"Nasha"
Vain (TaeNy Ver.)Desperté a las tres de la mañana temblando y sola. El Dr. Ford le había contado a mi padre la vez que Jessica se quedo a dormir en conmigo y esa fue la última, para mi desconsuelo. Necesité de un cuerpo cálido a mi lado, fue a través de las largas noches antes de mi partida. Noches de calma. Noches de excesivos pensamientos y elaborados escenarios de peligro y sufrimiento.
Me quedé de pie en la ducha cerca de media hora, con la intención de dejar que el vapor calmara mis miedos, pero no hizo ningún bien, ningún bien en absoluto. Salí de la ducha y envolví una toalla alrededor de mí. Me paré enfrente del espejo y observé detalladamente. Estaba tan desnuda como podía estar, sin maquillaje, con abundante cabello húmedo. Odiaba verme en este estado. No me sentía real. Me sentía demasiado expuesta y eso me ponía extremadamente nerviosa, pero me obligué a verme esa mañana. Memoricé a esa chica. Esa chica era la verdadera yo. Asustada. Mezquina. Una terrible amiga. Terrible hija. Bien educada pero tan limitada de ideas que valieran la pena. Hermosa pero aun así repulsiva…
Y finalmente honesta.
Jessica me recogió esa mañana para mi vuelo a las siete de la mañana. Ella me llamó del interior de la casa y la encontré en el vestíbulo de pie cerca de Pembrook, sin señales de mi madre o padre.
—Stephanie. —Sonrió Pembrook—. Aquí tienes los documentos necesarios. Una tarjeta de emergencia, al igual que efectivo. Mantén estos cerca de tu cuerpo. Estarás volando primero a Alemania, luego Dubai, donde pasarás la noche. Los arreglos para el hotel están en tus documentos de viaje. Un auto ha sido estipulado para recogerte allí. De Dubai volarás a Nairobi, Kenya, donde un pequeño avión ha sido alquilado para llevarte a Kampala, Uganda. Busca por una chica llamada Nasha para que te recoja. Me he tomado la libertad de equipar tu maleta con un teléfono por satélite para…
—¿Emergencias? —pregunté, sonriendo de vuelta
Los hombros de Pembrook se relajaron visiblemente y envolvió sus larguiruchos brazos alrededor de mis hombros.
—Ten cuidado, querida —susurró él contra mi cabello antes de irse rápido del vestíbulo.
Suspiré mientras lo observaba hacer su camino a las cocinas. Me giré hacia Jessica y sonreí otra vez.
Estiró su mano y la tomé. Ella la apretó suavemente.
—Estarás bien —aseguró, pero no le creía.
Miré a mi alrededor, a cuán vacío estaba el vestíbulo y sentí un poco de decepción que Sav y el resto de mis amigos no se habían presentado. Les escribí la noche anterior, pero supongo que no había ningún motivo en decir adiós a alguien a quien les importaba muy poco.
Me encontré una vez más con los ojos de Jessica.
—Ellos no vinieron — le dije sin demostrar emoción.
—No, no lo hicieron —declaró ella.
—No hay necesidad de afligirse. Solo estaré un instante —le dije y me dirigí hacia la oficina de mi padre.
Llamé a su puerta y escuché un ligero “entre”. Obedecí y giré la perilla. Ondulante humo de tabaco me envolvió antes de desaparecer detrás de mí. El humo claro reveló a mi padre, ocupado como es usual, y al teléfono.
—¡No! ¡No! ¡Nunca accedí a eso! —Mi padre giró en mi dirección—. Solo un minuto, ¿te importa? —preguntó al auricular—. ¿Qué ocurre? —me preguntó.
—Yo... me voy.
—Buena suerte.
Y justo así él estaba de nuevo inmerso en su conversación por teléfono y cerré la pesada puerta de madera detrás de mí. De camino al vestíbulo, pasé a una de nuestras criadas Margarite cargando unas toallas dobladas a una de las habitaciones de huéspedes.
—¿Ha visto a la Sra. Hwang esta mañana, Margarite?
-Sí, ella se ha ido a la ciudad esta mañana de compras.
—Ah, ya veo. ¿Le dices que me viste?
—Por supuesto, señorita. —Los ojos de Margarite se suavizaron—. ¿Hay algo más que quiera que comunique, señorita?
—No.
—Como desee, señorita —dijo Margarite antes de regresar a sus asuntos otra vez.
Yo hice lo mismo, pero podía sentir sus ojos tras de mí como si sintiera lástima. Me encogí ante el pensamiento de que mi criada sintiera lástima por mí.
—Estoy lista —le dije a Jessica.
—Ya he cargado tus maletas.
—Gracias, Jessica.
El viaje al aeropuerto fue siniestramente silencioso. Contemplé las casi veinticuatro horas de vuelo que tenía en mi futuro, sin incluir mi estadía en Dubai. Mis manos empezaron visiblemente a temblar y Jessie las tranquilizó con las suyas. La canción de Regina Spektor All the Rowboats empezó a sonar y no pude evitar dejar que la inquietante melodía se filtrara en mi piel. Las palabras se sentían proféticas, aunque el argumento de su canción era completamente sobre objetos, sin embargo, cuando realmente me definía a mí misma, eso es lo que era, un mero objeto y todo por mi propia elección. Yo era uno de esos objetos respirando, desesperadamente anhelando escapar, vivir, y de repente una calma pasó a través de mí.
Toda la charla de peligro, sufrimiento y devastación me asustaba, pero estaba lista para un cambio, tan desesperada y anhelando escapar, vivir, realmente vivir, justamente como la canción y la descripción en sus palabras.
Nos detuvimos en la zona de descarga y Jessica abrió la puerta por mí. Ella lucía desanimada.
—Sin preocupaciones, mi muy buena amiga.
Ella sonrió, pero la sonrisa nunca tocó sus ojos. Sus manos hundidas en los bolsillos traseros de su jean.
—Y eso es todo lo que alguna vez seré para ti, creo.
Mis hombros se hundieron un poco dentro del auto.
—Jessica, por favor…
—Shh —dijo ella, presionando la yema de su pulgar en mis labios. Sus dedos acariciaron mi mejilla ligeramente cuando se alejó—. Absolutamente sin preocupaciones, Stephanie Hwang. —Ella sonrió con sinceridad entonces y mi corazón cayó un poco por ella.
—Te extrañaré muchísimo —admití a la única amiga real que verdaderamente tenía, pero que solo recientemente me daba cuenta.
—Como yo te extrañaré a ti. Acabo de descubrir que estás tan perdida como yo y ahora tú te vas.
—Por orden de la corte —bufé, haciendo su sonrisa ampliarse.
—Te daré eso. —Suspiro—. Sin embargo, se suponía que íbamos a encontrar nuestro camino juntas.
—Estaré igual de pérdida cuando regrese. Podemos empezar a partir de ahí, Jessie.
Jessica tomó mis maletas y las dejó en el auto que el portero había traído.
—Te veré en seis meses —le dije.
—Estaré justo aquí —dijo ella, señalando hacia el pavimento—. Esperando.
Acaricié su mejilla y apreté mis ojos dolorosamente.
—No esperes por mí, Jessica —ordené en un susurro.
Jessi me atrajo hacia ella.
—Haré lo que me dé la gana, Hwang. Ahora ve.
Sonreí hacia ella y seguí al portero. Cuando me di vuelta para un saludo final ya se había ido.
Veinte horas de vuelo, a pesar de la noche de sueño en The Palm en Dubai todavía se sentía como veinte horas de vuelo. Cuando aterricé en África a través de Nairobi, no tuve la oportunidad de absorber e
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