Era el otoño de 2011, yo acababa de cumplir 17 años y llegaba por primera vez a Seúl. Iniciaría mis estudios de Arquitectura en la Universidad Nacional de Seúl. Había pasado por muchos problemas para lograr asistir a esa Universidad, pues mi padre se oponía rotundamente porque quería que me quedara en casa a cuidar de él y de mi madre, por su parte mi madre me alentaba secretamente a seguir mis sueños. No obstante, enfrente a mi padre y deje mi hogar para hacer lo que quería. Esto me costó el distanciamiento de mi padre que en consecuencia dejo de dirigirme la palabra y por supuesto dejo de apoyarme económicamente, bueno al menos no directamente, pues mi madre siempre me enviaba algo de dinero al fin de cada mes, pues sabía que en verdad lo necesitaba.

Tenía ahorrado algo de dinero, que me alcanzaría para pagar las cuotas de los dos primeros años de la universidad y mis primeros meses de estadía en Seúl. Sin embargo pensando en las dificultades económicas que próximamente viviría, decidí buscar un empleo de medio tiempo para cubrir mis gastos más esenciales, tales como el hospedaje y la comida. Conseguí un empleo en una cafetería que me proporcionaba todas las facilidades para realizar mis labores estudiantiles. Además descansaba los Sábados, permitiéndome visitar algunas de las construcciones más simbólicas de Seúl, pues uno de mis pasatiempos es tomar fotografías de estos monumentales edificios, es por eso que siempre llevo una cámara fotográfica conmigo.

Pero adaptarme a este nuevo panorama no fue fácil, pues llegar a una ciudad así de verdad que da miedo. En las primeras semanas me perdía constantemente y siempre llegaba tarde al lugar al que debía asistir. En uno de mis días de descanso tenía planeado visitar el palacio Deoksugung porque quería conocerlo personalmente, pues había visto miles de fotos y se veía majestuoso; así que imprimí un mapa de la ciudad y de la red ferroviaria del subterráneo, tome mi mochila y mi cámara fotográfica, la metí en su estuche protector y la coloque alrededor de mi cuello, después emprendí mi viaje. Sin embargo no supe como leer los mapas y termine perdida entre un conjunto de edificios, lo peor es que no sabía ni como regresar a mi departamento. Repentinamente el viento de otoño comenzó a soplar muy fuertemente y en seguida comenzaron a caer gotas gigantescas sobre mi despeinado cabello. Corrí al primer edificio que pude y entre al lobby, estaba toda empapada. Pensé en esperar a que pasara la lluvia para encontrar el camino a casa, pero no paraba de llover. Al borde de la desesperación me senté en un rincón y naturalmente me quede dormida.

- ¡Hey! ¡Hey! – Escuche una voz muy grave – ¡Despierta, estas empapada! ¡Te enfermarás! – Me dijo un chico mientras me miraba con sorpresa.

Cuando abrí los ojos vi a un chico frente a mí, estaba sentado con las piernas cruzadas y me veía fijamente.

-¡Ahhhh! – Exclamé – ¿Pero qué? …¿Quien? …¿Como?... No termine ninguna pregunta cuando recordé donde estaba y la situación en la que me encontraba.