Miro por la ventana, tratando de fingir que mi atención no está puesta totalmente en sus ojos. Son las seis de la tarde, un día normal y típico, como siempre después de salir del trabajo voy a la misma cafetería, aquella hermosa y enorme que se ubica en el centro mismo de la ciudad; Me he preguntado tantas veces ¿Por qué vengo aquí? Siendo sincera conmigo misma ni siquiera me gusta el café, no me gusta estar rodeada de gente, tampoco estar sentada por horas haciendo nada, pero todo se vuelve insignificante y a la vez un todo cuando la mirada de ese hombre, Smithy, se cruza con la mía, o simplemente puedo ver esos ojos marrones que brillan con fuerza, haciendo que mi mundo se ilumine, la cafetería, y ni siquiera lo sabe, ni me conoce.

El oscuro líquido que está sobre la delicada taza en la mesa, ya está totalmente frío, siquiera tengo que fingir que lo bebo y todos los días gasto mi dinero en uno, quedándome casi por una hora mirando al hombre, que amo desde que íbamos en el colegio; la forma en que sus labios se mueven, la sonrisa de su rostro es la única que me hace sonreír, y siento que solamente estoy aquí para que nada le pase.

-Disculpa –dice una voz femenina, un poco ronca pero sin duda adorable.

Me voltee, saliendo con dificultad de mis vacilaciones dejando los ojos de Smithy que lejos están de mí.

-El lugar está lleno –dice- ¿te molesta si me siento? –apunta el mini-sofá que está enfrente de mí, miré rápidamente el alrededor, y  bueno, no es raro que la mejor cafetería de la ciudad esté repleta de clientes, lo cierto es que yo estoy aquí desde hace dos horas y media, por lo cual digamos que, estaba moderado de gente.

-No, adelante –le digo volviendo rápidamente a observar a la persona que tanto me gusta.

Una de las meseras del lugar se nos acercó, aun así mi vista seguía pegada sobre Smithy, que parecía muy contento conversando con la misma chica de todos los días, en la mesa más alejada de la que yo estoy.

-¡oye! –Me mueve la mano la chica que estaba sentada conmigo- ¿Quieres algo?

-No gracias

-Bien, entonces sería un café y un muffin –dice feliz.

En un corto periodo de tiempo la analicé rápidamente, tenía el pelo largamente alborotado y ondulado, de color cobre, tiene unos ojos azules fuertes, de esos que te hipnotizan por un par de segundos.

-Gracias –me dice, volviendo a quitarme los ojos de Smithy.

-No es nada –respondo indiferente.

Volteó con desinterés al lugar donde mi compañera de mesa está, su ropa es una chaqueta de cuero acompañada de unos jeans ajustados ambos color negro, creo.

-Estás… ¿siguiendo a alguien? –voltea mirándome con picardía.

-No –respondo, sintiendo un molesto calor en mis mejillas.

Su orden no tardó en llegar, bebía con sumo cuidado la humeante taza de café, sacaba a minúsculos pedacitos el muffin y lo comía como si fuera un chiste, ahora me debatía entre mirar a Smithy o a la chica enfrente de mí que parecía absorta mirándome.

-¿Qué haces aquí tan solita? –me pregunta inclinando la cabeza con dulzura.

-Estoy contigo ¿no? –le respondo, pero sigo mirándolo a él.

-En realidad no lo parece, creo que estás más acompañada de otra persona –enfatiza las últimas dos palabras.

-¿A qué te refieres?

-Soy una entrometida –me sonríe- y me gustaría saber a quién miras tanto.

La observé de reojo un poco, parecía más una chica parrandera que una entrometida, nunca antes la había visto y no sé porque un pequeño milisegundo me dije que podía fiarme de ella.

-A él –le confieso con frialdad apuntando con mis gestos al chico de la mesa tan alejada.

-¿El de castaño? –pregunta volteando curiosa observando rápidamente a todos lados.

-Si ese.

-¿Por qué? –dice extrañada, a un grado muy elevado como para decir ¡ah qué no es obvio!

-Porque me gusta, claro –le confieso sonrojándome, molestándome un poco por sus interrogaciones.

-¿Entonces por qué no estás sentada con él? –dice como si estuviera enojada y fuese lo más raro del mundo.

-Está con otra chica ¿Qué no lo notas? –me extraño, la mujer rubia que siempre le acompaña al café parecía tomarle toda la atención a Smithy.

-Pero –alza una ceja mirando rápidamente a ella y yo- tú eres quien gusta del chico -¿Qué esta chica es tonta o qué?

-¿Y eso qué? –la miro de reojo.

-Si a ti te gusta él, ¿no deberías ir y besarlo? –Sus palabras me dejan blanca, ¡como si fuera así de fácil! Sabiendo que desde el colegio Smithy siquiera sabe de mi existencia, he estado enamorada de él hace casi diez años en secreto.

-¿Qué eso no sería algo raro? –le pregunto, aun sabiendo que si lo sería.

-Bueno –se ríe- eso es lo que hacen los humanos –voltea ¿humanos? –Se gustan, se besan blah blah blah –se burla.

-Sí, pero cuando ambos se gustan –le explico ignorándola un poco ¿acaso no se da cuenta que sus preguntas me duelen?

-ahh –exclama entendiendo- suena difícil.

La chica de cabellos color cobre miró atentamente el muffin entre sus dedos, saboreándolo con gusto mientras yo seguía absorta mirando a Smithy.

-¿Cómo te llamas? –dice apoyando ambos codos sobre la mesa.

-Francesca –respondí cortante- ¿y tú? –siguiendo la conversación por cortesía más que por gusto.

-Laura –me sonríe con fuerza.

Con su dedo índice me tocó la mano.

-¡Ay! –exclamo, ¡hey sentí un ardor!

-Disculpa, no me aguanté –se excusa riendo.

Un fuerte golpetazo se dio a la puerta atrás de mí, unos hombres de aspectos robóticos y horrorosos invadieron la cafetería ¡mierda! ¡Smithy!

-Ay que mal –dice la chica enfrente de mí- ¿Te molesta si terminamos esta conversación en otra parte?

-Ah –titubeo- yo no –respondo sin siquiera saber que respondo ¡joder! tengo que ir al baño, antes que estos tipos se carguen el lugar.

-Gracias –dice levantándose a penas los hombres robóticos llegaron al asiento provocando histeria y gritos en la gente.

Con fuerza se levantó agarrando a uno del brazo lanzándolo fuertemente contra el otro.

-¡Ahhhh! –grito escandalizada

¡Necesito correr al baño, transformarme!

-No hay tiempo –susurra agarrándome de un pie con un fuerte impulso saliendo por el techo de la cafetería destrozándolo.

-¡Ah que haces! -¡estamos en el aire! Espera… su aspecto cambió, su cabello ahora es rojo y sale fuego de sus extremidades- ¡Volcáner! –¡Es Volcáner!

-Buenas, linda –dice mientras seguimos elevándonos estoy de cabeza ¡yo no sé volar!

-¡Bájame ahora! –le pido recordando a Smithy en la cafetería.

-Bueno –me suelta dejándome caer a libre velocidad desde el cielo.

-¡Ah! ¡Ahhhh! –Mierda voy a estrellarme contra el piso, intento concentrar la radiación pero simplemente me cuesta ¡Joder! ¡No alcanzaré a transformarme!

Mi cuerpo cae sin control, por mucho que patalee no puedo hacer nada ¡voy a morir! … Cuando estaba a diez centímetros de explotar mi cabeza contra el concreto, escuchando los horrorizados gritos de los transeúntes y una fuerza inexplicable agarrándome el tobillo.

-¡Ahhhh! –Qué cerca.

-Disculpa –dice Laura con una risita- te me resbalaste - ¡clarame