó Helen desde la puerta

—. Te he visto entrar, pero estaba al teléfono. 

¿Te has acordado de traerme la crema?

 

 

—Está en la nevera —respondió Tiffany acodándose en el mostrador y

llevándose la botella a los labios

—. Y por cierto, la cerveza que te has bebido era mía.

 

—¿En serio? Vaya, perdona por no preguntarte.

Di por hecho que me la podía tomar. —

Sin el sombrero, el cabello plateado de Helen se erguía casi de

forma vertical sobre su cabeza y Tiffany se preguntó para sí si le habría

llevado una foto de Phyllis Diller al peluquero.

 

 

—Supongo que no podías saberlo si nadie te lo dice —

convino Tiffany a regañadientes

—. Casi todo lo que hay en la nevera es comunitario, excepto

la cerveza

y esas cosas de nueces que le gustan a Taeyeon.

 

—Y dime, ¿qué tal te ha ido hoy? —

preguntó Helen, cruzando la habitación y

acomodándose frente a la mesa de la cocina.

 

 

—Normal. Ya hemos terminado con los muros del segundo piso.

 

 

—Me vas a perdonar, pero creo que estás demasiado buena como para andar

jugando a Rosie la Remachadora. Podrías ser modelo.

 

Tiffany echó otro trago sin ninguna intención de abandonar el mostrador.

 

—La belleza se acaba tarde o temprano. Además, yo no remacho nada.

Le pongo cemento a las estructuras. 

Toda una habilidad en la industria de la construcción.

 

 

—A mí me parece un poco de marimacho.

 

No te he pedido tu opinión, pensó Tiffany para sí.

 

 

—En fin… ¿Dónde ha ido Taeyeon?

 

 

—A ver a su madre. Yo estuve esta mañana, pero Gail tenía esa actitud post

menopáusica tan suya que le impide mantener una conversación normal.

 

 

—Por lo menos se encuentra mejor y has podido entrar a verla otra vez.

 

 

—Bah. —Helen hizo un gesto despreciativo con la mano—. No va a enterrar

el hacha de guerra tan fácilmente, y yo tampoco. Debí haber llamado

simplemente para ver cómo estaba, pero me apetecía tomarme unas

vacaciones.

 

 

—Bueno, estoy segura de que tu hermana te agradece el que hayas venido a

verla desde tan lejos.

 

 

Levantando la botella una vez más, se sorprendió al encontrarla vacía. Sabía

que tenía que comprar más en la tienda.

 

 

—¿Agradecérmelo? Por favor. —

Helen hizo una mueca de disgusto

—. Esa mujer no me ha dado las gracias por nada en su vida.

 

 

—Yo no conozco a la Sra. Kim lo suficiente como para decir nada, pero

daría mi brazo derecho por saber dónde está mi hermana ahora mismo. —

Dándose cuenta de que había hablado de más, Tiffany dejó la botella en el

mostrador y abrió la nevera

—. Será mejor que vaya haciendo la cena.

 

 

—¿No sabes dónde está tu hermana? —

preguntó Helen

—. ¿Se pelearon o algo así?

 

 

Tiffany negó con la cabeza.

 

 

—No. Michelle se escapó de casa cuando era adolescente. No la he visto desde

entonces. —Tras sacar las sobras de pollo y dejarlas en la encimera, Tiffany

se quedó pensativa un momento antes de volverse hacia Helen

—. Oye, ya sé que no es asunto mío, pero la Sra. Kim es tu hermana.

¿Es que no te importa cómo esté?

 

 

—Pues claro que sí —dijo Helen con tono cortante

—. Esa no es la cuestión.

 

 

—¿Y cuál es la cuestión? —

preguntó Tiffany suspirando

—. ¿Tan importante es si no ha terminado de pagar la casa o

que sus ideas políticas no sean las mismas que las tuyas? 

Tú elegiste una vida de fiestas y multitudes. Viajar es

tu mundo. Ella eligió una familia y ese es su mundo.

¿Es que no puedes aceptar que son diferentes y ya está? —

 

Sacó una sartén del estante bajo el mostrador y la soltó con un fuerte golpe

—. ¿Crees que no tiene miedo de

estar en ese hospital sabiendo que se habría muerto si su

hijo no hubiera estado en casa ese día? —

 

La bandeja y el pollo fueron a dar sobre el fogón

sin demasiados miramientos

 

—. ¿Te parece que Taeyeon no está preocupada por su madre? 

Lo que menos necesita ahora es llegar a casa y oírte machacar los

mismos temas una y otra vez.

¿Qué demonios importa quién lleva o no lleva razón?

 

 

—No sabía que te afectara tanto —

dijo Helen, con una voz un poco más sumisa

—. Normalmente saludas a Taeyeon y te vas arriba.

 

 

—Ya, bueno, yo no soy de la familia e intento mantenerme al margen a no ser

que Taeyeon necesite hablar.

 

 

—Por no mencionar cierto olor a hierba que sale de tu habitación.

Tiffany se sonrojó levemente.

 

 

—Ah, ya… bueno…

 

 

—Había pensado preguntarte sobre eso. Se me olvidó echar la mía en la

maleta cuando vine.

 

 

—Oh. —

Captando la indirecta, Tiffany asintió

—. Sólo puedo fumar hierba en mi habitación.

Con los cigarrillos no hay problema. A Taeyeon le preocupa que

los vecinos me vean encendiendo un porro.

 

 

—Pues es una buena forma de trabar amistad con los vecinos —

dijo la mujer

 

 

—. Los míos suelen venir para que les dé un poco.

 

 

—Nunca me hubiera imaginado que fumas —

dijo Tiffany sintiendo que la

rubia de antes empezaba a disiparse. Se inclinó contra el mostrador,

resistiéndose a la tentación de ir a sentarse con la tía de Taeyeon en la mesa.

 

 

—Si me comparas con mi sobrina, supongo que soy lo que se dice una

rebelde.

Iba mucho a las discotecas en los setenta, pero estoy segura de

que Taeyeon no lo sabe.

Su madre la aislaba de aquel “sórdido” modo de vida,

como solía llamarlo. —

Helen le quitó importancia al asunto con un ademán

—. Ven a sentarte conmigo. No me gusta hablarle a las paredes. —

 

 

Tiffany dudó

un momento y luego cedió, colocándose justo al otro lado de la mujer

 

 

—. Eso está mejor.

Tengo que admitir que no te pareces nada a las otras novias de

Taeyeon.

 

 

No somos novias —le recordó la rubia.

 

 

—Bueno, digamos amigas mujeres, no de amantes lesbianas —

aclaró Helen

—. Aunque tengo que admitir que Taeyeon debió echarle muchos cojones cuando

salió del armario con su madre.

 

 

—Taeyeon es muy valiente —convino Tiffany.

 

 

—Nunca se lo dije, pero me siento orgullosa de que se mantuviera firme en

ese aspecto y no dejara que su madre la llevara a un psicólogo. —

Una sonrisa malévola cruzó los labios de la mujer

—. Debo confesar que yo he estado

tentada de cruzarme de acera una o dos veces.

¿Te acuerdas de la serie aquella que se llamaba Wagon Wheel? 

Podría contarte un par de cosas de la actriz que hacía de Carol.

 

 

 

La referencia se abrió paso en la mente de Tiffany. Aunque sólo recordaba

la serie vagamente de cuando era pequeña, el significado estaba claro.

—¿Entonces eres biual?

 

 

—Supongo. Llevo muchos años sin estar con una mujer, pero nunca es tarde.

¿Y tú qué?

 

 

—Yo soy hetero —contestó Tiffany.

 

 

—Ya veo. ¿Hay algún hombre en tu vida? Conozco a un chicarrón que está

como un queso y se moriría por andar con un bombón rubio como tú.

 

Tiffany rió con ganas y negó con la cabeza.

 

 

—Creo que paso. Ahora mismo no busco una relación.

 

 

—Lástima. ¿Por una ruptura fea?

 

 

—No. —

Como era su costumbre, Tiffany bajó la vista hacia la mesa para

hablar sobre sí misma

—. Nunca he tenido una relación estable.

 

 

—Una auténtica lástima. Eres joven, pero, ¿No te parece que ya es hora de ir 

buscando a alguien con quien compartir tu vida? —

Helen extendió la mano y palmeó la de Tiffany

—. Hazle caso a este carcamal, querida. No hay cosa más triste 

que no tener a nadie a quien amar cuando vuelves a casa.

Personalmente, creo que te estás limitando con eso de no buscar en el otro

lado de la valla.

Mi sobrina es una joya, ¿sabes?

Escritora de éxito, con carrera… y no está nada mal, ¿eh?

 

 

Tiffany advirtió el gesto de complicidad de Helen y sonrió.

 

 

—No, para nada. Taeyeon es una persona muy agradable, pero no hay nada de

eso entre nosotras.

Además, no soy su tipo.

 

 

—Pues no sé qué decirte, querida. Mi sobrinita parece pensar otra cosa.

 

 

¿Qué ha dicho sobre mí?

 

 

—Ah, tienes curiosidad, ¿eh? —

preguntó Helen con aire interesante

—. Te diré lo que vamos a hacer. 

Aún quedan como veinte minutos para la cena, ¿no?

 

 

—Sí, por lo menos.

 

 

—Si me das una calada o dos, a lo mejor me animo a revelarte cierta

información confidencial.

 

 

Tiffany no necesitó que se lo repitiera.

 

 

—Vamos.

 

 

*

*

*

 

 

Taeyeon se sentía agotada para cuando apagó el motor, aunque ver el ya

familiar Omni allí aparcado le levantó un poco el ánimo.

 

Eso significaba que

Tiffany estaba en casa y,

probablemente, que su tía habría decidido irse a

dormir temprano.

 

Recordando la bolsa colmada de productos de limpieza que

llevaba en el asiento trasero, la cogió y se dirigió a la puerta.

Tras dejar la bolsa en la mesa de la entrada, advirtió con cierta extrañeza

que ninguna de las dos estaba en el piso de abajo. Lo que no le sorprendió

tanto, por desgracia, fue el desbarajuste que reinaba en la sala de estar. La

cocina tenía mejor aspecto. Los platos estaban limpios y secándose, aunque

juzgó que la autora de tan magnánimo gesto había sido su compañera de

piso, puesto que el colador yacía en el extremo opuesto del fregadero. Taeyeon

se dio unos minutos para reacomodar todos los utensilios de cocina antes de

subir la escalera.

 

 

—¿Hola? —

exclamó Taeyeon al oír voces a medio camino del piso superior.

 

 

—Estamos aquí —respondió Tiffany.

 

 

Taeyeon no pudo evitar enarcar las cejas ante este nuevo cambio de rutina.

Su tía Helen y Tiffany estaban juntas en la misma habitación y, a juzgar por los

sonidos que provenían del interior, se lo estaban pasando bien.

 

El aroma dulzón que salía de debajo de la puerta le aclaró el motivo. 

 

Al abrir, lo primero que vio fue una montaña de ropa sucia,

unos vaqueros arrojados sin ningún cuidado en el respaldo de la silla naranja

y las botas de trabajo de Tiffany tal cual habían caído al quitárselas

de dos patadas. Tiffany estaba

cómodamente tumbada en la cama y Helen ocupaba la silla con los pies en

alto.

 

 

—Hola —dijo Tiffany

—. ¿Cómo está tu madre?

 

 

—Hola, calabacita —

saludó a su vez Helen

—. Ven a sentarte y nos cuentas.

 

 

—No te preocupes por la ropa —

le advirtió la joven

—. Pasa por encima y ya está.

 

 

—O también podría alquilar una excavadora —

respondió Taeyeon con acritud.

 

Evitó pisar la ropa sucia y fue hasta la cama, sentándose con las piernas

cruzadas en la esquina más cercana a la puerta del balcón.

 

 

Entonces, dirigió una mirada a su tía y luego a Tiffany

—. Ya veo que  encontraron algo en común —

afirmó con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre lo que

opinaba al respecto.

 

 

—Te pareces demasiado a tu madre. —

Helen frunció el ceño y tomó la pipa de las manos de Tiffany

 

 

—. Y bien, ¿cómo está?

 

 

—Cien veces mejor que cuando la ingresaron —

dijo Taeyeon

—. Si todo va bien esta noche, a lo mejor le dan el alta

mañana por la mañana.

 

 

—¿A qué hora vas a ir a verla? —preguntó Helen.

 

 

—Quiero llegar allí como a las nueve o las diez.

 

 

—Voy contigo —

dijo Helen, extendiendo la mano para que Tiffany le diera el

encendedor.

 

 

Taeyeon observó cómo su tía de cincuenta años le daba una calada a la pipa y

pensó para sí que debía haberla poseído algún bicho de la Dimensión

Desconocida.

Taeyeon aún se sentía incómoda al ver a Tiffany fumando,

pero lo de su tía era harina de otro costal.

 

—Em… ¿Tía Helen?

 

 

—Dime, calabacita. —

Helen parecía estar viéndola, pero tenía los ojos

levemente cerrados.

Al parecer, llevaba ya un buen rato en aquella

habitación.

 

 

—¿Te importaría no fumar… eso delante de mí? Se me hace un poco raro.

 

 

—Tengo una idea —

dijo Tiffany recogiendo su pipa y dejándola sobre el

cenicero

—. Voy a por un cigarrillo. ¿Por qué no salimos al balcón?

Taeyeon se va a asfixiar aquí dentro.

 

 

—Excelente, querida. —

Helen se puso en pie un tanto precariamente, se

enderezó y fue hacia la puerta corredera.

 

 

—¿Y de qué han estado hablando? —

preguntó Taeyeon a Tiffany, procurando quedarse atrás.

 

 

—Ah, toda clase de cosas —

le respondió la joven

—. De hermanas, familias, libertad… y de ti, claro.

 

 

¿De mí?

 

 

—Bueno… —

Los ojos de Tiffany adquirieron un brillo travieso

—. Tú eres lo principal que tenemos en común.

Y por cierto,

¿lo de saltar barriles con la bicicleta? Mala idea.

 

 

—¿Te ha contado eso? —

Taeyeon estaba conmocionada puesto que esa era una

de las anécdotas que más la avergonzaban, en especial cuando el comandante

de la base llamó a su padre para contarle que ella había estado jugando en

un área no autorizada.

 

 

—Me ha contado un montón de cosas —

dijo Tiffany con tono juguetón. Helen

no había tardado mucho en entonarse,

regalándole una tremenda retahíla de

los momentos más embarazosos de la niñez de Taeyeon

—. Como esa vez que

fuiste a visitarla y te perdiste en el metro.

 

 

—Fue ella la que me dijo que me quedara en la línea roja —

refunfuñó Taeyeon mientras salían al balcón

—. Así que ahora tienes por hobby hablar de mí,

¿eh?

 

 

—Tienes suerte de que se me olvidara echar los álbumes de fotos a la

maleta —

dijo Helen

—. ¿Te acuerdas de aquel verano que fuimos de acampada?

¿Cuándo vinieron tus primos?

 

 

En ese momento, Taeyeon sintió un gran alivio de que la oscuridad que les

rodeaba ocultara el rubor que sin duda teñía su rostro.

 

 

—Sí, me acuerdo. ¿Podemos cambiar de tema?

 

 

—Ah, es mucho más divertido meternos contigo —

dijo Tiffany recostándose

en su silla y apoyando los pies sobre el barandal

—. A ver, Helen, me estabas

contando la primera vez que Taeyeon se emborrachó.

 

 

—Oh, no —

gruñó el sujeto en cuestión

—. ¿Y todavía te preguntas por qué no suelo beber? 

Basta con que una tía te lleve a tu primera borrachera.

 

 

—Te pasaste todo el rato abrazada a una diosa de porcelana, ¿no? —

la picó Tiffany.

 

 

—Fue su mejor amiga aquella noche —

añadió Helen con todo divertido

—. Y también a la mañana siguiente.

 

 

—Pero apuesto a que tú tienes más confianza con

esa diosa en particular que yo —

dijo Taeyeon devolviéndole la broma.

 

 

—Ahí me has pillado, colega. —

La única bombilla del muelle trasero aportaba

escasa iluminación, pero lo bastante

como para que Taeyeon viera la pantomima

de Tiffany como de haber recibido un disparo en el pecho

—. Sin embargo, yo

nunca he intentado bajar a gatas unas escaleras.

 

 

—No se te olvida nada, ¿verdad, tía Helen?

 

 

—De hecho, casi nada, calabacita —

contestó Helen, disfrutando de lo lindo.

 

 

Tiffany y ella tenían unos cigarrillos encendidos y la mujer le dio al suyo una

buena calada antes de seguir vacilando a su sobrina

—.Tendrías que haberla visto, Tiffany.

No paraba de hablar con la barandilla.

 

 

La amigable charla siguió durante más o menos una hora, aunque Taeyeon dejó

de sentirse avergonzada después de aquella última anécdota. Por fin, tras

varios bostezos, quedó patente la necesidad de dar por terminada la velada

y Helen se retiró a la habitación de Taeyeon, misma que ocupaba desde que

llegó. Taeyeon siguió a Tiffany adentro, sorteando unos pantalones cortos que

había tirados junto a la puerta.

 

 

—¿Cómo puedes vivir en medio de este desastre? —

preguntó Taeyeon.

 

—Sé perfectamente dónde está cada cosa. Es un desastre organizado —dijo

Tiffany dejándose caer en la cama y apoyando la espalda contra el cabecero

 

 

—. Y dime, ¿ya te has hartado o te sientes de humor para hacerme una

visita de vez en cuando?

 

 

Desde la llegada de Helen, había pasado la mayor parte de las tardes en el

piso de abajo, por lo que las dos amigas no habían tenido muchas ocasiones

de sentarse a charlar, y Taeyeon se descubrió echando de menos esos ratos.

 

 

—Esta bien, pero si me prometes que sólo fumarás cigarrillos.

 

 

—Trato hecho —

convino alegremente Tiffany al tiempo que daba un golpe en

el brazo de su silla naranja

—. Siéntate y relájate.

 

 

—Veo que esta noche estás de buen humor —

apuntó la escritora, sentándose a continuación

—. Todavía no me puedo creer que tú y mi tía

Helen se hayan hecho buenas migas,

y menos que hayan estado fumando hierba.

 

 

—La verdad es que me dejó pasmada cuando me preguntó si tenía un poco —

dijo

Tiffany ahuecando una almohada antes de ponérsela en la espalda

—. Pero una vez que se me pasó el cabreo,

me di cuenta de que no está tan mal. Un

poco rara, pero simpática.

 

 

—No te ha contado su teoría sobre los alienígenas y los laboratorios

secretos que tienen escondidos en el desierto, según veo.

 

 

—Ah, lo estoy deseando. Me ha dicho lo de su primo, el que tiene un

espectáculo de travestis en Nueva York.

 

 

—Ya te habrás dado cuenta de que no todos a los que llama primos lo son en

realidad —

le explicó Taeyeon

—. Creo que la mayoría son hijos de sus amigos, y

a ella le encanta jugar a la tía rica con ellos.

 

 

—Ya…

A mí no me hubiera importado tener una tía rica cuando era pequeña.

 

 

—Bueno, no estaba mal, pero nunca me interesó su dinero. Ir a verla era

como estar en un parque de atracciones gigante. Nunca se sabía lo que iba a

hacer, pero era divertido. —

Sin pensarlo, Taeyeon se quito las zapatillas y

subió los pies a la cama de Tiffany

—. Créeme, hay un límite para lo que una

persona puede divertirse en cierto tiempo, dejando aparte el bajar

gateando una escalera. —

Se inclinó hacia delante y le dio a Tiffany una palmada en la pierna

—. Eh, me ha llegado un cheque esta mañana.

¿Qué te parece si salimos a cenar 

después de que salgas del trabajo mañana?

 

—¿Y qué hacemos con Helen?

 

 

—Se la apalancaré a Jiwoong. Seguro que le encantará contarle todos sus

chismorreos. —

La mente creativa de la escritora trabajó durante un

momento antes de idear el escenario perfecto para su plan

—. Le comeré el

tarro con el rollo de que a mi hermano

le encantaría pasar la tarde con ella antes de irse a la Universidad.

 

—Estoy segura de que le va a encantar —dijo Tiffany.

 

 

—¿Sabes que fue ella quien me compró mi primer coche cuando

acabé el instituto? 

Era de segunda mano, pero no estaba oxidado y llevaba pocos

kilómetros.

Un "cinco puertas" muy útil para moverme por el campus.

 

 

—Mi primer coche es el mismo que tengo ahora —

dijo Tiffany haciendo un gesto hacia el aparcamiento

—. Fui tirando de lo que me devolvía Hacienda e

hice pagos trimestrales para conseguir ese montón de chatarra.

Lo tengo desde hace casi un año.

 

 

—Y seguro que lo valoras más de lo que yo valoraba mi Ford. No llevar

cadenas en mitad de una tormenta y mi falta de experiencia lo llevaron al

desguace en menos de cuatro meses.

 

 

—Oh, vaya mierda.

Taeyeon sonrió al escuchar la frase malsonante de su amiga,

pero al final asintió.

 

 

—Supongo que depende de cómo lo mires. El seguro me dio el dinero que

necesitaba para comprarme los libros, así que no tuve que pedirles prestado

a papá y a mamá cuando quedaba tan poco para Navidad. En cualquier caso,

ahorré lo que me sobró y empecé a dar clases particulares para comprarme

otro coche.

 

 

—Apuesto a que tuviste más cuidado con ese —aventuró Tiffany.

 

—Pues sí —

admitió Taeyeon por su parte

—. Me duró hasta el último año de carrera. —

 

 

Acto seguido, frunció el ceño tratando de recordar cómo se

habían desviado tanto del tema. Claro que, con Tiffany, cualquier

conversación era una montaña rusa

—. Ah, la cena.

 

 

—Sí. ¿Adónde habías pensado ir? Hay uno muy barato como a kilómetro y

medio del hospital. Ya sabes, ése con los crystales ahumados.

Taeyeon hizo una mueca.

 

 

—¿Y si vamos a un sitio donde la mitad del plato no sea grasa?

 

 

—¿Estás bromeando? Es el mejor sitio. Hacen unas costillas buenísim… —

Tiffany pareció replantearse la idea un momento

—. Ah, cierto, que tú no comes carne roja.

Pero también tienen marisco.

 

—Sin duda empapado y nadando en aceite —

respondió Taeyeon

—. Hay un italiano cerca del centro comercial.

 

 

—¿Y comida china? —

propuso Tiffany ignorando el comentario de su

compañera de piso.

 

 

—Siempre me atasco cuando voy a un chino.

¿Qué tal el sitio nuevo de la Quinta?

 

 

—Demasiado caro.

Donghae sólo ha podido darme unas cuantas horas extra

esta semana. 

Tiffany suspiró y alcanzó sus cigarrillos

—. Es como cuando

empezamos a vivir juntas. No nos ponemos de acuerdo en nada.

 

 

Taeyeon no pudo evitar sonreír.

 

 

—Ya… Pero hemos mejorado mucho desde entonces. Llevo semanas sin

recoger la toalla del suelo del baño. Y hablando del baño…

 

 

—Yo no he sido —

afirmó Tiffany antes de oír el final de la frase.

 

 

—Mala conciencia, ¿eh? —

bromeó Taeyeon

—. Ya sé que tía Helen usó mis jabones, 

pero me ha dicho que no ha comprado los nuevos.

Así que, ¿de dónde han salido?

 

 

—¿El hada del jabón?

 

 

—Me da que soy un poco mayor para creer en hadas, Tiffany.

Sin embargo, sí creo que hay por aquí una compañera de piso

que ha tenido un detalle maravilloso.

 

Tiffany sonrió al escuchar palabras como aquellas, a las que definitivamente

no estaba acostumbrada.

 

—Es que echaba de menos el olor.

 

—Para eso existen los ambientadores —

puntualizó Taeyeon

—. A mí no me la das. Te lo agradezco mucho.

Son incluso más bonitos que los que tenía antes.

 

 

La rubia sonrió de nuevo y apagó su cigarrillo.

 

 

—¿Cómo hemos acabado hablando de esto? Estábamos con la cena.

 

 

—Yo he sugerido el restaurante de la Quinta —retomó Taeyeon.

 

 

—Y yo he dicho que es demasiado caro.

 

 

—La mayoría de las cenas cuestan menos de veinte dólares, Tiffany.

Además, voy a invitar yo porque el cheque ha sido de un poco más de lo que

esperaba.

¿O es que te creías que iba a invitarte a cenar

y dejarte pagar después? —

Taeyeon negó con la cabeza

—. No soy tan mala en las citas.

 

 

—Ya, bueno, es que la última vez que alguien quiso pagarme la cena lo hizo

esperando algo a cambio. —

Tiffany sonrió

—. Pero dado que no tienes nada que hacer conmigo, acepto.

 

 

—Oh, por favor. Verte a ti y a tía Helen llevándose tan bien vale más que

una simple cena.

¿De qué estuvieron  hablando aquí dentro?

 

 

En ese momento, Taeyeon se puso a recoger un poco de ceniza que había caído

sobre la mesita de noche, así como un montón de paquetes de tabaco

arrugados.

 

Tiffany, por su parte, le lanzó una sonrisa traviesa.

 

—¿Aparte de intentar decidir qué es mejor, si el papel o la pipa? —

Su cara cambió de pronto al darse cuenta de lo que

Taeyeon pretendía hacer

—. Oye, deja mi basura en paz. —

 

 

Taeyeon abrió las manos para que la joven le quitara lo

que había estado recogiendo.

 

 

—Sólo quería ayudar —dijo la escritora

 

.

—Ya, ayudar a limpiar —

afirmó Tiffany tirando los paquetes y todo lo demás

a la papelera, ya de por sí llena a rebosar

—. Esta es mi habitación. Puedo tenerla tan sucia como quiera.

 

 

—Hay una diferencia entre el desorden y que parezca una zona de guerra.

 

 

—Pero es mi zona de guerra —

puntualizó la rubia con orgullo

—. Si yo no voy a ponerte tu cuarto hecho un desastre, 

tú no puedes venir a limpiar el mío.

Me porto bien en el resto de la casa.

 

 

Taeyeon se sacudió las manos en los pantalones antes de entrelazarlas para

resistirse a la tentación de recoger el paquete que había caído fuera de la

papelera.

 

—Tienes razón.

 

 

—No es que esté estropeando las paredes o la alfombra. Sólo está…

 

—Desordenada —aventuró la escritora.

 

 

—Desordenada, sí, eso suena bien. —

Tiffany sonrió

—. Claro que decir que yo

soy un poco desordenada es como decir que en Maine sólo nieva un poco en

invierno.

 

Ambas mujeres se echaron a reír, continuando las bromas sobre sus

respectivas manías un poco más.

 

 

—Entonces, aparte de qué es mejor, si el papel o la pipa… y no, no quiero

saber la respuesta… —

dijo Taeyeon

—, ¿de qué más estuvieron  hablando?

 

 

—De hermanas —

afirmó Tiffany encogiéndose de hombros

—. Le he dicho

que debería preocuparse más por el estado de salud de su hermana

y menos por si ha terminado de pagar las letras de la casa.

 

 

—¿Le has hablado de Michelle?

 

 

—Un poco. Le he dicho que llevamos mucho tiempo separadas y que aunque

estuviera viviendo en una caja, querría verla y pasar tiempo con ella.

 

 

—Así que por eso ha dicho que quiere ir a ver a mamá mañana —

dijo Taeyeon

—. Me tenía intrigada con semejante cambio de idea. —

A continuación, miró a Tiffany con aire pensativo

—. Supongo que algunas veces todos necesitamos

que nos recuerden qué es lo verdaderamente importante.

 

 

—No sé. Supongo. —

Tiffany se encogió de hombros y levantó las rodillas,

dejando descansar allí sus brazos, sin dejar de recostarse contra el

cabecero de la cama. Una triste mirada melancólica cruzó su rostro en ese

momento.

 

 

—¿Cómo te ha ido hoy con Jessica? —

le preguntó Taeyeon al darse cuenta del día que era.

Tiffany solía ponerse en plan solitario después de sus sesiones y

Taeyeon pensó que tal vez aquélla sería otra de esas noches en que su

compañera necesitaba quedarse despierta y hablar.

 

 

—Bien, supongo. —

Tiffany meneó la cabeza, como dándose cuenta del

aspecto que debía tener en aquel momento, y aplastó su cigarrillo contra el

cenicero

—. No es nada.

 

 

—¿Segura? A mí me parece algo.

 

 

—Estuvimos hablando un rato sobre mi madre. —

Tiffany bajó la mirada

—. Y te aseguro que no ha sido uno de mis mejores momentos en esa oficina. —

 

Taeyeon permaneció en silencio, a sabiendas de que su papel era escuchar sin

interrupciones

 

—. Doc me metió en ese juego estúpido en el que se supone

que le gritas a tus padres. —

Taeyeon asintió, comprendiendo de qué hablaba

aunque nunca hubiera estado presente.

 

 

Entonces, Tiffany siguió hablando

con la mirada perdida

—. ¿Sabes qué es lo más raro? Que por mucho que

pienso que la odio, una parte de mí sigue preocupándose por ella. —

Alargó la mano como para agarrar una pelusa

imaginaria encima de la manta

—. ¿Te acuerdas de lo mal que estabas cuando

te llamaron para decirte que tu madre estaba enferma? 

Yo quisiera que la mía me hubiera importado lo

suficiente como para reaccionar igual, pero adivina qué. —

Tiffany lanzó una leve carcajada y meneó la cabeza

Si recibiera esa llamada hoy mismo… 

iría.

 

 

—Me da que esta conversación se merece una taza de té —

dijo Taeyeon,

consciente de que aquello era lo suficientemente serio como para atajarlo

—. Vamos a bajar al sofá, poner la tele de fondo y hablar.

 

 

—Taeyeon… ¿Crees que es posible querer y odiar a alguien al mismo tiempo?

 

 

Tras aspirar profundamente, Taeyeon se planteó la respuesta con seriedad.

 

 

—Creo que podemos odiar las cosas que ha hecho una persona a la que

amamos. Y creo que hay gente a la que nunca se podrá amar —

dijo, pensando en el padre de Tiffany

—. Lo mejor que podemos hacer es que nos sean indiferentes. 

No me gusta gastar mi energía en odiar a alguien.

Si me han herido hasta el punto de que no puedo perdonarles o 

volver a confiar en

ellos, les borro de mi vida y sigo adelante. —

 

 

Taeyeon se puso en pie y extendió su mano

 

 

—. Venga, vamos abajo. Si te portas bien, a lo mejor me acuerdo de

dónde tenía escondida una caja de malvaviscos y el chocolate —

aventuró, sabiendo de antemano que Tiffany no era muy afecta al té.

 

 

Con el transcurso de las horas y la conversación,

ninguna de las dos se dio cuenta del momento en que 

la puerta de la habitación de Taeyeon se abrió a medias 

o de cómo la acústica de la casa transportaba sus voces hasta el piso

de arriba.

Si alguna se hubiera molestado en mirar, hubieran visto a Helen

sentada junto a la puerta, con la luz de la luna reflejándose en su cabello

plateado.

 

 

 

***

 

 

—¿Dónde tiene la bandeja de servir? —

preguntó Taeyeon antes de abrir uno de los estantes y cerrarlo de nuevo. 

Al parecer, su madre había

reacomodado la cocina después de que ella se fuera de casa.

 

 

—Creo que está en el de encima de la nevera —

dijo Jiwoong, reclinándose

sobre la barra americana que separaba la cocina de la sala.

A continuación,

cogió un trozo de queso y se lo llevó a la boca.

 

 

—Deja ya de comer —le amonestó Taeyeon—. Se me había olvidado que

pareces un ratón.

 

 

—¿Qué puedo decir? Adoro el queso —dijo, comiéndose otro pedazo.

 

 

—Pues a los demás también, y me gustaría que quedara algo cuando nos

sentemos a la mesa. —Taeyeon encontró la bandeja sobre la nevera y acomodó

encima las tazas y la tetera—. ¿Me puedo fiar de que saques eso sin comer

nada más?

 

 

—No —

afirmó él con tono divertido, antes de echarse otro trozo a la boca y

encaminarse hacia la otra habitación.

 

Taeyeon meneó la cabeza y volvió a comprobar el equilibrio de la bandeja. 

La porcelana china de su madre, esa

que nunca abandonaba el armario, lucía esplendorosamente en sus manos y lo

último que Taeyeon deseaba era cuartear o romper alguna pieza. Asegurándose

de que las tazas estaban seguras, levantó la bandeja con sumo cuidado y

cruzó la puerta abatible.

 

 

—Aquí viene el té —anunció.

 

 

—Excelente, cariño —

dijo la madre de Taeyeon

—. Déjalo aquí.

 

 

Gail Kim estaba sentada en una silla de terciopelo rojo mientras su

hermana ocupaba otra igual, de espaldas al fuego de la chimenea. Jiwoong

permaneció de pie junto a una de las mesas laterales, disfrutando de lo lindo

con el queso y las galletas. Taeyeon, por su parte, dejó la bandeja y empezó a

llenar las delicadas tazas de color blanco y dorado.

 

 

—Y bien, ¿qué te dijo el médico? —preguntó Gail a Helen, reiniciando la

conversación que tenían antes de que Taeyeon llegara con el té.

 

 

—Que madre debía quedarse bajo techo y no estar con nadie que tuviera la

gripe. Ya ves tú, en un asilo de ancianos.

 

 

—Pero si ha tenido una mala reacción a la gripe, ¿qué otra cosa pueden

hacer? —preguntó Helen, tomando la taza de té y el plato que Taeyeon le

alargaba.

 

 

—Siempre podemos traérnosla a casa —

dijo Helen. Taeyeon, que había estado

atenta a la conversación, enarcó las cejas y meneó la cabeza.

 

 

—¿Y dónde piensas ponerla? La abuela no puede quedarse aquí. No hay nadie

que la cuide.

Taeyeon se dio cuenta de su error al recibir una mirada taladrante por parte

de su madre.

 

 

—Me las apañé perfectamente contigo y con tu hermano desde que llevan

pañales. Si contratamos a una enfermera, no veo por qué no podría quedarse

aquí mi madre, por lo menos durante un tiempo. —

Gail miró entonces a su hermana

—. Helen, ¿acabas de oír a mi hija?

 

 

Taeyeon, sintiéndose como una niña, alargó otra taza a su tía y se sentó,

dirigiéndole una mirada de soslayo a su hermano. Jiwoong, por su parte, se la

devolvió con aire cómplice, a sabiendas de lo que le esperaba a continuación.

 

 

—No puedes culpar a las nuevas generaciones de no tener ni idea de qué es

lo que realmente importa —dijo Helen tomando un sorbito de té y dejando

parte de su pintalabios en la porcelana china.

 

 

—Helen, ¿te acuerdas de cuando le robamos el coche a Papá Edsel? —

preguntó Gail. Su hermana sonrió inmediatamente.

 

 

—Oh, querida. Llevaba años sin pensar en eso. Nos cayó una buena cuando

vio la abolladura.

 

 

—Esa fue la última vez que lo hicimos. A veces me pregunto si Robert y yo

no fuimos demasiado blandos —dijo Gail, mirando con determinación a su

hija—. A ti ni se te ocurra meterme en un asilo, ¿entendido, jovencita?

Taeyeon adoptó un aire ofendido.

 

 

—Ni en sueños, madre —dijo la joven

—. Jiwoong, deja ya de comerte todo el queso.

 

 

—Y ahora no la pagues con él —

volvió a amonestarla Gail antes de dirigirse de nuevo a su hermana

—. ¿Cuánto piensas quedarte?

 

 

—No tengo nada que hacer hasta mediados de mes. —

Helen tomó otro sorbito de té

—. Hay una inauguración en el Met y no puedo faltar. Ya sabes

lo mucho que apoyo el arte.

 

 

—O sea, que aún nos quedan cinco días —dijo Gail—. No hay necesidad de

que Taeyeon te esté trayendo y llevando constantemente. Hija, tráete las

cosas de tu tía esta noche. Puede quedarse en tu antigua habitación.

 

 

La escritora hizo sus mejores esfuerzos por no ahogarse con el té que tenía

en la boca.

 

 

—Em… por supuesto, mamá. Tengo que ir a casa a recoger a Tiffany en una

hora más o menos. Dejaré aquí las maletas antes de ir a cenar.

 

 

Taeyeon advirtió la sonrisita sabihonda de su tía, pero no quiso indagar sobre

la causa enfrente de su madre.

 

 

—Y supongo que pagar unos precios exorbitantes por cenar es lo que tú

llamas un modo apropiado de gastar el dinero.

Sería más lógico que vengan aquí. 

Jiwoong, ¿has puesto a descongelar el asado como te dije?

 

—Sí, mamá.

 

 

—Pues arreglado —

dijo Gail felizmente al tiempo que se acomodaba los pliegues

de la falda

—. Se quedan  a cenar. No pasas tanto tiempo con tu familia como

deberías y quién sabe cuándo volverá a visitarnos tu tía.

 

 

—Em… —

A pesar de que normalmente pensaba rápido, Taeyeon encontró

dificultades para dar con una excusa que les librara de aquélla sin ofender a

su madre

—. Yo no como carne roja.

 

 

—¿Y cuándo he dicho que era asado de carne roja? —

Gail meneó con la cabeza y miró a su hermana

—. Te lo juro, Helen, no sé qué les pasa a estoscríos. 

A lo mejor la idea de papá de meternos en cintura con una vara de

nogal no era tan mala después de todo. Taeyeon, llevas sin comer carne roja

desde que eras adolescente.

¿Te crees que se me ha olvidado?

Tal vez no estoy al 100%, pero tampoco estoy senil.

 

Taeyeon sólo pudo asentir, deseando que se la tragara la tierra.

 

 

—Seguro que disfrutarás un guiso de pollo casero con patatas asadas y tal

vez un poco del suflé de tu tía Helen.

 

 

Jiwoong y Taeyeon intercambiaron miradas.

El suflé de Helen equivalía a los pasteles de frutas de otras familias. 

Un mal necesario que tuvieron que

sufrir año tras año durante su infancia. Tal vez eso de que las dos hermanas

no se hablasen tenía sus ventajas, después de todo.

 

 

—Lo consultaré con Tiffany.

 

 

—No, llámala ahora mismo y pregúntale —la urgió Gail.

 

 

—Está en el trabajo, mamá. Sólo puedo llamarla por cosas importantes.

 

 

—¿Y el hecho de que vaya a cocinar para cuatro o cinco personas no es

importante?

 

 

Jiwoong alargó el teléfono inalámbrico a Taeyeon, consciente de quién acababa

de ganar la batalla.

 

 

CONTINUARA...

 
Todas se quedaron con la duda del sueño erótico de Tiffany (─‿‿─) fue una lastima que ella no quisiera hablar  ( ◡́.◡̀)\(^◡^ )
 
Y tenían razón en que la tía Helen iba a darles un empujoncito al Taeny
.\ (˚▽˚ )/ ヽ(´ー`)人(´∇`)人(`Д´)ノ 
Todo se esta empezando acomodar <(≧◡≦)>
 

 

 

Phyllis Diller
 
¿Se asustaron con Phyllis Diller?(‐^▽^‐)

Rosie la Remachadora

 
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Comments

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taeyeonnayeon
#1
voy a empezar a leer esto uwu
TaeNy_1
#2
Chapter 50: Fascinada ♡ enamorada de principio a fin, recién la comencé a leer y quede enganchada, muchas felicidades por plasmar esta hermosa novela ♡.
Luhana2005 #3
Chapter 50: me encanto.. recién lo leo y me encantooooooooo .. super dulces las dos.....
L_ight_ #4
Chapter 50: No sé si había comentado el final de este fic, pero como lo leí todo de nuevo entonces siento que con más razón debo hacerlo.
Realmente disfruté mucho leyéndolo, creo que fue muy acertado que ellas se sanaron a si mismas antes de comenzar una relación, creo que no es lo más sano del mundo basar tu amor a ti mismo en otra persona. Sentía tanta pena por Jessica , siempre ha sido mi favorita, tanto en la vida real como en la ficción, ayudaba a los demás a sanar pero ella misma seguía arrastrando problemas del pasado.
Gracias por compartir esto con nosotros.
papafrita76 #5
Chapter 50: Muchas gracias por subirla completa, ya tengo la vision nublada de tanto haberme leido los capitulos enteros, tambien me la termine en dos dias. Me gusto muchisimo!
audaf27 #6
Chapter 50: Me aventé la historia en dos noches !!! Me duelen los ojos pero valió la pena !!! Jaja
KrySulDay17
#7
Chapter 50: Excelente historia, no paraba de leerla
... La leí en dos días y un ratico .. Pueden creer que se me acabó la batería del teléfono a las 4 de la madruga justo leyendo el epílogo.. Y como no encontré en cargador, tuve que esperar hasta ahora para leerlo... Pero valió la espera ... Sólo hay un pensamiento que ronda mi cabeza... Me hubiera gustado leer al final también algo como Tae presumiera a Tiffany con sus amigas del softbol jeje ... en resumen fue una historia increíble
alexghastly #8
Chapter 50: estuvo de lo mejor espero que podamos leer mas historias que adaptes a taeny
LectoraLemon #9
Chapter 50: Wooo .. estuvo genial ..me gusto el final .. y tamben los momentos suculento .. creo q me tomo solo 2dias .para acabar de leerlo todo . gracias por compartir esta historia .. espero que compartas mas fics pero con hartos momentos suculentos xd xd
Saludos <3
abi-21 #10
Chapter 50: Leí la historia en 2 días y medio,ojalá fany se hubiera reconciliado con su mamá, pero bueno, fue muy linda, gracias x compartirla :D