—Estate quieta, nena —ordenó Taeyeon, mientras le abrochaba el cinturón a Elliott—. Esta camisa de franela vieja es perfecta.

Elliott se agitó, aun tratando de no moverse.

—¿Parezco un vagabundo, mamá?

—Claro que sí, cariño.

Elliott miró a Meredith, que asintió y le guiñó un ojo.

—Igualita que Tiffany a tu edad.

—Yo nunca he sido tan pequeña —objetó Tiffany, descorchando una botella de vino—. Y ahora, la barba desaliñada.

Con el ceño fruncido, Elliott observó a Tiffany mientras acercaba el corcho de la botella al fuego.

—Quema, Phany.

—No, no quema.

Achicharró el corcho y se acercó a Elliott, pero esta retrocedió.

—Pitufa, te digo que no quema.

—Hazlo tú —pidió Elliott.

Taeyeon la desafió con una sonrisa.

—Sí, Tiffany, ponte un poco. Aún mejor, déjame a mí.

Elliott se rio y Meredith aplaudió.

—Excelente idea, Taeyeon.

Taeyeon le quitó el corcho de la mano y la empujó para que se sentara

en una silla de la cocina.

—A ver, a ver... Necesitamos una barba.

—Me vengaré, Kim —la avisó Tiffany, mientras Elliott daba palmas, entusiasmada.

—Menuda noche para truco o trato —comentó Meredith.

Taeyeon y ella observaron a Tiffany caminar calle abajo con Elliott de la mano. Su madre sonrió al oírla exclamar:

—¡Tuco o tato!

Meredith soltó una sonora carcajada.

—Qué niña más adorable. Elliott también es mona.

Taeyeon se rio del chiste, pero no dijo nada; Meredith se detuvo y se volvió hacia ella.

—¿Estás enamorada de mi nieta, verdad?

Vio que Taeyeon se ponía como la grana. Hasta las orejas se le habían puesto coloradas.

—Sí, Meredith. Creo que podría enamorarme locamente de Tiffany.

—No suenas del todo segura —opinó Meredith.

No obstante, Elliott la interrumpió al correr hacia Taeyeon, con su calabaza naranja en el brazo.

—Mira, mamá. Tengo caramelos —le mostró la calabaza, falta de aliento.

—Ya lo veo, cariño. ¿Has dicho gracias?

Elliott asintió y miró a Meredith.

—Mira, abuela, tengo caramelos.

—Es fantástico, Elliott. ¿Te lo pasas bien, bonita? —preguntó, dándole un pellizquito en la barbilla.

Elliott asintió de nuevo y volvió a coger a Tiffany de la mano.

—Vamos, Phany.

Riendo, Tiffany dejó que la arrastrara por la acera hasta la casa siguiente, seguidas de Taeyeon y Meredith.

—Pues eso, Taeyeon, te noto insegura.

Esta se encogió de hombros.

—No lo sé, Meredith. Tiffany lleva soltera mucho tiempo y ha dejado muy clara su postura respecto al compromiso y a los hijos.

—Eso era antes de que se enamorara de ti —apuntó Meredith, que continuó cuando Taeyeon guardó silencio—. Y está enamorada de ti.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —quiso saber Taeyeon.

La imagen de Tiffany animando a Elliott a llamar a la puerta le arrancó una sonrisa.

—Bueno, no ha salido a por caramelos desde que era una niña, y hace días que no la oigo decir palabrotas.

Taeyeon se echó a reír.

—En eso estoy contigo.

—Ya también veo cómo te mira —prosiguió Meredith—. Conozco esa mirada. También la reconozco en ti.

Taeyeon se mordió el labio inferior y siguió caminando al lado de Meredith.

—Debes tener paciencia con ella, imagino que no es fácil para ninguna de las dos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó la joven.

Meredith reflexionó un momento antes de contestar.

—Bueno, considerando cómo se conocieron, que las dos querian a Jessica y que ahora tienes una hija y a otro bebé en camino.

—Eso es lo que más me preocupa —confesó Taeyeon—. Sé que Tiffany nos quiere a Elliott y a mí. Pero puede que sea demasiado pedir que forme parte permanente de nuestras vidas.

—Es posible —coincidió Meredith—. Pero no pierdas la esperanza, cariño.

Taeyeon sonrió a Meredith.

—No puedo. Estoy coladita por tu nieta.

Meredith se echó a reír y se cogió del brazo de Taeyeon.

—Estoy más que convencida de que el sentimiento es mutuo.

Cuando se encendieron las farolas de la calle, Taeyeon le dijo a Tiffany que era hora de volver a casa. Tiffany frunció el ceño y echó un ojo a la calabaza de Elliott.

—Mmm, vale, pitufa. Has conseguido un buen botín. Vámonos a casa y vemos qué te han dado.

Acabaron sentadas alrededor de la mesa de la cocina de Meredith mientras esta hacía chocolate caliente. Tiffany volcó el contenido de la calabaza en la mesa y a Taeyeon le hizo mucha gracia verlas todavía con la marca del corcho quemado en la cara. Elliott se puso de rodillas en la silla, apoyó los codos en la mesa y miró a su madre, expectante.

—¿Puedo comerme uno? —pidió.

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