Capítulo 20
Vientos Celestiales (Adaptación TaeNy)
Taeyeon estaba reordenando los armarios de la cocina cuando sonó el timbre. Con un gemido, anadeó hacia la puerta lo más deprisa que pudo, porque no quería que el timbre despertara a Elliott de la siesta. En la puerta había dos hombres con sendas sonrisas.
—Tenemos una entrega para Kim Taeyeon. ¿Dónde la quiere?
—Va en la habitación del fondo, la señora te lo dijo —refunfuñó el otro, cargado de bultos.
—Bueno —musitó Taeyeon, que dio un paso atrás—. La habitación del fondo está a la derecha.
Los dos transportistas llevaron las cajas a la habitación y Taeyeon los observó, confusa, mientras desembalaban las cajas. El hombre de más edad le sonrió.
—Se supone que tengo que decirle que se siente y ponga los pies en alto.
Taeyeon abrió mucho los ojos.
—Vaya, pues a nosotros nos pagan por hora.
Taeyeon les lanzó una mirada prudente antes de volver a la sala de estar, desde donde los observó hacer viajes por la casa. Al parecer, al cabo de una hora, habían terminado.
—Muy bien, ya puede mirar. ¡Feliz Navidad! —le dijo el mayor, y le estrechó la mano.
Taeyeon no salía de su asombro al acompañarlos a la puerta. Para más inri, el portero apareció de improviso y se le acercó, cargado de cajas y paquetes.
—Papá Noel se ha adelantado, señora Kim. Tiffany me dijo que le dijera que se sentase...
—Y que ponga los pies en alto, lo sé, Mike. Pasa —lo invitó con una risotada—. Creo que todo eso debe de ir en la habitación del fondo.
De repente, se le había puesto un nudo en la garganta y le saltaron las lágrimas. El portero le guiñó un ojo y recorrió el pasillo.
—Feliz Navidad, señora Kim —le dijo, e inclinó su sombrero al salir.
Taeyeon entró en la habitación muy despacio y se llevó la mano al corazón.
Habían montado una cuna con una mecedora al lado. En la pared de enfrente había una cómoda y un cambiador. Los paquetes envueltos con papel de regalo estaban en la cuna, sobre la cual habían colocado un móvil de Disney. Fue entonces cuando vio que había una tarjeta colgada del móvil y fue a abrirla con los ojos anegados en lágrimas.
Mi querida Taeyeon:
La maternidad te sienta muy bien. Nuestro bebé no puede llegar a este mundo sin tener un sitio donde dormir. Que te ayude Elliott... ¡Dile que ha sido Papá Noel!
Te quiero, solo a ti. ¡Feliz Navidad! Eres la única para mí. Por siempre, Tiffany.
PD: Ya sé que son las hormonas, pero siéntate y deja de limpiar los armarios.
—Nuestro bebé —susurró Taeyeon, mirando en derredor con la tarjeta contra el pecho.
—Mamá —la llamó Elliott, con voz adormilada.
Taeyeon se volvió hacia su hija, que entró en la habitación con las mejillas arreboladas.
—Papá Noel ha venido antes para el bebé —la informó Taeyeon.
Elliott abrió unos ojos ónice como platos.
—¡Vene muy pronto, mamá!
—Ya lo sé, pero sabía que necesitábamos todo... todo esto y nos... nos quiere... —balbuceó Taeyeon, que rompió a llorar en la mecedora.
Elliott corrió hacia ella y le apoyó la cabeza en el regazo.
—¿Mamá, contenta?
—Sí, pastelito, mamá está muy contenta —le dijo, y se secó los ojos—. Vamos a ver qué ha traído Papá Noel.
Taeyeon se pasó la hora siguiente balanceándose en la mecedora mientras Elliott abría los paquetes, maravillada de la cantidad de ropa de bebé que había. Le hizo mucha gracia que fuera toda blanca, ni para niño ni para niña. También había sonajeros y anillos de dentición. Sonrió al imaginarse a Tiffany Hwang suelta en una tienda de bebés. Que Dios se apiadase de las dependientas.
Entonces Elliott abrió otro paquete y arrugó el ceño con curiosidad.
—¿Qué dice, mamá? —preguntó.
Le llevó la camiseta recién desenvuelta y Taeyeon se echó a reír al leerla.
—Serás idiota, Hwang...
Ponía «Las pianistas lo hacen de pie» en enormes letras rojas en la parte delantera. Se lo leyó a Elliott, pero la niña no pilló el chiste, así que se limitó a encogerse de hombros y se centró en el último regalo.
—¿Es todo para el bebé? —preguntó, mientras Taeyeon la ayudaba a recoger los papeles.
—Sí, cariño. ¿Verdad que Papá Noel ha sido muy bueno? Ya verás cuando te traiga regalos a ti —la tranquilizó su madre. La niña sonrió y dio palmas—. Tenemos que enviarle la carta. ¿Quieres que lo hagamos después de cenar?
Elliott no cabía en sí de gozo.
Tiffany silbaba la tonadilla de «Navidad, Navidad» mientras acarreaba el enorme abeto. Mike, el portero, se partía de risa.
—Por amor de Dios, Tiff, ¿ya va a caber en el ascensor?
Tiffany se detuvo y estudió el árbol.
—Mierda, espero que sí. Ayúdame con las bolsas, Mike, por favor.
Él meneó la cabeza, cogió las bolsas y la siguió al ascensor.
—¿Se ha sorprendido? —quiso saber Tiffany.
Mike asintió.
—Si no hubiera estado yo, se habría puesto a llorar como una niña.
—Tengo que acabar de prepararlo todo. El bebé nacerá dentro de una semana o así —explicó Tiffany, mientras pugnaba por entrar en el ascensor. El olor del abeto llenó la cabina.
—Estás dejando resina por todas partes —refunfuñó Mike, que le aguantaba la puerta.
—No tienes ni pizca de romanticismo, Michael —lo riñó ella, y le dio un beso en la mejilla.
Cuando llegó al apartamento, abrió con su llave.
—Jo jo jo —anunció su llegada en voz baja.
Elliott chilló, se echó a reír y se puso a dar saltos.
—Phany... ¡Un árbol!
Taeyeon salió de la co
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