Toco mis labios con dedos temblorosos frente al espejo, mi reflejo sonríe ampliamente y yo me siento flotar, cierro mis ojos envuelta en los recuerdos de sus besos, de sus dulces caricias y sus tiernos consuelos.

Taeyeon.

Mis ojos se abren lentamente para ver mi reflejo una vez más, ella se ve tan radiante y contenta, pero yo me siento tan confundida y perdida.

—Tiffany —escucho la voz al otro lado de la puerta—. ¿Estás por salir? Stuart esta que se vuelve loco porque no apareces.

Inconscientemente sonrió.

Stuart es mi jefe, un extraño amigo de Taeyeon que le debía un favor y por pago me dio el empleo, ahora es como si fuéramos una familia rara, él es tan amable y carismático y nos entendemos a la perfección, lo cual es bastante raro siendo que tengo cierta aberración a las personas, aunque en realidad es miedo.

—Menos mal te encuentro, ¿dónde te habías metido?

Se había cruzado de brazos y me lanzaba una mirada amenazante.

Sonreí.

Él es un pelirrojo con muchas pecas en el rostro, claro, eso no quiere decir que no tenga su atractivo, sus pestañas también son pelirrojas y sus ojos tienen una pigmentación magnifica, como todo hombre irlandés, está claro eso.

—Solo fui un momento al sanitario.

Volví a sonreírle cuando sus cejas cedieron.

—¿Eso te tomo más de diez minutos? —Volvió a recriminar.

—¿Diez minutos? Pero si apenas me había mojado el rostro cuando me mandaste llamar —ahora contraataque yo, él bufo.

—Como sea. En la mesa nueve hay un cliente que no quiere que lo atienda nadie más, solo pregunta por ti —arrugué la frente y aunque en el pecho sentí una opresión de miedo, asentí—. Yo que tú iba preparando mi mejor arma —miró mis senos con picardía y me sonrío cómplice, yo fruncí el ceño confundida—. Anda, anda. Que las mesas no se atienden solas, cariño —me empujó juguetonamente y di un traspié.

¿Qué le pasa ahora a Stuart? A veces olvido lo raro que se vuelve.

Negué mientras caminaba perdida en mis pensamientos, ni siquiera miré a los comensales cuando me paré en la mesa, solo apunté a sacar mi pequeña libretita de pedido y con un suspiro cansino dije:

—Muy buenos días, sean bienvenidos a Stuart's, mi nombre es Tiffany y seré su camarera el día de hoy —el monólogo que nos hacían aprender desde el principio me salía como una grabación—. ¿Desean esperar un poco más antes de pedir o prefieren hacerlo ahora?

Este era el momento, sí era así como podía hablarles a las personas sin verlas al rostro para no salir corriendo por el miedo que me daba relacionarme con ellas y solo las miraba a los ojos un instante cuando terminaba mi monólogo.

Pero... mi cara debe ser un poema, pues no esperaba verla sentada ahí con su más deslumbrante sonrisa dirigida a mí.

—Ta-Taeyeon... —murmuré sin aliento.

Mis ojos deben estar muy abiertos, me giré para tan solo encontrarme con la sonrisa burlona de Stuart.

Tus armas, cariño, era lo que había murmurado antes de lamerse los labios.

El aire a mi alrededor comenzaba a sofocarme, es un idiota ertido, eso es lo que es.

Respiré profundamente antes de girarme y volver a disimular que solo es otro cliente más y no la mujer con la que paso mis noches y días de la semana.

—Pediremos —me tensé al escuchar la voz suave de su acompañante, fue entonces que mis ojos se atrevieron a verla por primera vez. Cielos, sí que es hermosa—. A mí podrías traerme el especial de la casa, por favor. Me han dicho que hacen unos especiales magnifico.

Me fue inevitable no fruncir el ceño suavemente.

Anoté su pedido con todo el autocontrol en mis manos, porque debo admitir que en este momento están temblando demasiado.

—El especial incluye café y un jugo natural, o un vaso de leche —dije—. ¿Prefiere leche o jugo?

—Uhm... ¿qué crees que debería pedir, cariño?

Una oleada caliente subió de mi estómago a mi garganta, ¿estos eran celos?

Miré a Taeyeon con una ceja alzada.

—Eh... eh... —sus ojos bailaban entre su acompañante y yo—. Ju-jugo... —dijo al fin.

—Apunta eso, Tiffany.

Una sonrisa extraña se extendió por sus labios cargados de un labial extremadamente rojo.

—¿Algo más? —Pregunté a ella.

De acuerdo, estaba fastidiada, no sé porque lo estaba, pero lo estaba y no podía evitar sentirme traicionada.

—Eso sería todo —se miró las uñas y luego miró expectante a Taeyeon—. Cariño ¿qué pedirás?

Apreté mi mandíbula.

—Y-yo... —clavé mi mirada en ella esperando a que dijera algo, pero sus ojos también se habían quedado fijos en los míos.

Una sonrisa tiró de las comisuras de sus labios y mis sentimientos asesinos se esfumaron en el aire.

—Estoy en tus manos, Stephanie —salió de sus labios y un escalofrió me recorrió de pies a cabeza.

¿En verdad acaba de decir eso?

De reojo pude ver la cara sorprendida de su acompañante.

—Tráeme lo que tú quieras.

Su sonrisa no se había borrado, a estas alturas no sé si me dará un ataque cardiaco por las palpitaciones aceleradas del corazón.

Asentí nerviosa.

—En un momento su desayuno será dispuesto.

Apenas susurré aquello salí casi corriendo hasta un lugar seguro del local, la cocina.

Me resguardé en una de las paredes llevando una de mis manos hasta el pecho, mordí mi labio inferior y sin poder evitarlo una sonrisa se extendió por mi rostro, fue una sorpresa agradable encontrármela aquí.

—¿Todo bien?

Doy un salto en mi lugar.

Frente a mi esta Stuart con la más enorme sonrisa que nunca antes le había visto, claro, disfruta de mis nervios cuando estoy cerca de Taeyeon y muchas personas alrededor.

Asiento débilmente ante su pregunta.

—Muy bonito detalle el suyo —comentó pasando uno de sus brazos por mis hombros—. Digo. Ya quisiera yo que mi Rony viniera a verme y pidiera exclusivamente mis servicios.

Aquello último lo dijo en un tono sugestivo, un calor extraño comenzó a sentirse en mi cuerpo.

—Venga, que tu chica no deja de mirar aquí donde te has escondido.

Sonrió avergonzada.

—Iré a darle al chef las ordenes —digo evitando su mirada y alejándome de él.

Orlando el chef, me sonríe amablemente cuando dejo el pedido en la barra, sus ojos me barren de pies a cabeza y me lanza su ya tan acostumbrada sonrisa torcida, debo admitir que en un principio tuve miedo, esa clase de sonrisas son las que me hacen recordar aún más a Nathaniel, pero Orlando me demostró que no es siempre como mi cabeza imagina, resultó ser la persona más amable y tímida que he conocido.

—¿Podrías preparar el especial de ayer?

Él me miró con el ceño fruncido, pero luego volvió a sonreírme.

—Claro, lo que sea por ti —me guiñó el ojo.

—Eres el mejor.

Le sonreí y me dirigí a la barra para tomar las bebidas que ya habían dispuesto.

De camino a mi mesa me encontré con Solar.

—Tiffany, espera.

Me detuve unos pasos delante de ella para poder prestarle atención.

—¿Qué sucede?

—Ustedes dos, es hora del trabajo no de chismes —Stuart nos lanzó una mirada de advertencia desde una esquina.

—Te lo diré más tarde, Stuart a veces es un dolor en el trasero con esto del trabajo —rodó los ojos y yo reí.

Con un asentimiento continúe con mi camino, deteniéndome en la mesa nueve para poder dejar las bebidas. Taeyeon parecía absorta mirándome mientras que su acompañante parecía indignada porque su atención estuviera puesta en mí.

—Volveré en cuanto sus platillos estén listo.

Comento con una sonrisa mientras dispongo las tazas de café delante de ellas, me fue inevitable no prepararle el café a Taeyeon, es una de las costumbres y hábitos que he adquirido desde que compartimos hogar.

—Gracias —dijo deteniendo los movimientos de mi mano con la suya—. ¿Puedes tomarte un descanso y acompañarnos? —Pidió.

Me mordí el labio, consciente de que su mano aun aprisiona la mía.

Nerviosa giré el rostro hasta encontrarme con los brillantes ojos de Stuart, estoy segura que de pedirle permiso lo aceptaría, claro, Taeyeon es una de sus amigas y no creo que esté dispuesto a negarle un capricho, sin embargo estoy en el trabajo y no siempre podré depender de mi dulce guardián.

—Lo siento —susurré, apartando mi mano de la de ella con suavidad—. Pero el lugar está lleno, no creo que sea conveniente tomar mi descanso ahora.

Sus ojos mostraron decepción.

—Está bien.

Me sonrió ampliamente.

—No es por nada, pero me siento desplazada.

Ambas miramos a su acompañante, cruzada de