Sus curvas unidas a su seductora elegancia y a rostro picaresco hacían de ella la mujer más atractiva. Y obviamente ella era consciente de ello. Su belleza y sonrisa eran su mejor carta para lograr sus objetivos. Con ellas había logrado engañar a los más intelectuales y cautivar a los más prudentes. Nadie podía resistirse a ella, la hermosa Tiffany Hwang. Por algo se trataba de la espía mas apreciada de la mafia  Double Dragón, una de las más grandes  mafias coreanas que  opera principalmente en Seúl, Busan y Daegu.

Tiffany tenía todo cuanto quería estando en la mafia: dinero, respeto, poder e incluso su propia libertad. No necesitaba más. No precisaba de romances ni cosas tan ambiguas como la felicidad, pues hacía tiempo que había dejado de creer en ellas. A lo largo del tiempo que llevaba en aquel mundo había comprendido que la humanidad estaba sobrevalorada, todos eran propensos de caer en la tentación y traicionar sus ideales y a quienes apreciaban a cambio de aspiraciones banales. Sería una ilusa si creyese en la existencia de algo tan absurdo e irreal como el amor. No, Tiffany Hwang no creía en ello y así le había ido bien.

La vida en la mafia era cómoda. Ella había tenido que acostarse con hombres y mujeres para conseguir sus propósitos, pero para ella el o era un trámite, e incluso a veces podía permitirse el lujo de disfrutarlo.

Incluso siendo conscientes de su actuación, no eran pocos los compañeros que suspiraban por ella. Ella los ignoraba, no existían ese tipo de lazos. Sabía que en ese caso la diversión no debería involucrarse, el jefe no lo toleraría. Aunque  sería una hipócrita si no admitiese que es más de una ocasión estuvo a punto de sobrepasar los límites con aquel rubio al que todos admiraban. No se sabía su nombre ¿para qué? No lo necesitaba, podía tenerlo con tan solo una mirada.

Si, Tiffany Hwang, con o sin mascara, no pasada inadvertida. ¿Y el motivo de su personalidad?  Nadie lo sabe. Corren rumores acerca del origen de su distintivo temperamento pero ni el don de la mafia sabía la procedencia de aquella muchacha. Lo único que contaba es que llevaba dos años de fiel servicio que habían triplicado los beneficios, además que la preciosa muchacha sabia lo suficiente de medicina como para curar a sus compañeros heridos o simplemente alargar la vida de aquellos que estaban condenados a morir torturados tras haber confesado, y eso era más que suficiente.

Aquella noche de invierno la joven espía tenia guardia. Normalmente eran noches tranquilas que ella aprovechaba para leer y adentrarse en otros mundos donde los sentimientos podían existir, mundos ficticios, pero en esta ocasión tuvo que interrumpir su lectura para cubrir las goteras que estaba evidenciando la lluvia. Una vez coloco todo procedió a continuar su lectura, pero se percato de que había cometido el error de no poner a buen recaudo aquel libro, estaba empapado. Una lástima, la novela estaba realmente interesante. Esperaba que con un poco de suerte al secarse no se hubiese destrozado demasiado para poder seguir leyendo, pero mientras tanto no le quedaba otra que buscarse otro entretenimiento, la noche era larga y aun le quedaban muchas horas. Una sonrisa se dibuj