Domingo por la noche, mientras Jessica y yo estábamos en Lucques recibí una llamada de Pembrook.  Esto no era raro, si yo hubiera estado desaparecida por días al igual que él me llamaría, para saber que todavía estaba respirando, así que rechacé la llamada, pensando en volver a llamar cuando la cena hubiera terminado.

—¿Así que Brown, eh? —le pregunté a Jessica.

—Sí —dijo, hojeando el menú pero mirando brevemente hacia arriba para hacer una cara tonta—. ¿Así que Yale, eh? —bromeó.

Suspiré en respuesta.

—¿Cómo supones que vamos a resistir el clima?

—Tengo la intención de acumular miles de kilómetros de viajero frecuente. No me quiero ir, para ser honesta.

—Maldita sea, Jessica, eso rompe mi corazón un poco.

—Lo sé, pero Brown es la institución de mi familia y... —Su voz bajó una octava—, ningúna hija de mi padre asistirá a ninguna otra parte.

—¿Vas a molestarte supremamente si te digo lo mucho que no puedo soportar a tu padre y que si se tratara de mí lo desafiaría sólo para joderle, sin juego de palabras?

La expresión facial de Jessica se endureció y me arrepentí de insultar a su padre. Eso, hasta que dijo:

—Nadie puede soportar a mi padre, incluyendo a mi madre. Él es una persona terrible, y lo odio.

Su expresión no cambió y me di cuenta de lo profundo que realmente venía el resentimiento hacia su padre

-No vayas a Brown entonces —le dije simplemente.

—No puedo hacer eso —dijo, exhalando fuertemente y mirando hacia el vidrio a la calle.

—¿Por qué no?

Su rostro se suavizó.

—Necesito su dinero.

Jessica me miró y no podía dejar de devolverle la mirada. Estábamos ambas en el mismo barco, presas a la codicia. De repente, mi estómago cayó por debajo de mí.

—No quiero ser como ellos —admití francamente tanto a mí como a ella.

Jessica se inclinó y tomó mi mano en la suya, apretando mis dedos seriamente.

—Yo tampoco.

—¿Cómo rompemos el ciclo?

Suspiró profundamente y se hundió en la cabina de felpa, liberando mi mano.

—No creo que podamos, Steph. Ya está hecho.

—No digas eso —discutí desesperadamente—. No digas eso —repetí como si eso pudiera cambiarlo.

—¿Por qué no? —me preguntó, frunciendo el ceño en señal de frustración—. Nosotras dependemos de ellos por completo. No podría vivir en un estudio con apenas suficiente dinero para alimentarme más de lo que tú podrías. —Una única lágrima cayó de mi cara a la verdad de esa declaración y Jessica la limpió cuidadosamente—. Estamos atrapadas, Hwang.

—No puedo creerlo.

—Bueno, intenta. Míranos, Steph. Nos enfiestamos duramente en los Escondites los fines de semana. Creo que todos hemos tenido o entre nosotros al menos una vez, aparte de tú y yo. Y todavía te lo haría si sólo acabaras de admitir que te gusto tanto como me gustas. —Me encogí en mí misma un poco. Cuando no respondí, continuó, volviéndose para estudiar la vida nocturna fuera de nuestra ventana—. La única diferencia entre nosotras y nuestros padres es que somos más jóvenes, fumamos coca mientras que ellos beben, pero nos graduaremos o estallaremos hasta eso, dependiendo de cómo lo mires, mientras ellos lo hacen. No estamos casados pero pronto lo estaremos y los unos con los otros, pero no importa porque vamos a intercambiar compañeros como lo hacemos ahora. Somos adictos al estilo de vida. No puedo ver una salida a eso. —Se inclinó sobre mí—. ¿Y necesito recordarte, que tú nos gobiernas a todos?

—Eso no será necesario, Jessica, pero gracias. Soy muy consciente de mi posición en nuestro grupo.

Inesperadamente, quería alejarme de Jessica y mi vida lo más rápidamente posible, pero ¿cómo podría alejarme de la toxicidad cuando era el componente principal de la mezcla vil que era nuestra vida?

En nuestro camino de regreso a la W, tomé la oportunidad de llamar a Pembrook.

—Pemmy, es Stephie.

—Stephanie, tendrás que estar mañana en el juzgado a las siete de la mañana. No llegues tarde. El juicio es a las ocho y vístete adecuadamente. No creo que sea necesario recordarte que mantengas una cubierta sobre tus actividades ilegales esta tarde. Inténtalo y estate sobria.

Y con eso, colgó.

Mis manos comenzaron a temblar de su calma normalmente compuesta y las llevé a mi boca.

—¿Qué pasa? —preguntó Jessica.

—Tengo juicio en la mañana.

—¿Cómo es eso posible? Fue apenas el viernes que fuiste arrestada.

Miré por la ventana a los autos alrededor de nosotros.

—Mi padre hizo esto.

—¿Por qué se molestaría?

Volví a pensar en la imagen de una chaqueta flotando en nuestra fuente.

—Porque arruiné algo para él y éste es mi castigo.

-Bastardo. —Ella me miró—. No tienes que ir a casa, ya sabes. Puedo dejarte mañana.

—Eso es muy dulce, pero no tengo nada apropiado para la corte mañana.

Jessie me dio una expresión sardónica y extendió su mano hacia la fila de tiendas que bordeaba la calle por la que estábamos viajando.

—Compra algo.                                                              

—Bien, gira a la izquierda aquí. Sólo cargaré el vestido largo que vi en el escaparate de Temperley la semana pasada.

—No interpreté nada de lo que acabas de decir excepto girar a la izquierda aquí, gracias a Dios.

Sólo pude rodar juguetonamente mis ojos hacia ella.

Jessie me dejó y encontró aparcamiento en la parte trasera mientras yo esperaba por ella en la puerta. Necesitaba su presencia para mantenerme tranquila. Si yo estuviera siendo honesta conmigo misma, habría admitido que estaba aterrorizada de lo que iba a suceder al día siguiente. Si tu padre tira de hilos políticos para mover tu cita en la corte criminal hasta la delantera de una cola ya astronómicamente larga, no puedo imaginar lo que podía ganar con eso. Excepto venganza. Lo que significaba que no tenía intención de hacerme la vida más fácil. Podía sentir la comida subir por mi garganta cuando Jessica abrió la puerta de Temperley para mí. Tomé respiraciones profundas para calmar mis nervios. Estaba sinceramente nerviosa probablemente por primera vez en mi vida.

—¿Cuál? —preguntó, esta salvador en vestirme.

—El de color rosa suave colgando en la ventana.

Se fue a buscar mientras se ocupaba de mi compra por mí. Sabía que con este pequeño acto acaba de confirmar todo de lo que me había acusado en nuestra conversación durante la cena, pero todavía me esforzaba por mantener el más leve hilo de esperanza de que nunca iba a llegar a ser tan patéticamente consentida como mi madre o de corazón tan frío como mi padre. Pero ¿no es eso lo que ya eres, Steph? Ciertamente ya lanzas a un lado a tus amigas para conectar con sus novios o novias, ¿no? Negué con la cabeza. Construye el muro, me dije a mí misma, y con la misma facilidad acomodé mi expresión facial y mis pensamientos se volvieron hacia una dirección completamente diferente.

—¿Talla, señorita? —Oí detrás de mí, volviendo la cabeza.

—Un cuatro, por favor —le dije a la recepcionista y ella rápidamente se escabulló.

—¿Es todo lo que necesitas? —preguntó Jessica a mi lado después de que hubieran ajustado la prenda para una rápida costura—. Me fijé en una zapatería cerca. No me importaría.

—Gracias, Jessie. Eso está bien. ¿Vamos caminando? 

—Por supuesto. —Volvió la cabeza hacia la trastienda—. Vamos a estar al lado, mientras hacen los ajustes —gritó.

La empleada salió y asintió discretamente. 

—Deme media hora —dijo.

Jessica me llevó a la tienda de zapatos de al lado y miramos las vitrinas mientras pasábamos. 

—¿Qué me darás por comprarte estos?

—¿Una patada a la basura?

Ella se rió de todo corazón. 

—Tenía que intentarlo.