capitulo 13

A mi profesora con amor

“La preocupación nunca le robará la melancolía al futuro, solo debilitará la fuerza del presente.” A.J Cronin

 

Taeyeon

 

 

Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar.

Rodando hacia la fuente de calor que me mantuvo cómoda durante toda la noche, enrollé mis piernas, esperando encontrar algo sólido y tangible que irradiara calor y refugio. Pero todo lo que mis dedos encontraron fueron frías sábanas vacías.

 

Arrugando mi frente, hice una mueca cuando las pequeñas hachas en mi cabeza acuchillaban el interior de mis sienes. Con un gemido, enterré mi cara aún más en mi almohada para bloquear la luz que inundaba mi habitación.

 

Inhalando un nuevo olor, algo picante respiré profundo, preguntándome en dónde se originó ese aroma encantador y qué hacía en mi almohada. Hasta que recordé...

Tiffany Hwang. En mi coche. Trayéndome a casa. Luego, Tiffany Hwang. En mi cama. Besándome. Con lengua. Su mano entre mis piernas.

 

Querido Dios, besé a Tiffany Hwang y la traje directo a mi dormitorio. Me arqueé debajo de ella, rogándole que… Oh, Dios. Esto era malo.

 

Ya temiendo lo peor, me lancé en posición vertical, abriendo los ojos y mirando hacia el otro lado de mi cama, sabiendo que la encontraría allí. Pero cuando no encontré nada más que sábanas y una almohada aplastada, me sentí decepcionada y descorazonada.

 

Mi cabeza palpitaba, y me balanceaba vertiginosamente.

Fue entonces cuando me di cuenta del vaso lleno de agua en la mesita de noche al lado de una botella de aspirina con una hoja doblada de papel blanco apoyada contra ellos.

 

 

Gimiendo mientras mi dolor de cabeza rugía de nuevo a la vida, agarré la nota.

“No hay ningún pecado y no hay ninguna virtud. Solo hay cosas que hace la gente”

John Steinbeck , De las Uvas de la Ira.

 

Oye. Solo quería que supieras que no hiciste nada malo anoche, y no hay motivos para lamentar lo ocurrido... como sé que lo estás haciendo. Pero no te preocupes. Podríamos haber hecho mucho más. Sé que lo correcto, tal vez, sea disculparme por no pararte de inmediato cuando me besaste borracha. Pero no me arrepiento en absoluto. Fue... increíble. En serio, no te preocupes. Todo va a estar bien. Cuídate. Bebe todo el vaso de agua y no tomes más de tres píldoras. Si necesitas algo, llámame.

T-H

 

Me quedé mirando su número de teléfono, que garabateó en la parte inferior de la página, memorizándolo a pesar de que mandaba a mis ojos a mirar a otro lado.

 

Pero, oh guau, me dejó una dulce carta considerada. Y sus palabras en realidad funcionaron. El pánico que había estado experimentando una fracción de segundo después de despertarme fue involuntariamente drenado de mi sistema.

 

No habíamos hecho nada tan malo después de todo. ¿O lo hicimos y ella solo trataba de endulzarlo? Mierda, no podía recordar mucho de lo que había sucedido, pero Tiffany parecía pensar que estábamos bien, por lo que me negaba a preocuparme.

 

Excepto que durante todo el día, pequeñas piezas del rompecabezas de mi memoria volvían, recordándome algunas de las cosas que le dije. De verdad no podía creer que le apretara el brazo en el bar y le preguntara si a las mujeres les gustaba tocar sus músculos mientras tenían relaciones uales con ella. No, debí haber soñado esa. No importa cuán acabada estuviera, yo nunca diría…

Oh, Dios. ¿Lo hice, verdad? Era tan horrible. ¿Cómo se suponía que volviera a mostrar mi cara en clase? ¿Cómo podría siquiera poner un pie en el campus?

Mientras el domingo avanzaba, seguía mordiéndome las uñas y mirando el teléfono, solo esperando que algún administrador de la universidad llamara y me despidiera.

 

Luego me atormentaron otros recuerdos, como aquel donde Tiffany Hwang me levantaba, y yo enrollaba mis piernas alrededor de su cintura al tiempo que ella me besaba sin sentido contra una pared. O cuando se frotó a través de mis bragas. Mi estómago se calentó y mis muslos se volvieron débiles. Incluso aunque los recuerdos eran vagos y borrosos, tenían el poder de agitarme hasta que me volví un desastre caliente y desenfrenado.

 

Sabía que tenía que estar completamente avergonzada y escandalizada. Tiré por la ventana mi código de ética y moral, y escogí a una de las más grandes mujeriegas en el campus para hacerlo. Me sentía horrorizada de mí misma. Más o menos.

 

Todos los halagos mantenían ahogados mis pensamientos honorables, porque me encontraba totalmente encantada de que Tiffany Hwang, la chica que me encendía como nadie más, la chica que me encantó con su ensayo de literatura y me confió sus más grandes secretos, me quisiera. Podría tener a cualquier chica del campus, más guapa, más joven y más a la moda, con una personalidad mucho más animada que la mía.

 

Espera. Tiffany Hwang podía tener a cualquier chica que quisiera. Así que ¿por qué me eligió a mí? Yo no era gran cosa.

 

Tragando temerosamente, presioné la mano contra mi pecho y traté de luchar contra la sensación de hundimiento cayendo pesadamente en mis entrañas. Esto no tenía nada que ver con ese ensayo que escribió, ¿verdad? Porque ahora tenía un seguro de que yo nunca contaría su secreto a la administración de la universidad.

 

Podrían despedirme con seguridad si alguien se enteraba de que estuve por ahí con una estudiante. No había tal regulación para los estudiantes. Solo para la facultad. Si llegara a pensar en decirle a alguien acerca de su falso promedio de notas de escuela secundaria, ella podría agitar esto frente a mi cara; lo que me llevaría a ser expulsada de Ellamore con tanta seguridad como si hubiera tenido o con ella.

 

Y la inteligente de Hwang, ni siquiera tuvo que rebajarse a estar por completo conmigo.

 

Dios, ¿era malo pensar eso? ¿Me sentía insultada porque no tomó ventaja de mí en mi estado de embriaguez? ¿Qué ocurría conmigo?

 

Probablemente esa nota. Ella no parecía una bastarda conspiradora que solo quería cubrir sus posibilidades. Era como si le importara. La nota fue dulce y preocupada, tratando de ayudarme en mi culpabilidad. Sabía exactamente cómo me sentía, y me encantaba eso.

 

Pero mierda, ¿cualquier chica o chico que quisiera un favor, no diría algo dulce y aparentaría estar preocupado de esa manera?

 

De acuerdo, tenía que dejar de pensar en esto. Me estaba volviendo loca. Y todo lo que tenía, eran especulaciones. No había hechos buenos y concretos para demostrar que cualquier parte de la noche anterior era genuina. O falsa.

 

Pero pensar en eso simplemente era un acto deprimente, porque las partes que recordaba fueron tan increíbles. Fui a ese bar con la esperanza de conectar con alguien, tener una conversación decente, y si mis estrellas se encontraban alineadas, a lo mejor tenía una decente sesión de besos. Y la tuve. Conseguí todo eso.

 

Solo que estuve con la chica equivocada.

Hablando de eso, Philip no llamó en todo el domingo. Ese idiota. Pero ni siquiera me perturbaba. De hecho, era un alivio. Me encontraba demasiado asustada preguntándome si todavía tendría un trabajo al día siguiente como para molestarme con lo que pasó anoche.

 

El universo debía de pensar que no tenía suficientes preocupaciones, porque recibí una llamada antes de que terminara el día. El ama de casa de mis padres, Rita, me llamó por teléfono. Ella sabía que mi madre no hablaba conmigo, así que atendía las llamadas las pocas veces que intentaba ponerme en contacto con cualquiera de mis padres. Así que tuvo mucho sentido cuando dijo—: Tal vez me despidan por llamar si alguien se entera, pero pensé que debías saberlo. Tu padre desarrolló un desagradable caso de neumonía. Su doctor lo ha ingresado en el hospital esta mañana.

 

Siempre había tenido un estómago de hierro, pero todo el alcohol que bebí anoche, de repente trataba de hacer una reaparición. Cuando sentí las náuseas, puse la mano sobre mi boca antes de bajarla para decir—: ¿Qué tan malo es? ¿En qué hospital está? Creo que puedo llegar allí por la noche. ¿Están dejando entrar visitantes?

 

—No, no. Por favor, no vengas. Si te presentas, sabrán que te he llamado.

Cerré los ojos y apreté los dientes. Mis instintos me gritaban que saltara a mi coche y viera a mi padre. Pero no quería que Rita perdiera su empleo. Siempre fue la madre que quise tener. Era amable, o al menos tan amable como podría ser sin arriesgar su propio cuello en el proceso. Me había deslizado comida cuando ellos me encerraban en mi habitación por mucho tiempo, pero eso fue lo más lejos que había ido. Era una viuda con tres hijos que cuidar. No podía poner demasiado esfuerzo en preocuparse por mí. Y entendía eso.

 

—Te haré saber si algo cambia. —La voz baja de Rita llenó mi oído antes de que la línea hiciera clic, terminando la llamada.

 

Asentí, pero no bajé mi teléfono mientras seguía de pie allí. ¿Y si mi padre moría antes de que lo volviera a ver otra vez? ¿Y si moría antes de decirme que me amaba?

 

¿Qué si no me amaba?

Aunque sabía que era un esfuerzo inútil, llamé al hospital. No podían decirme nada, salvo que Rihard kim se hallaba, en efecto, registrado como paciente. Debatí llamar a mi madre, pero probablemente se daría cuenta que lo sabía, y Rita se metería en problemas, así que dormí mal, revisando mi historial de llamadas cada hora para asegurarme de que no me perdía ningún mensaje entrante en medio de mi estrés acerca de cuánto tiempo tendría antes de que me despidieran de mi trabajo.

 

Cuando la alarma me despertó la mañana del lunes, me sentía peor de lo que me sentí con mi resaca la mañana anterior. Lo ocurrido con mi padre, mi incertidumbre laboral, y Tiffany Hwang, iban a darme una úlcera, lo sabía.

 

Pero ni una sola arruga estropeó mi vestuario de trabajo. Mi chaqueta de traje era lo suficientemente floja como para esconder mi figura de chica, y mi falda era lo suficientemente larga para ser seria y profesional. Me veía de la misma forma que lo hacía todas las mañanas antes de irme a trabajar. Mi espejo no pudo detectar nada fuera de lo común. Incluso me sorprendí cubriendo satisfactoriamente las bolsas debajo de los ojos con maquillaje. Pero todavía tenía una sensación incómoda, mientras caminaba de mi coche al edificio de inglés, de que hacía la caminata de la vergüenza.

 

Todos los que me miraran sabrían exactamente donde tuve mi boca tan solo dos noches atrás. Mirarían mis ojos y verían mis manos deslizándose sobre los brazos y el cabello de Tiffany. Abriría mi boca y mi voz reflejaría toda mi culpa y vergüenza. Había besado a una estudiante y la llevé a mi habitación, a mi cama.

 

El solo pensarlo, se sentía demasiado extraño e irreal. No era esa clase de persona. Nunca haría eso.

Sin embargo, lo hice.

Entendía por completo que toda la paranoia era simplemente eso; basura en mi cerebro que no podía sacar. Pero cuando el Dr. Frenetti asomó su cabeza en mi oficina a primera hora, antes de que siquiera tuviera mi primera clase, mi alarma chilló y casi me oriné encima mientras me ponía de pie de un salto.

 

—Acabo de comprobar las notas de Hwang en línea. Parece que ya lo está haciendo mejor.

 

El oír el nombre de Tiffany de esa manera, no ayudó a mi ansiedad. Los latidos de mi corazón sonaban fuertes en mis oídos, y apenas pude oírme contestar después de aclararme la garganta.

 

—S-sí, ella... lo hizo muy bien en el trabajo que le dejé presentar.

 

El decano levantó una ceja. — ¿Y realmente lo logró?

Parpadeé. ¿Qué clase de pregunta era esa? —Por supuesto.

Sonriendo con un poco de regodeo, Frenetti asintió en complicidad.

—Eso es lo que pensé. Solo necesitaba un poco de tiempo para adaptarse al plan de estudio. Miré tu programa de estudio, y se ve bastante extenuante.

Volví mi atención a la computadora para evitar rodar los ojos.

—Sí, bueno... se necesitó una sesión muy intensa de uno a uno para por fin llegar a ella.

 

Mi cara se calentó tan pronto como las palabras salieron de mi boca. Dios ¿eso sonó como una insinuación ual o qué? Todo lo que podía pensar era en la sesión intensiva que tuvimos la noche del sábado. En mi dormitorio. Pero mi supervisor no pareció darse cuenta de ningún significado travieso detrás de mis palabras. Asintió, complacido.

 

—Me alegra oír eso. —Y desapareció antes de que tuviera que seguir con un diálogo más mortificante.

 

Más allá de agradecer que no fuera martes, para no estar enseñando en su clase, hojeé mis lecciones para el día hasta que casi se me hizo tarde para la clase. Sin embargo, me sentí completamente expuesta cuando me detuve al frente del salón.

 

Los ojos se volvieron hacia mí, y yo sabía, simplemente sabía, que veían todo. Que lo sabían todo. Cada vez que un par de estudiantes se inclinaban entre sí para susurrar de forma conspiradora, sabía que hablaban de lo que yo había hecho.

 

Cada ruido inesperado me sobresaltaba. Y cada chica de cabello castaño que veía tenía a mis entrañas sacudiéndose con un subidón de adrenalina al instante.

Lo odiaba. Esto era demasiado drama, y no era una buscadora de drama. Mis músculos se encontraban tan tensos para cuando terminé la lección del día, que tomé un puñado de analgésicos tan pronto como me retiré a mi refugio. Dejando la puerta de mi oficina abierta, me desplomé en la silla detrás de mi escritorio y cerré los ojos, aliviada de que todo hubiera terminado. Sobreviví un día, y nadie parecía saber nada.

 

—Jamás sería una espía —murmuré para mí misma.

 

Cubrir verdades y pretender que todo estaba perfecto era desgastante para mí. Como una muñeca floja e irregular, me quedé sentada allí, tratando de recuperar mis sentidos dispersos.

 

Y entonces alguien tocó el marco de mi puerta, provocándome una insuficiencia cardíaca.

 

Grité, con un vergonzoso grito de niña y salté.

 

—Lo siento. —Levantando las manos a modo de disculpa, Philip entró en mi oficina.

 

Sus ojos suplicaban perdón mientras se encogía—. Solo soy yo.

 

Me hundí en la silla, poniendo mi mano sobre mi corazón. Guau, ¿necesitaba relajarme o qué?

 

Sentándose al otro lado de mi escritorio, Philip respiró hondo antes de preguntar.

—: Entonces, ¿en cuántos problemas estoy, y qué puedo hacer para lograr que me perdones?

¿Eh? ¿Perdonarlo?

— ¿Por qué? —pregunté tontamente, antes de darme cuenta. Oh, Señor. Lo olvidé. La cita, por supuesto.

— ¿Por el sábado? —preguntó, mirándome inquieto. Luego soltó una risa nerviosa y se removió en la silla—. No tienes que fingir que no fue un gran problema. Sé que fui imperdonablemente grosero por no llamarte, pero surgió algo y me llamaron de la ciudad, y...

—Parecía estar lleno de excusas. La expresión indefensa permaneció mientras terminaba—. ¿Qué puedo hacer para compensarte?

 

Yo ya me encontraba sacudiendo la cabeza y agitando mi mano antes de empezar a hablar.

—En serio, está bien.

—Quiero decir, tenía mi propia carga de culpabilidad por el momento. ¿Quién era yo para reprocharle algo a alguien más?—. Estoy segura de que tu... uh, situación era inevitable.

 

Además, me sentía un poco mal porque ya había olvidado nuestra cita que nunca sucedió.

 

Él parpadeó y enderezó la espalda. —Entonces... ¿me perdonas? ¿Así de fácil? —Arqueó una ceja y me dio una mirada desconfiada—. ¿En serio?

 

Su perplejidad era adorable. Me eché a reír. —Si te hace sentir mejor, podría darte veinte latigazos, pero los látigos y las cadenas no son lo mío.

Cuando su mirada se calentó con interés, de repente me di cuenta del mal significado que tuvieron esas palabras. Dios, ¿por qué seguía diciendo cosas de mal gusto impulsivamente? Con la cabeza pesada por toda la sangre corriendo a mis mejillas, puse una mano sobre mi boca para amortiguar la exclamación—: Oh, Dios mío. Acabo de decir eso en voz alta, ¿no es así?

 

Riéndose con deleite, Philip me inspeccionó con un par de ojos marrones brillando con aprobación. —Yo no escuché nada, si no quieres que lo haga.

Aclarándome la garganta y aferrándome a la última pizca de dignidad, dejé caer mi mano y discretamente murmuré—: Gracias.

 

Asintió. — ¿Esto significa que podemos tratar de tener otra cita... pronto?

 

Abrí la boca, sorprendida por la pregunta. —Uh... Yo... Bueno, no estoy segura. Tú me plantaste y no me contactaste en dos días.

Sin embargo, mi travieso comentario del látigo debió darle un poco de confianza, porque apenas hizo una mueca. —Entonces te voy a dar un poco de tiempo para pensarlo. Así que... llámame cuando cambies de opinión.

 

No le respondí. Me dio un saludo y se volvió, saliendo de mi oficina. Me quedé mirando el lugar vacío en mi puerta por donde había desaparecido, mordiendo mi labio, sin saber si debía darle una segunda oportunidad o no. El hombre era bastante agradable, con un buen sentido del humor y era fácil hablar con él.

Nunca fui buena en el mundo de las citas, así que sería una opción ideal con la que salir. Pero me plantó. Me abandonó en un lugar donde me sentía completamente incómoda, y terminé cometiendo el peor error de mi vida a causa de ello. Debería estar totalmente molesta con él. Nunca hubiera bebido tanto para aliviar mis nervios si me hubiese pedido encontrarnos en un buen restaurante o un aburrido bar de cócteles. Y no hubiera dejado que Tiffany Hwang me llevara a casa si me hubiera encontrado sobria. Y ciertamente no habría pasado mi lengua por su garganta y no hubiera hecho esas cosas con ella en mi cama si no me hubiera llevado a casa.

 

Santa mierda, podía culpar de todo esto a Philip, ¿no? Perfecto. Salvo que no, no, no podía. Yo era una de esas personas masoquistas que tomaba toda la culpa de todo lo que pasaba en mi vida. Me había metido en este lío. Y no podía culpar a Philip Chaplain, sin importar lo bien que pudiera sentirme temporalmente. Idiota suertudo.

 

Pero en serio, la idea de ir a otra cita con él simplemente no... Me emocionaba. Solo estuve ligeramente interesada en la primera cita. Y ahora, con toda la preocupación por mi padre y por mi trabajo, y por Tiffany Hwang, de ninguna manera sería capaz de concentrarme en Philip si pasáramos más tiempo juntos.

 

—Por favor, no me digas que ese es el idiota que te plantó la noche del sábado. ¿El Dr. Chaplain? ¿En serio?

 

Parpadeé, dándome cuenta de que miraba a una figura borrosa de pie en mi puerta.

 

Su voz me golpeó primero. Sabía exactamente quién había venido a mi oficina antes de que mi mirada se aclarara lo suficiente como para enfocarla.

El verla de pie en el umbral de mi oficina enloqueció mis nervios. Tambaleándome sobre mis pies, miré frenéticamente detrás de ella, esperando ver a Frenetti cargando hacia mí para despedirme.

 

— ¿Qué demonios está haciendo aquí? —susurré, en un tono demasiado culpable.

 

Entró y cerró la puerta, enviando mi corazón a chocar contra mis costillas en pánico, como un pájaro asustado y desesperado por escapar de su jaula. Hice un sonido de negación en la parte posterior de mi garganta, pero eso fue todo lo que pude manejar.

 

—He venido a hablar sobre lo que pasó...

 

Jadeé y aplasté mi mano sobre mi pecho agitado. No se atrevería. No aquí. No acerca de eso.

 

—Entre nosotras —continuó—, el sábado en la noche.

 

Bueno, se atrevió.

Pero la peor parte era cómo se veía cuando lo dijo. Yo me sentía confusa e inestable hasta mi núcleo. Y ella se veía absolutamente increíble. Su pelo castaño se mantenía a la moda, desordenado como si se hubiera peinado con los dedos antes de salir de casa. Sus ojos cafés, con ese precioso toque de lavanda, eran brillantes y alertas, llenos de vivacidad. Y su cuerpo. Dulce misericordia; recordaba cómo se sentía contra el mío, presionándome contra mi cama mientras su boca me llenaba.

 

Sacudida por el aspecto físico de mi atracción y desquiciada por el hecho de que ella quería discutir la peor cosa que había hecho, en mi oficina, me quedé mirándola con ojos que se negaban a parpadear. Pero mi visión se volvió gris en los bordes. Dios, esperaba no desmayarme.

 

Espera, tal vez desmayarme ayudaría a evitar esta conversación. ¿Sería demasiado infantil contener la respiración en este momento?

 

— ¿Cuáles son sus planes, señorita want?

—pregunté, horrorizada al darme cuenta de que no podía controlar la rapidez con la que mi respiración se aceleró

—. ¿Chantajearme? ¿Amenazarme con decirle a la administración que me lancé a usted en mi estado de ebriedad si no le doy una A?

 

Su boca se abrió. —Guau. —Soltó una carcajada breve y dura—. Pero... —

 

Pasándose los dedos por su cabello, soltó otro sonido cínico.

 

—. Guau. De verdad crees que soy una gran imbécil, ¿no? Solo vine aquí para asegurarme de que estuvieras bien.

 

Dándome cuenta de inmediato que me había equivocado por la forma en que sus ojos brillaron con

 

— ¿Eso era dolor?—, me tragué mi vergüenza. De ninguna manera podría fingir esa emoción.

 

Bajando la mirada, contuve la respiración mientras la idea de hacerle daño me rasgaba. —Yo no... Eso no es... usted no es...

 

—Respira —ordenó en voz baja.

 

Sorprendentemente, lo hice, inhalé un poco de aire, mi cuerpo seguía inconscientemente sus órdenes y aliviaba la tensión en los músculos que había estado allí todo el día. Cuando levanté la mirada, abrí la boca para disculparme por mis acusaciones, pero no salió nada.

 

—Así que, supongo que no estás —dijo, levantando las cejas— bien, eso es.

 

— ¡Por supuesto que no! —Exploté, con un áspero susurro antes de mirar hacia la puerta cerrada—. Estaba totalmente borracha y me metí con una de mis estudiantes. —Agitando las manos para mostrarle cuán mal me encontraba, susurré.

—: Estoy completamente aterrorizada en estos momentos.

 

Tiffany hizo lo peor que posiblemente podía hacer. Esbozó una sonrisa.

 

—Dios, eres linda cuando estás en pánico.

 

— ¡Tiffany! —grité, escandalizada por lo bien que se tomaba esto. Su actitud displicente solo me inquietaba más.

 

—Correcto. —Volviéndose seria, asintió y se aclaró la garganta antes de dejar escapar un suspiro sin ganas.

 

—. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

 

La forma en que dijo “vamos” suscitó una emoción que casi me hizo llorar. No creo que nadie nunca haya usado esa palabra conmigo. Ni un padre o amigo, ni... cualquier persona. Siempre había hecho todo por mi cuenta. Ser parte de un equipo, una pareja, Dios, era lo que siempre había querido. Pero ser parte de algo con ella era un error.

 

Parpadeando rápidamente, traté de controlar mi corazón acelerado al respirar profundo. Con determinación.

 

—Bueno —dije, y tomé otra respiración profunda—, lo correcto sería confesar. Por lo tanto, si quieres decirle al decano del departamento de inglés lo que te hice, para que no haya secretos ni mentiras, yo... lo entenderé. Puedo ir contigo en este momento, si lo deseas.

 

—Yo no… —Se puso delante de mí para bloquear mi camino a la puerta, como si temiera que me lanzara por encima de ella para ir a hablar con Frenetti sin su aprobación.

 

—. Es decir, vaya. Oye. —Soltó una risa nerviosa y levantó las manos. Me recordó a un animal insignificante tratando de calmar a una temerosa criatura acorralada-

 

—. No hay ninguna razón para hacer eso. Nadie nos vio. Nadie lo sabe. Y desde luego no tienes que hacer que te despidan por esto.

 

—Entrecerró los ojos—. Y lo harían, ¿verdad?

Asentí.

—Sí.

—Mi voz se quebró cuando traté de añadir

—: Yo sería...

 

—Despedida —completó con un asentimiento decisivo.

Cuando logré un rígido asentimiento, sus hombros cayeron.

—Eso es lo que me temía.

 

—Chupó su labio inferior entre los dientes en un gesto pensativo. Era una lástima que se viera tan deliciosa. Yo solo quería… ¡Dios! Tenía que dejar de pensar de esa manera.

 

—Así que, ¿qué opinas? —Encontré el valor para preguntar, ya que me gustaba pensar en esta colaborativo término de “nosotras”.

 

Levantó la mirada, con ojos sorprendidos.

— ¿Sobre qué?

Tragué saliva, sonrojándome.

—Sobre lo que debemos hacer.

—Oh. —Exhaló suavemente—. Uh... —Su mirada se deslizó sobre mí, calentándome mientras recordaba cómo mi piel se sentía bajo sus manos. La mirada que me envió, decía exactamente lo que quería hacer. El ardor que me atravesó cuando su mirada viajó por mi cuerpo hizo que mis pezones se levantaran, firmes y hormigueando.

 

— ¿Estás loca? —jadeé, sin aliento de repente.

 

—Sí. —Suspiró con fuerza mientras daba un paso atrás.

—. Creo que tal vez lo estoy. Solo un poco. —Luego su mirada me recorrió otra vez—. O tal vez mucho. Jesús, puedo ver lo duros que están tus pezones a través de la blusa.

 

Golpeando mis brazos alrededor de mi pecho para cubrir a las chicas, la miré y susurré

 

—: No vamos a iniciar un romance ilícito, señorita Hwang.

 

—Claro que no —repitió, pero lo hizo más como una pregunta que una afirmación.

Me sonrojé.

 

— ¡No! Oh, Dios mío. Es... sería inmoral, peligroso, sórdido, y... y... y demás. Somos completamente incompatibles.

— ¿Qué? —El último comentario la hizo parpadear de nuevo a la realidad y fruncirme el ceño.

—. ¿Crees que no? Y yo no puedo dejar de recordar lo muy bueno que somos juntas.

— ¿Vas a detenerlo? —El calor me inundó de pies a cabeza, sabiendo exactamente lo que quería decir.

 

Inclinó la cabeza hacia un lado, luciendo confundido.

— ¿Detener qué?

—Detener... detener el coqueteo y las referencias a lo que pasó. Vamos a olvidarnos de eso. ¿Recuerdas?

Pero ella sonrió.

—Si se supone que debo olvidar, entonces, ¿cómo puedo recordarlo?

—Oh mi Dios, eres imposible.

—Si me dejas, terminaría aquí lo que empezamos. Ahora mismo. Ya no estás ebria, y eso era lo único que me retenía.

—Una sonrisa curvó el lado derecho de su boca.

 

—. ¿No me dijiste que has soñado conmigo tomándote en este mismo escritorio?

El color se drenó de mi cara.

—No lo hice. —Pero Cristo, ¿lo hice? ¿Qué le había dicho?

—Oh, sí lo hiciste. Con muchos detalles.

—Se veía muy feliz de informar mi horrible comportamiento, y yo quería darle una bofetada y luego darle un beso y luego probablemente derribarla en mi escritorio para que me tomara con ese detalles.

—No deberíamos estar hablando de esto. —Me alejé, enfrentando una pared de estanterías. Dios Santo, no había ningún lugar a dónde ir. Tendría que rodearla si quería escapar a través de la única puerta. Había una ventana, pero nos encontrábamos en la tercera planta.

 

Tal vez debía intentarlo de todos modos.

 

—Así que... supongo que eso significa que no vamos a hacer nada al respecto, ¿no?

 

—Tienes que irte, señorita Hwang. Esta conversación es... está mal.

 

—No veo cómo es peor que aceptar salir con un hombre que ya está comprometido para casarse.

 

— ¿Qué? —Giré el torso hacia ella.

 

Arqueó una ceja desafiante.

 

—El Dr. Chaplain. ¿Me estás diciendo que no sabes que ya tiene una prometida?

Mi boca se abrió.

 

— ¿Discúlpame? No, ciertamente no la tiene.

Oh, Dios mío. ¿Tenía prometida? No, de ser así la habría llevado con él al partido. ¿Verdad? ¿O era una de esas mujeres que no les gustaba el deporte?

 

—Le propuso matrimonio en una de las clases que tomé con él el semestre pasado.

—La voz de Tiffany me trajo de nuevo al presente.

 

La decepción me invadió. Y Philip había parecido tan prometedor. No me importaba que él no me interesara de la forma en la que lo hacía la estudiante irritante delante de mí, pero era... agradable, sencillo. Accesible. Bueno, aparte de toda la situación de abandonarme en un bar. Oh, mierda. Era un hijo de puta.

 

—Pero ¿por qué... por qué iba a invitarme a salir si está comprometido?

Tiffany se encogió de hombros, algo parecido al arrepentimiento destelló en sus ojos, como si se sintiera mal por iluminarme con la verdad.

 

—Tal vez pensó que lo sabías. Y no te importaba.

 

—Oh, Dios, —Giré de nuevo. ¿Podría alguien tomarme como ese tipo de persona?

 

—En serio, ¿por qué sigues girando para enfrentar la estantería?

 

Mierda. Ahora Tiffany sabía de mi locura.

 

—Porque estoy buscando un libro.

 

—Improvisé en el último momento, sorprendida y orgullosa de mí misma por pensar en esa respuesta tan rápido. Y ya sabes, ahora que pensaba en ello, había un libro que tenía que comprobar. Era una de esas segundas copias, donde había hecho notas en los márgenes. Y si recordaba correctamente, eran muy, muy buenas notas. Salvo que, estaba casi segura de que se encontraba escondido en una caja... en el estante superior.

 

Oh, bueno. Había llegado hasta aquí. Bien podría seguir. Agarré la silla al otro lado de mi escritorio, ya que no tenía ruedas y podría mantenerse firme.

 

— ¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó Tiffany mientras me subía.

 

—Pensé que te había pedido que te fueras. —Levantando los brazos, usé la punta de los dedos para mover la caja y sacarla de la estantería.

 

—Por el amor de Dios. Déjame bajar eso antes de que te hagas daño.

 

—Lo puse aquí; creo que puedo bajarlo. Y se supone que debes irte... como te lo pedí.

 

—No lo pediste. Lo exigiste y, Jesús, taeyeon. —Su voz sonaba llena de advertencia—. No lo hagas. Vas a hacerte daño. Mido uno noventa. Puedo llegar allí mucho más fácil que tú.

 

—Bueno, yo mido uno sesenta. ¿Cuál es el punto? Puedo alcanzarlo... bien.

 

—Mierda. Mis dedos apenas tocaban la superficie. Me levanté de puntillas y lo intenté de nuevo.

—No, no puedes. Déjame... ¡taeyeon!

—Deja de llamarme por mi nombre de pila. No es adecuado.

—Maldita sea. ¡Bájate!

 

 

—Agarró mis caderas y me tiró hacia atrás justo mientras agarraba los bordes de la caja. Salió volando de los estantes con mi tirón repentino y se abrió, con todo su contenido lloviendo sobre nosotras dos

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 33: Bueno después de tanto pude terminar esta hermosa historia! Esta demás decir que siempre es un gusto leer tus adaptaciones más porque son de mi hermos TaeNy <3
JKS_lilhy #2
Chapter 33: Gracias por la historia, yo trabajo, estudio y soy mamá así ke leer este tipo de fic me encantan de verdad y más si son de mi pareja favorita taeny is real....
Skyth06
#3
Chapter 33: Fue hermoso gracias por compartirlo!!
2597611 #4
Chapter 33: Voy a llorar :'( .. no quería que acabe la historia pero buehhh .... Es una de mis favoritas !!
roguecr #5
Chapter 33: Hermosa historia gracias x compartirla y tienes razon los fics siempre son mejor con nuestro amado. Taeny
Skyth06
#6
Chapter 32: Porrr finnnn siiiiii
sakuratsukino #7
Chapter 32: es todo, yo esperaba un poco más en el final, pero no me mal entiendan la historia es muy buena, gracias autor por compartirla, extrañare leer las actualizaciones, espero exista un epilogo
roguecr #8
Chapter 32: Que bueno q tae regreso , al fin juntas. :)
2597611 #9
Chapter 32: Enserio es el final ??????
apsunbyung #10
Chapter 32: Bastante buena la idea del fic. Me gusto. Gracias por compartirlo (y adaptarlo claro)^^