"Una nueva perspectiva"
Vain (TaeNy Ver.)
Dormí horrible. Pensamientos terribles se arremolinaron en mi cabeza y recibido el memorándum de que era agosto y las noches de diez grados estaba helada. Horriblemente helada. Aparentemente en África no habían centígrados no deberían de ser posibles. Salí disparada de la cama después de sacudirme los insectos que habían muerto en mi red durante la noche. Eché un vistazo fuera de mi puerta y se veía como que el sol justo estaba saliendo. No creo que alguna vez haya visto la salida del sol antes y observé cómo los colores rosas y verdes, amarillos y anaranjado bailaban y desaparecían sobre el increíble paisaje.
Agarré mi estuche para la ducha y la bata y me dirigí hacia las duchas justo al lado izquierdo de mi pequeña cabaña. Me sentía tan increíblemente sola aquí. Siempre me había sentido sola. Toda mi vida, de hecho, pero esta era una soledad que se sentía casi insoportable. Sabía que siempre podía encontrar consuelo en Karina, pero me preguntaba si estaría tan ocupada para ser la amiga que yo necesitaba aunque nunca antes había tenido a alguien realmente que me dijera así en mi cara. Se sintió como una bofetada, pero también me sentía aliviada, extrañamente algo que no había estado esperando. Nunca antes me habían dicho la verdad tan brutalmente y estaba liberada, no es que le fuera a decir eso a Nasha. En cualquier caso, fue grosera conmigo y eso me cabreó más allá de lo increíble.
Nadie estaba afuera que pudiera ver y estaba agradecida de que tendría algo de tiempo para mi sola antes de que fuera lanzada hacia cualquier situación desalentadora a la que inevitablemente sería arrojada. Me duché rápidamente y me puse mi bata tan rápido como pude, lista para arrastrar mi culo de vuelta a mi cabaña, repentinamente me di cuenta de que no había ni un solo insecto o artrópode a la vista. Huh, fue todo lo que pude inteligentemente descifrar en ese momento.
De vuelta en mi habitación, me vestí con unos vaqueros, botas y una camisa de botones, lista para el trabajo. Trencé mi cabello en dos trenzas francesas cayendo a ambos lados de mi cabeza, dejando mi flequillo lacio sobre mi frente para que se secara con el aire. Me organicé lo mejor que pude, escondida en mi red de dosel y parada junto a la puerta, mi mano aferrada a la manija, congelada en absoluto terror.
No sé cuánto tiempo estuve ahí antes de oír la voz de Karina cantando una dulce melodía. Miré a través de las grietas de la madera en mi puerta y observé su paseo en mi dirección, en su mano estaba la mano de una pequeña niña que le faltaba un brazo. Estudié a la niña, finalmente capaz de realmente ver hacia ella.
No tenía más de tres años con grandes, redondos y hermosos ojos castaños con perfectos dientes blancos y una sonrisa tan grande como la de Nile. Ellas estaban cantando y riendo juntas, lanzando sus manos de un lado a otro sin ninguna preocupación en el mundo. Cuando se acercaron, retrocedí, mis pantorrillas atrapadas en la base de la cama dejándome saber que no podría ir más lejos.
Karina tocó la puerta suavemente.
—Stephanie, cariño. ¿Estás levantada?
—¡S-sí! —grité después de un momento de vacilación.
—¡Estamos aquí para acompañarte al desayuno! —dijo ella alegremente.
—Oh, de acuerdo —dije a través de la puerta—. Ahora salgo.
Di un paso enfrente del pequeño espejo en forma de recuadro que estaba colgado arriba del lavabo y me miré. Maquillaje simple. Cabello simple. No creo que alguna vez me haya visto así de graciosa antes. Quería reírme de mí misma. No me atrevería a caminar en público de vuelta en casa viéndome así.
Abrí la puerta y desfilé en frente de mi audiencia de dos.
Karina jadeó.
—Oh, querido Señor, Stephanie. Me asustaste. No esperé que estuvieras levantada y lista tan temprano. —Se echó a reír. Me miró y sus manos llegaron a descansar en sus caderas—. ¡Bueno, no te ves nada mal! Mi querida, eres una chica impresionante.
—Gracias —le dije, sabiendo que ella solo estaba siendo amable.
—¿Nos vamos? —preguntó, agarrando mi mano sin preguntar.
Comenzó a guiarnos hacia el segundo edificio más grande en la propiedad, justo al lado derecho del edificio principal, el centro del gran semicírculo de edificios. Al lado derecho de las cocinas estaban los baños públicos. Justo a la izquierda del edificio principal y a la derecha de las viviendas del personal restante, estaba la casa de Charles y Karina deduje. Pude decirlo porque parecía un poco más establecida que los otros edificios, un techo adecuado en contraposición a los techos de paja de los otros edificios. A la izquierda de su casa estaba la que asumí que era la de Kate y la cabaña doble del otro personal y al lado izquierdo de esas estaba la mía y la de Nasha. En el centro de la propiedad estaba el árbol más grande que haya visto en toda mi vida.
—¿Qué clase de árbol es ese? —le pregunté a Karina, asombrada de que apenas lo hubiera notado.
—Es un árbol baobab. —Me sonrió con dulzura.
Parecía un bonsái gigante, tronco grueso, fácilmente de unos seis metros alrededor de la base, y alcanzaba alturas imposibles antes de que su follaje se aplanara y extendiera en un radio de 30 metros fácilmente.
—Es hermoso.
—Lo sé —dijo, palmeando su tronco mientras pasábamos junto a él.
—Siempre ha estado ahí. Siempre.
—Incondicional, ¿verdad? —pregunté.
Karina me sonrió.
—Sí, muy parecido a mi Charles.
Le devolví la sonrisa fácil y sentí que un poco de mi ansiedad comenzaba a desvanecerse.
Las cocinas eran pequeñas y me preguntaba cómo se alimentaban todos con tan escasas actividades. Miré alrededor de mí y vi mesas rebosantes con niños riendo.
—¿Cuántos hay ahí? —pregunté.
—Cincuenta y nueve —dijo concisamente—. Sólo estamos equipados para manejar a v
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