capitulo IX

#1 Mirame y Dispara
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Jadyn PDV  

Me desplomé en la cama sabiendo que la oscuridad de mi habitación me consumiría. El silencio de la madrugada lo invadió todo y dejó vía libre a mis pensamientos.

Su nombre retumbaba en mi cabeza como si alguien me lo estuviera susurrando al oído una y otra vez. Cerré los ojos, desesperada, pero entonces vi su imagen. Parecía dibujarse entre la bruma. 

Tan delicada y atractiva. Tan pálida y sensual. Deseé tenerla delante de mí. No dejaría que hablara, únicamente le pediría que me dejara observarla hasta que me venciera el sueño. Y cuando despertara…

“¡¿Pero qué estoy pensando?! ¿Eres estúpida o qué? Es una niñata. No la soportas”, me reproché. 

No podía permitirme caer, no con ella. No podía… enamorarme.

Suspiré vencido por el sueño. Me quedaba poco tiempo de conciencia. Pronto mi mente sería la dueña de todo mi ser y ahí no tendría nada que hacer. Así que me dejé llevar, convencida de que Jessica sería la protagonista de mis sueños.

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Mi padre golpeteaba su rodilla con los dedos. El aroma de su habano había impregnado toda la limusina y mi madre hacía todo lo posible por disimular lo mucho que le molestaba. Hasta que mi padre vio cómo su esposa arrugaba la nariz. Abrió el cenicero y apagó con decisión el puro mientras ahuyentaba la pequeña humareda que se había formado alrededor de su cabeza.

—Chansung, ¿podrías abrir la ventana? —preguntó mi padre al chófer.

—Enseguida, señor. 

La ventanilla comenzó a bajar lentamente y dejó entrar unas gotas de lluvia acompañadas de una brisa helada. No llovía demasiado, pero era suficiente para estropear la entrada triunfal que Dongsun había planeado.

Lee Dongsun había convocado a todos los medios de comunicación de la ciudad poniendo como excusa que se trataba de una fiesta benéfica. Asistía toda la aristocracia, así como los políticos importantes del país. Se suponía que la recaudación iría destinada a los más desfavorecidos: centros de acogida, albergues, hospitales, familias sin trabajo…

Pero, en realidad, era una enorme tapadera. No se haría ninguna obra benéfica, solo era una pretexto para conseguir escaños en su campaña política y así alejarse de Choi Bonhwa, su mayor contrincante en la batalla por la alcaldía de Seul. Simples artimañas políticas para tener el favor del pueblo. Y, si no lo lograba, siempre podía comprar los votos.

—¿Así está bien? —preguntó Chansung.

—Perfecto, gracias —contestó mi padre, y enseguida cogió la mano de su esposa y añadió—: Disculpa, querida, no recordaba lo mucho que te incomodaba el aroma del cigarro.

Ella sonrió y se acercó para darle un beso en la mejilla. Desvié mi mirada hacia la calle y mis hermanos hicieron lo mismo.

—No pasa nada, mi amor —contestó mi madre.

Después de más de veinticinco años juntos, seguían igual de enamorados. Me preguntaba si yo lograría eso. Seguramente no, pero estaba orgulloso de que mis padres aún disfrutaran de su amor.

—¿Crees que la prensa se enterará? —preguntó Victoria, controlando la tensión de sus piernas.

Ella era la mayor de las tres; le seguía Boa.

—Tranquilízate, hija. Tenemos más de cien personas velando por la seguridad de nuestra «fiesta benéfica». Deja que hagan su trabajo —le cortó mi padre, con aquel tono de voz tan sarcástico y seguro.

—Estoy tranquila, papá. Pero no creo que se lo traguen. ¡Por favor! Si así fuera, entrarían los medios. Sé que sospecharán —remarcó.

Victoria tenía razón; si se descubría que Lee Dongsun había organizado un evento que no existía, tendríamos problemas con su campaña y todo el proyecto se iría a la mierda. Porque lo que menos nos convenía era que Choi Bonhwa fuera alcalde.

—Victoria, ¿es que no has aprendido nada, muchacha? —Mi padre se incorporó y yo me crucé de piernas mientras mordisqueaba mi nudillo. —¿Crees que dejaríamos que lo descubrieran? Tengo a tres comisarías vigilando la zona y a toda nuestra seguridad controlando el hotel. Necesitamos esos votos sea como sea y tú lo sabes. — Su voz subió ligeramente de tono—. Así que deja de importunar con tus estúpidos miedos de cobarde, ¿quieres?

—No soy una cobarde, papá. Es solo que… estoy algo nerviosa. Son demasiados millones los que podrían perderse. Solo quiero que salga bien.

—Pues entonces comienza por relajarte, Victoria —le dijo Boa tocando su hombro—. Todo saldrá como lo planeamos el jueves en la mansión Jung.

El coche se detuvo frente al hotel The Shilla. Ese enorme edificio de cinco estrellas era propiedad de mis abuelos maternos. Así que, en total, contábamos con la seguridad de los Shilla más la que llevaban los más de veinte clanes familiares que allí se daban cita. Parecía suficiente.

—Hemos llegado, señor Park.

En la entrada se agolpaban algunos periodistas equipados con sus cámaras y unos chubasqueros de plástico para evitar que el agua calara su ropa y enseres. La seguridad personal de mi padre se colocó junto a su puerta para evitar que se agolparan allí todos los fotógrafos.

—Bien, vamos allá. —Dibujó su mejor sonrisa y golpeó suavemente el cristal tintado de aquel Maybach.

Taeyang, jefe de personal, se colocó la muñeca cerca de su boca y murmuró algo por el dispositivo que llevaba. Abrió la puerta y se inclinó.

—Todo controlado, Hyunki. Cuando usted quiera podemos entrar al hotel.

—¿Han llegado todos? —preguntó mi padre colocando un pie fuera del coche.

—Sí, solo falta Lee Donghae, que vendrá acompañado de Jessica Jung.

Sentí un escalofrió al escuchar su nombre. Había olvidado que Jessica estaría allí y que iría acompañada de Donghae. Se me revolvieron las tripas al imaginarlos juntos.

“¿Cómo podía estar con él?”, me pregunté.

Donghae no era suficiente hombre para ir al lado de Jessica. Era un capullo que se las daba de inteligente. ¿Eso es lo que ella quería?

Negué con la cabeza, intentando disipar mis pensamientos. No quería que Jessica estuviera en ellos, no quería que perteneciera a ellos. Solo deseaba que desapareciera esa ardiente quemazón que me producía. No quería que una niña engreída se adueñara de mi mente pero, hasta ese momento, lo estaba logrando. 

Mi padre salió del coche derrochando el carisma que le caracterizaba. Le siguieron mi madre y mis hermanas. Mientras la prensa les perseguía hacia el hotel (sin apenas dejarles caminar), yo me quedé en el vehículo, esperando para salir sin ser visto.

Me coloqué bien la chaqueta de mi traje Gucci y escondí mi cabeza entre los hombros comenzando a caminar hacia los árboles que guardaban la fachada del hotel; entraría por la parte de atrás.     

Jessica PDV 

Su mano tomó la mía y se la llevó a los labios para darme un suave beso. Me molestó sentirle tan cerca, a pesar de la dulce y delicada caricia. No le había dado permiso para que se tomara esas confianzas. De hecho, tampoco tenía interés en asistir a la fiesta con él. Por culpa de su actitud cariñosa, todo el mundo tendría la impresión de que Donghae y yo éramos pareja, y eso quedaba muy lejos de la realidad. No era su novia ni quería serlo, por mucho que a mis padres les enloqueciera la idea. Donghae jamás me tendría.

Donghae tomó su copa de cava y yo apreté los labios para intentar controlar mi repentina ira. Solo nos quedaban unas calles para llegar al hotel. Me pareció una travesía interminable.

Me concentré en la lluvia. En ese momento caía con más fuerza y arrastraba una corriente rabiosa que agitaba todo a su paso. Tuve la sensación de que estábamos en noviembre y no en enero.

—Mi madre tiene unas ganas enormes de verte —me dijo. Yo le miré, casi arrastrando mis ojos, y forcé una sonrisa—. No deja de hablar de ti a todas sus amigas…

Chohee solo había podido verme una vez durante toda la semana, y fue la noche del jueves, cuando los Lee y los Park asistieron a la cena que se organizó en mi casa. Al parecer, aquellas veladas se repetían con frecuencia.

—Si habla de mí es porque alguien le ha dado ese tema de conversación, ¿no crees? —dije un tanto molesta.

—Bueno, debo admitir que le he hablado de ti, y a mi madre le ha resultado fascinante. 

—¿Puedo saber por qué?

—Es obvio, ¿no? —Volvió a coger mi mano después de soltar la copa. Desvié mi rostro hacia la ventana intentando controlarme—. Jessica, creo que eres lo suficientemente lista como para saber que me siento atraído por ti. Y, al parecer, por la reacción de tu piel cuando te toco, tú también sientes lo mismo por mí. —Retiré la mano.

—Creo que es… pronto… para hablar de estas cosas, Donghae. —Intenté ser respetuosa a la par que evitaba tartamudear; solía hacerlo cuando estaba demasiado enfurecida.

—¿Pronto? ¿A qué te refieres? —preguntó extrañado.

—Apenas nos conocemos —dije con rotundidad.

El coche se detuvo. La luz anaranjada del hotel The Shilla nos iluminó de repente.

—No necesito conocerte, Jessica. Yo sé lo que quiero y con eso me basta. No soy buen amigo del tiempo —continuó, cínico.

—Veo que no te gusta esperar —repetí, susurrando.

“Maldito gusano asqueroso”, pensé.

Estaba echado sobre mí, soltándome todas aquellas patrañas como si tal cosa… Era como si me estuviera preparando para lo que me esperaba dentro.

—Sencillamente, hay gente que tiene la suerte de no encontrarse con esa palabra. Suena mal ¿no te parece? No, sin duda la espera no está diseñada para gente como nosotros, Jessica —concluyó. 

Mi puerta se abrió y el chófer me ofreció una mano mientras sostenía un paraguas con la otra. En ese momento, unas frías gotas entraron en la limusina y rebotaron contra mis media

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