Capítulo 2
Tú no eres el único © |ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ|El viento desordena mi cabello en cuanto bajo del autobús, había tomado la decisión de tomar el primer autobús que me llevara lejos de aquello que me hacía daño, lejos del monstruo.
Inhalo profundamente y dejo a mis ojos vagar en este lugar nuevo y desconocido, un sentimiento extraño me consume... es como renacer, como hacer algo nuevo pero malo, algo que me costara mucho. Los sentimientos se mezclan entre sí y el repentino impulso de regresar me hace cerrar los ojos con fuerza.
No puedo regresar.
Le digo a mi conciencia, regresar seria aceptar de buena gana su maltrato.
«Pero lo amas».
Niego como desquiciada y me aferro a la ilusión de un nuevo comienzo. Mis manos se mantienen firmes del único bolso que me atreví a traer, el fuerte olor a smog y a cigarrillo entró fuertemente por mi nariz.
Debo acostumbrarme a este cambio.
Digo mientras mis ojos examinan a las personas, me pregunto si ellos también han sufrido como yo. ¿Qué historia podrán contar?
«No seas tonta ellos son personas que nunca vivirán lo que tu viviste».
Un nudo se atoró en mi garganta y las manos comenzaron a temblarme, el miedo taladra mis huesos y a cada instante el presentimiento de que él está pisándome los talones me mata lentamente.
Estoy siendo una paranoica porque me aseguré de que nadie en el pueblo notara mi ausencia, había caminado por la noche al pueblo siguiente para ir a la ciudad y tomar un autobús lejos. Robé a mi padre y también extraje hasta el último ahorro escondido perfectamente y cuidadosamente en el marco de la fotografía de mamá. Al menos respetaba la fotografía de mi madre.
El ruido de la ciudad comenzó a llenar los espacios carcomidos de dolor, el canto de aves en la distancia, el murmullo de las personas, coches ruidosos y sonidos de alguna máquina expendedora.
—¿Necesita taxi señorita?
Un hombre se atravesó en mi camino paralizándome, su rostro me mostró una sonrisa pero el miedo me hizo confundir sus facciones con las de Nathaniel, mi corazón comenzó a latir a cien. El hombre arrugó la frente y trató de tocarme, di un paso atrás con temor, temor de que me tocara y me golpeara por haber huido, casi podía escuchar sus gritos diciendo "Maldita perra. ¡¿Es así como me pagas?!".
—¿Se encuentra bien señorita?
Comencé a respirar agitadamente, tenía miedo y negué reiteradas veces en su dirección, mis ojos viajaron a sus manos.
—¡No me toque! —Grité.
El ruido se detuvo en mis oídos y solo podía escuchar el latir de mi corazón.
«¡Corre!».
Mis pies no respondían, parecía haberme quedado pegada al pavimento, pero solo quería salir de ahí para que nadie me notara, que nadie le avisara donde me encontraba.
Mis ojos viajan en diferentes direcciones, como buscando ayuda en las personas que habían detenido sus quehaceres para enfocar en la nueva atracción. Ninguna se veía dispuesta a intervenir en esta locura. Mis ojos volvieron al hombre frente a mí, me había alejado y me miraba confundido y perdido y así como todo comenzó, todo volvió a la normalidad, el hombre preguntó a alguien más si necesitaba un taxi y las personas volvieron a sus rutinas.
«Todos pensaran que eres una loca».
Tragué saliva y con paso tembloso avancé en la acera alejándome de ahí.
Me fue difícil encontrar un lugar barato para quedarme, las indicaciones que me habían dado solo eran para lugares desgastados y descuidados. Personas que me aterraban vagaban y me miraban como una nueva presa. Confieso que por las noches pongo una silla en la puerta para bloquearla y que nadie intente ingresar para hacerme daño.
El dinero se me está acabando y los empleos escasean, pareciera que tengo un letrero en la frente para que no me den empleo alguno. A excepción de aquel trabajo al cual llegué por recomendación del cuidador de este motel, mencionó que me darían buenas propinas ahí, nunca debí haber puesto un pie ahí, no cuando era un prostíbulo al que había sido enviada.
Las opciones se agotan.
Me dije con fastidio, todos los días he salido pero me falta experiencia o piensan que soy extranjera. Me he vuelto muy reservada y temerosa, me he vuelto paranoica y siento que Nathaniel está vigilándome en todas partes.
Estoy cansada, cansada de tener miedo a todo y a todos, de buscar y no encontrar, y más que todo seguir atada a su recuerdo.
La lluvia parece intensificarse cuando salgo del establecimiento donde he preguntado por trabajo, claramente me han dicho que no necesitan otro empleado. Miro mis zapatos que ya son empapados por las constantes gotas de lluvia, las calles están desiertas y cuando quiero volver al local, lo han cerrado. Cierro los ojos y al abrirlos miro al gris cielo, siendo cegada por las gotas.
«Es mejor correr».
Mis pies avanzan con rapidez buscando un refugio, caigo en los charcos incontables veces, mi respiración es irregular y mi ropa está totalmente mojada. El viento se ha vuelto frío y ha ocasionado piel de gallina en mí, mis pies comienzan a doler del frío al igual que mis huesos, mi visión sigue siendo borrosa por la lluvia, sin embargo, sigo con la determinación de encontrar un refugio para calentarme y secarme.
¿Por qué me siento así?
Paso saliva en un intento de humedecer mi garganta seca, el cuerpo me duele como las golpizas que Nathaniel terminaba dándome. Abr
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