Capítulo 3
Vientos Celestiales (Adaptación TaeNy)Capítulo 3
Meredith Hwang se miró en el espejo y se tocó el pelo plateado de las sienes.
—No está mal para tener setenta y nueve —le susurró a su reflejo—. Y para haber tenido una hija a los dieciocho y una nieta a los cuarenta y cuatro.
Le echó un vistazo al reloj que había sobre la repisa de la chimenea. Eran exactamente las 19.15. Dio un sorbo de Martini y meneó la cabeza.
—Niña idiota... Como me llame con alguna excusa barata... — En ese momento sonó el timbre de la puerta y Meredith exclamó—:¡Está abierta!
Tiffany entró con gesto ceñudo.
—Por amor de Dios, abuela. Tienes que cerrar la puerta.
—Vivo en un buen vecindario. Además, tengo una pistola —rio.
Se dio cuenta de que su nieta ni siquiera sonreía, sino que se fue a la sala de estar y se dejó caer en el sofá.
—¿Qué pasa? —le preguntó—. Has hecho algo malo, ¿verdad?
—No, no he hecho nada malo —replicó Tiffany, y observó la copa de Martini—. ¿Hay para mí?
—Hay para cuatro más —aseguró su abuela—. Y por la cara que traes, los necesitas.
Tiffany fue al mueble-bar, se sirvió un Martini y le añadió varias olivas. Meredith no abrió la boca y se limitó a estudiar detenidamente a su nieta, que tomó asiento de nuevo en el sofá, dio un largo sorbo de Martini y dejó escapar un profundo suspiro.
—Me parece que vamos a cenar en casa —afirmó Meredith en tono neutro—. No te veo de humor para el Charlie Trotter’s.
Se quitó los zapatos, cogió su copa y echó a andar pasillo abajo.
—Ven conmigo —la llamó por encima del hombro—. Y trae la coctelera.
—No es necesario que hagas la cena —se apresuró a asegurar Tiffany, mientras la seguía con la coctelera en la mano.
—No la voy a hacer yo, sino tú —le dijo Meredith, sentándose a la mesa de la cocina—. María acaba de ir a comprar, así que la nevera está llena. Tú misma —la animó.
Dicho lo cual, alzó la copa y dio un trago.
—Abuela, no sé cocinar.
—¿Aún no has aprendido? ¿Cómo diantres vas a encontrar pareja si no sabes poner agua a hervir? Siéntate —ordenó.
Tiffany se sentó y dio un trago de Martini. Mientras tanto, Meredith se levantó y fue a hurgar en la nevera.
—¿Qué te apetece? —preguntó, asomando la cabeza un segundo desde el interior de la nevera.
—¿Un buen chuletón?
—Algo ligero e italiano. Y ahora cuéntame qué te pasa.
Tiffany gimió mientras Meredith empezaba a sacar los ingredientes para preparar una ensalada de primero.
—Me llamó Roger.
—Eso ya lo sé. ¿Qué quería? —inquirió, al tiempo que dejaba sobre la mesa la carne, las olivas, el tomate y el queso—. Corta el queso.
—Muy graciosa —farfulló Tiffany, aceptando el cuchillo—.Parece ser que mi pasado ha vuelto para atormentarme.
—¿En qué sentido? —quiso saber Meredith—. ¿No me digas que has dejado embarazada a alguien? —apuntó, parpadeando con una dulce sonrisa de inocencia.
Tiffany la fulminó con la mirada.
—¿Podemos dejar el numerito Hermanos Marx un segundo? Se ve que una ex mía acaba de morir.
—Oh, cariño. Lo siento —dijo enseguida Meredith, que se volvió y dejó el aceite de oliva y el pan en la mesa.
—No pasa nada, hacía cinco años que no veía a Jessica. Nosotras no... no estábamos hechas la una para la otra. Ella quería tener niños.
—¿Y tú no? —preguntó su abuela—. Creía que te gustaban los niños.
—Y me gustan, pero Jessica no estaba preparada para asumir esa responsabilidad y en aquel momento yo tampoco lo estaba. Para ella fue motivo de ruptura, pero yo no me veía trayendo a un niño al mundo en las condiciones en las que estábamos Jessica y yo.
Meredith dispuso la ensalada y la a
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