capitulo 12

A mi profesora con amor

“Esos son los tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres”

Thomas Paine

 

Tiffany

 

— ¿No te encanta cómo se reflejan a través del parabrisas las luces de la calle?

—taeyeon se inclinó sobre el asiento del pasajero para acariciar el vidrio sobre el salpicadero de su auto. Pero su cinturón de seguridad se trabó antes de que pudiera apenas tocarlo, y volvió a caer en su asiento con un suspiro triste.

—. Es tan lindo —murmuró, admirando la vista con nostalgia.

Sacudí la cabeza, divertida mientras su sistema de navegación me decía que girara a la derecha en la esquina.

—Sí, sin duda bebiste demasiado —dije, más para mí misma, ya que ni siquiera me escuchaba, demasiado absorta en las lindas luces para notar mi presencia.

—Se ven como luces de feria. —Me miró de soslayo—. ¿Alguna vez has estado en una feria?

Parpadeé. —Umm… seguro. — ¿Quién no había ido nunca a una feria?

 

Siempre que venían a mi ciudad se asentaban en el aparcamiento al aire libre que estaba cerca de nuestro parque de remolques. Solía escabullirme y llevar a Caroline, también a Brandt cuando tuvo edad suficiente para subirse a los juegos.

 

Sin embargo, no me quedé el tiempo suficiente para llevar a Colt, antes de irme a la universidad. Espero que Caroline haya hecho eso por mí. Algunos de mis recuerdos más felices eran al comprar dulces y boletos y ver a mis hermanos mientras subíamos a los juegos. Colt necesitaba un recuerdo así. Demonios, todo el mundo necesitaba esa clase de recuerdos.

 

—Nunca he ido a una feria —dijo taeyeon suavemente.

 

Miré a través del silencioso interior de su auto para ver que su expresión se llenaba con más nostalgia—. Mis padres decían que las ferias eran tontas y una pérdida de tiempo.

 

Maldición. Sus padres parecían completos idiotas.

 

— ¿Crees que si mi cita se hubiese presentado habría tenido suerte esta noche? —Hizo una pausa y se mordió el labio—. Yo podría estar teniendo o en este momento. Vaya, ni siquiera puedo recordar cuando fue la última vez que tuve o.

 

Mierda. Mal tema.

 

Ella estuvo hablando sin parar desde que la puse en su coche, pasando de un tema a otro más rápido de lo que yo podía cambiar las velocidades. Pero no nos habíamos sumergido de nuevo en este territorio tabú desde que me apretó mi brazo en el bar.

 

—Pero sí recuerdo la última vez soñé con tener relaciones uales —continuó—.

 

Me lo estabas haciendo en el escritorio de mi trabajo y…

 

¿Qué? ¿Ella también había soñado eso? Irreal.

 

—… y me hallaba tumbada sobre mi espalda con todos estos trabajos calificados clavándose en mi espina mientras tú estabas de pie entre mis piernas para poder… ya sabes. Entonces golpeaste ese punto en mí… Oh, por Dios. Se sintió tan bien. De alguna forma pateé la pantalla del monitor de mi computadora. Pero tú solo continuaste, y creo que me iba a venir, pero entonces me desperté mojada y dolorida, y nunca descubrí cómo terminaba ese sueño.

 

Oh, yo sabía cómo terminaba ese sueño.

 

Pero maldición. Esto no era bueno. Escuchar cómo la había puesto toda mojada y dolorida rompió las cadenas alrededor de mi control como si fueran hojas de tijeras cortando un mechón de cabello.

 

—Tal vez no deberías estar hablándome de esto —le dije, con la voz ronca.

 

Me miró.

— ¿Por qué no? Has tenido o, ¿verdad?

 

—Entonces bufó y echó la cabeza hacia atrás para reírse abiertamente—. ¿Qué estoy diciendo? Eres Tiffany Hwang. Probablemente has tenido o más veces en este mes que el que yo he tenido en mi vida entera.

 

Fruncí el ceño.

—De acuerdo, ahora me estás insultando.

—Seis —dijo.

Sacudí la cabeza, sin entenderla.

— ¿Qué?

—He tenido o seis veces en mi vida. Tres chicos diferentes.

 

Quedé boquiabierta. Jesús. No necesitaba un recuento. Pero demonios, ahora que me dio uno, pensé que tal vez había tenido más o solo en este mes que el que ella tuvo en su vida entera. De acuerdo, no este mes ni el último exactamente. Pero sí durante un mes de la temporada de fútbol.

 

Inclinó la cabeza hacia un costado y frunció el ceño de modo pensativo.

 

—Espera. ¿Si no lo haces por tu propia voluntad, cuenta?

 

Enfocando mi atención en ella, casi me paso una luz roja. Apretando los frenos, exploté.

—: ¿Perdón?

—Dije…

 

— ¡Te escuché! Jesucristo. Si no lo haces por tu propia voluntad, no creo que siquiera sea considerado o. Se llama violación.

 

No acababa de decirme que había sido… No. De ninguna manera.

Frunciendo el ceño pensativamente, murmuró,

 

—: No. No, mis padres me dijeron muy específicamente que no podía llamarlo así. Dijeron que no le podía decir a nadie, que no podía ir a la policía ni volver a hablar de ello jamás. No.

—Sacudió la cabeza vigorosamente.

 

—. No fue una violación. Me lo merecía. Después de todo, acepté ir a una cita con él. Incluso me subí en ese asiento de atrás con él por mi propia voluntad. Ellos dijeron que debí haberlo esperado.

 

¿Haberlo esperado…?

Jesús. Pensé que tal vez vomitaría. Pero, ¿qué mierda?

 

Con mis dedos estrangulando el volante y pretendiendo que era el cuello de su violador, me las arreglé para preguntar.

 

—: ¿Hace cuánto tiempo fue?

 

—Nueve años. Tenía catorce. Fue mi primera vez. —Presionó un dedo contra sus labios pensativamente antes de agregar—: No creo que la primera vez de una chica deba ser así.

 

—No —asentí tranquilamente—, no debería.

 

—Por alguna razón pensé en Caroline. Mierda, no había tenido ese baile esta noche, ¿verdad?

¿Y si ese chico Scotini esperaba más de ella de lo que estaba dispuesta a dar? ¿Y si aceptaba subirse a la parte trasera con él por algunos besos y luego se asustaba cuando él quisiera más e intentara frenarlo pero no la dejaba? Rompería cada hueso en su jodido cuerpo. Estaba tentado de sacar mi teléfono y ver cómo se encontraba, pero también quería estar aquí para Santana. Era obvio que pasaba por algo ahora, y me gustaba ser el que escuchara sus revelaciones borrachas.

 

—Alguna vez… —Lamí mis labios secos mientras giraba en su calle.

—. ¿Alguna vez le dijiste a alguien de esto, además de tus padres?

 

Rogaba que me dijera que había ido a la policía, a pesar de los deseos de mami y papi, y que el imbécil fue echado tras las rejas, donde había estado hasta que murió después de haber sido violado por otros veinte reclusos. Cuando no respondió inmediatamente, miré hacia ella tan pronto como llegué a su calle y estacioné.

 

Se había acurrucado en su asiento con las rodillas presionadas contra el pecho y los brazos envueltos protectoramente alrededor de sus piernas. Me daba un vistazo de sus sedosas bragas negras, pero en este momento estaba demasiado preocupada por ella como para comérmela con los ojos.

Viéndose una década más joven que veintitrés, me miró con los ojos abiertos de par en par.

 

—Por supuesto —dijo—, le dije a mi terapeuta. En el mundo de mis padres es muy elegante tener un terapeuta. Pero el mío me ayudó a superarlo. Quiero decir, el primer chico con el que estuve después que sucedió no cosechó ningún beneficio. Ni siquiera se quedó a terminar nuestro primer encuentro juntos de tanto que lo asusté. Se retiró tan pronto como comencé a llorar. Luego salió corriendo y nunca más me llamó. Pero el segundo chico atravesó más de un encuentro antes de dejar de devolver mis llamadas. Sin embargo, eso es algo, ¿verdad? Es un progreso.

 

Siseé una maldición debajo de mi aliento. Bastardos. Los tres. Podía decir que cada uno de sus compañeros anteriores la había lastimado, incluso si no fueron como el primer imbécil. Quería traerla a mi regazo y solo sostenerla. O incluso mostrarle cómo era el lado bueno de la pasión.

 

Pero me contuve.

 

Había estado mirando por la ventana de enfrente, probablemente a las luces de nuevo, cuando de repente, me miró.

 

—Leí tu trabajo.

 

Sus tranquilas palabras hicieron que mi estómago ya inestable rugiera con ansiedad.

 

—Sí. Ya lo leíste y me lo devolviste, ¿recuerdas? Tuvimos toda una discusión en tu oficina sobre si merecía una A o no. Y cómo vas a guardar mi secretito sucio.

 

—Cierto —murmuró suavemente como si lo recordara de repente—. Sí, entonces, creo que te debía un secreto, ¿verdad?

—Sonrió pero no era muy alegre. Sus ojos oscuros se levantaron.

 

—. Estaba tan excitada todo el tiempo que me estuviste gritando, diciéndome que te quitara esa A si no la merecías. Si me hubieras besado ese día, te habría devuelto el beso. Y más.

 

Santa jodida mierda. Abrí la puerta del conductor y me lancé fuera del coche. El aire frío fue un sacudón bienvenido para mi excitación. Pero entonces ella abrió la puerta y también salió.

 

—Yo, uh, voy a llamar al taxi.

—Dios, eso sonó penoso, pero ella estaba ebria. No podía hacer nada sobre todas sus confesiones. No ahora.

 

Asintió, entonces se estremeció y se abrazó a sí misma antes de dirigirse a la acera, que llevaba a su pórtico delantero. Cuando se tropezó y casi cayó, maldije un poco fuerte y volví a arrojar mi teléfono en el bolsillo.

 

—Espera —grité, lanzándome tras ella y agarrando su brazo justo cuando se tropezaba de nuevo.

 

—. Déjame ayudarte.

 

Se balanceó hacia mi lado hasta que estuvo apoyándose completamente sobre mí. Tuve que deslizar mi brazo alrededor de su cintura para mantenerla de pie. Joder, ¿quién hubiera dicho que tenía una cintura tan pequeña?

 

Levantando la cabeza, sonrió cautivadoramente.

 

—Fue el mejor ensayo que he leído, sabes.

—Hmmm.

 

—Tragué saliva, negándome a responder, y la ayudé a subir los escalones de su pórtico. Cuando parecía no poder encontrar las llaves en su bolso, las sacudí para hacerle saber que todavía las tenía yo. Sonrió y dio un paso al costado, dejándome que me ocupe alegremente.

 

—Tu gramática aún era mala —continuó mientras yo abría la puerta—. Y probablemente perderías un examen de ortografía con una niña de primer grado, pero… oh por Dios. Me hizo llorar. Lo leí una y otra y otra vez. Incluso lo fotocopié como una horripilante acosadora, para poder seguir leyéndolo después de devolvértelo. Y cada vez que lo miro, no puedo parar de llorar. Por ti.

 

Levantando la mano, atrapó un mechón de mi cabello y lo corrió ociosamente sobre mi frente para quitarlo de encima de mis ojos. La sensación de sus manos sobre mí era como un shock eléctrico. Poderoso, sobrecogedor. Un completo ataque a mis hormonas y a mi corazón.

 

Mi madre me había abofeteado antes por decir algo fuera de lugar, o me empujaba por cruzarme en su camino. Las chicas con las que me acostaba me clavaban las uñas en el trasero cuando las hacía sentir bien. Mis hermanos se acurrucaban cerca de mí cuando se sentían asustados. Mis compañeros me palmeaban la espalda felicitándome. Pero nunca nadie me había tocado así, con afecto puro y honesto, como si quisieran cuidar de mí.

 

—Has pasado por mucho —murmuró; la simpatía dominaba su tono—. Tienes mucho con lo que lidiar. Quiero perseguir a tu madre y hacerle daño por lo que te hizo pasar.

 

Dejé escapar una sonrisa triste al mismo tiempo que sacaba la llave de la cerradura. Pero ya no tenía tanta prisa en que entrara… lejos de mí. Me forcé a regresar mi atención a la puerta de enfrente, pero quería seguir mirándola. Verla tal cual era —suave, dulce y un poco vulnerable— por el resto de mi vida.

 

Su mano cayó de mi cabello solo para bajar sobre mi brazo. Cálidos y suaves, sus dedos tentaban y seducían mientras trazaban lentamente un recorrido abrazador hacia mi codo.

 

—Lo siento —susurró—. Pensé que eras como él. Pero no lo eres. No te pareces en nada a él.

 

¿De qué habla? Pasé la mirada de sus dedos sobre mí hasta sus ojos.

 

— ¿Cómo quién?

 

No respondió. En vez de eso sorbió y se secó las mejillas con la palma de la mano; el movimiento la hacía lucir como una niña en vez de una realizada profesora de universidad.

 

—Él me hizo odiar a los jugadores de basquetbol. Sobre todo a los capitanes. Me hizo… me hizo fría y solitaria. Vacía por dentro. Pero tú nunca harías eso. Nunca lastimarías a nadie de la forma en que él…

Cuando sus palabras se desvanecieron, una ardiente pizca de enojo se desató en mi estómago.

 

— ¿Qué hizo? —la alenté a seguir suavemente. No respondió. Eso solo me enfureció y preocupó más.

 

 

—. ¿Taeyeon? ¿Él es el que… el que te violó? —Mierda. No era de asombrarse que siempre me lo hiciera pasar tan mal. Yo le recordaba a eso.

Odiaba saber que yo le hacía eso.

 

Se giró hacia mí y me sonrió suavemente.

 

—No eres parecida a él. Eres… no lo sé. Eres algo asombrosa.

 

Ahogué una risa áspera y abrí su puerta con un empujón salvaje.

 

—Sí, muy asombrosa. Soy mugre rota, apenas estoy manteniendo mi beca de basquetbol a flote y a punto de defraudar a las tres personas que más me importan si no puedo mantener mi mierda en orden. Y no olvidemos cómo llegué aquí con trampas… ni cómo te recuerdo al chico que te violó. No hay nada asombroso en eso.

 

—Ven aquí. —taeyeon tomó mi mano suavemente y me dirigió dentro de su oscura casa. Yo seguí. No tengo idea de por qué ni siquiera dudé, sino que fui a dondequiera que me llevaba.

 

Una vez dentro, estiré la mano, buscando a tientas hasta que encontré un interruptor de luz. Cuando una pálida luz iluminó la esquina de una ordenada sala de estar decorada en diferentes tonos de azul, la miré al mismo tiempo en que ella me miró.

 

Enmarcando mi rostro con sus manos, me miró a los ojos y dijo.

 

—: Eres asombrosa, Tiffany Hwang. —Luego dejó salir una sonrisa borracha—. Jesús, habría pensado que la jugadora estrella del invicto equipo de fútbol de la universidad sería un poco más creída y confiada de sí misma.

 

Sacudí la cabeza.

 

—Uno crece como la pobre y tonta hija de la puta de la ciudad y tus compañeros te quitan la arrogancia a golpes cuando eres joven. Literalmente.

 

Se inclinó hacia adelante y apoyó la frente en mi hombro.

 

—Pero tienes todo el derecho de estar orgullosa de quién eres. Eres una sobreviviente.

 

La apretada bola en mi pecho me dificultaba respirar, y la forma en que sus dedos suaves se sentían en mi cuello mientras bajaban por mis mejillas y sobre mis hombros montaba un numerito con mi coño.

 

— ¿Por qué? —demandé, con voz un poco áspera—. ¿Por qué sé cómo lanzar un balón?

 

Alzó la mirada una vez más.

 

—No. Porque no solo eres una cara bonita en una cáscara vacía. Amas. Temes. Sientes las cosas con tanta… tanta fuerza.

 

Cuando una mano cayó justo sobre mi corazón, respiré fuertemente.

Tomó todo lo que tenía mantener mis manos alejadas de ella.

 

—Todo el mundo siente, taeyeon. Solo que algunos son mejores cubriéndolo.

 

—Pero tú sientes cosas buenas. Tal vez sean un poco toscas, pero tienes un buen corazón. Un corazón compasivo.

 

—Entonces besó mi pecho, a través de mi ropa y sobre mi corazón. Hubiera sido tan fácil enterrar los dedos en su cabello, inclinar mi cabeza hacia abajo e inhalar su esencia. Pero no lo hice, sin importar cuánto me matara contenerme.

 

—taeyeon, deberíamos…

 

Alzó la cabeza, sorprendiéndome mientras suspiraba complacida.

 

—Me encanta la forma en que dices mi nombre.

 

—Taeyeon—murmuré, diciéndolo de nuevo porque simplemente no pude evitarlo.

 

Dios, ¿qué hacía?

Cerró los ojos y suspiró de nuevo.

 

—Haces que me estremezca cada vez que te veo.

 

Maldición, si quería hablar sobre estremecerse… Se lamió los labios de forma inconsciente y mi coño se estremeció poniéndome mojada y dolorida.

 

—Creo que he estado perpetuamente mojada desde el primer momento en que te vi entrar en mi clase.

 

Jesús.

 

Un gruñido se escapó de mi garganta. Agarré su hombro, diciéndome a mí misma que debía alejarla, pero en vez de eso, la sostuve justo donde estaba.

 

—La primera vez que entraste a mi clase sentí esta chispa, como un sofoco, que me cubría de pies a cabeza. Recuerdo tartamudear cuando me presenté porque me sentía muy asombrada. Tú me asombraste. Nadie me asombra. Pero entonces me enteré que eras la preciada líder del equipo de basquetbol de Ellamore y todo se aclaró.

 

Él también era la estrella del basquetbol, y yo tenía un flechazo tan grande. Creo que esa es mi maldición. Pero solo me prestó atención para hacerme creer que estaba interesado, y así humillarme… y luego me lastimó. Pensé que serías exactamente así. Quiero decir, tuve exactamente la misma impresión de ti que con él. Excepto que contigo, fue como… cincuenta veces más fuerte. Yo solo… me encanta mirarte. Me encanta el sonido de tu voz. La forma en que caminas. La forma en que sonríes y corres el cabello de tus ojos. Pero nunca superaré la forma en que amas a tu familia y cómo harás cualquier cosa para salvarlos. Yo solo… deseo que, algún día, alguien me ame de esa forma.

 

La mirada en sus ojos era obvia. Quería que yo la amara de esa forma. Extrañamente, la idea no aterrorizaba. Quiero decir, no había caído en ese instante ni nada. Pero después de escucharla confesar toda la mierda que me había confesado, quería que alguien la amara de esa manera casi tanto como ella.

 

Cuando me balanceé hacia adelante sin querer, ella levantó la cabeza. Pero me detuve y cerré los ojos, con mi barbilla abultándose mientras me tragaba la tentación de tomar codiciosamente. Tenía que dejar de pensar con mi coño, porque esto se puso demasiado personal y demasiado emocional. Y ella seguía demasiado…

 

—Estás borracha —le recordé.

 

Asintió, concordando.

 

—Muy borracha.

 

—No puedo besarte. Estaría tomando ventaja.

 

—Joder, ¿por qué había mencionado besarse? No habíamos estado hablando de eso.

 

Pero ella no pareció notar mi cambio de tema.

 

—De acuerdo —dijo arrastrando las palabras—. Entonces… ¿qué tal si mejor te beso yo?

 

Sucedió así. No le dije no a tiempo así que se paró de puntillas y presionó su boca contra la mía. Cerré los ojos, tratando de resistirlo. Pero la palma con la que había estado acunando mi mejilla se deslizó hasta que capturó mi nuca. Cuando sus uñas rasparon la base de mi cráneo mientras peinaba mi cabello, me estremecí. Y sus labios, Cristo, sus labios eran suaves y flexibles. Sabía a Bud Light Lime y rayo de sol, y no pude contenerme. Abrí la boca para probar solo un poquito más.

Maulló un sonido hambriento, lo que me hizo acunar su rostro mientras metía mi lengua.

 

—Si no nos detenemos ahora seré una imbécil.

 

—No te preocupes. —Volvió a tirar de mí hacia ella—. Ya te consideraba una imbécil.

 

Me reí solo para que me besara otra vez. Un gruñido ahogó mi risa y me ahogué en sus labios hasta que pude alejarme… solo para maldecir y regresar por más. Ella era tan pequeña, que me cansaba de encorvarme para besarla, así que la alcé y enroscó sus piernas alrededor de mi cintura inmediatamente.

 

Aplastando su espalda contra la pared, la besé un poco más, alcanzando la cavidad dentro de su boca hasta que mi lengua se sintió tan cómoda allí como lo hacía dentro de la mía. Mis labios no querían alejarse de los suyos, pero había mucho más que quería probar.

 

Viviendo la fantasía que tuve en el bar cuando la vi por primera vez esta noche, enterré mis dedos en la parte de cabello que había dejado suelto y besé un camino hacia el costado de su garganta, y luego a su hombro.

 

No tenía idea de que ella fuera tan suave, ni oliera tan bien. Empañaba mi cabeza así que cuando deslicé la mano hacia abajo por su perfecta espina desnuda, solo seguí avanzando hasta que tomé su trasero y nos froté la una contra la otra.

 

En serio, no fue mi intención meter la mano bajo de falda, pero su vestido se las arregló para subirse naturalmente cuando ella levantó las piernas.

 

Cuando tuve su increíble culo en mis manos, me encontré palmeando sus bragas de seda negra en lugar de la falda. Dándome cuenta de que estaba allí, tuve que seguir explorando entre sus piernas hasta que encontré el material húmedo; empapado de excitación. Ella estaba lista para mí.

 

Desde ese momento, estuve bastante jodida.

 

— ¿Dónde se encuentra tu habitación? —jadeé, moviendo los dedos hasta que ella se retorcía contra mí, exigiendo más con su cuerpo.

 

—Hacia el salón. —Señaló descuidadamente por encima de mi hombro—. La primera puerta. Lado derecho.

 

Fusionando nuestras bocas nuevamente, la aparté de la pared y la llevé a través de la oscura sala, solo tropezando una vez, cuando me topé con una silla.

 

Se rio y enterró su cara en mi cuello, lo que me brindó un momento para centrarme en la dirección en que íbamos y disfrutar de la forma cálida, suave y perfecta en que ella se sentía envuelta alrededor de mí.

 

Cuando entré en su dormitorio, ella estiró el brazo para encender la otra luz. Su santuario se hallaba brillantemente coloreado y mucho menos ordenado que la sala. Las sabanas estaban apenas lanzadas sobre el colchón y la ropa, esparcida por el suelo mientras que los libros yacían apilados en cada rincón y grieta en la que podían caber.

 

Esta era ella. La verdadera, no una profesora aburrida y tensa frente a un salón de clases. Esta habitación representaba a la mujer en mis brazos, y tuve la sensación de que no mucha gente vio a la verdadera Santana López.

 

La llevé a la cama. Una vez que había sido colocada suavemente sobre su espalda, me sonrió y se quitó perezosamente los tacones “fóllame”. Cuando extendió los brazos, me sentí atraída. Sin pensar en las consecuencias, la moral o las reglas, me subí encima de ella y junté nuestras bocas otra vez.

 

A diferencia de casi todas las chicas que conocía, en mi caso, los besos no eran solo un pre-show para lograr el gran evento. Besar era importante. Me han conocido por hacer nada más que besar a una chica toda la noche, hasta que ella era la que pedía algo más. Yo podría hacerlo hasta que mis labios estuvieran entumecidos y era imposible decir qué lengua era de quién.

 

Encontrar a una chica que besaba a la perfección era como una mina de oro. Y taeyeon Kim era la mina de oro de todas las minas de oro. Suspiró en mi boca; su cuerpo era caliente y flexible. Enterré los dedos en su pelo, arruinando la manera tentadora en que lo había arreglado.

 

No tengo ni idea de cuánto tiempo nos besamos, uniendo y forjando con nuestras bocas un vínculo que iba mucho más allá del mero comportamiento físico. Pero cuando encontró el dobladillo de mi camisa y pasó sus dedos hasta mi abdomen, yo estaba más que dispuesta a devolverle el favor.

 

—Estás tan excitada —murmuró; el asombro en su voz me mató.

—Y ni siquiera estás tocando la parte más excitada. —Sonreí al tiempo que mis labios encontraron su mandíbula, y luego fui hasta su garganta, mientras mis dedos exploraban debajo de su blusa.

 

—Se siente tan bien —murmuró, justo cuando su mano se relajó y se dejó caer sobre el colchón a su lado.

 

Mi lengua se detuvo en su pulso y mi mirada se lanzó a su mano caída.

— ¿Taeyeon?—La miré para encontrar sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, con el rostro inclinado a un lado.

 

La mujer se había desmayado conmigo. Mi cuerpo gritó en negación, mientras que una parte muy distante de mi cerebro trató de decirme que era algo bueno. Pero yo estaba más de acuerdo con mi pobre cuerpo palpitante. Esto era malo.

 

—Jesús. —Comenzando a temblar, me aparté de ella y aterricé sobre mi espalda. Frotándome la cara para refregar mi piel ardiente, solté un suspiro antes de contar hasta veinte en mi cabeza.

 

Entonces volteé mi cara para ver cómo se encontraba. Sip. Aún fuera de combate.

Esto tenía que ser un nuevo punto bajo para mí. Había tomado ventaja de una chica borracha hasta que ella se desmayó en mis brazos. Y no cualquier chica, sino que la más prohibida.

 

Mi coño mojado apretada dolorosamente contra la parte posterior de mi cremallera. Después de acomodarme, miré hacia Santana para revisarla nuevamente.

 

Bueno, al menos ella se veía en paz. Aunque lo intentara, no podía lograr que mi cuerpo se calme. Mis hormonas seguían haciendo estragos, y no era de ayuda ver sus húmedos labios entreabiertos mientras ella respiraba.

 

Girando la cabeza hacia otro lado, inspeccioné su habitación en busca de algo que me distrajera, para poder combatir la lujuria de una vez por todas e irme. Uno de los libros de bolsillo en su mesita de noche me llamó la atención. En la portada, un tipo de pelo largo con el torso desnudo asomaba su cara en el escote de una chica con un vestido grande de volantes.

 

El titulo era algo sobre rechazar a un escocés.

Una sonrisa separó mis labios. Apuesto a que no enseñaba sobre este tipo de novelas en sus clases. Lo alcancé y volteé la portada para estudiarlo un poco más a fondo. La mujer que yacía junto a mí era una adicta al romance. Qué extraño. No fui capaz de detectarlo en ninguna de sus clases. Parecía tan fría y profesional al enseñar, que yo nunca habría adivinado que tenía una soñadora en su interior.

 

Girándome, examiné su cara pasiva, al tiempo que mi pecho se llenaba de punzadas compasivas. Las cosas comenzaron a tener sentido. Sus padres imbéciles nunca la llevaron a un carnaval. No le dieron una infancia adecuada, pero probablemente le exigieron tanto en la escuela hasta que ella se adelantó los cursos y fue excelente en la educación. No podía imaginarla con un montón de amigos si siempre había sido la genio fenómeno. Y si el hijo de puta que la lastimó cuando ella tenía catorce años daba alguna pista de cómo había sido su vida, ella no se sentía muy querida ni protegida. Probablemente había estado muy sola.

Y sin embargo, leía novelas de amor, hasta que quedaban deshilachadas y desgastadas en las esquinas. Ella todavía tenía esperanzas de algún tipo de felices para siempre.

 

Era tan parecida a mí que era francamente extraño. Nos encontrábamos separadas entre dos mundos. Ella era la profesora desaliñada y genio, que ocultaba esperanzas románticas y sueños. Yo era la estrella de futbol mujeriega que trabajaba muy duro para salvar a mi pobre y rota familia. Vaya pareja hacíamos. Y qué imbécil me sentía.

 

Ella no era solo un trozo de fruta que quería probar, porque se hallaba prohibida. Era mucho más profunda de lo que había imaginado.

 

Poco a poco, extendí la mano hasta que apenas toqué su mejilla. Suspiró en su sueño y se puso de lado hacia mí. Cuando encontró mi calor, se acurrucó estrechamente. La rodeé con los brazos, abrazándola contra mí, y terminó con la mejilla en mi pecho y su brazo alrededor de mi cintura.

 

Era dulce, cómodo y tan jodidamente angustioso tenderse así con ella que terminé quitándome los zapatos, acurrucándome, cerrando los ojos y enterrando mi cara en su cabello.

 

Nos quedamos dormidas envueltos en los brazos de la otra, y no podía recordar una noche en la que dormí tan profundamente.

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Comments

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LlamaAmerica #1
Chapter 33: Bueno después de tanto pude terminar esta hermosa historia! Esta demás decir que siempre es un gusto leer tus adaptaciones más porque son de mi hermos TaeNy <3
JKS_lilhy #2
Chapter 33: Gracias por la historia, yo trabajo, estudio y soy mamá así ke leer este tipo de fic me encantan de verdad y más si son de mi pareja favorita taeny is real....
Skyth06
#3
Chapter 33: Fue hermoso gracias por compartirlo!!
2597611 #4
Chapter 33: Voy a llorar :'( .. no quería que acabe la historia pero buehhh .... Es una de mis favoritas !!
roguecr #5
Chapter 33: Hermosa historia gracias x compartirla y tienes razon los fics siempre son mejor con nuestro amado. Taeny
Skyth06
#6
Chapter 32: Porrr finnnn siiiiii
sakuratsukino #7
Chapter 32: es todo, yo esperaba un poco más en el final, pero no me mal entiendan la historia es muy buena, gracias autor por compartirla, extrañare leer las actualizaciones, espero exista un epilogo
roguecr #8
Chapter 32: Que bueno q tae regreso , al fin juntas. :)
2597611 #9
Chapter 32: Enserio es el final ??????
apsunbyung #10
Chapter 32: Bastante buena la idea del fic. Me gusto. Gracias por compartirlo (y adaptarlo claro)^^