Jessica PDV

Minzy terminó de colocar los alfileres que me ajustaban la falda. Donghae había encargado un vestido de la firma Costello Tagliapietra para que yo lo llevara puesto expresamente la noche del sábado en la ópera. Era un atuendo rojo sin escote, que se ceñía a los brazos y a la cintura y exhibía la espalda en toda su plenitud. Sensual, ligero y absolutamente perfecto, si mi madre hubiera acertado con la talla. Por eso llevaba más de tres horas encaramada en aquel taburete, observando como Minzy hacia los arreglos y como Donghae me desnudaba con la mirada.

—¡Listo! —Exclamó Minzy alzándose del suelo—. Estás increíble.

—Mucho más que eso —añadió Donghae caminando hacia mí. Olvidando mi repulsa, cogió mi cara entre sus manos—. Brillarás por encima de cualquier mujer. Y te envidiarán, por supuesto. —No pude esquivar un beso.

Me soltó y se acercó a la mesa para servirse una copa.

—¿Por qué iban a envidiarme? —pregunté, limpiándome la boca.

—Vas conmigo, amor —sonrió e inmediatamente cambió de tema—. Todas las personalidades más importantes de la región asistirán a la toma de cargo de mi padre. Por fin podrá utilizar Seúl a su antojo… —comentó orgulloso.

Y yo decidí jugar a tocarle las pelotas. Si de tan buen humor estaba, lo soportaría. Así que sonreí y entrecerré los ojos, mirándole de arriba abajo y encargándome de poner una mueca indescifrable para él.

Culminé mordiéndome el labio.

—Me pregunto entonces porque me has encerrado aquí si sabías que terminaríamos volviendo a Seúl días después. —Incluso yo me sorprendí de la frialdad y el veneno que llevaban mis palabras. A Donghae se le resecaron los labios y bebió sediento de su copa mientras yo recogía mi falda y bajaba del taburete—. Que pérdida más lamentable de tiempo. Sobre todo porque has logrado que te odié aún más.

Esperé a que él reaccionara, y no se demoró mucho tiempo. Se acercó a mí, me empujó contra su pecho y soltó un ronquido de excitación.

—No te esfuerces, Jessica. Me calientas del mismo modo cuando eres insolente.

Mostré los dientes al reconocer que quería mi boca.

—Cuidado, puedes perder el labio en el proceso —mascullé.

—Probemos, entonces. —Soltó una sonrisita—. Tal vez me gusté.

Minzy carraspeó evitando el contacto.

—Tenemos que elegir un peinado, señor Lee. Así que, si quiere que vaya esplendida, tendrá que dejarnos a solas, ¿comprende? —Plantó a Donghae severa e incisiva. Le sonreí cuando Donghae se alejó de mí a regañadientes.

—Suelto —masculló.

—¿Cómo dice? —preguntó Minzy.

—Quiero que lo lleve suelto. Que le repose en las caderas. Así no tendré que preocuparme en soltárselo cuando la lleve a la cama. —Se aseguró que su comentario nos aplastara antes de irse.

Cada una de sus palabras llevaba implícita una promesa. No pospondría por más tiempo hacerme suya y le daría igual que fuera forzado. Comprendí que eso era exactamente lo que Donghae había estado esperando. De algún modo, haberlo hecho en Yeosu no tenía trascendencia. Prefería saber que Jadyn estaba al alcance de descubrirlo o incluso de ser testigo de ello.

Exhalé… y cerré los ojos, negando.

Temí regresar a Seúl.

Tiffany PDV

Tanta tranquilidad durante el día, me tenía espléndidamente agotada. Supongo que se debía a que no estaba acostumbrada a ello.

Por la mañana, obligué a Jadyn a desayunar conmigo. No había pegado ojo y un café caliente le sentó bastante bien. Después, me vi arrastrada a una divertida competición de billar que duró cerca de tres horas y que, por supuesto, perdí. Yuri era muy habilidosa y Jadyn demasiado tramposa —las bolas rayadas desaparecían misteriosamente—. Más tarde, conocí al resto de sus amigos: Key, Hyoyeon y Nicole. Y sin darnos cuenta, pasamos el día juntos. Estuve hablando horas con Nicole mientras las chicas lo hacían entre ellas. Me lo contó todo: desde cómo se conocieron Jessica y Jadyn, hasta la muerte de Jonghyun hacía apenas dos días.

Con todo…, no dejé de pensar en Taeyeon. Me arrepentía muchísimo de haberle dicho que se alejara de mí, pero más me dolió que lo cumpliera. No había aparecido en todo el día por el Edificio y, si lo hizo, no se dejó ver. En ocasiones, me costó horrores disimular las miradas hacia la puerta del piso, esperando que apareciera.

Jadyn pudo darse cuenta.

Ya había caído la madrugada cuando decidí bajar a tomar un té. No me apetecía dormir todavía. Sabía que soñaría con ella y aún no estaba preparada. Pero aunque quise ir hasta la cocina, apenas crucé el salón.

Una ráfaga nocturna vino de la mano de un sonido distante. Todo provino de la biblioteca. Me asomé con cautela y vi como las cortinas ondeaban por el aire. Me adentré con la idea de cerrar las ventanas, pero me detuve en cuanto la vi. Taeyeon estaba sentada junto al cenador de la terraza, cabizbaja con los codos apoyados en las rodillas.

Salté hacia atrás, precipitada y con el corazón amenazando con salírseme.

Maldita sea, incluso estuve a punto de caerme al suelo al toparme con la esquina de una mesita de café.

¿Cómo no me había dado cuenta de su presencia? ¿Cuánto tiempo llevaría en el Edificio? ¿Cómo pude pedirle que se alejara de mí…?

Contuve el aire y decidí acercarme a ella. Ahora que había recapacitado, Taeyeon merecía unas disculpas por mi comportamiento injusto la noche anterior. Pero conforme me acercaba, supe que… jamás podría ser su amiga. Por mucho que lo intentara, la deseaba demasiado.