—Bueno, estás un poco por debajo del peso para mi gusto, pero todo está bien. Veo que no quieren saber el o del bebé — comentó la doctora Haines, quitándose las gafas con una sonrisa.

Tiffany dirigió a Taeyeon una mirada curiosa.

—¿De verdad? Creía que lo sabías, porque siempre te refieres al bebé como «ella» —razonó.

—Quiero que sea una sorpresa —contestó Taeyeon, encogiéndose de hombros—. ¿Tú quieres saberlo?

Tiffany se lo pensó un segundo, pero al final sonrió.

—No, que sea una sorpresa.

Taeyeon le cogió la mano.

—¿El peso de Taeyeon es un problema? —se interesó Tiffany, apretándole la mano a la otra mujer.

La doctora negó con la cabeza.

—No, tengo los resultados de todas las pruebas que hizo su médico de Wisconsin. Estás rozando la anemia, así que descansa todo lo que puedas y vigila la dieta, como ya has estado haciendo. El bebé debería nacer la primera semana de diciembre. ¿Van a quedarse en Chicago?

—¿Sería mejor quedarnos? —preguntó Taeyeon con gravedad.

—No es imperativo, pero me gustaría controlar la anemia. Como te decía, no es nada fuera de lo común, pero convendría que te quedaras en la ciudad si es posible.

—Vivimos lejos del hospital —intervino Tiffany, y miró a Taeyeon de reojo—. Nos quedaremos aquí. Podemos subir al norte en cualquier momento.

Taeyeon asintió y se llevó la mano a la barriga con inquietud. La doctora las miró a ambas y esbozó una sonrisa.

—¿Es el primero, veo?

Las dos asintieron.

—Todo irá bien. El único problema que veo es el peso. El corazón del bebé está perfectamente. Tiene el tamaño adecuado y todo va muy bien —les aseguró.

Taeyeon torció los labios en una sonrisa nerviosa y le apretó la mano a Tiffany.

—El estrés es otro factor que debemos considerar. No sé nada de su vida personal, pero veo que se importan la una a la otra, y eso es bueno, porque van a tener que ayudarse. ¿Existe algún otro factor de estrés?

Tiffany y Taeyeon se miraron y la primera negó con la cabeza.

—¿Taeyeon?

Taeyeon cruzó una nueva mirada con Tiffany, pero no dijo nada.

—¿Qué les parece si las dejo solas unos minutos? Te apuntaré cita para el martes a las tres —ofreció la amable doctora, y salió de la consulta.

—¿Qué sucede, cariño? —preguntó Tiffany, sin despegar los ojos de Taeyeon.

—Es que... No te enfades. Suzette llamó el otro día y... ella...

—¿Ella qué?

—Dijo que estabais juntas la otra noche, cuando llegaste tarde. Lo sé, sé que mentía. Confío en ti, Tiffany.

Tiffany se levantó y empezó a pasear de lado a lado de la habitación, cada vez más furiosa con cada paso que daba. Al mirar a Taeyeon, que se veía cansada y pálida, se arrodilló ante ella.

—Muy bien, de ahora en adelante, cuéntame las cosas, por favor. No te estoy ocultando nada, no estoy con nadie. Lo sabes.

—Sí. Por favor no te enfades.

Tiffany le puso los dedos en los labios.

—No te preocupes, que el bebé te oye. Oye, ¿ya has pensado en algún nombre? Nunca hemos hablado de eso. Espera, mejor volvemos a casa y lo pensamos entre las tres.

—Elliott nunca nos lo perdonaría —afirmó Taeyeon.

Tiffany sonrió, aunque en quien pensaba era en Suzette. Iba a matar a aquella zorra traidora.

Al entrar en la sala de estar se encontraron con Niles llevando a Elliott a caballito por toda la habitación. Brian estaba sentado en el sofá con una copa de vino y se desternillaba de risa.

—Mamá, Nize sube caballito —exclamó la niña.

Niles la dejó en el suelo e hizo como si no viera la mueca burlona de Tiffany, rojo como la grana, mientras la niña corría a los brazos de su madre. Tiffany la interceptó, la levantó en volandas, le dio un beso en la mejilla y luego se la pasó a Taeyeon.

—No puedes levantar peso —la advirtió en tono severo. Taeyeon puso los ojos en blanco—. Gracias, Niles, eres un buen amigo.

El aludido sonrió ampliamente.

—Me gusta el efecto que Taeyeon ejerce sobre ti, gracias.

—Ah, por cierto, ¿ya has encontrado a otro chelista?

—De hecho, puedo tener a uno para pasado mañana. Está grabando un anuncio de detergente. Qué puede aportar un chelo al detergente es algo que se me escapa, por cierto —se encogió de hombros Niles.

—Bien, mañana se lo diré a Suzette —afirmó Tiffany.

Niles le dio una palmada en la espalda.

—Perfecto, yo no estaré —dijo. Tiffany lo fulminó con la mirada —. Es broma.

Los cuatro se despidieron con sendos besos y Niles le pellizcó la nariz a Elliott.

—Buenas noches, pequeña diosa —le dijo, dándole un beso en la mejilla.

Brian se rio y la besó en la frente.

—Vaya rompecorazones que vas a ser.

Taeyeon los acompañó a la puerta. Al volver, Tiffany estaba de pie delante del fuego y sus ojos marrones, habitualmente cálidos, tenían un brillo oscuro, glacial y acerado como los de un tigre al reflejar las llamas.

Como un tigre enjaulado, Tiffany paseaba arriba y abajo en el estudio, mientras esperaba a Suzette, bajo la atenta mirada de Niles y Jeffrey.

—Tiff, ¿quieres que se lo diga yo? —se ofreció Niles.

Enseguida, Jeffrey también se adelantó, dándole a entender que estaba igualmente dispuesto, pero Tiffany se rio.

—Gracias, chicos, pero no. Tengo que hacerlo. Fue un error mío y me toca corregirlo. No se preocupen, ahora soy una Tiffany Hwang mucho más tranquila y sosegada —afirmó, arrancando las carcajadas de los dos hombres.

En ese momento se abrió la puerta, pero en lugar de Suzette fue Taeyeon la que apareció, con Elliott de la mano. Tiffany parpadeó y sonrió.

—¿Qué coño...? —Suspiró y fue a reunirse con ella.

Niles y Jeffrey las observaron con complicidad.

—No me digas que las mujeres no son más perspicaces que nosotros, Niles. Taeyeon sabe lo que va a pasar, mírala. Parece una madre osa protegiendo a sus oseznos.

Los dos se rieron.

—Tiffany Hwang enamorada y con familia, nada menos. Será mejor que me retire antes de que las vacas vuelen —rio Niles. Jeffrey le siguió.

Tiffany fue con Taeyeon y aupó a Elliott en cuanto la pequeña estiró los brazos hacia ella.

—Hola, pitufa —la saludó con un beso, antes de mirar a Taeyeon—. ¿Qué hacéis aquí? —preguntó, inclinándose para besarla.

Taeyeon suspiró al romper el beso.

—Elliott y yo hemos salido a comprar caramelos para Halloween, lo cual me recuerda que mañana tenemos que ir a comprar una calabaza. Así que he pensado que podíamos pasar a ver dónde trabajabas —explicó con naturalidad.

Como tenía cara de cansada, Tiffany se preocupó.

—La doctora Haines te dijo que reposaras, no que te patearas la Orilla Norte de Chicago —la riñó con cariño, y la besó otra vez—. Pero me alegro de que estéis aquí. ¿No tendrá nada que ver con cierta chelista, entiendo?

—No seas boba.

—Mientes fatal —apuntó Tiffany.

—Phany, toca piano —pidió Elliott, palmeándole las mejillas.

Tiffany no pudo resistirse a aquellos ojos ónice.

—Dios, qué pasa con las Kim y esos ojitos que ponéis... — refunfuñó, y dejó a Elliott en el suelo antes de sentarse al piano.

Taeyeon se puso al lado del instrumento y se acercó a Tiffany, con una sonrisa.

—¿Qué pasó al final con la canción que tocabas en la cabaña?

—La dejé estar —repuso Tiffany mientras tocaba.

—¿Por qué? Era muy bonita —opinó Taeyeon, que cerró los ojos y suspiró—. Dios, qué bien que tocas.

—Eso es lo que le digo siempre, que debería componer su propia música y grabar un disco. Tiene un montón de canciones que podrían...

—Cállate, Niles —lo reprendió Tiffany afectuosamente.

—Lo toca como una amante —le susurró Niles a Taeyeon.

Esta se estremeció visiblemente al observar cómo Tiffany deslizaba los largos y delicados dedos sobre las teclas blancas y negras. La pianista cruzó una mirada con ella y esbozó una sonrisa.

—Ah, idos a un hotel —protestó Niles, que había sido testigo de la escena.

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