Real Christmas Gift :D

Tiffany PDV

Al día siguiente, Jade y Yunjin me convencieron para salir a hacer unas compras y cenar fuera. No me apetecía y el día encapotado tampoco acompañaba, pero me vi incapaz de negarme. Lo hacían por mí, porque me había pasado las últimas horas deambulando por el piso callada, sin dejar de pensar en lo cerca que estuvo Taeyeon de besarme y en lo decepcionante que fue verle marchar.

Conforme estaban las cosas en el Edificio, con la horrible muerte de Park Yunho reciente y la traición de un importante aliado de la familia, como lo habían sido los Jung, salir a pasear y aparentar normalidad era bastante insensato.

Pero aquellas mujeres podían presumir de saber leer los pensamientos de las personas, y el mío no se les había escapado. Decidieron que lo mejor era que nos diera el aire.

—Si sigues callada —comenzó Yunjin—, tendré que sacarte las palabras a tirones, niña.

Sonreí mientras Jade saboreaba un Martini blanco. Alzó la cabeza, miró a su cuñada, risueña, y le guiñó un ojo.

—No pasa nada, Yunjin, en serio —dije—. Es solo que… estoy algo… cansada.

—¡Ay, no querida! Nada de mentiras —protestó Jade—. No las soporto.

—¡No estoy mintiendo! —exclamé. Sí, estaba mintiendo, y mucho.

Ambas me miraron, incrédulas.

—Porque no nos hablas de ella… —se aventuró Yunjin, y yo me declaré en cuanto tragué saliva.

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Regresé a la biblioteca y al momento en que su aliento rebotó entrecortado en mis labios…

Me arrepentí de suspirar al ver que las mujeres sonreían con una malicia divertida. Ellas sabían que había algo entre Taeyeon y yo, era una tontería retrasar esa conversación.

—Porque si lo digo en voz alta, entonces será mucho más real…—admití cabizbaja—…Y es una historia imposible.

Yunjin puso los ojos en blanco. Me había dado cuenta de que para ella las cosas imposibles no existían. Era una mujer de carácter, segura de sí misma y de sus tremendas posibilidades. Le molestaba que los demás vieran improbable lo que para ella no lo era.

Pero no fue Yunjin la que habló.

—No la quiere, Tiffany. —Interrumpió Jade antes de mirarme categórica.

Tuve un espasmo al verla tan seria, y su cuñada le siguió—. Conozco a esa muchacha desde que nació.

La he criado, prácticamente es mi hija, y la conozco.

—¿Qué pretendes decirme, Jade?—pregunté agarrotada.

—Nada. No disfrazo mis palabras, Tiffany. —Se tomó unos segundos para sorber de su copa, volver a dejarla en la mesa y hacer un gesto de absoluto control sobre lo que decía—. Ahora haz lo que te plazca con ellas.

Negué con la cabeza, repentinamente abrumada. No podía llegar a la vida de Taeyeon y perturbársela con mi deseo por ella.

—Esto no funcionará… —Confirmé mis sentimientos.

—Permite que ella también decida… —medió Yunjin, acariciando mi mano.

Una hora más tarde, salimos del restaurante. Tras aquella conversación no volvimos a mencionar a Taeyeon. Me sentía muy cansada y confundida con todo lo que me estaba pasando.

La lluvia interrumpió nuestro regreso a la altura de la Plaza Gwanghwamun, pero decidimos continuar a pie, ya que el Edificio quedaba a solo unas calles de allí.

Entonces, me detuve hipnotizada por la estatua del Almirante Yi Sun-sin de la dinastía Joseon. La observé dibujándose entre la niebla, impune al agua que le caía encima. Qué imagen más maravillosa.

—¡Tiffany! ¡Vamos! —gritó Jade a unos metros de mí.

Pero no me moví. La hoja afilada de un cuchillo acariciaba mi garganta.

Un brazo enorme me rodeo el torso, oprimiendo mi pecho. Me empujó hasta que mi espalda quedó pegada a su cuerpo y después se acercó a mi pelo y absorbió el aroma con fuerza.

—Si te mueves, te abriré la garganta —Aquel ronroneó… Le distinguí.

—Leo.

—Me encanta como pronuncias mi nombre —alardeó.

Dios mío… Lee Seunggi me había encontrado.

—Tiffany, Tiffany… eres muy escurridiza, ¿lo sabías? —Escuché su ersa sonrisa antes de verle.

Se me heló la sangre y el miedo comenzó a amontonarse en mi boca. Rogué que las Park hubieran optado por seguir caminado.

—Querida, estás increíble. —Fue sincero.

—¡¿Quién demonios eres?! —gritó Jade, y mi fuero interno maldijo—. ¡Quítale las manos de encima, malnacido!

Mierda. Jade no sabía que con aquella intervención complicaba las cosas. Con ellas de por medio, toda mi concentración estaba en protegerlas. No quería ni pensar en la posibilidad de que pudiera pasarles algo.

Seunggi las miró a ambas, deleitándose un poco con la apariencia de Yunjin, que curiosamente le sacaba casi una cabeza.

—Cogedlas, a las tres —ordenó, lo que significa que no dejaría títere con cabeza.

—¡¡¡No!!! ¡¡¡No, por favor!!! —Chillé, revolviéndome entre los brazos de Leo, aun a sabiendas que podría rebanarme el cuello—. ¡Seunggi, ellas no tienen nada que ver! ¡Deja que se vaya!

—Me encanta que supliques. —Acarició mi mentó—, estás tan… y.

—Por favor, Seunggi. Haré lo que quieras, lo juro —rogué con los ojos empañados.

Vi de soslayo que dos tipos inmovilizaban a Jade y Yunjin por los brazos.

—¿Lo juras? —Ladeó la cabeza.

Una ráfaga de viento me mojó la cara cuando asentí. Ni siquiera era consciente de que respiraba, lo único que quería era poner a salvo a las Park. Pero, sorprendentemente, ellas estaban más preocupadas por mí que por su integridad.

—Por qué será que no te creo, Tiffany —susurró Seunggi, malévolo—. Si me las llevo conmigo, me aseguraré de que los Park acepten un encuentro.

—Siempre puedes utilizarlas de mensajeras —sugerí. Algo que le sentó fatal a la madre de Jadyn—. Podrían darle el mensaje al Park que tú quisieras.

Seunggi alzó una ceja. Le había convencido.

—Eres lista, Tiffany. —Mantuvo mi mirada hasta que logró que se la retirara—. Bien, que se vayan. Informaréis a Hyunki, decidle que quiero verle. Él sabrá qué lugar he escogido. ¡