Capitulo XXVIII

#1 Mirame y Dispara
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Jessica PDV  

Me fui directamente a secretaría para entregarle a Jia el justificante por mi falta del viernes. Nicole me había telefoneado para advertirme de la mentira que había escogido para ocultarme; les había dicho a los profesores que me encontraba mal. Así que se lo expliqué a Taeyeon y ella me hizo el favor del firmar mi justificante.

Jia no estaba y las clases ya habían comenzado. No sabía qué hacer, si quedarme y esperar, o entrar en clase. De repente la puerta se abrió y me giré creyendo que era Jia, pero me equivoqué.

Jadyn se abalanzó sobre mí y me besó con fuerza. Llevábamos sin vernos más de un día y aquel beso me supo a gloria. Le abracé a la vez que me empujaba hacia el despacho del director. 

—¿Qué estás haciendo? —mascullé entre beso y beso.

Sonreí al sentir la urgencia de sus besos. Me encantaba que me besara de aquella forma.

—Voy a hacerte el amor sobre la mesa del director —murmuró subiendo sus manos por debajo de mi falda. Acarició mi ropa interior antes de cerrar la puerta del despacho con la pierna.

—Estás loca —sonreí, pero estaba dispuesta a arriesgarme.

Me sentó sobre la mesa y se inclinó sobre mí, pero no me besó. Me observó torciendo el gesto sin dejar de acariciar mis muslos. Resoplé cerrando los ojos. Aquellas caricias creaban dependencia, las necesitaba para continuar respirando. Jadyn disfrutó al verme tan entregada.

—Eres preciosa… —dijo sin dejar de mirarme a los ojos.

Su voz sonó tranquila y absolutamente sincera, y al oírla no pude evitar sonrojarme. Su intensa mirada me decía que yo era la única. Lo abracé.

—No dejes de repetirlo.  

La besé acariciando su espalda. Pero enseguida me detuve al escuchar unas voces que se aproximaban. Sin nos descubrían, nos caería una gorda. Era una expulsión asegurada. Empujé a Jadyn contra la pared y la obligué a esconderse tras una estantería. Ella me cogió de la mano intentando que me escondiera con ella, pero me deshice de ella.

—Quédate ahí, yo le entretendré.

—¿Estás loca?

No dio tiempo a más. El director me cazó. Fingí estar mirando sus libros. Jadyn se puso tensa, justo a unos centímetros de mí. Si no lo veía, sería por un milagro.

—Señorita Jung —dijo el director arqueando una ceja—, ¿qué hace aquí

 De momento no parecía estar cabreado.

—Venía a entregarle el justificante de falta.

—Entonces aprovecharé para darle unos papeles que debe firmar su padre.

La secretaria estaba justo a su lado y abrió los ojos de par en par. Había descubierto a Jadyn. Temí que hablara, pero se mantuvo callada, observándome.

—¿Qué papeles?

—Nada, no se preocupe. Son para ultimar su matrícula. Olvidé enviárselos la semana que usted inició las clases.

Me entregó una pequeña carpeta marrón.

—Aquí tiene. Si es posible, tráigamelos esta misma tarde.

—Por supuesto. —Tragué saliva. Debía irme y no podía dejar a Jadyn allí— . Señor Lee, ¿sería tan amable de acompañarme a clase? No quiero importunar y su presencia facilitaría mi llegada.

Jesús, cuánto rollo tenía, pero qué bien había sonado. El director asintió y se dirigió a la puerta.

—Claro, no se preocupe.

Jia me miró y me guiñó un ojo para indicarme que ella ayudaría a Jadyn a salir de allí. Le sonreí.   

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Taemin detuvo el coche justo enfrente del edificio de los laboratorios Kwon. No había encontrado a mi padre en casa cuando llegué del colegio, así que le pregunté a Minzy dónde se encontraba. Para mi sorpresa, me dijo había ido a los laboratorios. Comí aprisa y me marché.

Quería llevar de vuelta aquellos papeles al Instituto lo antes posible e irme con Jadyn. Miré hacia arriba y contemplé los siete pisos del edificio. Era una gran torre de cristal con apariencia de frágil levantada en pleno centro de la ciudad. Aquellos laboratorios pertenecían a los Park; concretamente a la abuela materna de Jadyn, Jane Kwon.

Entré en el vestíbulo dejando tras de mí el ligero sonido de las puertas correderas al cerrarse. Me quedé de pie para observar la espectacular sala. Parecía la recepción de un hotel, solo que con una luz más grisácea.

La recepcionista me miró por encima de sus gafas y frunció el entrecejo. De pronto, sonrió y se levantó de su sillón negro. Bordeó la mesa de cristal (con forma de semicírculo) y corrió hasta mí arrastrando sus zapatos de tacón.

—¡Jessica, madre mía, cuánto tiempo! —exclamó aquella mujer mientras me cogía de los hombros para darme dos besos. Sonreí intentando recordar quién era—. La última vez que te vi tenías solo cinco años. Estas guapísima. De repente me vino su nombre: Seo Joo Hyun.

—¡Hola, ! —exclamé, sonriente.

—¿Vienes a ver a tu padre? —preguntó, comenzando a caminar hacia su silla.

—Sí.

Por el tono tan natural que Seohyun utilizó, parecía que era habitual que mi padre visitara aquel lugar.

—Bien, me pillas por poco. Hoy salgo antes, es el cumpleaños de Leo, mi hijo pequeño. Cumple nueve años, está hecho un diablillo. —Intenté fingir que me interesaba lo que estaba contándome.

Lo logré porque no dejó de hablar de sus asuntos.

—Bueno, no te entretengo más. Daehyun está en la última planta. Si decides irte antes, te dejo la llave de las puertas detrás de la impresora, ¿de acuerdo? —Me mostró cómo escondía una pequeña llave tras el aparato y volvió a sonreír—. No te aconsejo que les esperes, una reunión con ellos te puede llevar horas.

Negué con la cabeza. ¿Una reunión? No dejaba de sorprenderme. Todo era muy extraño y no me sentía cómoda. Una vocecita interior me decía que allí pasaba algo raro. Aunque, bien mirado, desde que llegué a Seúl me habían sucedido las cosas más extrañas. ¿Estarían relacionadas? La desazón invadió mi cuerpo sin comprender por qué. 

—No, no quiero esperarles, créeme. Di unos pasos hacia el ascensor.

—Perfecto. Bueno, Jessica, me alegro de verte. Pásate un día por aquí y tomemos un café, querida. Así hablamos de nuestras cosas. Se colocó su bolso sobre el hombro.

—Claro. Pronto, lo prometo.

Dudaba que le quedara algo que contarme después de la conversación que habíamos tenido. Bueno, más bien, del monólo

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