Capítulo 1
Tú no eres el único © |ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ|El frío cala hasta mis huesos y aun cuando trato de abrazarme a mí misma y cubrirme con la escasa ropa que tengo puesta, no deja de hacerme temblar. Mis ojos no se pueden apartar del cristal roto, el cristal que minutos antes estaba en una pieza y se erguía en una hermosa escultura. Creí haber tomado todo el valor de mis entrañas, pero se desvaneció como el humo cuando lo vi llegar.
Cierro mis ojos con temor, rememorando lo que había sucedido. Había llegado aquí, al departamento que él muy amablemente había alquilado para pasar nuestro tiempo juntos. Había venido con un solo propósito.
Terminar con este suplicio.
Una lágrima rodó por mi mejilla al momento que abrí mis ojos, mis labios comenzaron a temblar y el escozor en mi pómulo derecho me hizo quejar.
Caminé con paso lento a la habitación destrozada.
Tela desvanecida en cada rincón de la habitación, muebles tirados y rotos. El fuerte olor a cigarrillo y alcohol están impregnados en la habitación y en la cama están las esposas que utilizó. Mi cuerpo se sacude con miedo e inmediatamente el palpitar en mis muñecas aumenta, están rojas y adoloridas. Hace unas horas cuando llegó estaba con toda la determinación del mundo en poner fin a esta relación insana. Mi cuerpo está cansado, mi alma y mente también y mi corazón sigue aferrado a su recuerdo.
Me abrazo en un intento por desvanecer el dolor en mi cuerpo, pero este simplemente no se va.
«. . .»
El miedo sigue latente en mis entrañas y he buscado la manera de ser lo más sutil con mi decisión, pero simplemente no encontré otra manera que no fuera ser directa y ahora delante de la puerta del departamento me he congelado. Paso saliva nerviosa para que mis nervios no me traicionen, para que mi corazón y amor por él no me hagan caer una vez más.
No sé exactamente cuándo comenzó a ser asfixiante, ni mucho menos cuando es que el hombre del que me enamoré se volvió un monstruo. Mi pecho duele por su recuerdo, un recuerdo ya lejano que añoro todos los días. Soy una idiota a la espera de que, si continúo a su lado, él puede volver a ser el mismo hombre del que me enamoré perdidamente.
Cierro mis ojos recordando su sonrisa, sus ojos, sus facciones, sus labios, sus besos, sus caricias, cada parte de él está metida en mi piel. Como el recuerdo de la primera vez que me entregué a alguien por amor y por inocencia, todo era perfecto en ese entonces y no había ningún mal en la relación, solo éramos él y yo sin temor a expresar nuestro amor por el otro, pero nada en esta vida es eterno y duradero.
Él parecía jugar una perfecta partida de ajedrez, moviendo con exactitud cada una de las piezas del tablero a su favor, colocando y derrocando sus objetivos. Nada parecía imposible y yo fui uno de sus tantos juegos ambiciosos, un juego que comenzó a ahogarme, a marchitarme poco a poco. Ya no puedo seguir con esto porque sé que es un juego que nunca ganaré y el único vencedor solo puede ser él.
Me enamoré como una idiota de un hombre mayor, el amor me cegó y no me permitía ver la realidad o al verdadero ser que me enamoraba cada vez más. Limpio mis lágrimas y abro al fin la puerta, el departamento era acogedor en un principio, pero ahora me trae los más amargos y dolorosos recuerdos de mi vida, un escalofrío me atrapa cuando doy el primer paso dentro y la puerta se cierra.
He sufrido en silencio por tanto tiempo y el único culpable de todo ese sufrimiento no es nadie más que yo misma, dejando de lado mi integridad y perdonando cada una de sus fallas, dejando que hiciera conmigo lo que le viniera en gana y siendo como una muñeca de trapo con la cual pudiera jugar a su antojo. Estoy cansada ya de eso, cansada de una rutina que tan solo me hace sufrir y llorar, mi alma sangra del sufrimiento causado. ¿Acaso nadie lo ve?
Limpio nuevamente las lágrimas que recorren mis mejillas como si fueran gotas adheridas en el cristal. No sé exactamente cuántas lágrimas he derramado por su causa, no sé en qué momento mi corazón se desgarró, no sé cuando comencé a sentirme tan sola y perdida, no sé cuándo seré capaz de recuperar cada uno de los trozos de mi vida.
Solo sé qué... quiero un nuevo comienzo.
—Amor, he llegado —su profunda voz llenó en un instante el sombrío ambiente que flotaba en el aire, encendiendo una mecha en mi pecho que comenzó a ser sofocante.
Respiré profundamente tratando de tranquilizar mis nervios, cerré los ojos limpiando el paso de mis lágrimas.
—¿Sucede algo Tiffany? —Preguntó.
Su voz lanza chispas por todo mi cuerpo haciéndome caer en picada, sus zapatos resuenan con cada paso y el pulso se me dispara cada vez más mientras él se acerca, abro mis ojos lentamente girándome en un intento de poner distancia, pero es tarde. Sus brazos me envuelven en un abrazo necesitado, sus oscuros ojos se quedan clavados en los míos, acortándome la respiración con su intensidad, su frente se arruga cuando ve mis lágrimas y por un momento puedo ver preocupación en su mirada.
Trago amargamente para quitar el sabor de su dulce recuerdo y no ser más idiota.
«Él ya no es el mismo, ya no es tu mismo Nathaniel».
Repito el mantra en mi cabeza para convencer a mi corazón.
—N-Na-Nathaniel —susurro sin aliento.
Su mandíbula se tensa visiblemente y sé que él sabe que las cosas no van bien, sus músculos se tensan y su mirada se enciende.
—¿Qué es lo que está sucediendo Stephanie? —Dice con voz áspera.
Sus brazos me aprietan más a él a tal grado de causarme daño, me quejo silenciosamente, pero al no recibir respuesta me presiona aún más contra él.
—S-su... suel... suéltame —digo sofocadamente.
Trato de alejarme de él, pero simplemente no puedo. No cuando me dobla en fuerza, mis lágrimas vuelven a salir con terror y mi cabeza delira en los posibles castigos.
—¿Por qué lloras cariño? ¿Te estoy dañando?
Está jugando... otra vez lo está haciendo.
—Suélta
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