"Primer día de trabajo"
Vain (TaeNy Ver.)Ven conmigo —ordenó una furiosa Nasha. Me guio a su lado de la cabaña y la seguí al interior.
Su cama se veía sencilla y frágil, pero sus paredes estaban cubiertas en una ecléctica variedad de pertenencias desde imágenes que los niños le habían dibujado hasta una guitarra acústica.
Deslizó una bañera grande de debajo de su cama y agarró una pila de papeles que había visto en la parte trasera del jeep cuando me había recogido del aeropuerto.
—¿Qué son? —pregunté.
—Hojas de cálculo. Siempre que estoy en la ciudad, trato de conseguir tantas como me sea posible.
Caminamos hacia las aulas y mi corazón empezó a latir irregularmente. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Me pregunté si los niños verían a través de mí, si supieran el fraude que realmente era, que no tenía ninguna intención de ayudarles, ya que yo era la peor persona que conocía.
La puerta se abrió y vi veinte caras sonrientes, felices y risueñas. Se quedaron callados tan pronto como Nasha y yo entramos al lugar. Tragué duramente. Audiblemente.
—Estudiantes, conozcan a la señorita Hwang.
—Steph —interrumpí—. Pueden llamarme Steph.
Nasha estrechó sus ojos en mí por interrumpir, pero continuó.
—Pueden llamarla señorita Hwang. ¿Deberíamos tratar de hablar inglés hoy? ¿Para hacerla sentir más cómoda? —les preguntó amablemente.
Oh, ya veo, pensé. Ellos consiguen al Dr. Jekyll y yo a Mr. Hyde.
—¡Sí, Srta. Kim! —Todos sonaron emocionados.
—Bien. He traído nuevas hojas de cálculo de la ciudad y me gustaría comenzar con estos primero. ¿Oliver? —le preguntó a un pequeño en la primera fila.
El chico se levantó rápidamente y comenzó a pasar las hojas de cálculo alrededor.
Nasha cerró la distancia entre nosotras y no pude evitar sentirme más nerviosa con su cercanía. Traté de hacerlo, pero no podía dejar de pensar en lo atractiva que la encontraba.
—¿Crees que puedes manejar las matemáticas? —preguntó.
—Daré lo mejor de mí —me mofé.
—¿Eres capaz? —volvió a preguntar.
—Disculpa, pero asistí a la más prestigiosa escuela de preparatoria en mi área y me gradué con honores, no es que sea de tu incumbencia. Así que, creo que soy capaz de manejar el tercer grado de matemáticas.
—Está bien. Todo lo que quiero que hagas es un círculo de mesas y asegúrate de que ellos comprendan la lección.
—Lo intentaré, su majestad. —Y me gané que me pusiera los ojos en blanco, que al mismo tiempo me hizo querer abofetearla y besarla.
—Hoy vamos a continuar con las ecuaciones y variables. —Me di la vuelta, esperando que ellos gimieran y gimotearan de la manera en que lo harían en mis clases en casa, pero miré a los pequeños rostros y nada más que vi anticipada emoción.
Les gustaba aprender.
Escuché como Nasha les enseñaba cómo resolver la “x“ en una variable simple y me esforcé tanto en no dejarme ser distraída por sus delicadas manos mientras se movían fluidamente por la pizarra. Cuando terminó la lección, ella y yo torpemente bailamos alrededor de la otra en un intento para evitar estar cerca una de la otra mientras rodeábamos las mesas. Apenas la había evitado cuando noté a una pequeña que giraba su lápiz en su mano y miraba sin expresión a su escritorio.
Me agaché y me senté sobre mis talones junto a ella.
—¿Qué pasa? —le pregunté muy duramente. Me aclaré la garganta—. ¿Qué sucede? —le pregunté tan dulcemente como pude.
—No lo entiendo —declaró claramente, sin ninguna emoción en su voz.
—A ver —le dije inclinándome un poco sobre ella—. Intentémoslo juntas entonces.
Ella se escabulló más cerca de su papel y preparó su lápiz.
—Está bien —continué—. La ecuación dice, resuelve “r“ cuando “r“ es tres veces veinticuatro. Vamos a suponer que “r“ es un número. ¿Qué número multiplicado por tres te da veinticuatro?
Podía oírla diciendo su tabla de multiplicar en voz baja y cuando obtuvo su respuesta, ella soltó:
—¡Ocho!
—Muy bien —le dije—. Quería que esto fuera sencillo de entender para ti. ¿Entiendes ahora lo que estaban tratando de obtener de ti?
—Sí, Steph —respondió, haciendo que mi corazón se acelerara a la mención de mi nombre.
—Bi…bien —tartamudeé, tragando con fuerza—. Ahora que sabemos lo que estaban tratando de obtener de nosotras, vamos a aplicar el método de Nasha.
¿Vamos?
—Sí.
—Si sabemos que tres multiplicado por ocho nos da veinticuatro, entonces veinticuatro dividido por tres nos da ocho, o veinticuatro dividido por ocho nos da tres, ¿verdad?
—Sí.
—Y si tres multiplicado por “r“ es veinticuatro, podemos tomar tres de este lado de la ecuación y dividirlo por veinticuatro y esto nos proporcionará qué es “r“, ¿y qué haríamos si viéramos una señal de división en este lado de la ecuación? — pregunté, apuntando hacia lado izquierdo de la ecuación.
—Multiplicaríamos el número por la respuesta para obtener la variable.
—¡Oh, dios mío, eres un genio! —le dije apretando su mano.
Ella me sonrió.
—Ahora lo entiendo.
—¡Me siento tan feliz! —le dije y lo estaba. Feliz. De verdad—. ¿Cómo te llamas?
—Namono.
—Me alegro de conocerte, Namono.
Me sorprendió lanzando sus brazos alrededor de mi cuello. Una sensación de hinchazón invadió mi corazón y no tenía ni idea de lo que era, pero era un buen dolor, un dolor que valía la pena. Me sonreí a mí misma antes de mirar hacia arriba. Nasha se hallaba en la esquina lejana del aula, mirándome, pero no pude leer su expresión. Mi rostro ardió al rojo vivo y me giré ligeramente hacia Namono para ocultar mi reacción
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