Capítulo 7
Vientos Celestiales (Adaptación TaeNy)
—¿Me ha llamado «cariño»?
Taeyeon colgó el teléfono e ignoró la sensación de hormigueo en el estómago. Se dijo que era el bebé, que estaba agitado, pero no dejaba de pensar en el tono de preocupación de la voz de Tiffany.
Marge encendió varias velas.
—Esto pasa mucho por aquí, no te preocupes. Tiffany me ha pedido que pase a ver cómo estás —comentó—. Debes de ser alguien muy especial porque nadie, digo bien, nadie ha pasado más de una noche en esta cabaña. Como mucho, un fin de semana de desenfreno —rio.
Taeyeon se rio con ella al tiempo que evitaba pensar en Tiffany Hwang con otras mujeres.
—Me hizo prometer que te cuidaría —le dijo Marge, y le miró la barriga—. ¿Cuándo sales de cuentas?
—El 3 de diciembre. Parece que tenga que ser mañana.
—He tenido tres, sé lo que quieres decir. —Entonces se fijó en Elliott, que se abrazaba del cuello de su madre—. Qué monada. No me extraña que Tiffany os quiera —les guiñó un ojo—. Hace diez años que la conozco. Compró esta propiedad y la arregló prácticamente toda ella misma, con la ayuda de unos amigos. Tardó casi ocho años en acabarla. Trabajó muy duro y también se divirtió lo suyo. Ha tenido... —Marge calló, sonrojándose.
Taeyeon se rio.
—Soy consciente de la reputación de la señora Hwang.
Marge le lanzó una mirada curiosa.
—Me gustas. Serías buena para Tiffany. A lo mejor consigues que siente la cabeza.
—Bueno —empezó Taeyeon, a sabiendas de que se había puesto colorada—. Tiffany solo va a ayudarme hasta que nazca el bebé. En cuanto pueda, buscaré un trabajo y volveré a poner nuestras vidas en marcha.
Marge disimuló una sonrisa.
—¿Y por eso te has puesto como un tomate?
Taeyeon se llevó las manos a las mejillas de inmediato.
—¿Ah, sí? —se rio, nerviosa—. Supongo que la arrogante señora Hwang tiene ese efecto en muchas mujeres. Pero bueno, Elliott y yo pronto nos las podremos arreglar solas otra vez, ¿verdad, pastelito?
—Vedad, mamá —asintió la pequeña, en muestra de apoyo.
El ensayo era agónico y Tiffany gimió con los ojos cerrados al oír la interpretación que hacía la orquesta de su composición. A su lado, Niles dejó escapar un sonido parejo de frustración.
—Niles, no soy yo, ¿verdad? ¿Tú lo oyes?
Niles frunció los labios en una mueca de sufrimiento y asintió.
—Odio tener que decirlo.
Tiffany se echó hacia delante y hundió el rostro en las manos.
—Es Suzette... Ella...
—Apesta —ofreció Niles.
Tiffany levantó la cabeza y miró a su amigo con los ojos entornados.
—Niles, «apesta» no es un término muy profesional.
—¿Es una mierda?
—Mucho mejor —dijo Tiffany—. Vamos a sacar a Jeffrey de ahí antes de que se suicide. Tenemos que reconsiderar esto.
—Necesitamos otro chelista —farfulló Niles.
Sabía que Tiffany se daba cuenta de que debía tomar una decisión. Jeffrey también era consciente de ello. Se reunieron en el estudio vacío y Tiffany se sentó al piano y empezó a golpear las teclas con actitud ausente.
—Tiffany, estás agotada. Has reescrito media banda sonora solo para no echarla. No está bien y lo sabes —se sinceró Niles.
Tiffany se levantó y se desperezó.
—Lo sé, tengo que decírselo.
—Cógete unos días libres. Yo les he dado largas a los productores, así que es el mejor momento. El director está en el centro de desintoxicación Betty Ford y tiene para dos semanas por lo menos. Sube al norte, relájate y vuelve con la cabeza despejada —le recomendó Niles, con una palmada en el hombro.
Jeffrey cogió su maletín.
—No envidio la situación en la que te encuentras, Tiffany, pero estoy de acuerdo con Niles. Buenas noches.
Niles se despidió de él con la mano, sin despegar los ojos de Tiffany, que le dedicó a Jeffrey un triste gesto de cabeza. Tiffany Hwang podía llegar a ser una mujer muy irritante, se dijo. Seguramente era su creatividad lo que la hacía tan arrogante y coñazo. No obstante, era una buena persona, amable y generosa, por mucho que no dejara que lo supiera nadie.
Se había pasado la semana hablando con una mujer y, cada vez que recibía una llamada telefónica de su parte, le cambiaba la cara. Nunca la había visto así, ya que normalmente era una obsesa del control y cuando trabajaba era fría como el hielo. No dejaba que nada la distrajera ni se interpusiera en su camino. En cambio, cuando recibía aquellas llamadas, se volvía más tranquila y... bueno, femenina. Niles odiaba pensar algo así, pero tenía que admitirlo:
Tiffany Hwang era una mujer, ¿o no?
—¿Perdona, qué? —preguntó Niles, volviendo de golpe a la realidad.
—He dicho que, si quieres subir a mi cabaña, eres más que bienvenido.
Niles parpadeó estúpidamente.
—¿Yo? ¿Me invitas a mí? ¿Que yo suba a la cabaña? —Niles alargó la mano y le tocó la frente. Los ojos marrones de Tiffany relampaguearon con enfado, pero no dijo nada—. Vaya, vivir para ver. A lo mejor lo hago.
Tiffany esbozó una sonrisa azorada.
—Puedes traer a Brian.
Niles se llevó la mano al corazón.
—Brian se quedará atónito.
Tiffany sonrió y se pasó el dedo por debajo de la nariz, como si le diera vergüenza.
—Dios santo, ¿Tiffany Hwang ruborizada?
—No tientes a la suerte.
—De acuerdo —interpuso él enseguida, levantando las manos —. ¿Y podré conocer a la mujer que te ha puesto de un humor tan generoso?
Tiffany frunció el ceño.
—No hay ninguna mujer. Solo he pensado que no habías estado nunca en la cabaña y sería un buen modo de tomarnos todos un descanso.
—Entonces, ¿con quién has estado hablando los últimos dos días? —se interesó, tomando asiento a su lado y acariciando las teclas—. Ojalá supiera tocar este trasto. Haces que parezca tan fácil...
Tiffany se rio y empezó a tocar, mientras Niles se movía para dejarle espacio. No dijo nada, pero la observó sonreír mientras sus elegantes dedos volaban sobre las teclas.
—Y ahora responde a mi pregunta —insistió él.
—¿Te acuerdas de Jessica Jung?
—Sí, tu ex que quería tener hijos.
Tiffany asintió, sin dejar de tocar.
—Murió hace unas semanas de cáncer.
—Lo siento mucho.
—Gracias. Dejó a su pareja, embarazada de su segunda hija.
—Dios mío —exclamó Niles—. ¿La segunda?
Fue cuando se dio cuenta de que Tiffany sonreía.
—Sí, tiene una niña de tres o cuatro años, no estoy segura. Se llama Elliott y está llena de vida y tiene unos ojos ónices endiablados.
Niles se separó un poco de ella para mirarla bien y sonrió de oreja a oreja.
—¿Elliott? Suena adorable. ¿Cómo sabes que tiene los ojos ónice?
Tiffany lo miró de reojo antes de contestar.
—Al parecer, la pareja de Jessica, Kim Taeyeon, está embarazada de cinco meses y tiene problemas económicos. Jessica me escribió una carta antes de morir pidiéndome que ayudara a Taeyeon y a su familia hasta que naciera el bebé —repuso ella, encogiéndose de hombros.
—Así que les ofreciste tu cabaña. Es muy considerado por tu parte.
—Lo sé, no me pega nada, ¿verdad?
Niles levantó una ceja ante el amargo comentario.
—No, tú eres la única que cree eso, cariño. Resulta que yo pienso que eres una mujer muy generosa. Ahora cuéntame cómo es Kim Taeyeon.
Tiffany soltó una carcajada aspirada, sin dejar de tocar.
—Te pareces a mi abuela, ya.
—¿Cómo está Meredith?
—Está bien. Quiere conocer a Taeyeon.
—Y yo.
—Te voy a decir lo mismo que a ella. —Miró a Niles fijamente, y este aguardó—. No.
Niles esbozó una sonrisa resabida.
—¿Entonces para qué quieres que suba con Brian a la cabaña? ¿Las esconderás a ella y a su hija?
Tiffany notó que se sonrojaba.
—No, yo...
—Admítelo. Quieres que conozcamos a esa mujer.
Tiffany miró al cielo y meneó la cabeza.
Niles se rio abiertamente y le dio una palmada en el hombro.
—Vale, vale. Pero sabes que no voy a dejar de insistir. Háblame de ella.
Tiffany dejó de tocar un momento y se quedó con la mirada perdida, mientras Niles esperaba a que siguiera hablando. Se sorprendió de verla sonreír y negar con la cabeza. Entonces Tiffany empezó a tocar de nuevo, pero esta vez una canción diferente. Al reconocer las notas, Niles arrugó la frente.
—Es dura —empezó a decir Tiffany—. Y es una buena madre. Tiene una relación maravillosa con su hija y le preocupa su futuro. Se nota que dete
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