Aqui conluye y se sabe que sucedio con los personajes. Lamento si no he logrado cambiar algo a su gusto, pero lo intente.  Infinitas gracias por tomarse el tiempo en pasar por aqui.  Queria terminar la historia con una Pic de mi OTP como si fuese la tapa de un libro. XD  Y lamento lo que les hice pasar. Juro que no fue mi intencion, el drama no es lo mio, pero el capitulo anterior solo tenia que suceder. 

 

Epilogo 

 

 

 

Islas Flinders, Australia.

 

 

 

Había salido a correr por la orilla como hacia todas las mañas desde que residía allí, le gustaba  la sensación del sol bañando sus piernas mientras el agua rodeaba sus pies con cada paso que daba. Aprendió a surfear, y ahora lo hacía bastante bien. Él brillaba espléndidamente en el cielo, esto último le gustaba tanto porque aquel astro brillante le hacía recordar  aquella brillante sonrisa de su ángel, y esa era una forma más de aferrarse a ella.

 

Encajar en aquella isla le resultó mucho más sencillo de lo que se había imaginado. Una casa en la playa, amistades que no guardaban pistolas en sus mesas de noche, un empleo que le satisfacía y le apasionaba como la fotografía, y una forma de olvidar su pasado y empezar de cero. Aún le acosaban los fantasmas del pasado, pero, al igual que sus heridas, todo había ido cicatrizando. Suspiró. Las cosas serían distintas si aquel último día en el almacén el resultado hubiese variado… Nubló su mente para bloquear el recuerdo, a veces se cuestionaba a si misma si corría para olvidar o para recordar. Se detuvo a estirarse. Fuese como fuese aquello le aliviaba.

 

Una vez que termino su pequeño estiramiento diario se dirigió al chiringuito al que también tenía costumbre ir. La camarera era una joven hermosa que llevaba coqueteando con ella casi  6 meses, prácticamente el mismo tiempo que llevaba en Australia. Todavía era demasiado temprano para que estuviese abierto por lo que se sentó en la barra a esperar, y siguió sumida en sus pensamientos mientras jugaba con una moneda que solía llevar siempre, una moneda de su antiguo país de residencia.

 

 

-  ¿De dónde es? – le quitó la moneda provocando el roce entre sus manos.

 

Estaba tan distraída que no se había percatado del tiempo que había pasado, y mucho menos de que la camarera hubiese llegado y abierto el sitio.

 

- Eso ya no importa  le devolvió una sonrisa torcida mientras la analizaba visualmente. Era una muchacha de cabellos rubios, casi tan claros como la plata, y penetrantes ojos marrones.

 

La chica se sonrojo al sentir la presión de su mirada por lo que desvió la vista a la moneda que le había arrebatado. Era evidente que Jessica ejercía cierta atracción sobre ella. A pesar de ello trató de mantener la compostura y siguió el juego que ambas habían empezado el mismo día que se conocieron. Le lanzo la moneda.

 

- ¿Tratas de olvidar?

 

Era lo mismo que ella se cuestionaba constantemente. Medito su respuesta, jugando nuevamente con la moneda, aunque finalmente salió de sus labios sin que se diese cuenta.

 

- No… No lo creo. Si olvidase también borraría lo que soy hoy.

 

- Vaya, pues es una pena – vio la cara de desconcierto de Jessica y cambio el tono a uno más sensual – Yo podría hacerte olvidar todo lo demás.

 

Jessica solo sonrió mordiéndose el labio.

 

- Puedes intentar hacerme cambiar de opinión después de una copa.

 

- ¿Qué quieres tomar?

 

- ¿Qué tomarías tú?

 

- ¿A estas horas? Mmm… Sin duda un destornillador.

 

- En ese caso que sean dos – una tercera figura que ambas conocían entró en escena.

 

La camarera se ruborizó por completo ante su presencia. Era una mujer muy bella, no cabía duda. Sus ojos castaños eran más profundos que los de ella misma, y se acompasaban a la perfección con el color de sus cabellos. Sus delgadas piernas sólo era el inicio de un cuerpo perfectamente bello con seductoras curvas, cargado de una gracilidad y elegancia. Sus labios… Tan carnosos y delicados a la vez que daban pie a una sonrisa que podía derretir al más grande de los Icebergs. Como estas dos chicas no había nadie en la isla que no se girase a su paso, y la misma Jessica no era ninguna excepción. Cada vez que la veía no había nada más para ella, era como si su simple presencia detuviese el tiempo para brindarle la posibilidad de admirarla. Jessica con ella no mantenía un simple juego. Su mundo giraba por y para ella. Se fue corriendo a preparar las bebidas dejándolas a solas, lo ojos de la rubia jamás brillarían para ella como lo hacían cada vez que veían a aquella preciosa muchacha.

 

La recién llegada intercambio una pequeña mirada de reproche cargada de ternura con la rubia. Ésta en cambio sonreía con dulzura.

 

- Cualquiera diría que estas celosa.

 

- ¿Celosa yo?  Pero si sólo he seguido su recomendación – puso una cara angelical que contrastaba con la sonrisa picara que mostraba. – Aunque si prefieres que las deje a solas…

 

- Sabes de sobra que no – la agarró por la cintura arrastrándola hasta ella y la sentó en sus piernas

 

- No lo tengo tan claro… Parecías estar muy a gusto con ella.

 

Jessica apartó su cabello y comenzó a besar su cuello lenta y pausadamente, deteniéndose a saborear cada recóndito de su piel que pasaba por sus labios. Ascendió a su lóbulo para hablarle entre mordisco y mordisco.

 

- Déjame demostrarte  cuan a gusto estoy contigo – le susurró al oído.

 

Sus manos se unieron a la demostración acercándose peligrosamente a la pelvis con suaves caricias circulares en las que tan solo empleaba la yema de sus dedos, haciendo que poco a poco la chica se relajase en su tensa postura, y sobrepusiese sus manos en las suyas, emitiendo suaves gemidos que le daban permiso para continuar.

 

- Aquí están sus bebidas – la camarera no se había percatado de la situación hasta que ya era demasiado tarde, haciendo que se sonrojase nuevamente por haber interrumpido.

 

Sin separarse, cogió su copa y se la bebió de un solo trago luego se levantó

 

- ¡Stephany?!

 

- No me mires así, y bébete la tuya rápido, que lo que tienes que demostrarme no es algo que podamos hacer aquí.

 

Esta vez el sonrojo de Jessica acompaño al de la joven camarera, quien por miedo a otro momento comprometedor le hizo entender con un gesto que no hacía falta que pagase, y se alejó rápidamente de allí.

 

Tomó su bebida como pudo, aunque una gran cantidad se le derramó sobre la camiseta porque Tiffany tiró de ella para llevársela de allí, adentrándose en la playa.

 

- Yahh ¡Espera! ¡Nuestra casa está en la otra dirección!

 

La castaña se giró hacia ella sin soltarle la mano ni dejar de correr.

 

- ¿Y quién te ha dicho que vamos a casa? – le dijo entre risas coquetas.

 

Sonrió para sí misma y la siguió, acelerando el ritmo y sobrepasándola.

 

- ¡Eh! ¡Se supone que  te estaba guiando!

 

- Pues eres muy lenta en la tierra, Ángel – le sacó la lengua en un gesto infantil.

 

- ¡Ya verás quien es la lenta…!

 

Tiffany corrió tras Jessica, corrieron un buen tiempo y cuando lo considero exacto ella salto sobre la espalda de Jessica. La rubia intento mantener el equilibrio ante aquel ataque sorpresa, pero Tiffany se lo complicó tapándole los ojos con las manos, apresándose a ella con sus piernas para evitar caerse sola. Aguantó un rato a ciegas mientras la castaña reía en su espalda, pero no tardo mucho en caer juntas, rodando sobre la arena entre risas y pequeños forcejeos.

 

Se dio cuenta de su ventaja al encontrarse encima de su rubia y la aprovechó para sentarse a horcajas sobre ella y repartirle besos indiscriminados por la nuca, mientras sus manos jugaban con su cabello, enrollando entre sus dedos su pequeño remolino.

 

- Pequeña tramposa…

 

Jessica se dio vuelta, sujetando con firmeza  a su novia para mantenerla encima de ella. Levantó su torso e inclino el de Tiffany hacia ella para saborear sus labios como ya había hecho tantas otras veces, aunque en esta ocasión la castaña se detuvo.

 

- ¿Qué sucede?

 

Se llevó la mano a la boca retirándose algo.

 

- Tienes arena – se fijó su camiseta, estaba mojada y con más arena adherida en ella - ¿Cuándo te manchaste tanto?

 

- ¡Pero si fuiste tú la que me tiró la bebida! Estando mojada es normal que se me pegue la aren…

 

- Así que estás mojada… - Tiffany la interrumpió empujándola nuevamente contra la arena y tirando del cuello de su camiseta hacia abajo para recorrer son sus labios la piel que antes se escondía bajo aquella prenda, saboreando los restos de bebida que quedaban impregnados en su cuerpo.

 

Cada vez que quería bajar más y m