Capítulo 11
Vientos Celestiales (Adaptación TaeNy)Por la tarde, mientras veía a Tiffany jugar con su hija, a Taeyeon se le ocurrió ir a buscar algo frío para beber. Se dirigió a la cabaña, reprimiendo un gemido por el esfuerzo de ponerse de pie, y fue cuando oyó que se acercaba un coche por el camino de grava. Asomó la cabeza por la ventana de la cocina y vio a una mujer mayor, vestida de manera impecable, que bajaba de un coche de lujo y estiraba los músculos.
—¿Quién será?
Estaba a punto de ir a buscar a Tiffany, pero la mujer parecía moverse como si estuviera en su casa, así que Taeyeon le abrió la puerta y ella le sonrió. Guardaba un parecido lejano con Tiffany.
—Usted debe de ser la abuela de Tiffany —aventuró, mientras le aguantaba la mosquitera abierta.
—Muy bien. Ahora si me dice los números que saldrán esta noche en la lotería ya nos podremos jubilar.
Taeyeon se rio y dio un paso atrás para dejarla pasar.
—Soy...
—Kim Taeyeon. Yo soy Meredith Hwang—le ofreció la mano —. Tiffany me ha explicado su situación.
—¿Ah sí? —preguntó Taeyeon, con el ceño fruncido.
Meredith alzó la mano.
—Solo lo básico —la tranquilizó. Entonces le miró el vientre—. ¿Cómo se encuentra? Le dije a la idiota de mi nieta que quería conocerla.
Taeyeon se rio de nuevo, acompañó a Meredith a la sala de estar y esta se sentó en el sofá con un gruñido.
—Qué lejos queda esto.
—¿Quiere que le traiga algo? Estaba a punto de preparar té helado.
—Sería maravilloso, muchas gracias.
Cuando Taeyeon volvió a la sala de estar, Meredith estaba mirando por la cristalera con una sonrisa. Debía de estar viendo jugar a Tiffany y Elliott.
—Aquí tiene, señora...
—Ni hablar. Solo Meredith, por favor —la interrumpió al aceptar el vaso—. ¿Puedo llamarte Taeyeon?
—Por supuesto. —Taeyeon también miró por la ventana—. Elliott adora a tu nieta, Meredith.
La anciana arqueó una ceja mientras daba un sorbo de té.
—¿Y tú cómo te llevas con ella?
Taeyeon notó que se ruborizaba y trató de disimularlo dando un sorbo de té.
—Tiffany ha sido muy amable y generosa por dejar que Elliott y yo nos quedemos aquí hasta que nazca mi hija —contestó, con una mano sobre la barriga mientras miraba a Tiffany y a Elliott.
—Vamos a sentarnos, ¿te parece? No sé tú, pero tengo los pies destrozados —afirmó Meredith, que se sentó en la mecedora—. Si algo tiene mi nieta es que sabe vivir bien.
Taeyeon se sentó en el sofá sin decir nada, aunque notaba que la otra mujer la observaba con detenimiento.
—Siento mucho lo de tu pareja. Aunque fuera rápido, debió de ser terrible.
—Gracias, fue terrible y todavía lo es en muchos sentidos. Por otro lado, es... —dejó caer la frase y se entretuvo dando un trago —. No quiero aburrirte con mi situación.
—En absoluto, querida. Me imagino que no has hablado con nadie salvo con mi nieta y supongo que no ha sido de mucha ayuda.
Taeyeon se rio con Meredith.
—No puedo echarle nada en cara a Tiffany. Ella se ha encontrado en medio de este marrón de rebote; Jessica prácticamente le hizo chantaje emocional para que nos ayudase. No quería dejar mi casa y venir aquí, pero no podía quedarme en Nuevo México sola, embarazada y con Elliott. Sé que somos una molestia para Tiffany y espero poder pagárselo algún día.
—No digas tonterías. Tiffany necesita cuidar de alguien: tener a alguien en su vida aparte de esa chelista idiota «con talento».
Taeyeon se atragantó con el té que se estaba llevando a los labios y empezó a toser y a reírse al mismo tiempo. Meredith también estalló en carcajadas y se descalzó.
—Veo que has oído hablar de la señorita como-se-llame.
—Suzette —apuntó Taeyeon, secándose con la servilleta.
—Oh, sí, Suzette. ¿Os habéis conocido?
—No, no he tenido el placer —negó con la cabeza Taeyeon, entre risitas.
—Por el amor del cielo... ¿qué ven mis ojos?
Alertada por el tono, Taeyeon siguió la mirada curiosa de la mujer hacia la ventana y parpadeó varias veces con incredulidad. Tiffany estaba en el porche con un diminuto flotador de color rojo y azul brillante con pececitos, metido por la cabeza y por un brazo. A su espalda, Elliott subía lentamente las escaleras.
—Ve a buscar a tu madre, pitufa —le pidió Tiffany, con voz ahogada.
—Vale, Phany.
Elliott entró corriendo en el comedor y fue hacia su madre.
—Mamá, Phany encallada.
En ese momento se percató de la presencia de Meredith y frunció el ceño.
—Hola —la saludó Meredith—. ¿Qué le ha pasado a Tiffany?
—Phany encallada —repitió la niña, tirándole a su madre de la pierna.
Taeyeon se puso de pie con un gemido teatral.
—¿Y ahora qué?
—Esto no me lo pierdo —afirmó Meredith.
Tiffany se dio la vuelta con los ojos desorbitados.
—¿Abuela? ¿Qué haces aquí? —se horrorizó, y forcejeó desesperadamente para sacarse el flotador en el que estaba atrapada.
—Disfruto del espectáculo. ¿Cómo diantres te has metido en ese chisme?
—Tiffany, ¿qué haces? —la riñó Taeyeon, al tiempo que trataba de tirar del flotador.
Por desgracia, lo único que consiguió fue que le apretara más el brazo.
—¡Au! ¡Vale ya! —se quejó Tiffany.
Elliott se rio y ella le dirigió una mirada furibunda.
—Es culpa tuya.
—Ah, muy bien. Échale la culpa a una niña de tres años — replicó Taeyeon.
—Bueno, ha sido idea suya.
—¿Y quién es el adulto? —le preguntó Taeyeon, furiosa, tirando del flotador con más fuerza.
—Esto... ¿me permitís ayudar? —se ofreció Meredith, dando un paso adelante.
Agarró el tenedor largo de la barbacoa y pinchó el flotador. Las cuatro se quedaron quietas mientras el aire se escapaba por los agujeros con un silbido persistente, hasta que el flotador se deshinchó. Entonces Meredith le hizo un gesto a su nieta.
—¿Puedo?
Airada, Tiffany inspiró hondo y asintió; Meredith le sacó el flotador pinchado por la cabeza y se lo devolvió.
—A lo mejor deberías limitarte a tocar el piano.
Tiffany la fulminó con la mirada.
—¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro?
Tiffany salió de darse una ducha con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes, el pelo húmedo y una marca roja desde el cuello al hombro. Meredith cruzó una mirada con Taeyeon, que se mordió el labio para no reír. Elliott estaba sentada a la mesa en su trona, comiéndose una rodaja de pepino, y levantó la mirada cuando Tiffany entró en la cocina.
—¿Phany? ¿Pipino? —le ofreció, alargándole el trozo que se estaba comiendo.
—Gracias —aceptó esta, cogiéndole el pepino a medio comer. Cuando fue a llevárselo a la boca, se le cayó al suelo.
—Ups.
Lo recogió y fue a darle un bocado, pero Taeyeon se lo quitó de la mano, boquiabierta.
—¿Estás loca? No te lo comas del suelo —la riñó, y lo tiró a la basura.
Tiffany frunció el ceño, se miró la mano vacía y luego a Elliott.
—Susio, Phany.
—¿Quieres que te ayude, Taeyeon? —preguntó Meredith, que estaba sentada mientras la madre de Elliott preparaba la ensalada para la cena.
—Oh, no, Meredith. Tú ponte cómoda.
—¿Te apetece un Martini, abuela? —le preguntó Tiffany—. Luego me cuentas por qué te has pegado el viaje de seis horas sin avisarme. Habría ido a recogerte.
—Me encantaría un Martini, y ya soy mayorcita —repuso Meredith—. Quería conocer a Taeyeon y a su adorable hija. —Estiró la mano y le dio un pellizquito a Elliott debajo de la barbilla. La niña se rio y se agitó en su asiento—. Y tú puedes llamarme abuela.
Taeyeon miró a Tiffany de reojo, a tiempo de verla fruncir el ceño momentáneamente, antes de concentrarse en preparar los cócteles. A Meredith no se le escapó ni aquella expresión ni la cara de preocupación que se le había quedado a Taeyeon.
—Cuéntame, Taeyeon. ¿Cómo te encuentras? ¿Hinchazón, sofocos, hormonas descontroladas? —se interesó Meredith. Esbozó una sonrisa maliciosa—. ¿Calambres en la espalda? ¿Ardor de estómago?
—Y la lista sigue —afirmó Taeyeon por encima del hombro, mientras mascaba una zanahoria—. Eso por no hablar del apetito.
—No le pasa nada a tu apetito —interpuso Tiffany, pasándole a su abuela una copa de pie alto.
Cuando iba a alejarse, Meredith le indicó que volviera musitando un «no, no, no»; su nieta puso los ojos en blanco y le echó unas cuantas olivas en la copa.
—Lo sé, ese es el problema. Zampo como una lima.
—Bueno, tienes buen aspecto —le aseguró Tiffany, dando un trago de su botellín de cerveza.
Meredith las observaba con interés. Cuando Tiffany dejó el tapón de la cerveza en el mármol, sin fijarse, Taeyeon lo tiró a la basura automáticamente. Mientras tanto, Tiffany sirvió el té helado y lo dejó en el mármol, al lado de Taeyeon, que lo miró por el rabillo del ojo.
—¿Puedes...?
Pero Tiffany ya había ido a por más hielo y se lo echó en el vaso.
—Gracias —murmuró Taeyeon.
—De nada —le dijo Tiffany, y le apoyó la mano en el hombro un segundo al pasar por su lado.
Se dio cuenta de que su abuela la miraba, pero esta se limitó a enarcar una ceja y a dar un sorbo de Martini.
—¿Qué? —le preguntó Tiffany.
Meredith sonrió sin más.
—Sí, estás muy guapa, Taeyeon. El embarazo te sienta bien. ¿No te parece, Tiffany?
Tiffany miró a Taeyeon, que le daba la espalda, y a Meredith no le pasó por alto el repaso que le dio con la mirada.
—Sí que lo está. Y sí que le sienta bien.
—Solo quiero cuidarme para que el parto vaya bien y me recupere pronto —explicó Taeyeon al dejar la fuente de ensalada en la mesa. Como Tiffany seguía mirándola fijamente, le preguntó—. ¿Qué?
Meredith observó el cruce de miradas mientras le daba a Elliott un trozo de apio.
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